A sesenta años de su publicación: «Lolita» (1955), por Marco A. Campos

Vallejo & Co. presenta, como pequeño homenaje al escritor Vladimir Nabokov (1899-1977), en el 60 aniversario de la publicación de la primera edición de la novela Lolita, por la editorial francesa The Olympia Press en 1955. Se trata, entonces, de una remembranza por el poeta, traductor y ensayista Marco Antonio Campos. 

 

Por: Marco Antonio Campos

Crédito de la foto: Izq. www.lavanguardia.com

Der. www.lavanguardia.com

 

 

A sesenta años de su publicación: Lolita (1955)

 

 

Ya en 1956, en un irritado artículo, Vladmir Nabokov negaba que en la novela hubiera el “lastre moralizante” y argüía que una obra de ficción “sólo existe en la medida que me proporciona placer estético” (“Sobre un libro llamado Lolita”); Mario Vargas Llosa, por otra vía, estaba del todo de acuerdo con él: contra lo que el mismo Humbert Humbert, el protagonista principal, cree, “no es un libertino, ni un sensual, es apenas un obseso” (La verdad de las mentiras, 2002); con una ligera -gran variación-, el mexicano Juan Villoro convenía: “Desde el punto de vista jurídico, Lolita es un crimen; desde el punto de vista literario, la más conmovedora historia de amor” (Efectos personales, “La piedad del asesino”, 2007); Borges no lo vería de ninguna de esas maneras, si nos atenemos a lo escrito por Bioy Casares. Publicada la novela por Sur, la alcaldía ordenó sacar Lolita de circulación en 1959. El 21 de julio de ese año Borges y Manuel Peyrou se reunieron a cenar en casa de Bioy. Contrariado, Borges señaló: “Me habló [José] Bianco para que firmara un manifiesto de protesta porque la Municipalidad secuestró el libro de Lolita. Yo lo firmé, por no pelearme para toda la vida con Victoria [Ocampo], pero creo que Sur no debería publicar libros así, ni como Lady’s Chatterley Lover” (Borges, Barcelona, 2006).

A lo largo de las páginas y al terminarla uno se pregunta si Lolita es una novela pornográfica o erótica; no me lo parece. No se trata de la maquinaria helada del Marqués de Sade o el erotismo denodado y monótono, con imágenes fijas que se convierten en símbolos cifrados, de Georges Bataille; hay momentos de fuego efímero, de ligeras y destellantes sensualidades, de excitaciones extremas por algo nimio o infantil, pero no recuerdo en toda la novela una escena de sexo explícito. Historia de un hombre maduro, Jean-Jacques Humbert, o Humbert Humbert, o sólo Humbert, cuando conoce a la familia Haze, tiene treinta y siete años (nació en París en 1910) y Dolores Haze, o también Dolly, o Loleeta, o Lolita, o Lo, o Carmen (nacida en 1935), tiene doce. La vida de Humbert con y sin Lolita ocurre entre 1947 y 1952.

 

lolita primer ed Paris, The Olympia Press, 1955
Novela «Lolita».
Primera edición publicada en Paris-Francia, por The Olympia Press en 1955. 2 Tomos

 

Dividida en dos partes, contada en un monólogo que se vuelve en ocasiones diálogos sin respuesta, Vladimr Nabokov hace que el de la voz narrativa, Humbert Humbert, se dirija principalmente al jurado, que lo encauza por asesinato, y en segunda vía, a los lectores, a Lolita, a sí mismo…  Con el filo del cuchillo de la ironía, no deja bien parado a nadie, empezando, claro, por él mismo, con ese “toque de autoparodia”, que, como señala Hernán Lara Zavala, es eminentemente característico en la obra narrativa de Nabokov (Contra el ángel, “El soñador y el arlequín”, 1991). Lolita es un libro que necesita el repaso, al menos de varias partes significativas, para descubrir o apreciar un número considerable de sutilezas e ironías que no son perceptibles o no tanto en una lectura de corrido. En Lolita, como en la obra narrativa de Nabokov en general, Lara Zavala halla tres perfiles característicos: lenguaje inventivo, humor múltiple e imaginación calculada. Gran cantidad de frases irónicas de Humbert Humbert son para burlarse del proverbial mal gusto –del kitsch y de la empalagosa cursilería- de la clase media estadounidense.

A los personajes sobresalientes de la novela, Humbert los tasajea o desuella verbalmente: a Valeria, su primera mujer, a Charlotte Haze, su segunda esposa y madre de Lolita, a Lolita, a la inestable y alcohólica Rita, su pareja después de Lolita, y a Clare Quilty, que le roba a la niña… La novela está poblada de personajes incidentales que sirven sólo para ligar los hechos. Son apariciones súbitas o poco prolongadas: los amigos de Charlotte, los vecinos de Ramsdale y de Beardsley, compañeros y compañeras de Lolita, la directora de la escuela y la del campamento, doctores y enfermeras del hospital de Elphinstone, los invisibles miembros del jurado…

En un ensayo (“La desprestigiada herencia de Cervantes”), Milan Kundera anotaba las ambigüedades y relativizaciones como condiciones de la novela moderna. En Lolita se dan en los personajes, principalmente en el parisiense Humbert Humbert, quien puede ser visto como un perverso o un psicópata o un maniático sexual, y también como un ingenuo, o dicho por él, pese al “aire viril”, como alguien “terriblemente tímido”. ¿No se dirige así Humbert a quienes lo juzgan en el tribunal: “Señoras y señores del jurado, la mayoría de los delincuentes sexuales -que anhelan con una jovencita un palpitante contacto, delicadamente lloroso, no por fuerza a través de la cópula-, son extranjeros inocuos, inadaptados, pasivos, tímidos”? ¿No se unían en su relación con la niña “lo bestial y lo hermoso”? “Lolita es una poderosa demostración de que el arte puede pactar con la patología”, escribió Juan Villoro con su característica lucidez.

 

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Portada de la famosa revista estadounidense «Time» con Nabokov en ella.
Fechada el 23 de mayo de 1969.
Crédito: http://content.time.com/time/covers/0,16641,19690523,00.html

 

Como se dijo, la construcción de todos los personajes es exclusivamente a través de los ojos y la pluma de Humbert Humbert, quien es consciente de que no entiende ni entenderá nunca del todo a la ligera y espléndida niña. El enigma en apariencia más sencillo le termina siendo laberíntico porque él en verdad es quien es complejísimo. Cuando al fin la halla, luego de buscarla tres años, ya de 17 años, rematadamente mal casada, encinta, sin ningún aliño, Lolita confiesa con toda sinceridad que, pese a las relaciones que tuvieron ambos durante dos años, nunca sintió deseo por él, ni menos lo amó. Pero a Humbert Humbert el o el no igualmente lo hubieran desecho: el , porque su intranquilidad sería por algo que al menos tuvo en algún tiempo reciprocidad, y el no, como lo fue, por el dolor y desconsuelo extremos que no le dejan ninguna ilusión ni un mínimo vislumbre de futuro. Una cosa es real: el amor loco, el amor desesperado lo llevó a una obsesión ciega y a asesinar a quien se la arrebató. Después de todo, Lolita al único hombre que amó –se lo dice a Humbert en aquella conversación final- fue a Clare Quilty, al que Vargas Llosa en su crítica considera el “personaje más inquietante” de la novela, un “furtivo dramaturgo aficionado al Marqués de de Sade, libertino, borracho, drogadicto, y según confesión propia, semimpotente”. Frente a las depravaciones de Quilty, Humbert le parece al lector un religioso medioeval de la orden de los mercedarios. La escena del asesinato de Quilty, de tan grotesca, se vuelve el revés del asesinato como una de las bellas artes.

En el ensayo antes citado, Kundera arguye que la novela ha descubierto por sus propios medios los diferentes aspectos de la existencia y ejemplifica con diversos casos; si hay uno en la novela de Nabokov, es la multiplicidad psicológica y la pluralidad de ambigüedades en la perversión del pederasta. Su personaje Humbert Humbert, es consciente de que para la sociedad lo que él hace es monstruoso y su vida con Lolita una “cohabitación inmoral y lasciva”, pero hay algo en él inevitable, compulsivo, que lo lleva a vivir angustiada y lúdicamente en la transgresión. Sin embargo, por sus gustos, como los llama, no se arrepiente ni en el último minuto de su vida. En eso, sólo en eso, en su falta de arrepentimiento, podría igualarse con el personaje de Don Juan en la pieza teatral de Tirso (El burlador de Sevilla).

 

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Fotograma de la película «Lolita» actriz Sue Lyon, dirigida por Stanley Kubrick en 1962. Se basó en la novela de Nabokov, quien escribió el guion.
Créidto: http://www.lavanguardia.com/hemeroteca/20120702/54317872492/vladimir-nabokov-autor-de-lolita-fallecio-hace-35-anos.html#ixzz3lYyLgMuq

 

Pero ¿de dónde nace esa fascinación por las púberes? El Humbert Humbert de trece años, aquel año de 1923, tiene como primer gran amor una doceañera (Annabel), quien muere meses más tarde, y en lo que le restará de vida la encontrará en una variedad más o menos específica de nínfulas, de las cuales Lolita representa el non plus ultra. “Estoy persuadido, sin embargo, de que en cierto modo fatal y mágico Lolita empezó con Annabel” (…) “Nos enamoramos al mismo tiempo -refiere sobre la niña Annabel- de una manera frenética, impúdica, agonizante”. Después de todo -se justificará histórica y literariamente-, Dante se enamoró de Beatriz cuando ella tenía nueve años y Petrarca de Laura cuando ella cumplía los doce. La Justine del Marqués de Sade empezó a foguearse a los doce. Como ha notado la crítica, el nombre de la primera niña parece provenir, o proviene, del poema “Annabel Lee” de Edgar Allan Poe.

¿Y quién es Jean-Jacques Humbert? Un profesor gris y un escritor de quien al parecer no hay libro que valga la pena. No sabemos ni siquiera cuánto es lo que crea él mismo de su mérito como escritor, salvo en la última línea de la novela, que es un guiño magnífico a Lolita y a los lectores: la certeza de que en la posteridad ambos tendrán un fulgor imperecedero.

Con sus consortes, la obesa Valeria y la viuda Charlotte Haze, Humbert Humbert padecía un alto grado de autotortura para cumplir con el sagrado deber conyugal. Si ridiculiza a Valeria -quien por cierto, para aumentar su humillación, acaba yéndosele con un mermado ex coronel del ejército ruso-, con Charlotte se va al extremo del sarcasmo. Le hartan de la madre de Lolita sus trivialidades estúpidas, su melindrosa cursilería, su continuo mal gusto. No le concede un mínimo de atractivo corporal. Charlotte es ultracelosa, posesiva, y menos en el fondo que en la superficie odia a su hija. Una frase de Humbert la compendia: “Su autobiografía estaba tan desprovista como lo estaría su autopsia”.

 

Lolita
Otra versión cinematográfica de «Lolita», esta interpretada por Jeremy Irons y Dominique Swain.
Crédito: http://www.bibliofiloenmascarado.com/

 

Charlotte, a diferencia de su hija, no sólo deseó, sino amó sin fondo a nuestro extraño protagonista. En la desesperanza ilímite le escribe una carta henchida de pegajosa miel en la que le hace un llamado melodramático a casarse o a irse para siempre: “Te he querido desde el primer momento en que te vi” (…) “Tu permanencia significaría que me quieres tanto como yo a ti (…) y que estás dispuesto a unir nuestras vidas para siempre y ser un padre para mi niñita”. Charlotte sólo se equivocó con la palabra padre; Humbert se casaría con ella sólo por tener cerca a la niña.

A veces fisgonear no es correcto. Charlotte descubre el Diario de HH y, al leerlo, se le revela toda la atroz comedia. En el día ciento cincuenta de su matrimonio escribe tres cartas, se dirige a depositarlas en el correo, pero por su desesperación la atropella un Packard conducido por Frederick Beale, quien en la calle pudo evitar a un perro, pero no a la desdichada y grotesca Charlotte. ¿Se conduele Humbert? Es uno de los días más felices de su vida. Al que atropelló a Charlotte, Humbert lo llamará en adelante el amigo Beale. Por demás, todos aquellos protagonistas importantes de la novela acabarán muriendo: Annabel, Charlotte, Clare Quilty, y al final, fuera de cuadro, Lolita y él mismo: Lolita al dar a luz y Humbert por una trombosis coronaria. Ambos a fines de 1952.

¿Cómo es Lolita? ¿Cuáles son las medidas y peso de sus leves doce años? Humbert no las olvida: caderas 73 cms.; circunferencia del muslo, 43; cintura, 58; altura, 1.48; peso, 38 kgs.; coeficiente de inteligencia, 121. ¿Cómo es Lolita en su comportamiento con él? Mientras más pasa el tiempo de convivencia, lo insulta por nada, pelea por nada, payasea, hace pucheros, chantajea, extorsiona… “Una mezcla de candor y decepción, de encanto y vulgaridad, de azul malhumor y rósea alegría, Lolita podía llegar a ser una muchacha exasperante cuando tenía ganas”.

 

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Escultura de Vladimir Nabokov en Montreux, Suiza.
Crédito: Wikipedia

 

Como en Humbert Humbert, de otra manera que en Humbert Humbert, hay en Lolita una perversidad sin remordimiento. Durante el juicio penal nuestro protagonista recuerda aquella primera madrugada compartida. “¡Frígidas damas del jurado! Yo habría pensado que pasarían meses, años, antes de que Dolores Haze aprendiera a revelárseme, pero a las seis ya estaba despierta y a las seis y quince ya éramos amantes” Descubre con asombro que la niña ya no era virgen desde hacía un año, es decir, desde los once, debido al favor de Charlie Holmes, el hijo de la directora del campamento de verano. Lolita encuentra desde cuando la desvirgan que hacer el amor resulta “divertido” y es “bueno para la piel”.

Desde ese 1947, Humbert Humbert y la voluble Lolita viajan desordenadamente por todo Estados Unidos y conocen toda suerte de hoteles, moteles y cabañas. En los viajes, mientras él, por ejemplo, se fascina con los paisajes, Lolita lo hace a su vez “con las inscripciones en los retretes”. Nubes a la Lorrain u horizontes a lo Greco no pasan por los ojos de la niña. Muy pronto se vuelve menos dueño que esclavo de la púber. Como él con la madre, mucho peor que con ella, Humbert Humbert es ultraceloso y ultraposesivo, en especial cuando la ve con muchachos de su edad. Una constante del libro es el contraste creciente entre el deseo fogoso del padrastro-amante y las respuestas exasperadas y negativas de la niña.  Luego de dos recorridos por Estados Unidos, nuestro protagonista concluye con algo que suena a la vez como epigrama y a epitafio: “Habíamos estado en todas partes. No habíamos visto nada en realidad».

 

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Foto del escritor Vladimir Nabokov en uno de sus principales pasatiempos, cazar mariposas.
Suiza, 1975.
Crédito: ALAMY/GETTY

 

Si uno piensa en el filme en blanco y negro de 1962, el excepcional reparto principal parece elegido con magnífica lupa. No podían ser sino esos los actores y actrices: James Mason personifica al buen psicópata Humbert Humbert, Shelley Winters a la grotesca y cursi Charlotte, Peter Sellers al pútrido Clare Quilty, Sue Lyon a Lolita… Quien dirige es uno de los grandes cineastas de la historia (Stanley Kubrick) y el guionista es el autor de la novela (Vladimir Nabokov). ¿Y sin embargo…? Y sin embargo, no hay ese equivalente de gran novela y gran filme como en El Gatopardo. Se pierde mucho de la complejidad psicológica y la ironía cortante. En 1997 se filmó una segunda versión, dirigida por Adrian Lyne, y actuada por Jeremy Irons (Humbert Humbert), Melanie Griffith (Charlotte Haze), Dominique Swain (Lolita), Frank Langella (Clare Quilty). Inferior estéticamente, es menos conservadora en su trama. Desde aquellos años sesenta los puritanos Estados Unidos habían abierto puertas y ventanas a la rebelión juvenil, a la acción feminista y a la liberación social y sexual.

Humbert Humbert tuvo como objetivo principal del relato “fijar de una vez por todas la peligrosa magia de las nínfulas”, porque, como refiere en otra parte, “no hay en la tierra una felicidad igual que la de amar a una nínfula”. En efecto, muy probablemente el autor de teatro Clare Quilty sea el personaje más inquietante, como observó Vargas Llosa, pero no el más recordable. El sol central de la novela es Lolita. Todo irradia en casi cada página desde ella o por ella. ¿En cuántos millones de lectores ha quedado Lolita en la memoria? ¿En cuántos Quilty? Lolita es un personaje icono de la literatura moderna y su nombre se volvió en el lenguaje diario y en el imaginario popular en un sinónimo lascivo de nínfula.

La novela se publicó en septiembre de 1955. Han pasado sesenta años. Los metereólogos auguran buenos vientos para Lolita.

 

 

 

*(México, D.F., 1949). Poeta, narrador, ensayista y traductor. Ha publicado los libros de poesía: Muertos y disfraces (1974), Una seña en la sepultura (1978), Monólogos (1985), La ceniza en la frente (1979), Los adioses del forastero (1996) y Viernes en Jerusalén (2005. La editorial El Tucán de Virginia volvió a reunir en 2007 su poesía en un solo tomo: El forastero en la tierra (1970-2004). Es autor de un libro de aforismos (Árboles). Ha traducido libros de poesía de Charles Baudelaire, Arthur Rimbaud, André Gide, Antonin Artaud, Roger Munier, Emile Nelligan, Gaston Miron, Gatien Lapointe, Umberto Saba, Vincenzo Cardarelli, Giuseppe Ungaretti, Salvatore Quasimodo, Georg Trakl, Reiner Kunze, Carlos Drummond de Andrade, y en colaboración con Stefaan van den Bremt, Miriam van Hee, Roland Jooris, Luuk Gruwez, André Doms y Marc Dugardin. Libros de poesía suyos han sido traducidos al inglés, francés, alemán, italiano y neerlandés. Ha obtenido los premios mexicanos Xavier Villaurrutia (1992) y Nezahualcóyotl (2005). Y, en España, el Premio Casa de América (2005) por su libroViernes en Jerusalén. En 2004, se le distinguió con la Medalla Presidencial Centenario de Pablo Neruda otorgada por el gobierno de Chile. En París es miembro de la Asociación Mallarmé. En el 2009 obtuvo el premio de poesía Ciudad de Melilla, España.

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