A qué sonará una voz. 13 poemas de Carlos López Degregori

 

Por Carlos López Degregori*

Crédito de la foto www.elcomercio.pe

 

 

A qué sonará una voz.

13 poemas de CLD

 

 

Un buen día

 

1

 

Un buen día

Nos descubrimos en el agua

Y decidimos nacer muy lentamente

 

Y estamos o no estamos

Nos buscan

Nos preguntan

Presencia sospechosa una visita

Alguna llamada para nadie en el teléfono

Y dónde

Dónde nos habremos metido acaso sin saberlo

Tal vez en el jardín jugando a las estatuas

O extraviando nuestros cuerpos en la calle más lejana

Un destino mejor

Una palabra

 

 

2

 

Un buen día

Nos descubrimos en el agua

Y elegimos una mano

Un ojo un cabello

 

Hablamos con Casandra

 

 

3

 

Casandra

El juego ha concluido

Y ya la hiedra guerreros unos años

Subieron hasta la ventana más alta de la torre

Tejiste profecías que aprendimos a leer

En la dura persistencia de tu cuerpo

Y a cada cual su propia historia

Su propio mar oscuro

Engaño enfermedad

Destierro y gallo negro

 

Resulta que ahora el fuego nos aturde

El agua no nos limpia

Ni convierte

 

 (de Un buen día)

 

 

 

Canción de la taza de leche

 

En alguna parte queda algo que la leche me recuerda

Y nunca porque es limpia

o es blanca

Y nunca porque puede derramarse

 

Gotas y gotas litros un charco

Una taza anterior a toda boca

Una elegía incomprensible

 

De algo que no recuerdo estoy cantando:

de la leche

Y nunca pude ignorarla cuando hervía

 

Desayunar salir al fin

 

(de Las conversiones)

 

 

El talento y el poeta

un poema parco incidental

me cueste como tres

y atónito inútil imperfecto

nunca termine de costarme

y acudan rostros lenguas animales

acudan

en una sola sombra

un solo viento verdadero

reine el desorden

sueñe antes de soñar

coma antes de comer

viva un terrible simulacro

hable

y nunca derrote a la palabra

desventurado

hoy 14 de septiembre

nazca por tres veces

tenga tres padres nombres acertijos

crezca torcido

llegue a este punto estéril

y lo llame

talento inferior

reguero anónimo de pasos

tres años vi a la cierva

nadie la conoció así

pero arrastraba ese nombre memorable

dama parca mezquina

me arrancaba un cabello

lo enhebraba

y cosía hasta sangrar

horas y horas

mientras sus quejidos ahogaban

el ruido de la aguja

cierva

hazme unos guantes

una venda

el vestido sacrificado del amor

entender es difícil

tornarse vulnerable transgredir

cose ya mi ano

mis párpados mi boca

encierre todo murmullo para siempre

aísle cualquier rescoldo de verdad

y exiliado

fue mi primera muerte

y nacimiento

reine el desorden

tres venzan los años

y me canse de contar

pierda mi sombra

un alacrán me recuerde a los dragones

monje fui

exterminador

mercader en estas calles desoladas

y errante ofrecía

a cada quien lo necesario

te vendo aquello que imaginas

esta gubia esta soga

y las vendí a c l d

un 14 de septiembre

tres meses antes de nacer

págame sino te pesará

no hallarás sosiego

conjuro capaz de derrotarme

nunca quiso entender

una tarde lo colgué

y debí deshacerlo con la gubia

entonces nací para el poema

nada que temer

que esperar

una vida confabulando con despojos

mezcles destinos

hállese un centro de aflicción

te maravilles ante una bóveda inútil

tres los abismos

el talento

las razones ocultas del poema

tres mis santos tutelares

san jorge

sal gil con una cierva

san blas

antes que se pudra mi garganta

 

(de Una casa en la sombra)

 

 

 

Asunta

 

Te traigo, Asunta, estas flores sin nombre del mercado. Son apenas un acto de resistencia, una prueba irrisoria de amor.

 

Vengo de otra región, Asunta. Apenas logro caminar y tengo la mueca del que no quiso volver pero no le quedó alternativa. Por eso, cuando me presintieron en el tumulto, todos huyeron despavoridos.

 

Huélelas con pasión.

 

Aprisiónalas en tus dedos como una historia de amor torrencial.

 

Písalas – Devóralas – Humíllalas.

 

No importa. Ellas perdurarán mañana cuando no contestes a los golpes densos, helados, insistentes de los vecinos.

 

 

 

El talento y el amor

 

A las siete en punto, después del llanto helado de mi perro, desde hace treinta y cuatro años cierro la peluquería.

 

Me reúno con ese animal y voy barriendo todo el pelo acumulado en el día.

 

Odio el espejo desportillado, la navaja insensible, el olor dulzón del cabello sin lavar. Envidio los ojos desolados de mis clientes, las marcas secretas que diferencian sus cabezas.

 

¿Por qué entre todos los talentos no me tocó el amor?

 

Camino dormido sosteniendo una tijera y duermo porque gira esta silla y mi corazón es una correa de afilar interminable.

 

Me hice peluquero por fatalidad.

 

De tanto cortar pelo no aprendí a segar las cabezas.

 

(de Cielo forzado)

 

El poeta Carlos López Degregori

 

Sutzura

 

Esto podría ser un diario:

mi entrada al olvido o a una minúscula posteridad

cuando llegue

el momento de las pruebas.

 

He escrito poco o mucho en estos meses.

 

Han cambiado mis palabras.

 

Afuera

alguien

a quien nunca he visto

y no conoceré

barre un amor legendario.

Quiero dedicarle a esa persona

y su escoba

este verso final:

 

tengo fiebre en mi mano izquierda

 

(de El amor rudimentario)

 

 

 

Las tres doncellas

 

Te vas al fin, Envidia.

Me dejas, Miedo.

Escribes, Espera, en los muebles, en las paredes

dormidas que mañana ya no me esperarás.

 

Está muy bien.

Márchense.

 

Pueden ser ahora perfectas o tullidas.

Gánense la suerte que no les concedí.

Por mí llegaron desnudas a sus fiestas

destilaron todos los venenos

equivocaron sus primeras lealtades.

En la historia de la doncella y el dragón

no las dejé ser ni la doncella

ni el dragón.

Conmigo abordaron un barco que jamás divisó

el Cabo de Hornos

y si naufragaron no me importó

y si sobrevivieron y se casaron después

y criaron hijas

e hijos

ya no lo recuerdo.

 

Te envidio, Envidia, por partir.

 

Me despido, Miedo.

 

Desdoblo, Espera, por ti de labios y ceniza

un pañuelo.

 

Adiós, infortunadas.

Les regalo un diente

a cada una,

solo así puedo agradecer los poemas

que me dejaron escribir.

Ahora llévenlos con ustedes,

Léanlos en todos los mercados, en los desiertos,

en los cuartos cerrados con nieve

de hospital.

Díganlos en los huecos de los árboles

como un secreto terrible.

Repítanlos en las voladas caravanas, en las cocinas,

en las aguas del río interminable.

 

Está muy bien.

Adiós.

Márchense ya.

Las recordaré como a tres novias.

Que afuera sus asnos no revienten

ni ardan sus vellones,

que la luz no las aterre,

que el aire no les falte.

 

(de Lejos de todas partes)

 

 

 

Una noche el autor se encuentra con Remedios

 

A las 11, después de haber visto la exposición de tus cuadros, alguien me llama desesperadamente. Te espero, dice en el teléfono una voz, cubierta de flores secas y de polvo. Ya sé que estoy de paso en México y aquí nadie me conoce, pero igual saltan mis labios y golpea mi blanco corazón hasta alcanzar este cielo de piedra.

 

Son las 11 y lloverá.

 

Son las 11 y beberé siete vasos para atrás, siete árboles, siete calles desiertas y caminos distintos. Abordaré siete taxis para encontrarte, siete máquinas volantes.

 

Ahora esta noche ya no es esta noche y descubro, Remedios, que era tuya esa voz cubierta de flores secas y de polvo. Tú moriste en 1963 pero no importa. Ahora son las 11 de una noche en 1958 y me estoy acercando por el sendero de los árboles. La vela estará encendida. La mano saliendo de la cortina o la pared. El gato vigilando entre las hojas

 

Yo pediré perdón por ser una mala visita que falsea las voces y los hechos. Besaré tu pubis. Me enredaré en tu cintura, en las zarzas de tu pelo. Y tú, Remedios: ¿Me acariciarás conmovida?

……………………………………………………………………………………….¿Me pedirás que me interne como una aguja en tu carne helada porque así ya lo has pintado?

 

(de Aquí descansa nadie)

 

El poeta Carlos López Degregori.

 

Retrato del Poeta y Roxanna y la higuera

 

Acuérdate, mi primera esposa, de la higuera,

de los pequeños murciélagos que volaban como chispas en la sombra

para morder la pulpa rezumante de los higos.

 

El sueño eran sus chillidos.

Y sus chillidos éramos nosotros

ahuyentándolos dormidos con un palo.

 

Los años pasaron.

La higuera ya no existe

y con ella se fueron los murciélagos

a su cielo sin cielo:

hasta esta noche,

en el cuadragésimo octavo año de mi edad,

que quise regresártelos.

 

Mira, he levantado con mis brazos una higuera.

Ahora escucha la música de los murciélagos otra vez.

Sigue su ciega danza en la oscuridad.

Duélete conmigo si se estrellan aterrados contra las ventanas,

pero no salgamos con un palo.

Dejemos que se sacien.

Ellos han crecido

y ya son iguales a nosotros.

 

(de Retratos de un caído resplandor)

 

 

 

Voces

 

Alguien viene a tu habitación esta noche y te dice al oído: levántate, he venido para llevarte.

 

Entra la voz en tu sueño como una aguja o un golpe de mar. La escuchas llamarte con insistencia.

 

Despiertas.

 

Te incorporas y recorres la casa por última vez. Te sientas en cada uno de los muebles para que siempre guarden la forma de tu cuerpo, cortas tu ropa porque ya no la vas a necesitar, matas una a una las flores que llenan los jarrones, trizas los platos, te bebes el aceite de las lámparas, desvistes los espejos.

 

Y le dices al aire encendido tus mejores recuerdos y poemas: ya no los volverás a ver: nunca podrás besarlos ni respirarlos ni dormirlos: ya no los escucharás amorosos o tristes ni seguirás con tus dedos su forma terrible.

 

Pero hay una sola palabra que no quieres dejar y no sabes cuál es.

 

Pero hay un solo gesto definitivo que deberías llevarte para que siempre incendie tu rostro.

 

Pero hay un solo amor que necesitarás mañana cuando llegue la hora de las justificaciones.

 

Entonces regresas a tu habitación y algo ha cambiado. Alguien respira en la oscuridad. Tú te acercas para decirle al oído: levántate, he venido para llevarte.

 

(de Flama y respiración)

 

 

 

Dormir en esta caja

 

1.

 

Duermo en esta caja.

 

Cierro los ojos y los puños

y aprieto pájaros

hasta volverlos una anticipación

de sangre tibia y plumas.

Guardo en esta caja

mis brazos y mis piernas.

Oprimo el vientre para así caber mejor.

Apago el corazón:

envuelvo

en filamentos de oro sus latidos.

 

 

2.

 

Duermo en esta caja

o esta caja duerme en mí.

 

Entre nosotros hay una igualdad de madera y carne,

un vértigo que nos confunde hasta hacernos indistinguibles.

 

Abro y cierro cada noche esta caja

y es como si en una música de vértebras

me abriera o me cerrara.

Giro el triángulo de hierro de la cerradura,

le doy infinitas vueltas a la llave

y luego me la trago para protegerla.

 

 

3.

 

Dios me mira en esta caja.

Dios debe acercar sus oídos a las paredes de madera

para escucharme.

 

La tapa es un cielo horadado de estrellas

y no sé si bajo o subo a él:

adentro hay terciopelos que se erizan con mis pisadas,

hay peldaños,

hay blancos y ciegos animales

que cuelgan como guedejas

y acercan sus amorosos hocicos.

 

Yo atravieso cámaras y bosques,

salto piedras desbocadas,

vuelo riscos

hasta encontrarlas a ustedes, mis esposas,

con sus cabezas de cabra

embistiendo la noche.

 

 

Después del diluvio

 

Aussitôt que l´idée du Déluge se fut rassise

Rimbaud

                                                                       

El mundo está lleno de mundos. Imagina, por ejemplo, un palomar colmado de pequeñas casas que esconden la existencia incomprensible de las palomas.

 

Supón ahora que conjuramos el brillo del sol, la dimensión de las ventanas circulares de las pequeñas casas desde las que pueden verse empollando a las hembras. Luego continuamos con la fuerza de las alas, el contorno de los granos de maíz, el movimiento de los gusanos, la voracidad de los diminutos parásitos que se hinchan en la carne de las aves. Y seguimos conjurando los huevos que contienen mundos en sus mares de albúmina, el hambre insaciable de los pichones.

 

Conjuramos para contrarrestar el horror y los días despiadados de las palomas.

 

Conjuramos para llamar al diluvio, para que estos seres nos traigan en el pico una prueba de indigencia.

 

Imagina que el cielo se llena de grietas y empieza a llover.

 

El palomar es tu único destino y entras en él como si toda tu vida te hubieras preparado para hacerlo. El excremento y las plumas dificultan tus pasos. Recorres los senderos intrincados que rodean las pequeñas casas inundadas. Los nidos flotan como cestas arrojadas a un Nilo de aguas rojas; cada uno contiene un pichón niño que pía mientras se ahoga.

 

Tus zapatos parecen barcas: se desarraigan para nunca más volver. Pateas los huevos llenos de mundos, los picos y los huesos de los pichones. Giras incansable en la lluvia y bailas sin detenerte.

 

Solo bailas con todas las palomas y el diluvio es tu pareja.

 

(de La espalda es frontera)

 

 

 

Línea de flotación

 

Ser Visible

Ser Invisible

como las luces

y campanas de las boyas

que flotan en la oscuridad

Marcan un tiempo de apariciones

y desapariciones

están allí

sin estar

chillan

enmudecen

ojos que se encienden

y apagan

gallos que enferman de distancia

 

Ser Visible

y erguirme

en la carne de las olas

en el viento cortante

Ser Invisible

vaciarme de ideas

y sentimientos

 

Tener los labios abultados de una herida

que dibujan

una      O         y          otra      O

No tener labios

ni brújulas que inventen un viaje

deshacerme de todas las estrellas para orientarme

de esqueletos de navíos

de tortuosas ballenas

 

Advertir

No advertir

Llenarme de herrumbre

escoriaciones

de hijos moluscos

de excremento de aves

de barbas verdes y pestilentes

 

Desear

No desear

Implorar como las boyas

una línea de flotación

un lenguaje chirriante

No implorar

acostumbrarme al silencio

a los ojos abiertos de los ahogados

 

Merecer un destino

No merecerlo

dormir ebrio en una barca

sofocar al mar

cubrirlo de escupitajos

 

Apresurarme a morir

No apresurarme

Demorar toda una vida la única pregunta

 

¿Quién             eres      Quién

de una              O        a otra               O?

 

¿Quiénes son estas Boyas

que flotan en la oscuridad

cabezas que me exceden

o me faltan?

 

(de Temblor de Judas)

 

 

 

 

 

*(Lima-Perú, 1952). Literato por la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá (Colombia). Miembro del grupo La sagrada familia. Recibió el Primer Premio de Poesía en los Juegos Florales de la Universidad Javeriana (1976), el Premio en la Bienal de Poesía de la Asociación Cultural Japonesa del Perú (1990) y Premio en el Concurso Internacional de Poesía El Olivo de Oro (1997). En la actualidad, se desempeña como catedrático en la Universidad de Lima. Ha publicado en poesía Un buen día (1978), Las conversiones (1983), Una casa en la sombra (1986), Cielo forzado (1988), El amor rudimentario (1990), Lejos de todas partes (1994), Aquí descansa nadie (1998), Retratos de un caído resplandor (2002), Flama y respiración (2005), El hilo negro (2008, Antología de sus poemas en prosa), A quien debemos temer (2008), Una mesa en la espesura del bosque (2010), Aguas ejemplares (2012, reedición), Temblor de Judas (2018) y Lejos de todas partes 1978-2018 (antología, 2018).

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