Por Alberto Bresciani*
Traducción por Kori Bolivia
Curador de la muestra Fabrício Marques
Crédito de la foto el autor
A punto de engañar al aire.
13 poemas de Alberto Bresciani
Bisontes
Y seguimos como bisontes,
mirando hacia adelante,
a la carrera, huyendo
de absolutamente nada
y de casi todo.
En el camino, otros bisontes
se juntan al grupo
y continuamos todos,
atolondradamente, en la misma ruta.
Corremos, nosotros los bisontes,
hacia dónde no sabemos,
en una pradera ficticia
que, a ejemplo de los ríos,
es otra a cada migración.
Miramos adelante
y nos preguntamos,
los ojos bovinos,
si éste es realmente
nuestro lugar.
Aves
No queríamos nada
más que esa marca,
el muro, línea recta
e imaginaria,
en la que nos sentábamos,
agitando las piernas,
despreocupados,
aves entre aves,
ojos en los ojos,
baja la voz,
ramas dibujando
las manos, sin hambre de cielo,
sin ningún pavor
del suelo.
Parábola
Cualquier animal aprende
los gritos de alerta, el miedo
de las aves de rapiña, las trampas
de los grandes felinos.
Un canino clavado
entre dos costillas
duele para siempre,
mas, fíjese, enseña
técnicas de respiración
y sobrevivencia, a sentir
los movimientos subterráneos
de los gusanos y de los sismos.
Percibimos, planeamos
a punto de engañar al aire.
Buscamos, desvendamos
enigmas, sirenas.
Los árboles soplan señales.
¡Hable! ¡Oiga!
Y el mundo continúa sordo
y mudo.
Tropel
Los caballos sueltos en la sangre, en la garganta,
indomables, el chocar de los cascos en los guijarros,
como bailaores, los caballos
vienen de lejos, de donde todo se entrega
a la extensión de lo que es extremo, sudor,
y nunca se quiebra, sí, los caballos
corren de lejos a lejos, lugar de cuerpos
reales, rudos y comestibles al gusto del deseo.
Los caballos suben a la boca, sueltos, sus crines
dejan rastros, pero llegan a la boca y, en la boca,
el paso se traba, los caballos son entonces un sonido
apagado, hueco, ningún sonido, son piedra.
Pasado a limpio
El blanco de la pared es mi reflejo
y debe de ser una forma de penitencia
verme así, sorprendido, pálido,
sin manchas, hematomas, pánico,
sí, estoy bien, aún estoy aquí,
esperando el mensaje, el sonido
del teléfono, el resultado de los exámenes,
los tuyos, espero, no lloverá hoy,
nada ocurrió conmigo, mira, soy
sólo yo, esta pared en blanco, ningún
sonido, ninguna noticia tuya, no,
nosotros nunca pensamos o creímos
que ella vendría y estábamos todos aquí,
en el supermercado, en la limpieza de la casa,
oyendo al pájaro bien alimentado,
vivo sobre el almendro, escucha,
no tengas miedo, no guardo sustos,
cachorros de hámsteres o gatos, no,
nos distrajimos y ella vino, temprano,
el último libro por la mitad, las sábanas
limpias, planchadas, aquí, en las repisas
y entonces tú la seguiste, no dejó
carta, no dijo nada que despierte
lo opaco de esa pared en blanco.
Posibles
En la playa,
ella sostenía:
– Nosotros no podemos pescar.
Repitió la frase
hasta que los ojos
se le secaron.
Volvimos al bosque,
siguiendo píos
de aves extrañas.
y cogíamos hojas verdes,
diferentes hojas
de tantos verdes.
Y ella decía:
–Mira, las hojas
son nuestros pescados.
Cuando ya no hay más qué amar
Nos dijeron: amen a las bailarinas.
Son tan leves en alas, membranas.
Y en seguida nos damos cuenta
de que se acaban en aroma.
Pues que amen a los marineros.
Pero parten los marineros.
Y, rápido, todos lloran puertos,
tajadas de ausencia cayendo al mar.
Nos dijeron que amáramos a
mujeres y a hombres de lata,
sílex, harina o arena,
los tigres, serpientes, insectos
que rayan barras simétricas,
cicatrices, rejas en la carne y en la piel.
Amen la plata, acciones, el mercado.
Y ahora estamos en ese desierto,
después de las doce provocaciones,
esperando, sin esperanza,
que alguien recoja nuestro reflejo
en el pedazo de espejo que, parece,
en este mundo, el cielo olvidó.
Fila
Estás en la fila del metro
(o ¿en un bar
que promete cerveza artesanal?).
Cualquier lugar,
pero es una fila,
y te pongo los ojos
sin querer, poder,
sin tener como evitar o permitir
que nos ocultemos.
Me miras sin expresión.
Siento que la presión sanguínea
está descontrolada: cae un balón.
Decido decir alguna cosa
y voy en tu dirección, percibiendo
que cada paso registra los años
enterrados lejos, bajo el estacionamiento,
al lado del rey inglés sin suerte.
A un momento de distancia, el error
anuncia las marcaciones ignoradas,
la lengua ensaya sonidos en javanés.
No se vuelve a lugares
donde fuimos felices, dice Luciano,
mi amigo,
porque las luces estarán apagadas,
los azulejos envejecidos
como las gasolineras,
abandonadas en viejos road movies.
A un metro de distancia,
ya no te veo, sólo una persona
en la fila del metro, del bar.
Estamos, a tres palmos, separados
por años luz, en planetas diferentes.
Y yo hasta podría preguntar tu nombre.
Espina
La hora es la hora de comenzar el día,
aunque comenzar sea placebo
para dar prisa al final de otro
que no terminó, porque ya tenía
los ojos abiertos temprano,
durante siglos de no luz.
El corazón saltando, y cada tarea olvidada
es otro asteroide hecho de sangre
coagulada, que raspa las venas,
la marca de las ganas ausentes,
tranca entre levantarse y andar,
nunca ser completo, muñeco sin brazos,
como la imperfecta lista de compras
que no será cualquier receta.
Y el tiempo en tajadas,
y hay algo que se estanca,
y no se sabe el por qué:
una mujer,
un veredicto de perdición,
la espina.
Reposo
Estamos cansados, con hambre.
Estamos tristes por transmutación
del cinturón ajustado, por llegar
a la hora equivocada a lugares inexactos,
cruzar la línea extensa y fugaz
que va del tope al subsuelo,
oyendo acusaciones en el trayecto,
o un tera de palabras que no consuelan,
en esos ajenos a todo lo que pasamos,
y dejamos de contar, no por la neblina
o secreto, mas con lo agotador del relato
y porque ya nos pusimos demasiado
al revés, ya no hay qué mostrar.
Y entonces deseamos tregua,
cobijo, para nosotros, que ni siquiera estuvimos
en desiertos o campos de refugiados,
pero sí, nos engañamos por el camino
con la promesa irreal
de que es posible descansar.
Pienso en ti feliz
Pienso en ti feliz,
azul como esas hojas muy finas
que nacen de tu cuerpo entero,
nutridas por un tipo de savia-tiempo,
tiempo-flor, una voz de antes
en tus dientes, en mis oídos,
voz de cuando la casa no era
una piedra y había lámparas esparcidas
por toda la línea de agua que va al cielo.
Pienso que ya no te arrodillarás
y tendrás toda la seguridad en el domo de las curas
si fueras capaz de desnudarte ante dios
y decirle sobre tu no miedo, tu no muerte,
sin los temblores del terror nocturno.
Pienso en los aciertos que siempre comienzan
en la liviandad de la piel que siente piel.
Ninguna pérdida marca tu boca
ahora que te equilibras sobre un león.
Caballos
Un amor, pensamos conocer,
como a alguien
que abriera la puerta
y nos tocase el rostro,
la devoción del inca
que ofrece sacrificio
con la certeza de detener
Al Niño.
Es tarde. En Árborg,
nos echamos con caballos:
un día fueron sangre.
Tocan la puerta.
Pero no hay ninguna puerta,
nunca hubo rostro.
Apenas los caballos muertos
en el medio del cuarto.
Timeline
I
En aquel tiempo, no conocíamos edad,
era posible conversar con las estaciones.
Ninguna parábola nos daba miedo,
ninguna arma tenía rostro.
La marea trayendo y llevando las corrientes.
II
Escoger entre el puerto o los submarinos,
una casa que pareciese contenernos,
no hizo diferencia: los nombres escritos
en la corteza habrían registrado iguales razones.
III
Caminamos sobre un jardín de piedras negras
durante días sin número y tan cortos.
Con el insomnio preso en la garganta,
la herencia de un cuerpo es lo que se debe olvidar.
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(poemas en su idioma original, portugués)
A ponto de iludir o ar.
13 poemas do Alberto Bresciani
Bisões
E seguimos como bisões,
olhando para a frente,
em disparada, fugindo
de absolutamente nada
e de quase tudo.
No caminho, outros bisões
se juntam ao grupo
e continuamos todos,
aos atropelos, na mesma rota.
Corremos, nós os bisões,
para onde não sabemos,
em uma pradaria fictícia
que, a exemplo dos rios,
é outra a cada migração.
Olhamos para a frente
e nos perguntamos,
os olhos bovinos,
se este é mesmo
o nosso lugar.
Aves
Não queríamos nada
além dessa marca,
o muro, linha reta
e imaginária,
na qual nos sentávamos,
agitando as pernas,
despreocupados,
aves entre aves,
olhos nos olhos,
baixa a voz,
ramos desenhando
as mãos, sem fome de céu,
sem nenhum pavor
do chão.
Parábola
Qualquer animal aprende
os gritos de alerta, o medo
das aves de rapina, ciladas
dos grandes felinos.
Um canino cravado
entre duas costelas
dói para sempre,
mas, veja bem, ensina
técnicas de respiração
e sobrevivência, a sentir
os movimentos subterrâneos
dos vermes e sismos.
Farejamos, planamos
a ponto de iludir o ar.
Procuramos, desvendamos
enigmas, sirenes.
As árvores sopram sinais.
Fale! Ouça!
E o mundo continua surdo
e mudo.
Tropel
Os cavalos soltos no sangue, na garganta,
incontidos, o rebater dos cascos em seixos,
como dançarinos de flamenco, os cavalos
vêm de longe, de onde tudo se entrega
à extensão do que é extremo, suor,
e nunca se quebra, sim, os cavalos
correm do longe ao longe, lugar de corpos
reais, rudes e comestíveis ao gosto do desejo.
Os cavalos sobem à boca, soltos, suas crinas
deixam rastros, mas chegam à boca e, na boca,
o passo emperra, os cavalos são então um som
apagado, oco, nenhum som, são pedra.
Passado a limpo
O branco da parede é meu reflexo
e deve ser um tipo de penitência
ver-me assim, surpreso, pálido,
sem manchas, hematomas, pânico,
sim, estou bem, ainda estou aqui,
esperando a mensagem, o som
do telefone, o resultado dos exames,
os seus, espero, não choverá hoje,
nada aconteceu comigo, veja, sou
só eu, esta parede em branco, som
nenhum, notícia alguma sua, não,
nós nunca pensamos ou acreditamos
que ela viria e estávamos todos aqui,
no supermercado, na limpeza da casa,
ouvindo o pássaro bem alimentado,
vivo sobre a amendoeira, escute,
não tenha medo, não guardo sustos,
filhotes de hamsters ou gatos, não,
nós nos distraímos e ela veio, cedo,
o último livro pelo meio, os lençóis
limpos, passados, aqui, nas prateleiras
e então você a seguiu, não deixou
carta, não disse nada que desperte
o opaco dessa parede em branco.
Possíveis
Na praia,
ela falava:
– Nós não podemos pescar.
Repetiu a frase
até os olhos
secarem.
Voltamos para a floresta,
seguindo pios
de aves estranhas.
E colhíamos folhas verdes,
diferentes folhas
de tantos verdes.
E ela dizia:
– Veja, as folhas
são nossos peixes.
Quando não há mais o que amar
Disseram-nos: amem as bailarinas.
São tão leves em asas, membranas.
E logo nos damos conta
de que se acabam em aroma.
Pois que amem os marinheiros.
Mas os marinheiros partem.
E, breve, todos choram portos,
fatias de ausência caindo ao mar.
Disseram-nos para amar
mulheres e homens de lata,
sílex, farinha ou areia,
as onças, serpentes, insetos
que riscam barras simétricas,
cicatrizes, grades na carne e pele.
Amem a prata, ações, o mercado.
E agora estamos nesse deserto,
depois das doze provocações,
esperando, sem esperança,
que alguém recolha o nosso reflexo
no caco de espelho que, parece,
neste mundo, o céu esqueceu.
Fila
Você está na fila do metrô
(ou um bar
que promete cerveja artesanal?).
Qualquer lugar,
mas é uma fila,
e eu bato os olhos em você
sem querer, poder,
sem ter como evitar ou permitir
que nos ocultemos.
Você me olha sem expressão.
Sinto que a pressão sanguínea
está descontrolada: um balão cai.
Decido dizer alguma coisa
e vou em sua direção, percebendo
que cada passo registra os anos
enterrados longe, sob o estacionamento,
ao lado do rei inglês sem sorte.
A um momento de distância, o erro
anuncia as marcações ignoradas,
a língua ensaia sons em javanês.
Não se volta a lugares
onde fomos felizes, disse Luciano,
meu amigo,
porque as luzes estarão apagadas,
os azulejos envelhecidos
a exemplo de postos de gasolina,
abandonados em velhos road movies.
A um metro de distância,
Já não enxergo você, só uma pessoa
na fila do metrô, do bar.
Estamos, a três palmos, separados
por anos-luz, em planetas diferentes.
Eu até poderia perguntar o seu nome.
Espinho
A hora é a hora de começar o dia,
mesmo que começar seja placebo
para dar pressa ao fim de outro
que não terminou, porque já tinha
os olhos abertos cedo,
durante séculos de não luz.
O coração aos saltos, e cada tarefa esquecida
é outro asteroide feito de sangue
coagulado, raspando as veias,
a marca da vontade ausente,
tranca entre levantar-se e andar,
nunca ser completo, boneco sem braços,
como a imperfeita lista de compras
que não será qualquer receita.
E o tempo em fatias,
e há algo que estanca,
e não se sabe o porquê
: uma mulher,
um veredito de perdição,
o espinho.
Repouso
Estamos cansados, com fome.
Estamos tristes por transmutação
do cinto apertado, por chegar
na hora errada a lugares inexatos,
atravessar a linha extensa e fugaz
que vai do topo ao subsolo,
ouvindo acusações no trajeto,
ou um tera de palavras que não consolam,
nesses alheios a tudo que passamos,
e deixamos de contar, não pela neblina
ou segredo, mas com a exaustão do relato
e porque já nos pusemos demais
ao avesso, já não há o que mostrar.
E então desejamos trégua,
abrigo, para nós, que nem estivemos
em desertos ou campos de refugiados,
mas sim, nos enganamos no caminho
com a promessa irreal
de que é possível descansar.
Penso em você feliz
Penso em você feliz,
azul como essas folhas muito finas
que nascem de seu corpo todo,
nutridas por um tipo de seiva-tempo,
tempo-flor, uma voz de antes
nos seus dentes, nos meus ouvidos,
voz de quando a casa não era
uma pedra e havia lâmpadas espalhadas
por toda a linha d’água que vai ao céu.
Penso que não se ajoelhará mais
e terá toda a certeza no domo das curas
se for capaz de se despir para deus
e dizer o seu não medo, a sua não morte,
sem os tremores do terror noturno.
Penso nos acertos que sempre começam
de levezas na pele que sente pele.
Nenhuma perda marca a sua boca
agora que se equilibra sobre um leão.
Cavalos
Um amor, pensamos conhecer,
como a alguém
que abrisse a porta
e nos tocasse o rosto,
a devoção do inca
que oferece sacrifício
na certeza de deter
El Niño.
É tarde. Em Árborg,
deitamo-nos com cavalos:
um dia foram sangue.
Batem à porta.
Mas não há nenhuma porta,
nunca houve rosto.
Apenas os cavalos mortos
no meio do quarto.
Timeline
I
Naquele tempo, não conhecíamos idade,
era possível conversar com as estações.
Nenhuma parábola nos fazia medo,
nenhuma arma tinha rosto.
A maré trazendo e levando as correntes.
II
Escolher entre o porto ou os submarinos,
uma casa que parecesse nos conter,
não fez diferença: os nomes escritos
no córtex teriam registrado iguais razões.
III
Caminhamos sobre um jardim de pedras negras
durante dias sem número e tão curtos.
Com a insônia presa à garganta,
a herança de um corpo é o que se deve esquecer.
*(Rio de Janeiro-Brasil). Poeta. Reside en Brasilia. Ha publicado em poesía Incompleto movimento (2011), Sem passagem para Barcelona (2015) y Fundamentos de ventilação e apneia (2019).
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*(Rio de Janeiro-Brasil). Poeta. Vive em Brasília. É autor de Incompleto movimento (2011), Sem passagem para Barcelona (2015) e Fundamentos de ventilação e apneia (2019).