Por Raquel Ramírez de Arellano*
Crédito de la foto (izq.) Isabel Wagemann /
(der.) RIL Eds.
Nada fluye tan lento como un manantial.
A propósito de Venero (2023), de Nares Montero**
Ya es hora de hacer/ lo que vinimos a hacer
Casi de este modo comienza el poemario titulado Venero de Nares Montero.
Nos adentramos en un libro cuya estructura marca claramente el itinerario de la lectura, situando a la lectora como acompañante que transita por el curso habitual del agua invitándola a detenerse en cuatro fases.
Tras una breve referencia al momento del alumbramiento de la voz poética, en la primera parte del libro, que lleva por título “nacedero” y que nos deja clara su condición de pertenencia a una familia de las que hoy se llaman diversas: las solteras condenadas/cantaban canciones para dormir, y, otra breve referencia a la necesidad de buscar el movimiento, el agua, la necesidad de brotar, la autora se corona con un comienzo abrupto y prometedor: hacer lo que vinimos a hacer.
Para llevar a cabo esa difícil tarea la poeta ha optado por darse un baño, véase: echarse al agua. Decía Emily Dickinson que el agua se aprende por la sed y quizá sea esta filosofía, la filosofía del obstáculo, de la traba, del escollo, la que se anuncia desde el momento del nombrado nacimiento: una mujer sola que sostiene una hija nacida, una hija nacida que quiere ser agua para conseguir avanzar, para enfrentarse a los monstruos que traemos dentro. Como decía es ardua la tarea y, aunque ha sido tomada con determinación desde el mismo alumbramiento del poemario, no es sencillo abordarla desde la soledad, desde la injusticia de no tener nombre o desde el atropello de ser siempre diminutivo con nombre de mujer.
Pero a pesar del difícil propósito, Montero mantiene con dignidad y fortaleza el pulso, dándose cuenta de que la colectividad, la asamblea, el encuentro con otras será la herramienta más firme, la enredadera más resistente para conseguir saltar el muro del patriarcado: ese otro lugar donde nadie nos colocó y la definitiva anunciación colectiva: estamos aquí.
Por tanto, tras la presentación de los hechos, como si de un proceso judicial se tratara, la autora entra en la segunda parte del libro, titulada “escorrentía”, esa corriente de agua que se vierte de manera veloz cuando rebasa su cuenca que podría ser natural o artificial. Tal y como se espera de una inundación que todo lo rebasa, el ritmo de los poemas también se acelera y, en ocasiones, se desborda. Pasean por estas páginas los nombres propios, ya no en diminutivo, sino con todas y cada una de sus letras, dignificando la existencia de tantas y tantas mujeres que, o bien, no tuvieron voz, o bien no debemos acallar: la memoria entraña/constelar a quien nunca conocimos tanto.
Entramos en estos textos de lleno accediendo con ellos a una preocupación que no le es ajena a la autora, la memoria de las mujeres. No es una preocupación nueva en la obra y la labor profesional de Nares Montero, puesto que ya se advertía en textos anteriores como el premiado con el Áccesit del IX Premio de Poesía Joven Pablo García Baena Abejas en las lindes (2017) y que, por otro lado, interviene muy directamente en su labor como gestora cultural a través de la Asociación Ediciones Deliciosas, dedicada a la promoción de autoras plásticas y escritoras desde diferentes disciplinas artísticas.
Alfonsina, Hypatia, Lupe, Mercedes Cebrián, Clara, Eva, María… recorren estas páginas imprimiendo datos en un código poético que no es extremadamente complejo, pero tampoco completamente transparente, invitando a la lectora a hacerse eco de sus voces, de su rumor, a través de la lectura. La lectora consigue descodificar esa idea de memoria colectiva que ya reverbera con cierta intensidad en las calles y que ahora es necesario que comience a impregnarse en las páginas de nuestra historia. Algunas son mujeres conocidas pertenecientes al ámbito de la literatura, otras son personas anónimas pero todas ellas conforman un cosmos que comparte varios rasgos comunes: la desobediencia, así como las chispas, los itinerarios y las sinergias que comienzan a producirse en una sororidad con la que lavarse con el agua que chorrea/ desde la manopla de la realidad.
Tras la corriente llegamos al nido, ese “curso subterráneo”, ese útero protector que abre la tercera parte del libro a la que precede una cita de la desparecida Francisca Aguirre. En esta tercera parte encontramos de nuevo alusiones a mujeres del entorno de la autora, pero se detiene de manera más explícita en temáticas que presuponen un activismo tácito, una conciencia social que se centra en la enfermedad, la pérdida y la frustración.
Hallamos, en esta tercera parte una poética más íntima, aunque con la pretensión de expandirse de manera socializadora: qué mostrar… qué exhibir… qué alumbrar. La familia y el modo en el que las mujeres nos relacionamos y exportamos a nuestro entorno esos aprendizajes, adquieren un alto grado de importancia en esta parte que transcurre de manera más lenta, con un código más hermético que el que se detecta en el resto del libro: custodia familiar/ como embrión que cae.
Ese “curso subterráneo”, desemboca en la cuarta y última parte que lleva por título la palabra “hontanar”. En esta parte el eco del yo poético tiene constantes reverberaciones: nací, respetadme, comienza diciendo. En esta premisa que contiene únicamente dos palabras se cierne todo el fluir de un camino, agua corriente y mansa que se vierte del caño de una fuente que es la propia vida.
Asistimos, pues, a un poemario que supone el desafío de lo que no se calla, la defensa de la igualdad y la memoria de las represaliadas por el devenir de la historia por encima de todos los patrones hasta ahora conocidos; renunciando al adorno, al estigma ortográfico, al fonema mayúsculo que ordena la prevalencia de unos frente a otras estableciendo los límites de la superioridad, afirma: el lenguaje es fascista.
Venero: manantial de agua, sinónimo de hontanar, es propuesta que da culto a la diosa de la libertad, es ruptura y punto de partida, invitación a un mundo mejor.
*(Madrid-España, 1975). Poeta y artista plástica. Filóloga Hispánica por la Universidad Complutense de Madrid (España). Se desempeña como profesora de Lengua castellana y Literatura en Madrid (España), así como ha impartido talleres poéticos y coordinado el Seminario de Literatura Infantil y Juvenil Ana Pelegrín de Acción Educativa, Movimiento de Renovación Pedagógica. Obtuvo el Premio de Poesía Blas de Otero Villa (Bilbao, 2017). Ha publicado en poesía Riego automático (2014), La arquitectura de las colmenas (2018) y La cesta del lobo (2022); se ha hecho cargo de la edición y el prólogo de Antología de Antonio Machado; Los antecedentes penales del blanco de Juan Carlos Mestre; Cuentos de Antonio Pereira, y próximamente saldrá a la luz el Romancero. Como artista gráfica ha participado en varias exposiciones colectivas y se han publicado collages de su autoría en como revistas Crátera y Litoral.
**(Madrid-España, 1982). Poeta, agente cultural y artista visual. Obtuvo el accésit del IX Premio de Poesía Joven Pablo García Baena, así como la Subvención Extraordinaria para el Fomento de la Movilidad de autores con la que reside dos meses en México trabajando con la artista visual Mercedes Bautista en el proyecto El Corazón de la Tribu. Fue cocreadora y responsable del proyecto audiovisual La venganza de Maruja Mallo (Premio MAV Proyecto <35, 2018). Dirigió el ciclo de lecturas La Habitación de las Mujeres (2016-2019). Participa en exposiciones de collage tanto de manera individual como colectiva y realiza trabajos de ilustración de libros y otras publicaciones. Desde 2020 es presidenta y responsable de la Asociación Cultural Ediciones Deliciosas donde, entre otras cosas, coordina el Obrador de Poesía y Collage. Ha publicado plaquettes y poemarios entre los que destacan Para enfrentar batallas que me alejen (2015), Abejas en las lindes (2017) y Venero (2023).