El presente texto fue publicado por su autora en la revista Fili d’aquilone, 14, en abril-junio de 2009.
Por: Martha Canfield
Traducción del italiano: Mario Pera
Crédito de la foto: Izq. Cortesía CASLIT/
Der. www.imer.mx
Un recuerdo de Blanca Varela
Blanca Varela (Lima, 1926-2009), una de las voces más seductoras de la poesía hispanoamericana del siglo XX, muy afirmada en todo el ámbito hispánico, después de una larga enfermedad murió el 12 de marzo pasado.
Desde muy joven estuvo muy activa en la vida cultural de la capital peruana. Graduada en Literatura en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, mientras aún era estudiante conoció a aquellos que serían los protagonistas de la nueva literatura ―en particular de la poesía y de la ensayística― así como de las artes figurativas: Sebastián Salazar Bondy, Javier Sologuren, Jorge Eduardo Eielson y aquel que en seguida se convertiría en su marido y padre de sus dos hijos, el pintor Fernando de Szyszlo. A partir de 1947 inicia su colaboración con la revista Las Moradas, dirigida por Emilio Adolfo Westphalen, que junto a César Moro estaba empeñado en la difusión del Surrealismo, habiendo entre ambos organizado la primera exposición surrealista en Lima en 1935.
En 1949, Blanca se muda a París, insertándose rápidamente en el mundo artístico y literario, guiada por Octavio Paz, figura determinante en su carrera literaria. Traba amistad con Sartre, Simone de Beauvoir, Henri Michaux, Alberto Giacometti, Fernand Léger y muchos escritores y artistas latinoamericanos que en esa época vivían en París. Después de una larga residencia parisina, se muda a Florencia y después a Washington, viviendo del periodismo y de las traducciones literarias. En 1962 retorna a Lima, donde se establece definitivamente, aunque viajando frecuente y residiendo por breves periodos en los Estados Unidos, en España y en Francia, pero siempre concentrada en su obra poética, destinada a dejar una señal indeleble en la poesía hispanoamericana de la segunda mitad del siglo XX. Prueba de este reconocimiento a nivel internacional son las muchas traducciones de su obra en francés, inglés, alemán, italiano, portugués y en ruso.
Entre los muchos premios recibidos, se deben subrayar el Premio Octavio Paz de Poesía y Ensayo en 2001, el Premio Internacional de Poesía Ciudad de Granada Federico García Lorca en 2006 y el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana en 2007; fue también condecorada con la Medalla de Honor concedida por el Instituto Nacional de Cultural del Perú.
Al dolor de su fallecimiento, que sigue a casi tres años exactos de aquella de su connacional, amigo y compañero de generación, Jorge Eduardo Eielson, muerto en Milán el 08 de marzo de 2006, se asocia la certeza de un legado poético fuerte, profundamente femenino y al mismo tiempo con espesor filosófico, testimonio de su tiempo y de su historia. El texto que proponemos aquí es uno entre los más famosos y más antologados de su producción, todavía n traducido al italiano. Pero está en programación de una antología de la autora, a curaduría de Antonella Ciabatti, para la casa editorial romana Ponte Sisto.
CASA DE CUERVOS
porque te alimenté con esta realidad
mal cocida
por tantas y tan pobres flores del mal
por este absurdo vuelo a ras de pantano
ego te absolvo de mí
laberinto hijo mío
no es tuya la culpa
ni mía
pobre pequeño mío
del que hice este impecable retrato
forzando la oscuridad del día
párpados de miel
y la mejilla constelada
cerrada a cualquier roce
y la hermosísima distancia
de tu cuerpo
tu náusea es mía
la heredaste como heredan los peces
la asfixia
y el color de tus ojos
es también el color de mi ceguera
bajo el que sombras tejen
sombras y tentaciones
y es mía también la huella
de tu talón estrecho
de arcángel
apenas pasado en la entreabierta ventana
y nuestra
para siempre
la música extranjera
de los cielos batientes
ahora leoncillo
encarnación de mi amor
juegas con mis huesos
y te ocultas entre tu belleza
ciego sordo irredento
casi saciado y libre
con tu sangre que ya no deja lugar
para nada ni nadie
aquí me tienes como siempre
dispuesta a la sorpresa
de tus pasos
a todas las primaveras que inventas
y destruyes
a tenderme nada infinita
sobre el mundo
hierba ceniza peste fuego
a lo que quieras por una mirada tuya
que ilumine mis restos
porque así es este amor
que nada comprende
y nada puede
bebes el filtro y te duermes
en ese abismo lleno de ti
música que no ves
colores dichos
largamente explicados al silencio
mezclados como se mezclan los sueños
hasta ese torpe gris
que es despertar
en la gran palma de dios
calva vacía sin extremos
y allí te encuentras
sola y perdida en tu alma
sin más obstáculo que tu cuerpo
sin más puerta que tu cuerpo
así este amor
uno solo y el mismo
con tantos nombres
que a ninguno responde
y tú mirándome
como si no me conocieras
marchándote
como se va la luz del mundo
sin promesas
y otra vez este prado
este prado de negro fuego abandonado
otra vez esta casa vacía
que es mi cuerpo
a donde no has de volver