El presente texto, en el que el poeta Jorge Eduardo Eielson realiza un análisis crítico de la poesía de Xavier Abril, fue publicado por primera vez como prólogo al capítulo dedicado a Abril en el libro La poesía contemporánea en el Perú, Editorial Cultura Antártica, en 1946.
Por: Jorge Eduardo Eielson
Crédito de la foto: Izq. Cortesía Sandro Chiri
Der. Centro Studi Jorge Eielson
Xavier Abril,
por Jorge Eduardo Eielson
¿Cómo juzgar la poesía de Xavier Abril? ¿Qué otro objetivo agregarle a este mundo de materias en perpetuo amanecer, a esta nueva Naturaleza que surge de sí misma ayudada por el sueño, la imaginación dolora del poeta? Se adivina en esta pura naturaleza estética, en este paisaje total donde todo, desde la más leve florecilla hasta la alta y serena montaña, ha sido cuidadosamente seleccionado, medido, decantado, con miras a un fin último, valedero en sí mismo, se adivina en todo esto la mano del hombre que escribe. En esta suerte de poesía ―puesta al descubierto en la última etapa del autor― Xavier Abril realiza la recreación del objeto natural que proclama el arte, la poesía, sin apartarse ni violentar su esencia, y sí más bien como acentuando, subrayando, iluminada esta última a base de una purísima geometría poética, porque como él mismo lo dice en Difícil Trabajo, «La Geometría basta a la verdad, al misterio». Palabras reveladoras que sólo vienen a corroborar anteriores propuestas o proposiciones estéticas hechas, claro está, a sí mismo de modo inconsciente bajo la forma de poemas o textos en prosa. En «Guía del Sueño», a manera de ejemplo, encontramos: «De un día a otro noto con entusiasmo que las líneas se me ofrecen en su última virginidad», y en Difícil Trabajo nuevamente, éstas que acaso sea más que representan su máxima y cabal concepción de su universo poético natural.
«Una línea casi tus brazos, el alba, tú al nacer, es la vida; una línea más pura que el agua, más suave que la muerte de los peces ―una línea es el secreto del mar y de tu sexo; una línea del narciso de la geometría― qué sencilla es la vida, una línea; qué suave la muerte, nada, principio de línea, niebla, música, seno y goce, vientre donde se insinúa la línea».
No hay nada que escape a ese trazado nítido de la vida y de la muerte, en el suelo nocturno del poema. Pero, permitámonos una pregunta ¿nos hemos detenido a pensar a qué secretos móviles obedece esta ansiada geometría, esta manera de decir siempre lineal, decantada, perfectamente encuadrada en oración, música e imagen de exhortativo y noble enunciado?
Abril realiza en su poesía lo que podría llamarse la cura de la razón, la purifica, mide y pesa sus elementos, extrae de ellos las últimas líneas, las esenciales de acuerdo a la concepción valeryana de la forma y el fondo, es decir, tomando este último como materia prima susceptible de ser transformada, transfigurada, en otra superior, ―que sigue siendo la misma― atestigüe en su superficie la nítida huella del artista que la redimió. Me refiero aquí a los poemas de Descubrimiento del Alba. Si el arte como revelación que es ha de ser siempre superficial ―de acuerdo a la concepción filosófica romántica― no encuentro escritos más bellos y profundos que estos donde al lado de la más alta poesía, la enunciación alcanza toda la dignidad, hondamente meditada y comprendida por el autor, de los clásicos del idioma.
Contestando la pregunta que anteriormente nos hiciéramos creo que la necesidad de esquematización, de lo natural o poético en Xavier Abril responde sencillamente a esa clarificación de la pasión confusa, de la vivencia subterránea por el «logos», por la palabra, que todo poeta realiza en su materia con mayor o menor éxito. Pero este artista lúcido que sabe perfectamente a donde se encamina ―puesto que la inspiración razona, como quiere Novalis― se da cuenta aquí que se haya en una encrucijada, pues si bien el mundo tumultuoso y oscuro que lo anima no puede ser expresado por sí solo, tampoco la razón, la geometría a que él aspira, ―en su caso― pueden demostrar aquello que está más allá de sus límites, y que se afinca en tierras y aguas del corazón. La poesía entonces para él es la medida del ensueño y el dolor, por inmensos que estos sean. «La Poesía ―con palabras suyas― es una dificultad que se vence a fuerza de perforarse el hueso íntimo, de quemarse diariamente la sangre, incluso de perderse uno mismo más allá de toda intención y todo límite». Pero como hasta el último momento la razón es nuestra y es también la expresión y no la sola vivencia bella la que hace al poeta, por ello: “«En la medida que nos devora salvamos en pura imagen lo perdido». En «Asesinado en el alba», poema escrito en recuerdo de Federico García Lorca, ante la muerte del poeta amado, el mundo se derrumba. Pero este fin del mundo se organiza, no en el caos de la Naturaleza, la afloración de espectros o la caída de lejanos planetas en los mares incendiados, en este desastre abriliano la más fina y oculta geografía es la que cede, plana a plano:
Es la curva del aire sobre los trigos teñidos en sangre,
la piel fundamental de la hembra o del toro,
es la guitarra muerta en las venas en los ojos del vino,
la voz seca y gastada, terrosa de la copia que amanece
dolida en las grietas lamentables del hombre,
el desgarro al filo de la reja.
Es la muerte la que canta en su pecho «en vacío de rosa, en declive de pájaros y finales de aurora, hacia las luces últimas que fugan de la tierra».
El paisaje remoto y nublado de los sueños, del sexo acongojado o triunfante, puede alcanzarse y gozarse plenamente, porque él nos lo hace inteligible. La elección de la línea se justifica entonces por el auge de vida que lleva en sí, porque es el símbolo último de la vida, de la continuidad, del tiempo–calidad bergsoniano, del río cuyas aguas en vez de destruir o destruirse, crean incesantemente, al mismo tiempo que la limitación racional y la medida inteligente del mundo. Bastan leer unos versos de este poeta para encontrar en ellos la exaltación más alta y sutil de las materias naturales, de la creación, de la mujer, del mundo, tratados siempre con serenidad y cierto aire de fresca meditación, de meditación campestre:
Tú vives lenta y suave en tono de nube antigua.
Tú país se eleva a la altura del canto elemental
de las aves y de las florecilla silvestres.
No te ignoran los regatos perdidos
ni las huellas ocultas en el invierno.
En el temblor de un tallo responde en tu despertar.
Tu cabellera en la flora del paraíso.
El más leve movimiento retórico queda aquí ahogado por la belleza suave y acompasada que brota de las fuentes más puras del poeta. Si bien aún es perceptible la mano del hombre que escribe, que dijera antes, ella se adivina bañada, empujada por la Naturaleza, el rocío, la sangre apacible que mueve la pluma sobre el papel.
La poesía representativa de Xavier Abril ―no en sus últimos poemas publicados en diarios y revistas, en los que se advierta una vuelta a la estrofa castellana― contrariamente a la de Martín Adán, es de afloración, de ensueño y entrega total, dentro de un apaciguado y tenue contorno surrealista. El río doloroso, tenso y sombrío, cargado de niebla humanas de Difícil Trabajo, no obstante algunos poemas insustituibles, halla su remanso en Descubrimiento del Alba, se extasía, se expande, juega con la fauna y la flora, despierta al corazón, a los animales nocturnos que nos rondan en un bosque de rayos y puros frutos espirituales. El poeta se halla ya en la plena posesión de sus medios, con la lucidez y tranquilidad que da la poesía al que la ejerce desde sus últimos y más débiles tallos en la vida, como planta que trepa, rebosa el muro vecino y rinde su flora bienhechora a los transeúntes. Esta es la más alta virtud de Xavier Abril y la de la Poesía.
Bibliografía:
Xavier Abril (1905).
-Exposition de poemes et dessins. Catalogue. (Préfase de Jean Cassou). Imprimieries Amédée-Chiroutre. París, 1927. (Con dibujos de Juan Devéscovi).
-Holywood (Relatos contemporáneos). Madrid, Buenos Aires, ed. Ulises, 1931.
-Difícil Trabajo (Antología 1926-30). Ed. Plutarco. Colección Autores Contemporáneos. Madrid, 1935. Contiene: «Taquicardia», «Guía del Sueño», «Difícil Trabajo», «Crisis».
-Descubrimiento del Alba. Lima, ed. Front, 1937.