Texto por Vanessa Martínez Rivero*
Poemas por José Antonio Mazzotti**
Crédito de la foto (izq.) Axiara Eds. /
(der.) www.letralia.com
Sobre Poemas posthumanos (2022),
de José Antonio Mazzotti
Para nombrar las mañanas cuervas de la última lírica de un libro para los muertos y un testamento para los vivos, se necesita escribir Poemas posthumanos, tigres de papel que profesen las palabras poco nombradas de los sueños.
Un sujeto poético con el compromiso tanatológico de reinterpretarnos la voz más humana cuando el mundo habla de la enfermedad. Existe en Mazzotti la clave vital que invoca en trance médium, un diálogo con el padre César Vallejo, pues cada quien le reza a su propio santo.
Irreversiblemente, vamos dejando la piel en la pequeña muerte diaria, nuestro legado sobrevuela en versos como este:
Aire somos, mas con busto De mármol polvoroso, caminantes estatuas.
El poema como un lugar de bioseguridad para limitar la infección. Las sintomatologías son estampas, imágenes descritas con la pulcritud y con el temor de una antesala del azar mortal que lo rodea.
Vallejo, en Trilce, es el hombre solitario que deja a su familia y va en busca de lo desconocido. Es tal vez este paralelo en tiempos inciertos un lugar recurrente donde la carne se ha de convertir en planta solitaria. Es la estética de los textos donde gravita la inmortalidad de los cuerpos. Como un científico en posguerra, Mazzotti bisturí en mano sigue el rumbo de los fluidos que recorren los versos para encontrar las respuestas de nuestra ruina o nuestra liberación.
Aquí se me revela, también, una cita del poeta expresionista alemán y doctor en patología Gottfried Benn:
¿Hay un ramo de rosas sobre la mesa?
¿Es pus lo que salta?
¿Habrán cortado el intestino?
«Doctor, si se para contra la luz,
ni el diablo puede ver el diafragma…

Escribir en cuarentena tal vez haya sido el enfrentamiento al ejercicio más agudo de nuestras emociones, desde un encierro que se prorroga, rindiendo tributo en las imágenes que se tornan cartografía de la nostalgia matria.
La peste más fuerte está en nuestra imaginación, en ese confrontamiento que es una granada recelosa, los versos que se invaden de asfixia, sudoración, bilis, el reloj biológico perdido en su tic tac mental de días infinitos, cuanta navaja invisible aludiendo nuestra expiración.
El muñoncito de músculos bestiales viviendo subterráneamente en las kloakas, entre el amor de los rotos y descocidos. Hay óxido también en las manos de un poema finalizado. Es que tuvo que descender para iluminarse explosivamente.
Este diario de blancuras y oscuridades necesitaba palabras de otros mundos apocalípticos para no morir en el silencio. Todo lo engendrado por el fuego le pertenece, los animales mitológicos son altavoces silbando la alegría sideral de los delirios. Aquí se cuenta la reinvención de la lengua del poeta, la ruptura con la droga infinita de lo cotidiano, el tratado de una oración imposible que nace en nuestros ojos como testigos de su pérdida y gloria, es el allanamiento de su círculo más íntimo.
De manera personal, puedo decir que este texto que acabo de escribir es mi lectura atenta de un libro que considero vital por su ambición en el lenguaje, su automutilación a sentir y a no sentir, a abrazar la bestialidad, las proezas de sus disociaciones para seguir el hilo con el Vallejo de Trilce, que este año celebra su centenario de editado, esta alegoría a los instintos, a nuestra animalidad que en época de cuarentena nos ha mostrado cuán animales podemos llegar a ser tras un bocado de vida o de muerte.
3 poemas de Poemas posthumanos (2022),
de José Antonio Mazzotti
Fábula del bruto libre
En sus comidas y bebidas y lujurias con sus mujeres, yo
creo, si la gracia de Dios no abaja en ellos, aprovecha
poco amonestaciones para que dejen estos vicios, en los
cuales entienden las noches
y los días sin cansar.
Pedro de Cieza de León, Crónica del Perú, Cap. 62.
Pasea el bruto libre por las avenidas, arañando
El cemento silente con sus patas de marfil.
Lo han entrenado de manera que contenga
Sus ansias salivosas como avisos de neón. Sale
Por las mañanas distrayendo a las ardillas,
por las tardes
Un ardor dulce en el estómago del bar, pero
en la sombra
Descarga su corriente en busca de ese cuerpo que cada
Noche lo acompaña en su viaje. Es ella la que goza
cuando quiere
Las gotas de las olas en la cara, los dedos del tornado
Rozando sus orejas.
Y esa hoguera cotidiana va alumbrando cada vuelta
al Sol
Como un planeta desbocado. Atraviesa
Nebulosas de sándalo y tobillos, pantorrillas
De naranjo. Se introduce entre los pliegues de algodón
Como un zancudo de fieltro. Escándalo de miel
En los sepulcros, en las colas, en el solitario
Quehacer de las letrinas, martilleo
Del agua penetrando gota a gota cada cráneo
En el murmullo verde de los sueños
Infantiles.
Un mapa de Lima
En el pulmón derecho, que parece
Un mapa de la América del Sur,
Ha crecido una planta solitaria
Justo en el centro oeste, en la planicie
Que corta con cristal la espuma sucia, recorre
Su barro como boa que se arroja del nevado
Robando rocas, troncos, las vaquitas infladas
Y piedras de plástico prendidas a las bolsas.
Esa pequeña flor carnívora se hunde en su salsa
Y ya no será nunca la ciudad de los jardines
Ni de la costa del musgo rutilante en la niebla.
Sus extrañas coronas fúngicas celebran
Cada año un nuevo centenario
Creyéndose invencibles.

El muñoncito
Detrás de cada máscara se yergue un muñoncito
De bordes recorridos por arroyos de sangre, salpican
Sobre las piedras redondas, las mismas que muelen
Culantro en manojos para tragar los músculos
de bestias
Sin patas, ignorantes del aire de los bosques.
Gallinas y cerdos, la señora vaca, corderitos de Saúl
Desfilan por esas encías, son molidos en polvo
de tendones
Blanquirrojos. El muñoncito lo devora todo: hojas
y raíces
Y el agua de las nubes de los copos de nieve. Cuando le
Preguntan si el grana de sus labios es apenas
un recuerdo
O una leyenda su nácar aterciopelado, juguetón
Pez que sale de su cueva a respirar ambrosía,
se repliega,
Échase a andar como un resucitado, sin salir
de su carpa
Porque el viento le susurra cosas prohibidas, de viajeros
Que activan explosivos y acuchillan bofes,
Dejando al muñoncito huérfano de todo, de su miembro
En otro muñoncito cobijado de los rayos gamma.
¡Qué noche cósmica que envuelve al pequeño escualo
Sin culpa pero hinchado de océano, con tantas burbujas
Que decir y no tener aletas! Muñoncito que goza
del pecado
Solitario, hablando con espectros de dudosa fama.
Entonces la sonrisa se eleva a los faroles
Para decir que está ahí, aunque el gesto oculte del tajo
Al borde de las comisuras. Piensa el muñoncito en su
Futuro, tras la gasa, como un soldadito de plomo.
Respirar
Ese polvo es la condena, pues entra con el terror
de las noches
De los aparecidos, de las viejas insolentes, que hay que
chancar con matamoscas de lucero. El muñoncito
De noche, para evitar el silencio absoluto, ronca
Y olvida por un rato su cuerpo de muñoncito.
Sueña con la concavidad que forman dos cavernas
Húmedas, vestidas de alabastro y molusco, sueña
Con sentirse la parte menos dolorosa del cuerpo,
Ya no ser la maldita, la que hay que vestir más rápido
Que los genitales, para ver si nos dura menos
La expulsión del Paraíso, la confusión de los
Elementos que suben y bajan como el agua
Al aire; a la tierra, el fuego; al dolor, el desconsuelo.
Sueña con praderas de esmeralda como el burro
de Tablada, para finalmente espantar tábanos
en un terral sembrado de desechos mohosos.
En esa confusión renacen las formas
Que ordenan la juntura de los miembros rotos,
De las hemorragias repentinas, como un rayo
Sobre la misma nariz hendida. Se divierte el
Muñoncito imaginando las ondulaciones detrás
De cada gasa, como si las heridas fueran flores
Nacidas de un escaramujo negro. Se divierte
Mirando montajes fotográficos que le regresan
La juventud evaporada en un horno solitario,
Banderita izada que adoraba el hada del bosque
Como la vara que despierta a los unicornios
Y les cultiva alas para venir remontando
Con su beso de amor.
*(Lima-Perú, 1979). Poeta, cantante, actriz y artista multidisciplinaria. Estudio en la Escuela Nacional de Teatro Rodrigo Virgilio Nache (Trujillo) y luego fue becada en la escuela experimental de Teatro Cuatro Tablas. Ha trabajado en radio, prensa, teatro, producción de eventos internacionales y nacionales. Publicó los poemarios La hija del carnicero (2007; 2014), Coraza (2009), Carne (2012), Cartografías de la carne (2012), Redondo (2015; 2016; 2019) y Un tercer ojo para el tiempo de la tristeza (2018; 2019; 2024). Ha participado en diversos festivales y ferias; asimismo, ha dictado talleres de poesía en escuelas rurales en México, Costa Rica y Perú.
**(Perú, 1961 – EE.UU., 2024). Poeta y ensayista. Fue especialista en estudios coloniales y literatura latinoamericana, especialmente en las obras del Inca Garcilaso de la Vega y de César Vallejo. Fue miembro del Movimiento Kloaka, director de la Revista de Crítica Literaria Latinoamericana desde 2010 y presidente de la Asoc. Internacional de Peruanistas. Se desempeñó como docente de Literatura Latinoamericana en la Universidad de Tufts (EE.UU.) Obtuvo el Premio José Lezama Lima (poesía, 2018) de Casa de las Américas. Publicó en ensayo Poéticas del flujo: migración y violencia verbales en el Perú de los 80 (2002), Perspectivas incas: consejos de El Inca Garcilaso para lectores andinos (2008), Lima fundida. Épica y nación criolla en el Perú (2016), La invención criolla del Perú: nación étnica y poesía épica en la Lima colonial (2019), entre otros; y, en poesía, Poemas no recogidos en libro (1981), Castillo de popa (1988; 1991), Señora de la noche (1998), El Zorro y la Luna. Antología Poética 1981-1999 (1999), Sakra Boccata (2006; 2007), Apu Kalypso / palabras de la bruma (2015), Nawa Isko Iki / cantos amazónicos (2020), Poemas posthumanos (2022), entre otros.