Por Stavros Guirguenis*
Traducción del griego al castellano
por José Antonio Moreno Jurado**
Crédito de la foto archivo del autor
Rodaduras en el fango.
9+1 poemas de Stavros Guirgenis
Alcestis
Me molesta esta luz del amor conyugal
que pincha los párpados cerrados.
Mi pareja duerme al lado.
Sin preocupaciones. No respira.
No hay Sol
aquí en la herbácea
tumba duplicada,
en donde estamos tendidos juntos,
en donde pasa el tiempo
llamando y después matando
las anémonas.
Tan molesta es esta luz sin fuente
sin lógica,
me aprieta con los dedos de su demencia
en los párpados
-¿cuánto tiempo entonces?-
y no puedo despertar
y no puedo dormir.
En este sueño claro
me duele insoportablemente una segunda
muerte incompleta.
Áyax
Siempre segundo.
Aunque a cuántos lanceaste con tu locura.
Aunque a cuántos hiciste desaparecer apartándolos
de cada discusión.
Aunque a cuántos enterraste en el cenotafio
del olvido.
Aunque a cuántas sombras de muertos
crucificaste atormentadamente
en las paredes de tu casa.
Aunque cuánto velaste en la cama
de la memoria
locamente desvaneciendo víctimas de su murmullo.
Aunque a cuántos odiaste y desterraste
a océanos inaccesibles.
Aunque a cuántos amaste hasta la muerte.
Siempre serás
Segundo.
Circe
Tras años de reflexión decidí al final parecerme a mi amado y a sus compañeros. Aquí en el foso de los cerdos no se está tan mal. Tiene ventajas ser el guarro de la hipótesis. Te mueves en la mierda sin preocupaciones y nadie muestra que se extraña. Gruñes inexplicablemente cuando te degollan y nadie se apresura a interrumpir tu matanza. Un gran cuchillo brillante es el último espejo de tu fealdad adorada. Otras ventajas:
sabes a priori tu fin,
sabes de antemano dónde acabarás la muerte
nadie se te acerca por su voluntad mientras vivas.
Pienso que me quedaré de esta forma. El papel de la nereida, de la maga engañosa, de la hermosa princesa y todos los otros detalles gráficos de la historia no se avienen conmigo. Aquí en el foso tengo muchos planes para mí y para mi amado: rodaduras en el fango, gruñidos de placer, buenos descendientes y vida agradable.
Europa
En alguna costa, en algún prado,
cerca de alguna arena.
De manera idílica es violada una mujer.
A la manera del toro el hombre la coge a caballo
entre placeres marinos, sobre olas de placer,
van a otros lugares llenos de promesas.
Llegan al término deseado.
El vestido mojado, un pecho afuera.
Él enseña la mercancía.
La llamaban de blanca carne, pero siempre tuvo el color
del arcoíris después de una lluvia de gran dolor,
negro, café, amarillo y todas las pruebas intermedias.
La entrega después a otros usuarios, a otros toros.
La hace verdadera reina.
De la noche, de niños involuntarios y de abortos.
Una mujer queda en el recuerdo de los hombres ordinariamente
como historia de violación.
Y quizás un día dé su nombre -como recompensa- a cierto
continente.
Minotauro
Me despierto y mi recuerdo se ha retirado.
Paredes por doquier cuando me levanto.
Innumerables vueltas
que parecen conducir a todas partes.
Al Pasado y al Futuro
y el Presente presente por doquier sin piedad.
Palpo mi ser
y lo encuentro lleno de tumefacciones cornudas,
soy enteramente un casco, un ojo salvaje
que da vueltas, llama en mi aliento.
Monstruo olvidado por el héroe que lo mataría.
Desemparejado engendro de la arqueología del miedo.
Y, sin embargo, he aquí que avanzo.
Vuelta a vuelta cada vez más profundamente,
cada vez más afuera.
Pasan los minutos.
Las horas se fraguan en días en el yunque de la agonía.
Y los días se hacen años, siglos, eternidades.
Y me acerco cada vez más al centro
y me acerco cada vez más a la salida.
Y he aquí el único espejo donde me miro,
en el centro, al final, al principio y en el extremo.
Y soy uno y el mismo,
el que recordé finalmente.
Dédalo es mi nombre.

Níobe
Bebo y bebo y bebo.
Agua salobre en mi sueño.
Quizás sea también sangre.
Desde cuando combatimos
por ser lo que queríamos ser.
Quizás sea agua marina del Mar de los Sargazos.
Desde el tiempo en que descubrimos
que el mundo tiene también otro espacio,
suficiente para todos, y sin embargo para nadie.
Quizás sea néctar de dioses anónimos.
Cuando pudimos beber el último color
que resistía aún en la terquedad del crepúsculo.
Quizás sea la escarcha mañanera de la muerte en los abetos.
Desde el tiempo en que nos perdimos el uno al otro
y todos juntos nos esparcimos
como el pensamiento del diente de león al viento.
Lejos en el horizonte no aparece una fuente en ningún sitio.
Al fondo aparecen sólo dos grandes ojos apenados.
Los ojos de todas las generaciones.
Desde cuando nos volvimos montañas
y nos petrificamos en este sueño interminable.
Orfeo
Se sentaba solo en la mesa contigua.
Solo yo también, con un libro no leído
al que arrastro desde hace años
y una vida aún más sin leer.
Se vuelve y me dice -una hora después-
Reconoces seguramente quién soy.
Seguramente no, respondo, pero continúa
Soy Orfeo.
El que descendió al Hades.
Con ojos que ven el futuro.
Y sin embargo regresé ciego y vacío.
Más vacío incluso que el silencio en la detención instantánea
de la chicharra.
Punto sin propuesta.
Cáscara de naranja arrojada al suelo.
Enfermedad a la que abandonó el escalofrío y su fiebre.
Ese soy.
¿Qué iba a responder?
Cogí mi libro olvidado.
Volví la espalda.
Comencé a leer
su vida, mi vida.
Príamo
Castigado para siempre en la cubierta
junto a otros ancianos
remamos al revés la corriente del tiempo
con toda la fuerza que nos quedaba,
intentando evitar la hora del destino,
cuando el barco atraviese el velo
el lienzo delicado cuyo paso nos hará
historia, mito, leyenda, enseñanza de imitación o evitación
para otras generaciones, para otros años.
Y ¿quién dirá si yo fui sabio o necio
o sencillamente un enamorado,
cuando dejaba que la Hermosura poseyese mi ciudad?
Y ¿quién me devolverá los instantes
en que olía su respiración sobre las murallas,
tan cerca de sus labios cuando hablaban de héroes
y yo dentro de mí quería sellarlos
como la cera el sobre medio abierto?
En mi juventud me llamaban Paris, al final me gritaban Príamo.
Entre tanto yo era tú, él, aquel, el otro,
engañador y engañado,
el amor que consume y es consumido
y así consigue el derecho de existir.
Prometeo
Tendido en la cama vela.
Mira hacia la pared y pinta.
Una montaña.
Un hombre encadenado a la cima.
Un grupo de figuras femeninas.
Un carro alado.
Una vaca loca que piensa que fue hombre un día
o al revés.
Dos o tres dioses de mirada perversa.
Algo falta.
El águila.
Mira su vientre.
La rapaz se revolverá dentro de él.
Medio hecho.
Cuando venga el momento nacerá.
Volará y cogerá su sitio en la pared.
El paisaje se completará.
Urano
La luz nada en mí y yo nado en la luz.
Juntos nadamos en la oscuridad.
A veces engendro fieras y monstruos
y siembro la tierra con extrañas semillas
destinadas a perderse
y a dar su lugar a otras,
incluso más extrañas,
hasta la locura que se llama de otra forma
hombre castrado.
Un día una gran hoz me apartó de mí mismo,
me dividió en dos.
Pero soy el mismo, arriba, abajo.
Como en el cielo y sobre la tierra.
Y concebí la fértil lluvia
para conversar con mi otra mitad.
Y clavé los astros sobre mí
para ver con miradas infinitas mi carencia.
Y atraigo y soy atraído.
Con toda la fuerza del universo.
Y amo y soy amado.
Con toda la resistencia del delicado tejido firme
que mantiene unidos nuestros deseos.
Y volveré a ser uno.
Eros, Urano y Tierra.
Tríada consubstancial e indivisible.
Hombre.
*(Grecia, 1972). Poeta y traductor. Se desempeña como profesor de educación secundaria en Tesalónica (Grecia). Doctor en Filología Clásica. Experto en traducción y estudio de la literatura griega antigua y la literatura extranjera (anglófona, hispanohablante, italiana). Ha colaborado con Ediciones Zitros, entre otras. Es cofundador de la revista literaria y de ensayo Nóima desde 2018, y fue editor general de la revista Erató (2018-2020). Es editor responsable de la serie “Literatura Neogriega” de Ediciones Zitros. Ha publicado YLEM: Transmutaciones de mercurio literario (2022), donde reúne toda su producción poética publicada e inédita entre 2010-2020.
**(Sevilla-España, 1946). Doctor en Filología Clásica por la Universidad de Sevilla (España). Se desempeñó como profesor asociado en la misma universidad. Obtuvo el Premio de Poesía Adonáis (1973), el Premio Juan Ramón Jiménez (1985), el Premio Thanasis Nakas (2021) y nombrado Doctor Honoris Causa por la Universidad Jónica (Corfú, 2024). Su obra traductora abarca un amplio espectro de la poesía griega: desde el período clásico (Platón, Aristóteles, Aristófanes), el bizantino (novelas de caballerías), el moderno (Erotócrito, poesía petrarquista de Chipre) hasta el contemporáneo (Elytis, Seferis, Primera y Segunda Generación de Posguerra, poetas contemporáneos de Grecia y Chipre).