“Es insólito que mi novela se haya quedado corta para describir todo lo que está pasando en el Perú”. Entrevista a Diego Trelles Paz

 

Por Sebastián Maldonado*

Crédito de la foto (izq.) Editorial Anagrama /

(der.) Nadia Rain

 

 

“Es insólito que mi novela se haya quedado corta

para describir todo lo que está pasando en el Perú”.

Entrevista a Diego Trelles Paz

 

Ya casi al final la novela se lee lo siguiente: “hacía mucho tiempo que se había dado cuenta de que todo en el Perú era violencia”, y esta cita anticipa el cierre que esperábamos y anticipamos para La lealtad de los caníbales, la última novela del escritor Diego Trelles Paz, obra coral en la que se hilan las historias de distintos personajes que, viviendo en Lima, comparten los mismos problemas y traumas.

Una geografía constante en la narrativa del autor peruano es el llamado “bar del chino Tito”. Esta taberna ficticia, cuya referencia es el bar Queirolo del jirón Quilca en el Centro de Lima, aparece en esta novela como el centro de gravedad de todas las historias que se entrecruzan, mientras el lector es sumergido en la vida de gente que ha sufrido las secuelas de la violencia política y la corrupción que marcó a la sociedad peruana en las décadas de los ochentas y noventas.

 

El narrador Diego Trelles Paz

 

El escritor, afincado en París desde hace diez años, publicó a inicios de este año La lealtad de los caníbales: última novela de una trilogía que gira alrededor del conflicto armado interno peruano y que, siguiendo la cronología de los hechos, inició con Bioy (2012) y continuó con La procesión infinita (2017).

A través de esta novela polifónica, Trelles Paz busca adentrarnos en las vidas caóticas de las víctimas y los victimarios de la guerra y de la dictadura fujimorista. Esta presencia subsiste en la realidad a través del abandono de la cultura, la discriminación, la represión estatal y la creciente desigualdad económica producto del agotamiento discursivo del modelo neoliberal. A diez meses de su publicación, y con un país donde los personajes parecen traspasar el papel y convivir con la violencia diaria de una sociedad enferma e individualista, conversamos con su autor sobre la que parece ser la ansiada novela que describe al Perú contemporáneo.

 

Entrevista

 

Sebastián Maldonado [SM]: ¿Cómo inició tu vínculo con la literatura y la escritura?

Diego Trelles Paz [DTP]: Siempre he pensado que fue un poco azaroso. De chico no me interesaba tanto leer. Me gustaba jugar al fútbol en la calle con mis amigos del barrio. Un día mi padre me obsequió la novela, Demian de Herman Hesse, y la leí por curiosidad. El impacto fue absoluto. Toda esta idea del Estigma de Caín me voló la cabeza. Creo que fue así como empecé a interesarme seriamente en la lectura. Me convertí en lector voraz y, luego, de un momento a otro, las ganas de escribir llegaron solas. La historia de mi vida como pasajero, en una combi que me llevaba de Magdalena a la Universidad de Lima, es la historia de alguien que leía sin parar. Me fascinaba el hecho de apartarme de todo y zambullirme en otra realidad que me era sugerida. La literatura se formalizó en mi vida a través de estos viajes diarios.

 

El narrador Diego Trelles Paz

 

[SM]: Pero no estudiaste literatura sino cine…

[DTP]: Yo quería contar historias. Sabía que no existían escuelas de escritura creativa en el país y entrar a la Facultad de Comunicaciones de la de Lima para estudiar cine y periodismo me pareció una buena opción. Luego entendí que cuando estudias la carrera universitaria de Literatura, te educan básicamente para ser crítico, profesor o académico. Eso no me interesaba tanto. Por otro lado, el cine también me permitía contar historias a través de otros formatos y registros y, ya para entonces, veía películas todo el tiempo.

 

 

[SM]: Esa vocación siempre estuvo ahí.

[DTP]: Sí, pasara lo que pasara, yo iba a escribir, y la facultad de Literatura de la Católica no iba a cambiar esa decisión. Al final hice también la maestría y el doctorado en Literatura Hispanoamericana pero fuera del país. Aunque eso ocurrió cuando ya había decidido ser escritor y Hudson el redentor, mi primer libro, estaba a punto de salir.

 

 

[SM]: En tus tres últimas novelas se hace énfasis en la revisión de la memoria nacional sobre la violencia política y corrupción generalizada existente en el país.

[DTP]: Es un proyecto sobre la memoria, sobre lo que el cineasta chileno Patricio Guzmán llama en uno de sus documentales La memoria obstinada porque, pese a la voluntad expresa de los sucesivos gobernantes por enterrar esa historia dolorosa haciendo tabula rasa, persiste en los peruanos como una herida abierta. El problema, entonces, es la voluntad oficial por imponer el olvido o por falsificar la historia de esos años terribles que es algo que el fujimorismo practica como deporte. Lo cierto, lo lamentable, es que ese espiral de violencia prosigue y no existe hasta ahora nada parecido a un verdadero proceso de reconciliación nacional. Lo que hay es un trauma colectivo que se hereda. Y lo otro que hay, es una voluntad del mercado por desinformar, alterar, enterrar. En esta trilogía intenté, desde la ficción, volver sobre aquello que también viví. Creo que había cierta necesidad de ir sobre estos eventos tan terribles que empezaron con la guerra civil que hubo en el Perú y que viví de niño hasta adolescente.

 

 

[SM]: También es una forma de llegar a un público no tan familiarizado con los textos académicos.

[DTP]: Mi idea también era que las personas que pudieran llegar a estas novelas, tuvieran la posibilidad de hacer este recorrido que va de la guerra hasta la dictadura fujimorista y la posdictadura, pero también hasta este presente aberrante que tenemos ahora con la dictadura disfrazada del Congreso. Este Perú que ya no forja ciudadanía sino canibalismo social.

 

 

[SM]: ¿Por qué “La lealtad de los caníbales”?

[DTP]: Es algo que venía pensando desde hace muchos años cuando los hechos me mostraban que el mundo actual se estaba volviendo un poco más irrespirable, más cruel, más mecánico, menos empático, menos humano. Luego noté que en uno de mis cuadernos yo ya había escrito sobre el canibalismo social y lo había relacionado, desde el primer instante, con el capitalismo. Se trata, creo, de una visión política, ahora más que nunca con todo lo que está pasando en todos lados. Con un genocidio atroz que vemos en directo, con la incertidumbre como forma de vida, con el no saber qué va a pasar con nada de lo que parecía seguro y eterno mientras hay cinco tíos que tienen más dinero que la mitad del planeta. Es como si la espantosa vida política de los regímenes y las seudo democracias que existen hoy en día nos impulsara a todos a la antropofagia social, a sobrevivir pasando por encima de los demás, como una forma extraña y terriblemente corrosiva de coexistencia. No es un mundo solidario este en el que vivimos. Es, por el contrario, un mundo deshumanizado donde comerse al otro deja de ser metáfora.

 

 

[SM]: ¿Crees que Lima es la principal protagonista de la novela?

[DTP]: Mi idea era hablar sobre Lima, la capital, mi ciudad: un espacio geográfico del país habitado por mucha gente que se siente ama y dueña del Perú entero. Lima es fascinante, entre otras cosas, porque siempre ha sido un espacio de conflicto para el Perú que es un país violentamente centralista y racista, con un tercio de la población viviendo en la capital. Quería adentrarme en Lima, entonces, no solo como un crisol que alberga a ciudadanos de diferentes partes del país y de distintas nacionalidades, sino, ante todo, como un espacio de confrontación en el cual la gente convive como puede porque para los gobernantes de nuestra patria existen ciudadanos de diferentes clases y categorías. Mi novela explora la vida de algunos de esos ciudadanos que no se sienten representados por su patria y, sin embargo, de muchas maneras, la siguen defendiendo.

 

El narrador Diego Trelles Paz

 

[SM]: La novela también es un cuestionamiento hacia el concepto de ciudadano en tiempos del neoliberalismo.

[DTP]: Sí, era algo que me interesaba mucho. Ese concepto de ciudadanía es muy violento y, lamentablemente, está normalizado: los ciudadanos de segunda clase, de los que hablaba Alan García con tanto desparpajo, denotan la existencia formal de ciudadanos de primera. Es como si el Perú fuera un avión. Desde la política siempre ha habido esta forma tan directa de denigrar al ciudadano poniéndolo en categorías. Hay un fragmento de la novela en el cual Blanca, que es la colombiana que huye de Bogotá agobiada por la violencia, no logra entender cómo es que el peruano que es maltratado, que no tiene agua ni luz ni vivienda, que no puede tener otra aspiración que la de ascender pasando por encima del otro, que es otra forma de canibalismo, puede sentir tanto amor por su patria cuando está claro que el Perú los abandonó.

 

 

[SM]: La dictadura fujimorista también es otra de las protagonistas en la novela…

[DTP]: Es otro de los núcleos de la trilogía entera. La memoria que narra el daño profundo que le sigue haciendo el proyecto fujimorista al país. Está claro que finalmente el fujimorismo nos convirtió un poco en lo que somos ahora. Es como si hubiera habido una trepanación masiva en los peruanos cuyo resultado más disparatado y patético fue que, en la última elección, Lima terminara pidiendo el voto por Keiko Fujimori como si el fujimorismo hubiera dejado de ser una organización delictiva. Lo cierto es que la dictadura cayó, pero nunca se fue. Ahora mismo, en las sombras, gobierna. Esto se ve en cada momento de la novela. Los mismos personajes siempre están hablando de ello.

 

 

[SM]:  Eres de los pocos escritores peruanos que combina referentes como Manuel Puig, Oswaldo Reynoso y Guillermo Cabrera Infante con fenómenos de hoy como las redes sociales…

[DTP]: Puig, Reynoso y Carrera Infante son escritores que me interesan mucho, como me interesan Jorge Ibargüengoitia, Vicente Leñero, Ricardo Piglia o Roberto Bolaño. Pero en el caso de los que nombras todo se relaciona con la cultura popular. Y ahí sí, Oswaldo, es muy importante. La manera en la que él logra construir novelas y relatos donde suena poéticamente la jerga popular, la música de la calle, todo aquello que tiene que ver con lo que se produce en el día a día y se consume y es visto por una cultura letrada como impropio para la alta literatura. Eso me interesaba. Porque en mis novelas creo que se puede encontrar en la jerga cierta forma lírica. Los referentes que, en este caso, no solamente pasan por la salsa, sino también por la música pop, por el reggaetón, por la música criolla.

Entonces, creo que alimentan a cada personaje a partir de sus gustos, desde su aproximación a aquello que los acompaña durante el día, sean películas, sea la radio, incluso las redes sociales están presentes ya desde hace un tiempo. Incluso en Bioy hay blogs. Eso es algo que he trabajado mucho porque me interesa como escritor. Quisiera que mis personajes tuvieran vida más allá de lo que dicen, a través también de lo que hacen, de lo que escuchan, de lo que piensan, de lo que consumen. A partir de ahí es que mi prosa cobra vigor. Tanto Puig como Reynoso o Cabrera Infante me enseñaron que de todo puede surgir buena literatura. Manuel Puig, por ejemplo, hizo literatura de elementos que eran considerados como de segunda mano por los escritores del boom. Ese es el tipo de lenguaje que me interesa. No me interesa el lenguaje de la RAE, no me interesa fijarme en patrones de literatura que suenen bien o que tengan una progenitura que venga de los clásicos.

 

 

[SM]: Encuentro muchos paralelismos entre “La lealtad de los caníbales” con Conversación en La Catedral de Vargas Llosa y La Colmena de Camilo José Cela. ¿Te inspiraste en ellas para escribir La lealtad de los caníbales?

[DTP]: Creo que la primera aproximación a la estructura de la novela en realidad viene de dos películas: una de Robert Altman que se llama Short Cuts, cuya fuente son los relatos de Raymond Carver, y otra de Paul Thomas Anderson que se llama Magnolia. Es un poco la misma estructura. Y luego La Colmena de Cela, que me gustaba mucho esta idea del núcleo, de ese lugar donde todas las abejas merodean porque buscan estar alrededor de un panal. Esta era la otra idea que me interesaba. En cuanto a Conversación a La Catedral, no fue realmente —o no de manera consciente— una fuente de la cual bebí a la hora de escribir esta novela. Aunque la he leído muchas veces y considero que es la mejor novela de Vargas Llosa.

 

El narrador Diego Trelles Paz

 

[SM]: En los últimos años la violencia y la corrupción en el Perú ha ido escalando a niveles inhumanos a tal punto en que la población no puede confiar ni en que se supone deberían protegerlos y con una clase política que no tiene mucho desparpajo en vulnerar los derechos de los ciudadanos. 

[DTP]: Hace una semana salió la noticia del policía feminicida, al que aparentemente encontraron muerto por suicidio. Luego nos enteramos que probablemente fuera asesinado por sus propios colegas para encubrir a otros policías. En mi novela sucede algo muy similar. Incluso me han dicho que, en el fondo, he escrito una crónica de la vida actual en el Perú. Porque lo que ocurre en la realidad y lo que ocurre en la ficción se emparentan de una manera macabra, penosa, con todo el sicariato asesinando a mansalva y el canibalismo enérgico de nuestra dictadura parlamentaria. Tenemos una presidenta títere. Se está cambiando la Constitución a destajo. No hay democracia. No hay división de poderes. Se han tumbado la institucionalidad. Entonces, todo aquello que anuncia La lealtad a los caníbales, que ya era una realidad, ahora es una constatación.

 

 

[SM]: Diego, vives en París desde hace mucho tiempo, como un peruano que mira el panorama desde afuera, ¿crees que el Perú ha cambiado desde entonces?

[DTP]: Creo que ha cambiado para peor. Estamos viviendo en una época de sombras, donde no hay seguridad para nadie y los que llevan la peor parte son los ciudadanos de la clase trabajadora a los que están asesinando por no pagar cupos. El Perú es un triste desastre. Lo digo con pena. Si a esto le sumamos, en el plano global, el peligro real del cambio climático, los desastres naturales que están afectando a la población civil en cualquier parte del mundo, el genocidio que se está llevando a cabo en Palestina con la complicidad de la Comunidad Europea que lo calla y lo niega, y el ascenso general del neofascismo en el mundo, no veo muchas razones para observar con optimismo lo que nos queda.

 

 

[SM]: El Perú siempre se encuentra presente en tus obras. ¿Volverías a vivir en él?

[DTP]: El Perú siempre está presente, pero no creo que vuelva. Ahora mismo no quisiera estar en un lugar donde no hay seguridad y existe tanta indiferencia ante el dolor de los demás. No solamente es la desigualdad, eso siempre ocurrió. El Perú siempre ha sido un país salvajemente desigual, pero ahora lo que prima es la falta de empatía incluso ante la muerte, el asesinato o la violencia que campea por todo lado. Eso no me hace dejar de sentirme peruano: yo voy a ser peruano siempre.

 

 

[Lima, julio de 2024]

 

 

 

 

 

*(Perú). Estudiante de la Universidad de Lima.

 

 

 

**(Lima-Perú, 1977). Narrador. Bachiller en Periodismo y cine por la Universidad de Lima (Perú), magíster y doctor en Literatura Hispanoamericana por la Universidad de Texas (EE.UU.). Reside en París (Francia). Se ha desempeñado como profesor de Literatura, Estética, Cine y Comunicaciones en la Binghamton University de Nueva York (EE.UU.), la Universidad de Lima (Perú) y la Pontificia Universidad Católica del Perú. Obtuvo el Premio Francisco Casavella (2012) y fue finalista en el Premio Rómulo Gallegos. Ha publicado en cuento Hudson el redentor y las novelas El círculo de los escritores asesinos, Bioy, La procesión infinita y La lealtad de los caníbales, que conforman una trilogía sobre el conflicto armado interno.

 

 

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