Por Ray Paz Quesquén*
Crédito de la foto Archivo Néstor Quíspez Asin
Breves reflexiones en torno a la poesía de César Moro
1
La poesía tiene un origen musical, la música, el sonido, la vibración, el gran órgano planetario; la armonía musical de las esferas que oye Pitágoras a solas; cada noche de centauro y constelación. Moro ciertas veces acude al origen, de ahí; que la palabra que dice, la palabra que interpreta, quede abierta, herida irreparablemente ¿Toda poesía no será acaso ritmo y respiración? Pero hay un péndulo, siempre un puente, un médium que los poetas de todos los siglos han intentado parecer, ese péndulo del Timeo del más espléndido Platón, porque acude al numérico azahar de la música de los pitagóricos; la verdadera proporción del dibujo de la música: su símbolo arcano. Moro se arroja hacia cualquier dirección. Moro es desgarrado por el gran filo, justo sobre la geografía de su patria, que es su lengua; de ahí que la intenta alejar, para que cicatrice la herida, evita al español, por el bien de su cicatrización; la gran herida del lenguaje de los grandes poetas, su animadversión de lo dicho, para dar paso al nacimiento de lo roto, lo quebrado. En Moro son sus figuras acaecidas monstruos, atesoradas como cráneos de ángeles depositados en la belleza de una abierta página de bronce, donde la libertad de su poesía ladra o aúlla llamando a los astros ciegos de muerte o al silencio, que es música en la más alta vibración.
2
El surrealismo ha muerto definitivamente, la gran niña hermafrodita pretensiosa de los sueños eléctricos y edípicos, un día tuvo que crecer, ningún diosclaro-Dioscuro, pudo contenerla, las cartas a Antonio y a Coyne, fueron solo anécdotas de fechas fúnebres, de fechas de deudas, una manera de practicar el buen producido francés, epistolar, Mallarme, Baudelaire, Flaubert, Balzac, todas sus correspondencias, no son solo poesía, son filosofía, alumbramiento para aquellos que nos da rabia tener espíritu. Moro lo entiende y nos obsequia sus tambores bosques.
3
Moro estuvo en México entre los años 1938- 1949, dónde fue más conocido y acaparado por el suprarrealismo. Tuvo que ver la instancia de Breton, ya instaurado en tierra azteca con fines políticos, o será solo esa tierra caliente y bruja, la que atraía a un sin fin de atormentados y lumínicos seres, como al propio Artaud. Desde luego que fue Antonio, el animal voraz con cría, el verdadero Dios, el delito de Eros al ser instaurado como divinidad ciega y apócrifa. La sensualidad sexual de su poesía, el devenir del erotismo como afrenta a la pulcritud de los fondos morales, que aún azotan la hermenéutica de la poesía, que es fuego y si no le es, se vuelve ceniza de nada de alguna bagatela sin nombre. A Perú, fue Westphalen, quien trajo a Moro en las Moradas (revista fundamental, para entender cualquier contexto de la poesía de esa época), después de la esquiva subscripción que tuviera su única obra en español: La tortuga ecuestre. Moro ya instaurado en una cima leve, que siempre vio cansado y de soslayo; escribió al lado de Breton, Eluard, Péret (que lo despreciaron por ser homosexual). Moro amó a surrealistas de otras artes como al pintor: Giorgio Chirico, de quien dice: “tenía la facultad de viendo un espejito comprobar, si la persona entrante es un fantasma”; tradujo sus poemas y prosas, incluido el soberbio: “Hebdomeros”. La traducción que hiciera a Pierre Reverdy, “poesía que permite la circulación de la sangre, poesía de ósmosis, de transfiguración que traspasa el follaje de la lengua. Poeta de los cuatro elementos”.
Al final su antología de Poesía surrealista donde traduce a nada menos que: “Arp, Duchamp, Éluard, Rosey, Breton, Péret, Dalí, Rahon, Hugnet, Prassinos, entre otros”.
Las mayores traducciones o la reunión de su poética obra se lo debemos a Ricardo Silva Santiesteban, Américo Ferrari y Jorge Nájar y la Academia Peruana de la Lengua.
4
El Erotismo estético de Moro, es solo una frecuencia, que más se parece a una pulsión de muerte de hecho Freud, de hecho, Lacan: “Eros y Tánatos” y sus reminiscencias a Heráclito y Parménides, luego Bataille y su erotismo agonal, esa lucha insaciable; del deseo animal y humano en su esplendor de ceremonia, para Moro la poesía es una ceremonia, no solo una lucha de genitales metamorfoseadas en metáforas de leche prístina. La pulsión de muerte, sin duda Heidegger podría atiborrarnos mejor. No diré más y, el no decir es también es una posibilidad para la muerte:
Niños sean educados, cuiden sus lenguas, corten sus uñas
alimenten su sombra hasta la pared de vidrio de la muerte.
Ustedes cuidarán sus vejeces pudriéndose porque ya el
verbo ser les devora y pone cara larga.
(Pág. 145. Moro. Obra Poética Completa III. Academia Peruana de la Lengua).
Trujillo, junio de 2023
*(Chepén-Perú, 1993). Poeta. Estudió Lengua y literatura en la Universidad Nacional de Trujillo (Perú) y cursos de Simbología antigua (Universidad de Barcelona) y Arteterapia para el trabajo con niños y adultos (Instituto Europeo de Integración Sensorial). En la actualidad, dirige la Editorial Reinos, el programa virtual de filosofía y poesía Pensar en no pensar y el programa integral de lectura Leo Veloz. Obtuvo el premio de Los Juegos Florales de la Universidad Nacional de Trujillo (Perú, 2015). Ha publicado en poesía Cartas a una reina (2014), Armonía musical de las esferas (2015), Porn Art (2017), El niño y la luna (2018), Progressio Harmónica (2019) y No moderno artificio (2020).