Por Leymen Pérez*
Curador de la muestra Víctor Rodríguez Núñez
Crédito de la foto el autor
mis pies caminan / sin camino.
9+1 poemas de Leymen Pérez
El poema de Godot
Para Pedro Vera
Esperas a Godot,
todos nos quedamos esperando a Godot. Cada enero abríamos la puerta, la cáscara hueca, lo que había desechado el comején para ver si marchaban con su hermosa brutalidad, como si fueran muchos Sísifo cargando su piedra metafórica.
Todos cargamos nuestras piedras, nuestras vidas metafóricas, excepto Godot, que no se estremece mirando cómo el enano Lucky sin piernas ni brazos se levanta de sus propios restos para esperar un milagro.
Esperas a Godot.
Nada ocurre, nadie viene.
Un camino
mis pies caminan
sin camino.
Los caídos
Antonia Eiriz
Un animal sin boca
es como la mezcla que se hace
entre la arcilla y un cuerpo agonizante.
La boca ordenaba las ejecuciones
en un país donde no existe
pena de muerte.
Existe: pena de vida.
Mutilados caminamos
hacia la misma sombra.
“¡La verdad está en el suelo
pero nadie se atreve a levantarla!”,
nos dicen unos niños uniformados.
¿Obedecen acaso a la voz del pueblo,
o a su propia voz?
—se pregunta el otro prisionero
bajo el mismo pedazo de cielo.
Este campo de exterminio no es distinto
a otros campos de exterminio.
El caramelo que vamos a cortar
en cuatro partes
no es como el que cargan las hormigas
para su agujero.
Hospital Faustino
En la sala de cuidados paliativos, devenida mercado, campo de golf, lugar de recreo y citas, de vez en vez, los objetos envejecen se quiebran pierden valor se olvidan se dejan caer en un foso.
Prohibido está nombrar a los enfermos “clientes”, y “mercancías” a todo lo que necesite el que sufre como un perro que se deja arrancar la lengua, o cualquier cosa, por otro perro; un hombre nuevo, lo llamarían en otra época, en el fragor de otra epopeya.
En la sala de cuidados paliativos, devenida mercado, campo de golf, lugar de recreo y citas, de vez en vez, los hombres nunca envejecen se quiebran pierden valor se olvidan se dejan caer en un foso.
Échame a mí la culpa/ de lo que pase/ cúbrete tú la espalda/ con mi dolor, canta el enfermero, que no imagina una lengua en el suelo hablándole al hombre común.
Ante el dolor de qué
Para una joven jagüeyense
que nunca supe el nombre.
“El hambre es un gran edificio
que se desplaza durante la noche”,
dijo Tomas Tranströmer.
“El cáncer es una pequeña célula
que se desplaza silenciosamente
en tu cuerpo
devorándolo todo
como una larva”,
dijo Leymen Pérez.
Y en el gran edificio
en la pequeña célula
que es el Hospital Oncológico
todos entraban mirando
las heridas ajenas
los tejidos ajenos
el cáncer ajeno
y todos salían sin mirar
como el ojo izquierdo
de una mujer hermosa
que tiene la muerte cosida
en la pupila.
Ortodoxia de la guerra
Estaban bombardeando a Siria.
Miles de niños se volvían astillas de metal,
madera y polvo. Nosotros no teníamos guerra,
pero vivíamos en un lugar semejante.
Los que se habían convertido en alacranes
mostraban sus fragmentos de metralla y odio
enterrados en la boca, en los ojos, en la carne.
Yo no sabía qué animal era. Me transformaba
según la ortodoxia política o la circunstancia.
En un país de animales exóticos era obligado
representar lo imposible. Los alacranes podían
aguantar sin comer durante muchos años
caminando sobre nosotros. Nunca aprendí a
ser un alacrán aun cuando tragaba diariamente
mi cuota de veneno.
Tela zurcida
La muerte es hueso triste; magullado, dirías,
y sin embargo espera por mí, año tras año,
para delicadamente deshacer una vieja herida,
para vaciar mi aliento.
Anne Sexton
El tiempo declina
en la distancia
que también declina,
en la tela zurcida el páramo
y la abuela Olga se despiden
mientras el profesor de Historia bebe
un sorbo de vino Mariani
y rema hacia el cielo.
Desde el cielo respiran
los muertos y la cosedora.
Cada hombre que salta en el aire
es como un hacha para las raíces.
Los hachazos no llegan a la savia
ni a las manos de Olga.
El tiempo declina en la distancia
que también declina.
La distancia es una escarcha inmóvil,
otro cuerpo frío corriendo
detrás del eco
que hace el pez
dentro de la tela del agua.
El profesor explica dónde es
más débil el agua y la cosedora
se asoma en el arrecife,
en las abstracciones de la existencia.
Todos los que alguna vez tuvieron
un dolor y un país imaginario
también se asoman en el arrecife.
Hay espacio, hay espacio, dice
quien acaba de entrar
en la tela zurcida
y aún guarda las imágenes
de cuando se balanceaba en su sillón
y conversaba con su propia sombra,
como un hacha
cortando con ligereza
un gesto del estío,
la penumbra del estío.
Si no asciendes,
no entras a las siete esferas,
dice el sol.
Si no asciendes,
estarás de vuelta junto a mí,
dice la sombra.
El poniente declina.
El hilo con que cosen declina.
El tiempo también declina
y se abre en la eternidad.
Mientras la costurera pedalea,
pedalea, pedalea,
como si también estuviera
avanzando en el aire
igual que las carretas
en la Guerra de Chagall.
Una guerra imposible
siempre tenemos con la soledad
que nos asfixia.
Todo es simple,
explica el profesor,
pero morirse no es un premio,
como dijo Heidegger,
ni tampoco entrar
a un cepo de silencios
como si algo grande
estuviera por acontecer.
El silencio está aconteciendo
en la aguja que sube y baja,
apretujada contra la tela desierta
donde nadie puede ocultarse
y donde Olga ya ha revelado
sus misterios.
Balada del reparador de colchones
el pueblo de por sí ya es melancólico
dice carson mccullers en su balada del café triste
el pueblo necesita cambiar de alambres
dice el reparador de colchones
un héroe de guerra que usa ropa vieja
cosas olvidadas y perdidas en la nación
hierros que extrae de sus huesos para
que el pueblo vuelva a soñar encima de
otras miserias.
Una sociedad se juzga por el estado de sus prisiones
Albert Camus
Tu miedo en la celda de mi miedo.
Tu asfixia en la celda de mi asfixia.
El carcelero cerrando los ojos
para no ver cómo nos vamos
apagando, encendiendo, apagando.
Fósforos sin cabezas
y nuestros cuerpos esclavizados
por el aire que apenas abrasa,
como en un juego de dolores
donde nada sale y nada entra.
Tu mano en los barrotes de mis manos.
Tu soledad en los barrotes de mi soledad.
Preguntabas por tu madre muerta
y tu madre huía rumbo al poniente.
No sé por qué piensas tú,
recluso, que te odio yo,
si somos la misma cosa,
el mismo silencio, yo, tú.
Tu asfixia en la celda de mi asfixia.
Tu miedo en la celda de mi miedo.
Unas veces eras el carcelero;
otras, el recluso. Intercambiando
límites, estados en que se encuentra
la prisión.
Pérdidas
una pérdida es una pérdida es una pérdida hasta que la jungla entra en ti como si creyeras en la política de aristóteles o del buen vecino en el pobre enjambre donde ensayan desarticulan la historia dentro de la misma caja de oxígeno balcón de edificio o poema lleno de vacíos desde donde salta josé agustín goytisolo ángel escobar juan carlos flores y el obrero sin rostro de contramaestre
una pérdida es una pérdida
hasta que los podan de la cartilla de racionamiento lapidación golpe de efecto lenguaje de asfalto que dice la mejor respuesta a la derrota cotidiana es el suicidio en masa.
Página desconocida del diario de Ana Frank
19 de julio de 1944
a mis espaldas las sombras cuelgan sobre la alambrada y un pájaro se asfixia en la intemperie del estío en su centro un punto rojo tiembla
yo siempre tiemblo cuando pienso en ti amado rudolf hoess aún hierven los cuerpos de mis padres como si fuera el agua que obligas a caer sobre mí antes de que pueda tocar tus cicatrices
dividiéndome en dos
clausurándome
temo por mí este cielo imposible que eres tú y esa pared blanca que separa mi desnudez del alma corroída por soles invisibles “no estás enamorada de peter sino del estío” diría mamá
al escribir me libero de todo menos de ti astilla de metal jaula que armo y desarmo en mi interior como si pudiera encerrarme perpetuamente y olvidar que no es a mí a quien amas encima de la poca tierra del jardín cerca de los primeros hornos de auschwitz
un sol con otro sol consumiéndose
un pensamiento con otro pensamiento
consumiéndose
dios y la humanidad consumiéndose
éramos los dos triángulos superpuestos o entrelazados de la estrella de david un hexagrama sin límites dos cuerpos vencidos patrias atravesadas por la misma raíz
siento miedo amado rudolf hoess cuando las sombras se derraman en el campo y los pájaros no se abren a sí mismos para que rompas lo que hay en mí de la noche
siento miedo de no volver a ver tu rostro
esa gota de plomo
derretido.
*(Matanzas-Cuba, 1976). Poeta y editor. Se desempeñó como profesor adjunto de la Universidad de Matanzas y editor y jefe de redacción de la revista Matanzas (2006-2019). En la actualidad, es editor de poesía en la editorial Letras Cubanas. Ha obtenido el Premio Regino Pedroso (2004), el Premio Hermanos Loynaz (2005), la Beca de Creación Prometeo (2006 y 2009), el Premio José Jacinto Milanés (2006), el Premio Fundación de la Ciudad de Matanzas (2017), entre otros. Ha publicado en poesía Transiciones (2006), Corrientes coloniales (2007 y 2016), Los altos reinos (2014), El libro de Heráclito (2014), Fatigas del trópico (2015), La muerte de los objetos (plaquette, 2015), En el secadero de almas (plaquette, 2016), Subsuelos (selección, 2017), Fracturas de la belleza (2018) y Tela zurcida (plaquette, 2021).