COMO ESCRIBI SYMBOL

Por: Róger Santiváñez

Testimonio y Auto-poética de Róger Santiváñez sobre el origen de un libro escrito “en peruano”

Empecé a escribir Symbol una noche de la primavera peruana de 1989. En aquella época yo llevaba una vida totalmente salvaje. No tenía un trabajo fijo. Desde 1987 en que renuncié a OIGA para dedicarme exclusivamente a escribir poesía, sobrevivía con la ayuda alimenticia de mi querida e inolvidable tía Luzmila De Vivanco –hermana mayor de mi mamá, quien había muerto en Piura, 1988- y de mi adorada hermana Coty que vivía en Lima. También me agenciaba algunos cobres con mis colaboraciones periodísticas en algunos medios de la ciudad.

Una noche de fines de noviembre o principios de diciembre asistí a Nirvana –célebre club de rock and roll- con mi antigua compañera y amiga la poeta Dalmacia Ruíz-Rosas. Al volver de esta velada – a eso de la medianoche- empecé el diseño de lo que iba a ser Symbol. Pero justo es decir que yo había estado ensayando –desde por lo menos dos años antes- una escritura que procedía por una suerte de arranques inesperados y –diría- inconcientes. Este libro se llamaba El error de los afectos y lo componía de súbito en cualquier momento. Para ésto tenía un papel enrollado en mi máquina de escribir todo el tiempo, de modo que inopinadamente agregaba uno o dos versos a cada hoja (cada poema) y así seguía. Este experimento me deparó agradables sorpresas en cuanto a la composición de poesía.

Mi diseño para Symbol fue entonces súbito. Y algo absolutamente inusual en mí: realicé un esquema gráfico de la estrucura de mi próximo libro. Tracé un dibujo que consistía en un cículo cruzado desde los cuatro extremos de la página por una equis, semejando el símbolo del punk-hardcore que me obsedía por aquellos días de Exploited, 7 seconds, Suicidal Tendences o aquisito nomás, los limensis G-3. Fue lo que me salió.  Quedaba la circunferencia dividida en cuatro partes. Decidí que mi libro tendría cuatro secciones y tracé –a su vez- cuatro compartimentos en cada área, de modo que serían cuatro poemas por cada sección. 4 x 4 = 16 textos. Aluciné dos veces dieciseis: 16 x 2 = 32. Opté por componer poemas de 8 estrofas de 4 versos cada una, lo que me daba 32 versos por cada unidad. Sin embargo –en la fiebre de la creeación- se me escapó un poema de 9 estrofas, el cual sería como el rasguñón acidental del large glass (el gran vidrio) de Duchamp. Al menos así lo justifiqué aquella noche de mi soledad.

En la onda tan oscura en la que andaba, cuando contemplé mi diseño gráfico se me figuró una especie de lápida; sumado a ésto el tema de mi radicalidad política a la sazón escribí como título del libro: Ultra-Tumba lo cual estaba muy cerca –por el mundo de los muertos- con los cadáveres que atestaban Lima y todo el país en aquel punto de la guerra civil que asolaba el Perú y –además- mi propia  terrible experiencia, vivida al borde de la muerte diariamente, debido a mi extrema bohemia, mi frecuentación de las drogas duras y mi relación cotidiana con el lumpen-proletariat. Todo ésto asumido con pasión rimbaldiana, siguiendo a pie juntillas su consigna central -que guió mi primera juventud- para que un poeta alcanzara la suprema condición del vidente: el riguroso y radical desorden de los sentidos. Pagué caro el precio de mi inocencia. Pero supe parar justamente un minuto antes de la tumba.

Sin embargo  seguí con Ultra-Tumba. Es decir, empecé cada noche, cada madrugada mejor dicho a escribir los poemas. Había bautizado cada sección con un nombre que resumiera lo que quería decir en relación a lo que yo vivía y sentía: Matar, Poder que correspondería al lado oscuro. E Imaginar y Allucinar para el lado más claro. Tenía la idea de que funcionara como un disco, de allí el side 2 y el side B –digamos- y en forma redonda – mi diseño original- dividido en cuatro partes como un queso. Incluso planeamos con NN-Acéfalo –o sea Alfredo Marquez- la edición de Symbol como un disco y cortado en las cuatro partes del queso, cada una de la cual –a su vez- tendría sus cuatro poemas respectivos en una cartulina suelta. En en centro iría una argolla en forma de corazón sosteniendo unido todo el disco-queso. Porque se trata de mi cuaderno músico como reza la inscripción que coloqué en la primera página, junto a la dedicatoria para Dalmakia, como llamaba yo en aquellos días a mi grande amiga y primer gran amor de la juventud. Mas tambien la dedicatoria cifraba el nombre de Rosa, la más linda jovencita que alumbró las noches de escritura symbólica con quien sostuve una pasión muda y contradictoria que me permitió avanzar –durante todo el verano de 1990- con la composición. Rosa fue pues –como se dice clásicamente- la musa del poemario. Estoy convencido que sin la fuerza desmesurada de aquella pasión no hubiera podido construirlo; ella es el personaje central de la visión poética de Symbol, como titulé finalmente la obrita, quizá en un homenaje de refilón a Eguren.

Cuando escribía el libro me fui percatando de la dimensión musical que entrañaba su trabajo con la palabra. Descubrí también que el lenguage se iba auto-iluminando y se convertía en un fluído magnético dentro de la cadena paradigmática.Los sonidos cobraban su propia y autónoma identidad. Las inserciones coloquiales funcionaban de un modo distinto al corpus de una poesía conversacional entendida de mandera estandar. Había algo como profético, irracional en todo aquello. Por otro lado significaba una profundísima inmersión en las cavidades más hondas de mí mismo, una especie de viaje interior sin límites; para una vez allí situado extraer los sonidos más dulces y/o más terribles y desagarrados que podía ofrecerme lo extremo de mi experiencia personal aquellos días [Rosa]  y en relación estrecha con el contexto social del Perú –o por lo menos de Lima- [la guerra civil] en 1989 y 90.

De allí que la articulación se vea fracturada, traspasada de violencia y sin embargo transida por una intransigente búsqueda de la belleza a toda costa y a cualquier costo. Es decir, yo había empezado por averiguar dónde vibraba la coloquialidad más viva de nuestra lengua –siguiendo el apotegema poundiano Poetry is Speech [La poesía es habla] desde mi primera juventud- y había decidido que era en el lenguaje del lumpen. De modo que me interné en dicho camino, pero –insospechadamente- la dinámica propia de la lengua y el trabajo de la poesía me llevaron a un nuevo –para mí- tipo de expresión que –en ese momento- no sabía lo que era. Simplemente notaba que era algo distinto a mi poesía conversacional anterior, estilo que me vio nacer ya que era el imperante en las horas de mi iniciación poética. De modo que Symbol fue un puente, un punto de inflexión que me llevaría unos años después a mis primeros esbozos neobarrocos luego más afiatados en Lauderdale aparecido en Hueso Húmero 35 y Eucaristía compuestos entre 1994 y 97. Justo es decir que Cor Cordium es una suerte de secuela de Symbol escrito en 1992.

Al final de Symbol hay un colofón  afirmando que dicho libro ha sido escrito en peruano, y más exáctamente en la lengua que se habla por las calles de Lima después de la medianoche.  Ese quería ser mi aporte: ofrecer las posibilidades poéticas de nuestro lenguaje, ser el heredero directo de Trilce digamos. Pretensión de los 33 años que tenía cuando compuse ese librito. Pretensión y edad que no han de volver jamás. Y por eso –quizá- he redactado estas páginas solitarias.

[Temple University. Paley Library, marzo 5 de 2013]

 

 

Róger Santiváñez (Piura, 1956) Su obra fue recopilada bajo el título Dolores Morales de Santiváñez. Ha publicado libros como Amastris, Labranda, Amaranth y Roberts Pool Crepúsculos.

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