Por Jean Sprackland*
Traducción por Manuel Naranjo Igartiburu**
Crédito de la foto Ed. Komorebi
9 poemas de Inclinación (2018),
de Jean Sprackland
El bosque cercado
Un dedo de luz señala el camino
sobre el suelo de hojas muertas.
Destrabo la puerta y entro.
Sigo las señales:
una bellota
una ramita cortada
una palabra escrita en el liquen.
En el centro
una piedra plana por cama.
Me acuesto a esperar.
El frío me recibe.
La red de luz se estremece en lo alto.
Una rama toca la muñeca de otra.
La brisa captura su aliento.
Poema de cumpleaños
Un rollo de seda azul
dejado en el borde del mostrador.
Seda. Borde. Bajo la luz fluorescente
esa frágil ecuación brillaba. Entonces
la seda cambió de posición, o el carrete la abandonó:
desenrollándose
lentamente al principio, luego
reuniendo confianza
gastándose más y más
rápido, un torrente
que relampaguea y se reúne debajo:
arrastrando el carrete que da tumbos en el suelo.
El dependiente se giró, demasiado tarde.
A la mitad de mi vida pienso en ello.
Ese rollo de cosas brillantes.
Su elección de derramarse.
Aceleración. Éxtasis.
Inclinación
I
Cuando el viento por fin se va
la arena reluce con el aceite
como el sutil vaho de sangre
que un moribundo exhalaría
en la cara y camisa de su amigo.
Es este clima raro.
Durante cinco días y cinco noches la tormenta
cortó las piernas de acero, derribó las torres de perforación.
Las tuberías se estremecieron y convulsionaron.
Los hombres no pudieron hacer nada
más que jugar cartas y beber en la plataforma seca.
Él tiene a su amigo sujeto por las mangas
pero está perdiendo su fuerza.
La palabra utilizada no fue derrame, sino incidente.
II
Las aves calibran, re-calibran
los granos de magnetita en sus cabezas
en contra de sus mapas estelares,
su reloj de luz polarizada:
pero no sirve, el sur está cancelado.
Infrasonido, navegación por estima
no son suficientes. Ellas caen como granizo
en el Atlántico, el Sáhara,
los Altos Tatras, los conmocionados
jardines de las azoteas de Manhattan.
III
Lo que estamos viendo es algo inmenso
pero distante, un evento galáctico,
una oscilación cósmica, una falla
en los Ciclos de Milankovitch.
La tierra se alejó de su eje
como una rueda torcida en su centro. Mira,
nuestro planeta es aburrido y oblicuo. Se sienta
en el borde de la oscuridad. Entonces, de pronto, ¡cruje!
Como una aguja saltando la ranura.
Oh querido, estoy dando muestras de mi edad.
Déjame ponerlo de otra manera:
las matemáticas estaban ligeramente incorrectas.
Habíamos estado trabajando en viejos supuestos
y fallidas ecuaciones. Veintiuno punto cinco
a veinticuatro punto cinco grados. Pobre tierra vieja,
no le daba mucha latitud.
La misma elipse cansada. El mismo viejo ladeo axial.
Ahora es libre para descubrir su propia inclinación:
¿Cuánto? Buena pregunta.
Respuesta directa: no lo sabemos.
Pero teóricamente,
todo.
V
La ciudad se despierta con un sonido desgarrador:
el océano se recoge,
acumulando sus bienes: peces, ballenas,
monstruos luminosos sin nombre,
cruceros, aviones estrellados, cadáveres
cargados con piedras,
bosques ahogados y volcanes,
fibra óptica, petróleo crudo, reactores gastados, cada cosa
succionada de su escondite, y el mar
recorriendo su propio fondo, incluso las grietas y fisuras,
arrastrando las últimas escamas de vida
y luego puñados de oscuridad absoluta,
todo levantado en lo alto de la tormenta,
golpea la ciudad, justo sobre los puntos de observación:
una pesca diversa, retorciéndose
en una red verde de agua.
VI
Una jirafa medio desarmada.
Una fila de jaulas de ratas.
Una cebra que sólo puede sudar
y mirar sus propias pezuñas.
La pala del guardia del zoológico
oxidándose contra una pared.
Su abrigo especial lleno de arañas
en el gancho de la tienda de alimentos.
El zumbido de un cerco eléctrico.
El aire como pegamento.
Aparece un gato callejero
con una cría de mono en sus fauces.
La raíz
¿Quieres conocer la raíz,
el frío bajo el fuego de la superficie?
Observa la garza:
ella arrebata la voz de plata
desde la garganta del río
y se la engulle viva.
Qué rápido el agua se recupera
y habla de nuevo, cuántos
gorjeos entre los juncos.
Sigue con tu caña y línea,
desgarra una herida
y alarga un eco.
Lleva a casa tu provisión de plata.
Desliza un cuchillo a lo largo de
la juntura del vientre,
derrama el tesoro rojo oscuro,
raspa el bordado de espejos.
Ahí. Mira. ¿Qué has aprendido?
El hedor a muerte en la losa.
Un pequeño montón de trampas.
Derramado
Tomaste puñados de mar
para llenar el foso del castillo de tu hermano.
Primero corriste, luego fuiste lento y constante,
y aún así se derramó. Y
no viste en ello la culpa del agua
y su especial talento para escapar. Para ti
fue sólo un error más
que sacudir con el peso de la infancia.
Formaste un cuenco con tus manos,
apretando los dedos entre sí,
lo sostuviste contra el sol para comprobar el sello,
agachado en aguas poco profundas,
lo levantaste otra vez, otra vez.
Y aquí estás, yendo lento y constante
entre tus dos vidas, recorriendo
la calle imposible que las conecta.
Es el anochecer. Una vecina
que pone botellas en el umbral de su puerta
te lanza una mirada extraña.
Y todavía llegas
sin nada que ofrecer a las personas que amas
más que dedos húmedos, la evidencia.
Tercer día de luna de miel
Ella se levanta antes de que él se despierte,
encuentra su vestido al revés en el piso,
se pone zapatos de plástico y baja al mar.
El sexo la ha vaciado, olvidándose de comer.
La sal la enjuaga dejándola tersa como niña otra vez,
ella remueve las imperfecciones de su piel sensible.
Salta las olas, hace morisquetas
porque nadie la está mirando.
El agua lame y golpea, y acontece
rápido como la palabra sí: tira del anillo de matrimonio
por encima del nudillo y se lo lleva.
Levanta algunos montones de agua, pero en realidad
sabe que se ha ido, centelleando como un truco
en algún lugar allá abajo en el movimiento
y confusión de la vida profunda.
Después él besará la fina huella blanca, y dirá
No importa, te compro otro.
Pero ahora, ella está por fin desnuda de verdad.
Romper la caída
Imagina ser esa formación de roca
que sobresale del rostro de la colina,
la roca que interrumpe la caída de la corriente,
día y noche, por milenios.
La corriente se desborda, brillante como el mercurio,
sin más opción que golpearte:
estalla en gotas que se disparan lejos
en ángulos más o menos predecibles.
Todo lo que varía es el peso del agua,
en la sequía, o después de fuertes lluvias;
el ritmo del flujo, el grado de inclinación
y el volumen del caudal.
Imagina el punto muerto,
la pasión. Imagina las estrellas.
El ruiseñor de Birkdale
(Bufo calamita — El sapo corredor)
En las noches de primavera puedes oírlos
a dos millas de distancia, llamando a sus parejas
al lugar de reproducción, la parte suelta y húmeda de las dunas.
Los amantes ocultos en las cercanías son sorprendidos
por la música acuciante. Un hombre buscó durante toda la noche
una nave espacial estrellada.
Para ser anfibios, ellos son nadadores terribles:
donde es difícil llegar a tierra, se ahogan.
De día duermen en grietas bajo el muelle,
corren como lagartijas de principio a fin
sin el instinto de saltar cuando una gaviota quiere engullirlos.
Sí, el macho puede hacerse temible,
inflando sus pulmones al doble de su tamaño.
Pero los automóviles en la carretera de la costa no se detienen.
La hembra pondrá un collar de perlas en los juncos.
A la mañana siguiente, un perro correrá dentro del agua y los dispersará.
O ella desovará en una huella llena de lluvia salada
que se secará como una costra en dos días.
Aún así, cuando él la llama y la monta
demuestran estar bien diseñados. Las almohadillas nupciales en sus muslos
se adhieren como velcro a su espalda. Ella permanece firme debajo de él.
El charco se desborda con la luz de la luna.
Todo conduce a esto.
El camino descendente
Olvida el camino.
Atraviesa los arbustos y los espinos
y camina hacia el arroyo.
Lo que pasa con un arroyo es
que sabe a dónde va, tiene el don
para encontrar la ruta más corta.
Un camino puede perder su temple,
desaparecer en el pantano o los helechos, dividirse
inescrutablemente en dos. He estado en ese lugar
y sopesé las opciones, las sopesé
y verifiqué una y otra vez, mientras la niebla se deslizaba
sobre la montaña como el sueño.
Cuando el arroyo se divide,
ambas corrientes son igualmente seguras.
Cada una juega su propio partido —la capa resbaladiza del musgo,
la carrera repentina sobre un surco de la roca—
y cada una, si las dejas,
te llevarán abajo.
______________________
Notas del traductor
-“Inclinación”, parte II: recientes estudios científicos han demostrado que el vuelo de las aves migratorias es posible por una conjugación de factores y habilidades: la visión y el oído para determinar el punto en que se encuentran, la posición del sol, la ubicación de las estrellas, una brújula o sensor de señales magnéticas (depósitos de minerales, generalmente magnetitas, que se ubican en el pico, la retina y otros tejidos nerviosos) y un sistema visual capaz de detectar la luz polarizada, es decir, la radiación electromagnética de la luz del sol que llega a la atmósfera terrestre.
-“Inclinación”, parte III: los Ciclos de Milankovitch es una teoría del astrofísico serbio del mismo nombre que afirma que el cambio climático del planeta tiene un origen astronómico (no sólo por la acción del ser humano como se cree ahora): las variaciones regulares en la órbita de la Tierra alrededor del Sol. Éstas se producen por tres ciclos que acontecen de forma paralela: la inclinación de su eje en relación con el plano de su órbita (que fluctúa entre 21,5 y 24,5 grados, con una periodicidad de 41.000 años), la excentricidad de su órbita (que se alarga y acorta cada 100.000 años) y la precesión, es decir, el lento bamboleo que realiza mientras gira alrededor de su eje.
-“El ruiseñor de Birkdale”: el sapo corredor es una especie en peligro de extinción en el Reino Unido. Su principal amenaza es la reducción de su hábitat natural (humedales y áreas arenosas) por la presión urbanística y la construcción de diques.