Mario Meléndez es chileno, pero ha vivido en México y ahora en Italia. Tiene apellido de poeta neoclásico y, sin embargo, el carcaj de su poesía contiene flechas modernísimas que apuntan al corazón del siglo XXI. La belleza que habita en sus versos es diferente, acaso única. Está hecha de sorpresas, de juegos de lenguaje más o menos sofisticados (dependiendo del objetivo que se plantea en cada verso). Es la suya una poesía muy panamericana, muy telúrica, pero a la vez muy delicadamente surrealista. Sus poemas son como un cuadro de Magritte que se hubiera pintado allá en lo alto de la cordillera andina, en un nido de cóndores.
Luis Alberto de Cuenca
Por: Mario Meléndez*
Crédito de la foto: el autor
9 poemas de El circo de papel,
de Mario Meléndez
La portadora
Ella sacó a pasear las palabras
y las palabras mordieron a los niños
y los niños le contaron a sus padres
y los padres cargaron sus pistolas
y abrieron fuego sobre las palabras
y las palabras gimieron, aullaron
lamieron largamente sus ciegas heridas
hasta que al fin cayeron de bruces
sobre la tierra desangrada
Y vino la muerte entonces
vestida con su mejor atuendo
y detúvose en la casa del poeta
para llamarlo con gritos desesperados
y abrió la puerta el poeta
sin sospechar de qué se trataba
y vio a la muerte colgada de su sombra
y sollozando
“acompáñame”, le dijo aquélla
“porque hoy estamos de duelo”
“y quién ha muerto”, preguntó el poeta
“pues tú”, respondió la muerte
y le extendió los brazos
para darle el pésame
Recuerdos del futuro
Mi hermana me despertó muy temprano
esa mañana y me dijo
“Levántate, tienes que venir a ver esto
el mar se ha llenado de estrellas”
Maravillado por aquella revelación
me vestí apresuradamente y pensé
“Si el mar se ha llenado de estrellas
yo debo tomar el primer avión
y recoger todos los peces del cielo”
Precauciones de última hora
Debo cuidarme de los gusanos
cuando me entierren
lo más seguro
es que hablen mal de mí
que escupan sobre mis poemas
y orinen las flores frescas
que adornarán mi tumba
Llegado sea el caso
que hasta devoren mis huesos
me arranquen los intestinos
o en el colmo de la injusticia
se roben mi diente de oro
Y todo esto porque en vida
jamás escribí sobre ellos
Pedagogía inconclusa
El niño le pregunta al padre
si las palabras envejecen
El padre le responde al hijo
que las palabras siguen tan jóvenes
como en el primer día
El niño corre donde el abuelo
para llevarle la buena nueva
Y el viejo abre de golpe
el cajón de las palabras
para que éstas le cuenten el secreto
La hija de Rimbaud
La niña del vestido abierto
se levanta a la hora
en que las palabras están de fiesta
porque ella misma es una fiesta
cuando tiende sus muslos al sol
y el viento la recorre
con sus dedos infinitos
Un triciclo de cristal la espera
junto a las flores del patio
y un nido de mariposas ciegas
se desnuda entre sus huesos de miel
Y en su lecho de plumas azules
ella cuelga sus trenzas de trigo
y cuenta sus abejas muertas
hasta quedarse dormida
mientras la tarde la envuelve
con sus labios amarillos
La niña del vestido abierto
se despierta a la hora
en que los relojes sueñan
porque ella misma es un sueño
cuando abre su vestido
y los gorriones se amontonan
locos de amor
sobre sus pechos de papel
Sinfonía negra
Eva colgaba sus muertos de la ventana
para que el aire lamiera los rostros
preñados de cicatrices
Ella miraba esos rostros y sonreía
mientras el viento empujaba sus senos
hacia la noche agusanada
Una orgía de aromas sacudía el silencio
donde ella se deseaba a sí misma
y entre suspiros y adioses
un grillo ciego desmalezaba
sus antiguos violines
Nadie se acercaba a Eva
cuando daba de mamar a sus muertos
la cólera y el frío
se disputaban su adolescencia
el orgasmo daba paso al horror
el deseo a la sangre
y pequeñas criaturas violentas
despegaban de su vientre
poblando los amaneceres
de luto y de pesadillas
Luego
cuando todo quedaba en calma
y las sombras por fin
regresaban a su origen
Eva guardaba sus muertos
besándolos en la boca
y dormía desnuda sobre ellos
hasta la próxima luna llena
Abrígate, Gladys
a Gladys Marín
Abrígate, Gladys
que la muerte tiene los pies helados
y una lágrima en la sien
No bastarán tus rojos huesos para este viaje
ni la saliva de tu corazón
Date trato
que hay lombrices añorando tus entrañas
tus axilas luminosas
tus rodillas que adivinan el país de los enanos
Ve despacio
no te olvides de marchar entre las tumbas
no te canses
y ojo con las hormigas que te deprimen
con aquéllas que presienten tu color desde lejos
tu color sin maquillaje, tus encías de viento
tu cabello enjaulado que crece cuando ríes
compañera de las horas golpeadas
todo vale en esta noche sin orillas
donde la eternidad pasa descalza entre tus muertos
y tiene hambre de abrazarte
porque sabe que tus gestos resucitan
y se echan a volar sin despedirse
y se pierden en la patria de los sueños
y ya no vuelven
Qué harás ahora sin ti
sin tu esqueleto de pan mojado
sin tus pechos que ladran de orgullo
sin tus sábanas heridas
ahora que la ausencia se desviste para otros
qué harás bajo la tierra sin conocer a nadie
Abrígate, Gladys
y amarra bien tus cenizas por si te arrepientes
Confesiones
a César Vallejo
No estoy, no soy, no pertenezco
vago de lado a lado como un gran gusano negro
Mi corazón tiene sus propios piojos
mi historia es un collage de perros viejos
que no ladran por temor a desaparecer
Mi infancia me persigue con un cuchillo
me persigue con un palo sin golpearme
me persigue con retratos y con flores
que se pegan a mi sombra sofocándola
Será que todavía pienso
que los árboles crecen de noche
que la pluma canta más que el mismo pájaro
y que el pájaro mataría por ser pluma
Será que en mí la vida se deshuesa como un sapo
como un sapo que ya no salta, pero se arrastra
aúlla como un quiltro desahuciado
mientras la muerte le lame las axilas
y las ánimas rasuran el umbral del miedo
La muerte me persigue con su carretilla al hombro
se desviste lentamente para que yo la vea
y me saluda de vez en cuando
dando gritos de vieja ardiente
La muerte tiene cuerda para rato
y yo que conozco sus trucos
yo que conozco su voz
yo que le sé hasta el ladrido
yo que me parezco a ella
como un mellizo fiel y resignado
yo soy la muerte también
y desde ahora soy eterno
La última cena
Y el gusano mordió mi cuerpo
y dando gracias
lo repartió entre los suyos
diciendo “Hermanos
éste es el cuerpo de un poeta
tomad y comed todos de él
pero hacedlo con respeto
cuidad de no dañar sus cabellos
o sus ojos o sus labios
los guardaremos como reliquia
y cobraremos entrada por verlos”
Mientras esto ocurría
algunos arreglaban las flores
otros medían la hondura de la fosa
y los más osados insultaban a los deudos
o simplemente dormían a la sombra de un espino
Pero una vez acabado el banquete
el mismo gusano tomó mi sangre
y dando gracias también
la repartió entre los suyos
diciendo “Hermanos
ésta es la sangre de un poeta
sangre que será entregada a vosotros
para el regocijo de vuestras almas
bebamos todos hasta caer borrachos
y recuerden
el último en quedar de pie
reunirá los restos del difunto”
Y el último en quedar de pie
no solamente reunió los restos del difunto
los ojos, los labios, los cabellos
y una parte apreciable del estómago
y los muslos que no fueron devorados
junto con las ropas
y uno que otro objeto de valor
sino que además escribió con sangre
con la misma sangre derramada
escribió sobre la lápida
“Aquí yace Mario Meléndez
un poeta
las palabras no vinieron a despedirlo
desde ahora los gusanos hablaremos por él”