Por Juan Cristóbal Mac Lean E.*
Crédito de la foto (izq.) Ulises Cabrera /
www.lostiempos.com
(der.) Ed. Plural
9 poemas de Cerro (2018),
de Juan Cristóbal Mac Lean
todo el día el viento
volviendo
………….…viniendo en sí
hablando en paja prava
……….……al sol de la ladera
susurro de las zarzas
todo el día
el viento dejado
al viento
roto el flanco
árida la luz
tierra rocas nubes cactus abismos pájaro
quebrada musgo árboles arroyo raíces
mariposas cactus incendio calaminas
flores linderos laderas perros humo
hombres retamas paja espinos riscos
eucaliptos vientos lluvia cascadas
colinas niebla piedras adobe sombras
pasos vacas sembradíos retamas
ladridos gritos ecos llamados
palabras
cerro
cerro de mi padre
el primero al que se le dio
entre los diluvios de mi infancia
por ir a trepar el cerro
por ir a perderse por el cerro
fue a mi padre
aquellos años que cubre
la hiedra del olvido
y se arrastran como pasto
de días pisoteados cumbres
caídas desde el sol
él volvía con la frente rasmillada
las sandalias rotas
los ojos llenos de líquenes
todos éramos felices
la mesa estaba puesta
los jardines partían lejos
pero sabíamos de la sombra
que traía del cerro
de los idiomas de quebradas
de la multitud de piedras blancas
sabíamos de aquellas heridas incurables
de aquellas estrellas avistadas a lo lejos
de las nadas y los riscos donde
mi padre caminaba y caminaba
bicho
va cruzando el sendero inmenso
ondulan sus espinas dorsales
dónde estarán sus ojos
…………..adelante negras las antenas
y verde después el tronco
amarillo hacia la cola
y las doce o dieciséis patitas
que suben esa piedra
no se cansan nunca de vivir
y al sol cruzan
el sendero inmenso
de estar yendo
cerro de mi madre
seguramente supiste más del cerro
antes de dar a luz
y seguramente volviste a saber más del cerro
antes de morir
y cuando yo llegaba a veces
de noche a tu casa
y estabas fumando
a oscuras en el balcón
como quien no hace nada
como quien sólo mirara
la sombra del cerro
cuando ya había pasado
todo lo que tenía que pasar
y no existía ningún consuelo
mirabas lo que podías
mirar del cerro por la noche
sin preguntarle nada
ya yéndote con él
a oscuras
de la higuera cae
en la oscura noche
la pesada hoja
envuelta en frío y en silencio
con su ruido de manantial
parado en seco
su ruido de pie
que tropieza
o de espera suprimida
eco sin origen
alertando el alma
que imploraba por el sueño
por el tiempo
hasta que vuelve
a caer
otra hoja
furtiva y sola
a la vera del silencio
nervadura que averigua
las reparticiones de lo oscuro
los materiales del incendio
escribo esta carta para ti sabiendo
que el sostenido de la letra
aguantará hasta otro domingo más
aunque se dispersen los carteros,
lleguen las guerras invisibles
y calladas en puertas, en aldabas
se acumulen las paredes del dolor
los sombreros dejados al pasar
y se habrá desleído la tinta, lo borroso
habrá gravado su impuesto
sobre la escritura fervorosa
y lo sostenido por la manzana
que elevabas en tu mano
cuando en tus ojos se aparcaban verdes
barcas encendidas destinadas
al naufragio-a-dos de los amantes
y sus letras sus nombres
escritos en cartas
dichos en la piel
seguirán quemándose –te lo cuento
en esta carta- seguirán ardiendo
en una inhallable hoguera
de palabras tontas y calcinadas por el amor
los enviados besos, los partes, las promesas
y el miedo acechando oscuro o un día
a la luz del día el miedo de que la Separación
reclame sus reales
y al cabo de muchos años
me encuentre escribiendo esto
esta noche que es un año nuevo más
y pasan los cometas por arriba sin cesar
e ignoro ya qué mirarás ahora en tu cielo
qué luces reflejarán tus ojos
toco esta lata
y ya no sé hacia dónde partió el origen
dónde están los charcos
en los que, lata, cayó
hundida hasta la mitad
y que toco
como si fuera el filo
del mar inmenso
zurcido
por la herrumbre de las olas
llegando en Pura Lata
a esta salvedad que toco
………..y me corta un dedo
me entrega a la sangre de mi sangre
que cae en el charco
………..donde otra vez lata
oxidada y hundida
refulge en su preciso lugar
………..bajo el indeciso sol
hace varios domingos
pensé que yo mismo era una página
arrancada
y desde hace mucho menos sábados
me dedico a coserla
puntada a puntada
con la ayuda de un primer viernes
al libro del que partió deshilachada
pero ya también se desprenden
otras páginas, dieciocho exactamente
que me las como tranquilamente
de rodillas el 24avo martes
que me mira pasar
a la velocidad del viento
llevando mi cesto de varios libros
que se caen y debo otra vez levantar
en la parada del autobús 56
mientras el mundo
da vueltas
y más vueltas