Por Miguel Falquez-Certain*
Crédito de la foto www.jacksonheightspoetryfestival.wordpress.com
7 poemas en prosa,
de Miguel Falquez-Certain
En este sentido el lector se halla ante un poeta clásico en grado de romper los esquemas, de violar la prosodia, de alterar la sintaxis y subvertir la norma. Por esto mismo unas veces alcanza los umbrales del hermetismo y lo sublime – por momentos incomprensible y nebuloso – y, otras, desborda la inmediatez expresiva y sonora del idioma – por momentos concreto y nítido. Además, porque casi siempre lo conceptual se complementa con el mito y la metáfora se yuxtapone a lo prosaico. [. . .] En suma, Falquez-Certain es un poeta de Occidente y de éste hace una instancia universal. Y en él, como se verifica en los grandes fundadores de la poesía moderna, inspiración y reflexión se transforman en imágenes sensibles que van más allá de la metáfora aislada, baladí y huera de cierta poesía postmoderna tan en boga hoy, sobre todo en las metrópolis ricas del Norte imperial.
Fabio Rodríguez Amaya
Università di Bergamo
Mañanayer es otra batalla ganada en la guerra contra la muerte, contra el silencio, contra el olvido. Reunir la obra poética de cuatro décadas y estructurarla como un “viaje en reversa” se constituye en un triunfo contra el fatalismo del tiempo, contra su unidireccionalidad. Al tiempo lineal, al tiempo de la guerra y de la muerte, se le contrapone un tiempo cíclico que promulga lo eterno. El viaje desde la rosa eterna, en el primer poema de la nueva colección, hasta la criatura en el acuario del viejísimo poema que la cierra, es un regreso al origen y una disolución del poder destructor del tiempo. Mañana y ayer, las dos palabras que se juntan, que aprisionan al silencio en su centro y lo destruyen, son una paradoja interminable que hace del tiempo un prisionero en la cuartilla. Esa palabra con aire de verbo intransitivo, como nevar, como llover, es una nueva refutación del tiempo en la eterna batalla entre lo temporal y lo eterno.
Gustavo Arango
State University of New York
7 poemas
El forastero
Wie, wenn ein Mensch sich nicht erinnern könnte, ob er immer 5 Finger, oder 2 Hände gehabt hat?
Würden wir ihn verstehen? Könnten wir sicher sein, daß wir ihn verstehen?
Ludwig Wittgenstein
¿Conoces al otro? No tiene dos manos ni diez dedos pero vive con nosotros. ¿Te es tan difícil conocerle, tal vez amarle? Sus murmullos te perturban y no puedes comprenderle. Habla de mares y laderas pero no puedes imaginarlos; tus ojos se cierran tercamente. Sin embargo, su lenguaje es el tuyo y su olor te recuerda al de tu infancia: las acacias florecidas en un verano sin retorno. ¡Mírale! Es él, habitando entre nosotros. No le cierres tu tinglado; él comprende sin palabras sin recordar su diferencia. Esa mirada de soslayo sólo tergiversa el texto. ¡Ámale! Solamente tus latidos te permitirán comprenderle.
Benny
On dirait que son phrasé accompagne au millimètre près les pas d’une danseuse étoile,
dont les pointes rebondiraient sur les tambours.
Gérard Arnaud
De tus ancestros yoruba y congo, de su palenque de esclavos, del olor del melado viene tu son. Cuando saliste de Santa Isabel de las Lajas, con el giro de la tómbola surgió tu encrucijada ― el salto a México y tu fusión con Dámaso. Sus cobres seguían a Machito y tú en medio de ellos, con la boina hacia atrás bien enfundada dejando ver tus cabellos apretados, tu tez canela, tu bigote perfectamente recortado, tu inmensa sonrisa blanca, tus cejas arqueadas, tu traje de pachuco y el eterno habano en los labios, entonabas tus canciones como sólo tú has podido hacerlo: no importaba que las letras fueran anodinas, tu voz suave, precisa, forjaba fuegos artificiales con las emociones y te burlabas entre dientes, parodiando el mundo con humor, saltando entre la música, frenético, elástico como un mimo, vertiginoso y, sin embargo, controlado, tu voz sedosa de tenor en medio de la percusión afrocubana, “¿Y tú cómo estás? Encantado de la vida”, el mambo volviéndolas locas con la Banda Gigante, tus sílabas saltan, explotan y retumban suavemente en las notas que le siguen, Bárbaro del Ritmo, Benny, guaracheando con el bobo de la yuca, te vas p’al pueblo porque hoy es tu día, los cobres de Dámaso estableciendo un diálogo con tus timbres inauditos, salta Benny, brinca, gira como un trompo, yoruba y congo cortando caña en el central, “No, Pérez Prado, que me provocas”, te vas echando un pie por el campo, moré-no único, cántame a la vida, baila en el guateque, Benny, gira, gira, gira con la guajira en el tambor, tu voz se lanza ebria repiqueteando sobre los cueros, qué bárbara, Benny, vamos al vacilón, Benny, sigue para siempre con tu nota, Sonero Mayor.
(de Usurpaciones y deicidios)
Artes culinarias
El achiote cruje en la cocina expandiéndose en el aire. Hoy es sábado y estamos “muertos para el mundo”. Esos viernes tempestuosos que se alargan tercos en amaneceres turbios nos dejan exhaustos. Preparas un sancocho suculento en donde cada vitualla adquiere una individualidad marcada. Las entrañas de las aves y un paté criollo se degluten con un Marqués de Riscal. Las sartenes vuelan y caen por el suelo; te has quemado y la adrenalina te sube por los cielos. Pero ese olor a culantro y a cebolla pacifica tu intolerancia con los objetos.
Mis escritos han sido clisados en un país remoto. Escuchas sin mucha atención mis “textos” en donde un pensamiento trata de liberarse con la ayuda de un ensueño verbal. “No lo entiendo”, me dices al desgaire mientras muerdes delicadamente una yuca tierna, perfumada de esencias caribes. Trato de explicarte la razón de la anadiplosis, por qué trasunta el fervor de una existencia abandonada. Sin embargo, la yautía y el picante de la sopa nos despejan el olfato atolondrado, casi adormecido. El placer de un platón le da el mentís a cualquier derivación existencial.
Retorno al sabor
Los manuscritos rotos, el marco fraccionado cuestionando la verdad de la mentira, el sabor a fresón-con-nata de lo que desdice el decir contorneado de la fresa que saborea la mentira de un batido que reniega el contorno del sabor, que no lo dice y, sin embargo, explica “La cien” que contradice a Bobby y a Ricardo ― el sabor, las enmiendas de los años sesenta ― la emasculación de los decires, de las campanas tocando a tocsin.
No hay que cuestionar el crecimiento de los vellos desenfrenados, absurdos. ¿Acaso? Tal vez habría que regresar a Colombia y desmentir doce años de ausencia: “Pregúntales a todos si se enteraron”. El rey y la cruz resucitando del pasado adormecido. Es menester que decidamos.
Retos nocturnos
Un trazo de tus dedos deja rodar el carboncillo sobre la hoja jibia. Dos puntos ensañados crujen el papel. Poco a poco mi rostro surge irreverente, arrojando improperios como en los peores momentos de una juma negra: “Tonta, majadera”. Tus manos huesudas se desplazan por el papel con una agilidad de gacela. El reto de una lengua fenecida, o acaso exótica, hace que el corazón trepide en premoniciones triunfales. Pero tu labor minuciosa y rápida prosigue en el deambular de una noche enfebrecida y lúcida. Caminas sin descanso, abres libros como si se tratase de una pena de muerte. Yo camino y bebo y me río en el desorden hierático de unas imágenes televisivas mudas que saltan al compás de la “Missa Luba”. Es insaciable esta necesidad olfativa, este deseo abrasante de comprenderlo todo. “Ex-libris” escribes en las sortijas de mis cabellos dibujados y reposas. Es necesario que ahora hagamos el amor.
Palabras mayores
Y hay días en que nos olvidamos de amarnos. Las contumelias brotan de nuestros labios con venganza y la tristeza queda arrinconada en la cocina con el resto de los platos rotos. Teóricamente no entendemos la violencia, esa traílla de animales sintéticos que destripan las buenas intenciones. Entonces no es fácil volver a la ternura. El indulto reverbera lejano, inalcanzable en el oasis. Nos tornamos bazucas de desatinos e injurias y siempre hablamos de terminar. Se nos hacen hostigantes estas cuatro paredes inconclusas.
Súbitamente la película se congela y la adrenalina vuelve entonces a su ritmo pacífico. Y tú, voluntarioso, repleto de martingalas, te me acercas sonriente como si nada hubiese sucedido. Aquello de “maldito sea el día en que te conocí” hay que relegarlo al olvido; se trataba de tu plano kabuki aconsejándote el melodrama. Olvidar. Ah, tus artimañas de niño travieso crean idilios y charadas: dejas de ser enervante para morder la fruta de un nuevo desafío. Lejos quedan ya la truie, nuestras cerdulescas injurias. Mañana nos despertarán los cardenales.
Interior holandés
Otros días salta la vara rabdomántica: nos volvemos excesivamente tiernos. Jugamos con Mickey Joe traspasándonos en su crujir de oso los más elementales regocijos. Él nos mira impávido sin saber cómo reaccionar. Vicariamente nos desmadejamos en un déjame-estar goloso atiborrado de caricias y palabras dulces. Entonces miramos a la luna. Esta noche nos parece hermosa, probablemente única. No se dan notas discordantes ante un hogar caldeado que nos recuerda aquellos hipocaustos romanos sobre los cuales alguna vez leímos juntos en la Enciclopedia británica. Probablemente creemos que desembocamos en un sueño en donde nuestras queridas mujeres nos ofrecen una vez más la seguridad de la infancia.
El elemí del baúl lo encontramos suntuoso; la yema del dedo se estremece al tocarlo. Todo se vislumbra hermoso, lleno de matices, como si estuviéramos de nuevo en los años sesenta bajo el influjo de un hongo mágico. Volvemos a abrazarnos y cuestionamos con deleite nuestro amor inconmensurable. Nos damos un beso antes de acostarnos.
(de Proemas en cámara ardiente en Instituto de escritores
latinoamericanos de Nueva York. Premio de poesía 1988 (1989)