7 poemas de «W.W.» (‘Mujer maravilla’, 2021), de Henry Ariemma

 

Poemas por Henry Ariemma*

Traducción al español por Chiara De Luca

Crédito de la foto (izq.) Ed. Kolibris /

(der.) el autor

 

 

7 poemas de W.W. (‘Mujer maravilla’, 2021),

de Henry Ariemma

 

 

¿Porque silencio no esperas

inesperada, impropia palabra

de la voz y canto como oscuridad

perdida sombras al ser,

indiferente como por vago tener?

 

 

 

Hablábamos de tamaños…

No para el cielo y el mar

o probadas irrealidades

matemáticas de ladrillos

escotados para un sentido.

¿Hablábamos de las dimensiones

para bibliotecas perdidas

para las palabras quemadas

más eternas que el resto

que no entran en la vida?

Hablábamos de un gran corazón…

Entonces pegando piedras

bastiones para espacios de sol

suave, dulce en el apretón

de las manos, abrazo

y sonrisa, vecina noche.

 

 

 

Con un viento siempre suave

acompañaba presente sol:

era como al mar por encima

de las rocas en esas montañas

blancas talladas todas

respirando vapores de hierbas

cortadas perfumadas a flores

y tú leyendo en las escaleras

como sobre los diez elefantes

de marfil para subir y pedirte

–destino burlón– quién sabe qué

que no recuerdo, y dijiste:

«tienes el almuerzo contigo, así que siéntate».

 

Principio con muchos almuerzos

encuentros entre distantes, en tres

o cuatro con tus amigas…

Amigo caballero encontrando espacio

indistinto para verte

pero de vez en cuando sucedía el saqueo

bucanero que veía lejos

tesoros, que hay que vaciar enseguida…

 

En la torre blanca contigo

siempre en esas horas que daban

justo sol en cada estación:

otros encallaban soldados

al mediodía que se iba,

ocupados yendo para casas…

 

Y llenamos silencios vacíos

hablándonos de ojos

bajo las mil palabras de compromiso

hechas páginas exterminadas

como de terrones a las tierras para sembrar:

días lentos de una película

sin velocidad a los gestos

medidos, enjaulados por el fluido

griego de las miradas al tratar

propias carnes jóvenes

en la línea mortal.

 

Y eran tus ojos

los que hablaban y los de la amiga

interesados, el juego adecuado

para perder todo…

 

Llevaba el pelo negro

recogido a los tuyos y la curva

de la sonrisa revelaba los dientes,

acuerdo sutil en teclas

blancas sobre los labios:

un buen sonido el suyo

pero tú eras música.

 

 

Me toma la mano,

invertido papel poderoso

de hoy, pero quizás de siempre

a quien hospeda en casa amor.

No le di importancia, de hecho

susurré que no sabía

cuál de las dos, escondiendo

evidencias, pero ella esperaba

diciendo: «¡declárate!»

 

Palabras hermosas: eres tú o ella.

Pero silenciosa de pelo

suelto, lo querías?

 

Ese sí era del tamaño de un mar

esperando gestos tangibles.

Y si te pido, vamos a la villa

vecina y ven, ¿es tangible?

Yo diría como el mar, a menos que

se espera mar desde el faro.

 

Vamos a villa Torlonia, dices

cerca de nuestros estudios y caminando

escuchas las ambulancias de un accidente

de tráfico cerca del hospital y preguntas:

«¿Qué ha pasado?…» y estás a punto

de detenerte y te digo que no nos importa

para demostrar que yo quería que nada

se supiera entre nosotros, pensando: ¿quiero

comerte viva con besos y piensas en otra cosa?..

 

Ese gesto tangible esperábamos

tontos hablando, cuando era yo

el gesto que hacía devenir paraíso

los jardines vinculados a tu belleza

porque la fuente respetaba el código:

dame tu señal

como tu amiga la mano…

 

Caminamos sobre la tierra ocre

rozando las flores que no somos,

secas fuentes sin nuestros besos

al borde sentados en cóncava mano vacía.

Las palmas umbertinas y los pinos

cerca de los cipreses hablaron

para nosotros el resto al castillo cerrado:

nosotros jóvenes llenos de otros días

pensamos que como estos

otros eran presagios de eso,

tan llenos…

 

 

 

Como si fuera escalera

este amor, pequeñas subidas

cada día acumulo

cielo cuando un beso

cada temporada

hace volar…

 

¿Y además de travertinos y pasos

leves, ebrios ubicuos?

 

¿Para decir dónde y quiénes somos?

La respuesta no importa

porque ahora somos…

¿Más que cualquier soledad corona

y cetro por mar y cielo,

brújula para ser?

Juntos?…

 

De hecho, estamos perdidos.

¿Y poco nos avergonzábamos

tal vez de tocarnos vecinos

dando la espalda a los caminos

y a mano la fusión,

preludio de los ojos?

Esperé antiguo

de los mil doscientos años

caballero, listo para los duelos

por tu palabra en respuesta

a cortés gesto y nunca entendido

el respeto que entierra el amor:

de tenerte y perderte la llave

a romper destinos para ganar

con la vida mal montado divino mal…

 

Empecé a rejuvenecer los siglos

–creía– leyendo antes moralistas

franceses y luego los de la sospecha,

última escuela siempre a caballo

de algo, con las guerras a estos años

al doblar los mil dentro de mí.

 

Consciente irracionalista, te llamo

ahora más fuerte sin tantos códigos

para detener el fluido que me une a ti.

Y tú contenta confirme que nos veremos

en el mismo lugar cerca de las escaleras

marmóreas y sólo Dios puede saber

aparte del viejo caballo que río

cruzaría y aún más ancho

para llegar a tus orillas,

tu castillo.

Te he estado esperando…

 

 

 

Y cada minuto revestía

caballero al nitrito de tranvía

espacios de mundo adelgazado

a ver el perfil oscuro en la placa,

seco borde de la luna para sumergirse.

 

¿Qué pensar? ¿Golpear

al corazón de tantas preguntas…

Hinchado, inflamado, llamando

después de días y respondes: «He venido,

¿Cuánto esperaste? Esperé

incluso dos horas, a veces…»

 

Así que no fui un caballero

ahora, doblando fuerte el acero

Junger, ¿tenía que esperar más…?

 

¿Y si nunca has venido?

 

Ahora sí, estamos perdidos

pero aún no para siempre.

 

De los caballeros tenía temple

no por otra razón que porque hice

mis silencios a quien dio a luz

sin ejemplo ni corazón

a los únicos castigos y agravios

su ignorancia a negar

y negar toda libertad

por miedo, comodidad

de no saber y querer

más modernas complicaciones.

Y así absteneos de la música

de los bailes, de los amigos y de la ropa

de las peligrosas lecturas

y del saber, porque sin embargo:

“Para qué sirve”, mejor un centavo

ahorrado para nosotros…

Y aquí está el código dentro de mí:

de quien sin nada camina,

respeta a quien nada da,

porque sin embargo, acumulación de nada

es esta vida y paciencia:

 

Ya a los cuatro años el ejemplo

de quien no puede equivocarse, siempre listo

a cuidar y justificar deficiencias

volitivas de otros y para hermanas o compañeros

en cada camino…

Esto nunca mezclarse, a ser

solos porque mal educados a la nada

entre sillas pequeñas, sin estar

con los hombres para evitar corrupciones

y peleas sin nunca hablar con las mujeres

dignas de un profundo respeto…

 

 

 

«Sólo estudia y escucha a la maestra…»

Mientras que otros vivían su estudio

sin importancia a los ojos de quién los cuidaba…

Justificados ellos y nunca el solitario

antes las conspiraciones de las mesas pequeñas:

“porque quien se porta bien y habla

poco no puede equivocarse…”

 

Héroe de tolerancia, Job

con la piel aún marcada

en la mano por las tres estocadas

a lápiz de la primera Sonia

que pregunta: «¿Duele?…»

Después del primer agujero, digo no,

y ella me da dos más de ellos…

Sin pestañear, me voy,

es una costumbre nacida en casa.

 

Primeros años en el pony en el kinder

siempre ordenado y puntual, en la sección

junto a una tal hermana que venía

a pedir lápices perdidos

y otros papeles o cuadernos…

 

Contemplaba ya libertad en los demás

del hablar diferente a su fantasía

para mí desconocida y escuchaba

verificando la verosimilitud

en mi sala de control:

como llamando a todo pulmón

¡Demian, demian, demian! el heladero

que de vez en cuando llevaba a las hembras

helados sin pagar y meditaba

incrédulo a expensas del nombre…

 

Y así en el primer día de primaria

importante para mí, listo

a la hora correcta para el camino

me dijiste: no te preocupes

es el primer día, ni siquiera están

observando… por favor, que sea tarde.

Me has dejado solo e incluso pudiendo

acompañarme en clase, a la llegada

estaban todos sentados y me tomé

el rebote de la maestra Laura

–la de la tienda de pinturas–

escribió mi nombre en la pizarra

para el retraso con yeso nunca cancelado

y a la vuelta te dije todo en orden,

y tú: “¡Has visto!…”

 

Y los días terminaron el año,

ahora cruzando la calle

se va a un edificio de enfrente

lo de los más grandes que lleva al tercero:

 

en el segundo te veo, la primera vez

a acelerarme el corazón y aunque

tienes las maneras rudas, poco

amables de quien se defiende

porque bella, has entendido el silencio

mal disimulado en los ojos para preguntar:

“¿Te gusto de verdad?”. Más curiosa que disponible

levanto el dedo medio y a defender

de los maestros niego para perderte

una vez…

 

Al tercer cambias y te quedas callada,

ese modo de volverse loco de puro gesto:

así que bebes apoyada en la pared y te beso,

robo ese beso y has llamado

los maestros de siempre sacándome…

 

Es el último año, ahora entiendo:

la soledad se puede llenar

con la vida de los libros y los grupos pequeños

remediar con fuentes

literaria. A la verificación la maestra

respondió de esta importancia

y me digo a mí mismo que estoy listo,

armado para entender…

 

Confundiendo a tal inclinación

se decide por esa escuela

técnica pero sobre todo lejana,

tan lejos como sea posible a

dejar desempaquetar la carne fuera

de ojos y corazones indiferentes.

 

Comienza el maratón cada mañana

aún oscura, transitando terminal

y autobuses sin fin para llegar

en secciones sin mujeres o como máximo

dos y sin ti.

 

Cuántas veces me he pregunté:

¿qué estoy haciendo? Para responderme,

tomemos este diploma

pero sobre todo, nunca fallar

porque en familias sin amor

es un chantaje sin fin.

 

Buscando consuelo.

 

 

 

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(poemas en su idioma original, italiano)

 

El poeta Henry Ariemma

 

7 poesie da W.W. (‘Dama maravigliosa’, 2021),

da Henry Ariemma

 

 

Perché silenzio non attendi

insperata, impropria parola

dalla voce e canto come buio

mancato ombre all’essere,

indifferente come per vago tenere?

 

 

 

Parlavamo di grandezze…

Non per il cielo e il mare

o comprovate irrealtà

matematiche di mattoni

scollati per un senso.

Parlavamo di grandezze

per biblioteche perse

alle bruciate parole

più eterne del restante

che non entrano nella vita?

Parlavamo di grande cuore…

Allora incollato pietre

bastioni per spazi di sole

tenue, dolce nella stretta

alle mani, abbraccio

e sorriso, vicina notte.

 

 

 

Con un vento sempre lieve

accompagnava presente sole:

si era come sul mare sopra

le rocce in quelle montagne

bianche scolpite tutte

a respirare esalati d’erbe

tagliate al profumo di fiori

e tu a leggere sulle scale

come sopra ai dieci elefanti

d’avorio per salire e chiederti

-beffardo destino- chissà cosa

che non ricordo più, e hai detto:

“hai il pranzo con te, allora siediti”.

 

Inizio ai tanti pranzi

a ritrovarsi tra distanti, in tre

o in quattro con tue amiche…

Amico cavaliere trovando spazio

indistinto per vederti

ma capitava ogni tanto il predone

bucaniere che avvistava lontano

tesori, da inabissare subito…

 

Sulla torre bianca con te

sempre in quelle ore che davano

giusto sole in ogni stagione:

altri incamminavano soldati

al mezzogiorno che defilava,

impegnati ad andare per case…

 

E colmammo vuoti silenzi

a parlarci d’occhi

sotto le mille parole d’impegno

fatte sterminate pagine

come di zolle alle terre per seminare:

giorni lenti di un film

senza velocità ai gesti

misurati, ingabbiati dal fluido

greco degli sguardi al trattare

proprie carni giovani

nella linea mortale.

 

Ed erano gli occhi tuoi

quelli parlanti e dell’amica

interessati, il giusto gioco

a perdere tutto…

 

Portava capelli raccolti

scuri ai tuoi e la curva

del sorriso svelava i denti,

accordo sottile in tasti

bianchi delle labbra:

un bel suono il suo

ma tu eri musica.

 

 

 

Mi prende la mano,

invertito ruolo potente

d’oggi ma forse di sempre

a chi ospita in casa amore.

 

Non gli ho dato peso, anzi

bisbigliato che non sapevo

chi delle due, a nascondere

evidenze, ma lei sperava

nel dire:»dichiarati!”

 

Belle parole: o tu o lei.

Ma silente dai capelli

sciolti, volevi? 

 

Quel sì era grande come un mare

aspettando gesti tangibili.

E se ti chiedo andiamo alla villa

vicina e vieni, è tangibile?

Direi come il mare, tranne se

si aspetta mare dal faro.

 

Andiamo a villa torlonia, dici

vicina ai nostri studi e nel camminare

senti le ambulanze d’un incidente

stradale vicino l’ospedale e chiedi:

«ma cosa è successo?…» e fai

per fermarti e ti dico non ci interessa

a dimostrare che non volevo nulla

frapporsi tra noi, pensando: voglio

sbranarti a baci e pensi ad altro?…

 

Quel gesto tangibile aspettavamo

tonti al parlare, quando ero io

gesto a far diventare paradiso

i giardini legati alla tua bellezza

perché la fonte rispettavo codice:

dammi il segno tuo

come tua amica la mano…

 

Camminammo sull’ocra terra

sfiorando i fiori che non siamo,

secche fontane senza nostri baci

al bordo seduti in concava mano vuota.

 

Le palme umbertine e i pini

vicini ai cipressi parlarono

per noi il resto a chiuso castello:

noi giovani pieni d’altri giorni

pensammo che come questi

ne erano presagio altri,

così pieni…

 

 

 

Come se fosse scala

questo amore, piccole salite

ogni giorno accumulo

cielo quando un bacio

a ogni stagione

fa volare…

 

E oltre ai travertini e i passi

lievi, ebbri come ubiqui?

 

Per dire dove e chi siamo?

A risponderne non importa

perché ora siamo…

Più d’ogni solitudine corona

e scettro per mare e cielo,

bussola per essere?

Insieme?…

 

Infatti ci siamo persi.

 

E poco vergognavamo

forse di sfiorarci vicini

battendo le spalle ai cammini

e a palmo la fusione,

preludio degli occhi?

 

Ho aspettato antico

del mille e duecento anni

cavaliere, pronto ai duelli

per la tua parola in risposta

a cortese gesto e mai capito

il rispetto che seppellisce amore:

dell’avere e perderti la chiave

a sfondare destini per vincere

con la vita cavalcato divino male…

 

Ho cominciato a svecchiare i secoli

–credevo – leggendo prima moralisti

francesi e poi quelli del sospetto,

ultima scuola sempre a cavallo

di qualcosa, con le guerre ai quest’anni

al raddoppiare i mille dentro me.

 

Consapevole irrazionalista, ti chiamo

ora più forte senza tanti codici

a frenarmi il fluido che lega a te.

E tu contenta confermi il vederci

nello stesso luogo vicino le scale

marmoree e dio solo può sapere

oltre il vecchio cavallo quale fiume

avrei attraversato e ancora più largo

per arrivare alle tue sponde,

tuo castello.

 

Ti ho aspettata…

 

 

 

E ogni minuto rivestiva

cavaliere al nitrito di tram

spazi d’assottigliato mondo

a vedere il profilo scuro nella lastra,

secco bordo della luna per tuffare.

 

Che pensare? fare pugni

al cuore a tante domande?…

Gonfio tumefatto, chiamo

dopo giorni e rispondi: «Sono venuta,

quanto hai aspettato? Ho aspettato

anche due ore, qualche volta…»

 

Quindi non sono stato cavaliere

ora, piegando forte l’acciaio

di junger, dovevo aspettare ancora?…

 

E se non sei mai venuta?

 

Ora si, ci siamo persi

ma ancora non per sempre.

 

Dei cavalieri avevo tempra

non per altro perché fatto

silenzi miei a chi diede natali

senza esempio né cuore

ai soli castighi e dispetti

loro ignoranza a negare

e negare ogni libertà

per paura, comodità

di non sapere e volere

più moderne complicazioni.

E così bando alle musiche

ai balli, agli amici e vestiti

alle pericolose letture

e al sapere, perché tanto:

“a che serve”, meglio un soldo

da parte per noi…

Ed ecco il codice dentro me:

di chi senza nulla cammina,

rispetta a chi nulla dà,

perché tanto, accumulo di nulla

è questa vita e pazienza:

 

Già ai quattro anni l’esempio

di chi non può sbagliare, sempre pronto

ad accudire e giustificare mancanze

volitive d’altri e per sorelle o compagni

in ogni percorso…

Questo mai mischiarsi, ad essere

soli perché mal educati al nulla

tra sedie piccole, senza stare

coi maschi per evitare corruzioni

e litigi a mai parlare alle femmine

degne di profondo rispetto…

 

 

 

«Studia e basta e ascolta la maestra…»

Mentre altri vivevano loro studio

senza importanza agli occhi di chi li badava…

Loro giustificati e mai quello da solo

ai complotti dei tavoli piccoli:

“perché chi si comporta bene e parla

poco non può sbagliare…”

 

Eroe di sopportazione, giobbe

con ancora marchiata la pelle

nella mano dei tre affondi

a matita dalla prima sonia

che chiede: “fa male?…”

Dopo il primo buco, dico no,

e me ne fa altri due…

Senza battere ciglio me ne vado,

tanto, è un’abitudine nata a casa.

 

Primi anni a pony nel kinder

sempre ordinato e puntuale, alla sezione

accanto una detta sorella che veniva

a chiedere matite perse

e altri fogli o quaderni…

 

Contemplavo già libertà negli altri

del parlare diverso a loro fantasia

per me ignota e ascoltavo

verificando plausibilità

nella mia stanza dei comandi:

come un chiamare il gelataio

a squarciagola: demian, demian!

Che ogni tanto portava alle femmine

gelati senza pagare e meditavo

incredulo a scapito del nome…

 

E così al primo giorno di elementari

per me importante, pronto

all’ora giusta per il cammino

mi hai detto: non ti preoccupare

è il primo giorno, neanche stanno

a guardare… Ti prego dico, facciamo tardi.

Mi hai lasciato solo e anche potendo

accompagnarmi in classe, all’arrivo

erano tutti seduti e mi sono preso

Il rimbrotto della maestra laura

-quella del negozio di vernici-

ha scritto il mio nome sulla lavagna

per il ritardo con gesso mai cancellato

e al ritorno ti ho detto tutto a posto,

e tu: «hai visto!…»

 

E i giorni sono passati a finire l’anno,

ora ad attraversare la strada

si va a una palazzina di fronte

quella dei più grandi che porta al terzo:

 

al secondo ti vedo, la prima volta

a farmi battere forte il cuore

e anche se i modi sono rudi,

poco gentili di chi difende

perché bella, hai capito il silenzio

malcelato negli occhi a chiedere:

“ti piaccio vero?”.  Più curiosa che disponibile

faccio dito medio e a difendere

dai maestri nego per perderti

una volta…

 

Al terzo cambi e diventi silenziosa,

quel fare ai modi da impazzire puro gesto:

cosi bevi appoggiata al muro e ti bacio,

rubo quel bacio e hai chiamato

soliti maestri strattonandomi…

 

È l’ultimo anno, ora capisco:

alla solitudine si può riempire

con vita dei libri e ai gruppetti

esclusivi ovviare con fonti

letterarie. Alla verifica la maestra

rispose di quest’importanza

e mi dico sono pronto,

armato a capire…

 

Fuorviando tale inclinazione

si decide per quella scuola

tecnica ma soprattutto lontana,

più lontana possibile a lasciare

spacchettata la carne fuori

dagli occhi e ai cuori indifferenti.

 

Inizia la maratona ogni mattina

ancora buia, transitando terminal

e autobus senza fine per arrivare

in sezioni senza donne o al massimo

due e senza te.

 

Quante volte mi sono chiesto:

cosa sto facendo? Per rispondermi,

prendiamo questo diploma

ma soprattutto, al mai fallire

perché in famiglie senza amore

è di ricatto senza fine.

 

Cercando consolazione.

 

 

 

 

 

*(Los Ángeles-EE. UU., 1971). Poeta. Reside en Roma. Sus poemas han aparecido en revistas y litblog especializados. Para Ladolfi publicó los poemarios Aruspice nelle viscere (2016) y Arimane (2017). Con Un gallone senza kerosene fue finalista (2020) en el Premio Internacional Gradiva, Anterem, Carver. Prevista para el 2021 la traducción al Inglés del libro para Gradiva Publications.

 

 

 

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*(Los Angeles-EE. UU., 1971). Poeta. Vive a Roma. Suoi componimenti sono apparsi su riviste e litblog specializzati. Per Ladolfi pubblicato le raccolte di poesie Aruspice nelle viscere (2016) e Arimane (2017). Con Un gallone di kerosene è risultato finalista (2020) al Premio Int. Gradiva, Anterem, Carver. Prevista per il 2021 la traduzione in Inglese del libro per Gradiva Publications.

 

 

 

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