Por Chiara De Luca
Traducción al español por la autora
Crédito de la foto (izq.) la autora /
(der.) Ed. Kolibris
7 poemas de Titti. Poemas y fotografías
para perros y niños (2020),
de Chiara De Luca
El ático es la cubierta del barco
de la Casa que en el cielo cabecea
y el malvado pirata no logra hundir.
La viga de carga es el mástil
osando en la nieve el amerizaje,
cabalga las olas de viento con estro,
lanza un ancla de nubes en el fondo
del mar de topacio que se abonaza.
Cuando el sol inunda el tablado
del puente, son meridianos de sombra
las velas extendiendose sobre la madera
en cuadrantes de luz marcando las horas.
Más allá de las Columnas de Hércules
tan presente al tiempo contigo junto a mí
navego en aguas desconocidas día adentro.
Quién diría que eres la misma
que si yo camino trota a la par
si corro se precipita al galope,
con tus patitas demasiado cortas
en este duro mundo de gigantes,
pequeña liebre que en círculos anchos
órbitas en el pasto mientras en el centro
yo me deslumbro fijando el movimiento
seguro y elegante de tu cuerpo
si se vuelve remolino indistinto,
satélite ardiente desde el interior
estalla en un enérgico concierto
de gruñidos para marcar el tiempo
y el acento de los pasos hasta que
lentamente esfuman en el silencio;
si cambia el ritmo de la danza
no porque ya estás cansada
sino lista para explorar palmo
a palmo el libro dienso de la hierba:
pasando con la punta de la trufa
las páginas con pereza intelectual,
descifrando la densa grafía del olor
procedes rápido si corre la historia,
te retrasas en una página no clara;
sigues una línea casi borrada
en la estela olorosa descolorida
que solo dejes si la has reconstruida;
te concentres en la metáfora osada
de una línea de efluvio estratificada,
cerrando los ojos leyes vorazmente
las notas al margen de las huellas
de alguna extraña criatura voladora
con los ojos agarrados del horizonte;
te adentras en la hierba alta lentamente
en las notas al pie de página del viento
dejadas por los desayunos de la gente,
truchas traídas por la emanación
de la nota escrita junto al lago
por el guano de un ánade real,
examines atentamente el olor
leyendo la sugerencia presaga
de pequeños pasos con dedicación;
observes el capitular plateado
del penacho de plumas silvestres
en sello oloroso de la ópera verde;
sigues seria una pista que se remonta:
orejas frágiles de hojas secas con puntas
arrugadas por la tormenta nocturna;
fijas una sinécdoque de mechas
perfecta para interpretar sin defectos
si estaba bien el posible rival
o estaba enfermo, triste, enojado,
si entre las líneas se ocultan peligros,
rastros de presas, cacas, carroñas
sobre las que rolarse de las orejas
à la cola para disfrazarse en caso
de que de pronto llegue el enemigo.
En el parque siempre hay mucho que hacer:
encontrar entre tantos palos lo mejor
jugar a perseguirse, sacar los dientes,
hundirlos en la madera con decisión
oscilando en el aire como babuinos,
atrapar a la bola en movimiento,
sacudirla como si fuera una presa,
lanzarla al aire, retomarla al vuelo,
ejecutarla y desfilar con gritos altos
para perseguir una hoja bailarina,
una rama gimiente en el viento,
un ala de ave oculto o mariposa
en movimiento en el pasto alto,
el pez saltando para volver a flote
la guapa lagartija bailando la rumba
la mirla avispada lista a la guerra
el topo astuto que perro no turba
el faisán gritando alto en la espesura,
la rata que se hace pasar por muerta,
la urraca que si la apuntas se enfada
y dispersa las gaviotas en la arena,
la broma de luz en una chispa
de rocío brillando en el suelo
que el ámbar de tus ojos conserva
y cuando levantas la cabeza brilla.
Bufones, bromistas, pequeñas
manos, tus orejas saben imitar
los pensamientos que entendo
observando las constelaciones
dibujadas en el aire por tus asas
suaves que saben vibrar de alegría,
flaquearse por tedio o tristeza,
aumentar prestando atención,
enredarse en la incomprensión,
enroscarse en punta en el encuentro,
flexionar un poco en el desconcierto,
aplanarse sobre el cráneo en defensa,
apuntar directamente para la ofensa.
Qué hacer con las palabras en el fondo
si puedes escribir historias en el aire.
Estamos dudando en cruzar
la gran avenida llena de sol
a la derecha un motorista
en la distancia,
a la izquierda nadie,
o eso creo.
Cuento las hojas
nuevas en las ramas y aquellas
caídas en las veredas dentro
de un mar dorado que encrespa
un viento ligero en rápidas ondas.
A la derecha un hombre detene
el coche elegante para que pasemos
con gesto brusco indica fastidiado
frente a él la avenida arbolada.
A la izquierda el motorista
está a punto de frenar
– todavía vacilamos en el sol –
El motorista pasa corriendo y sonríe.
El hombre del auto se pone morado el rostro
zumba acelerando con una blasfemia
da gas y desde la ventanilla
me insulta gritando.
Una sonrisa sella mi ingratitud
– sólo tu cola no se detiene –
mientras vacilamos felices en la luz.
Como al estreno de un gran
concierto espero cada vez
este momento
cuando entre humanos
sólo es desconcierto,
y desearía nunca ser
existida o ser en el viento.
Con los dedos te rozo la cabeza
las perlas de la columna vertebral
las orejas como pequeñas alas
las hojas de tus pestañas apretadas
sobre el ámbar de las gemas
en la sombra en duermevela.
Tu vida me tiene
atada a la vida
que me diste, criatura
presente, poesía de la naturaleza,
nacida como una invitación a la fiesta
de existir finalmente del absoluto
abandono de animal malnacido.
Voy a poner mi oreja en tu pecho
el día implode en el sonido acunador
de vísceras como entre valvas
de concha un recuerdo de olas.
Me quedo y escucho en el centro
del coro de tu corazón el solo:
el pecho se levanta, el pulso escala
paso a
paso
a
paso
el cielo
al acecho en lo alto
del tragaluz
no oigo nada más que el más allá
de silencio que se funde al aliento.
El negro intenso cedió a la llegada
inesperada del blanco alrededor de la barbilla
casandose en el cuello con la corola de la calla
cerrada que el tiempo no ha podido rozar.
Es polvo en gerberas de plata
sobre el vientre desde siempre rosado,
gotea en riachuelos a los lados del hocico,
en anillos alrededor de la trufa
piedra que aflora del flujo,
espolvorea las pestañas de harina
la frente de arena cinerina
de papos de chopos las alas
de las orejas y las gafas
crema donde arden las perlas
de ámbar intacto de tus ojos.
Es nieve en el centro de la espalda
cresta suave que se agota precisa
en la espina dorsal hasta la espiga
del penacho de oro de la cola.
Me doy cuenta del tiempo transcurrido
– multiplicado por los signos en el cuerpo
se dice siete años para uno nuestro –
desde nuestro primer indelebre encuentro.
Me arrepiento de cada momento
sustraído al juego, a las carreras,
de cada mordida, cada caza, cada salto,
perdido en los meses de desconcierto
de cada momento privado
de pura alegría perdida,
en una caricia no dada
de toda queja indebida
de cada hora no consagrada
hasta el borde a la vida.
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(poemas en su idioma original, italiano)
7 poemas de Titti. Poesie e fotografie
per cani e bambini (2020),
di Chiara De Luca
Il sottotetto è il ponte della nave
di Casa che nel cielo beccheggia
e il pirata non sa più affondare.
La trave portante è albero maestro
osando nella neve l’ammaraggio,
cavalca le onde di vento con estro,
getta un’ancora di nubi sul fondale
del mare di topazio che abbonaccia.
Quando si riversa il sole sulle tavole
del ponte, sono meridiane d’ombra
che si allungano sul legno le candele
su quadranti di luce a segnare le ore.
Oltre le Colonne d’Ercole del mondo
così presente al tempo con te accanto
navighiamo a vista al largo del giorno.
Chi direbbe mai tu sia la stessa
che se cammino trotta al passo
se corro si precipita al galoppo,
con le tue zampette troppo corte
in questo duro mondo di giganti,
piccola lepre che in larghi cerchi
orbiti sul prato mentre al centro
m’incanto fissando l’andamento
certo ed elegante del tuo corpo
se diventa un turbine indistinto
satellite che ardente dall’interno
esplode in un energico concerto
di grugniti per scandire tempo
e accento dei passi fino quando
lentamente sfumano al silenzio
se cambia il ritmo della danza
non certo perché sei già stanca
ma pronta per scrutare spanna
a spanna il libro spesso dell’erba:
girando con la punta del tartufo
le pagine con piglio intellettuale,
decifri la densa grafia dell’odore,
rapida procedi se scorre la storia,
indugi su una pagina non chiara.
Segui una linea quasi cancellata
sulla scia odorosa un po’ sbiadita
che lasci solo se l’hai ricostruita.
Ti concentri sulla metafora ardita
di una riga di effluvio stratificata,
chiudi gli occhi, leggi avidamente
gli appunti a margine d’impronte
di qualche strana creatura volante,
con gli occhi appesi all’orizzonte.
T’inoltri nell’erba alta lentamente
su note a pie’ di pagina del vento
lasciate dalle colazioni della gente,
trotti portata dall’emanazione
della nota scritta in riva al lago
dal guano di un germano reale,
scruti l’odore con attenzione
leggi il suggerimento presago
di piccoli passi con dedizione.
Osservi l’argenteo capolettera
del ciuffo di penne selvatiche
a odoroso suggello dell’opera.
Segui seria una traccia che risale
fragili orecchie di foglie secche
arricciate in punta dal temporale.
Fissi una sineddoche di ciocche
tesa a interpretare senza pecche
se stava bene il possibile rivale
o era malato, triste, arrabbiato,
se tra le righe si celano minacce,
tracce di prede, cacche, carcasse
dove rotolarsi tutta dalle orecchie
alla coda per confondere le tracce
travestirsi in caso l’altro arrivasse.
Al parco c’è sempre molto da fare:
trovare tra tanti il miglior bastone
farsi inseguire, sfoderare i dentini,
affondarli nel legno con decisione
oscillando in aria come babbuini,
acchiappare in corsa l’infida pallina,
sbatacchiarla come fosse una preda,
lanciarla in aria, riprenderla al volo,
giustiziarla e slanciarsi con alte grida
per inseguire una foglia ballerina,
un ramo che geme nel vento, l’ala
di uccello nel folto o della farfalla
il movimento sospetto nell’erba,
il pesce in salto per tornare a galla
la bella lucertola che balla la rumba
la scaltra merla in assetto di guerra
la talpa furba che cane non turba
il fagiano che grida alto nel folto,
il topo che nascosto si finge morto,
la gazza che se la punti si arrabbia
e disperde i gabbiani sulla sabbia,
lo scherzo di luce in una scintilla
di rugiada ammiccante per terra
che l’ambra degli occhi conserva
e quando rialzi la testa ne brilla
Esitiamo ad attraversare
il grande viale pieno di sole
a destra un centauro
in lontananza
a sinistra nessuno,
o così credo.
Conto le foglie
nuove sui rami e quelle
cadute sui marciapiedi
in un mare dorato che increspa
in rapide onde il vento leggero.
A destra un uomo ha frenato
l’auto elegante per farci passare
con gesto brusco indica scocciato
di fronte a sé il viale alberato.
A sinistra il centauro sta per frenare
– per dispetto esitiamo ancora nel sole –
il centauro passa sfrecciando e sorride.
L’uomo dell’auto paonazzo d’acredine
romba e sgomma con una bestemmia,
dà gas e dai vetri m’insulta a gran voce.
Un sorriso sigilla la mia ingratitudine
– soltanto la tua coda non si ferma –
mentre esitiamo felici nella luce.
Buffone, burlone, piccole mani
le tue orecchie sanno mimare
i pensieri muti che posso capire
solo osservando le costellazioni
assunte in aria dalle morbide ali
che sanno vibrare forte di gioia
fiaccarsi per tristezza o per noia,
tendersi in alto nell’attenzione
spianarsi nell’incomprensione,
arricciarsi in punta all’incontro
flettersi un poco nello sconcerto
appiattirsi sul cranio per la difesa
puntare dritto se pronte all’offesa.
Che farsene in fondo delle parole
se puoi scrivere nell’aria le storie.
Come la prima di un grande
concerto attendo ogni volta
questo momento
quando tra umani
è soltanto sconcerto,
e vorrei non essere mai
esistita oppure nel vento.
Con le dita ti sfioro la testa
le perle della spina dorsale
le orecchie come piccole ali
le foglie delle ciglia serrate
su ambra di gemme di brace
in ombra nel dormiveglia.
La tua vita mi tiene alla vita
cui mi hai data, creatura
presente poesia di natura,
nata come un invito alla festa
di esistere infine dall’assoluto
abbandono d’animale malnato.
Ti poso l’orecchio sul petto
il giorno implode nel suono cavo
cullante di viscere come tra valve
di conchiglia un ricordo di onde.
Resto e ascolto nel centro
del coro del cuore l’assolo:
il petto si leva, il battito scala
passo dopo
passo
dopo
passo il cielo
in agguato dall’alto
del lucernario
non sento altro che l’oltre
di silenzio che al respiro si fonde.
Il nero intenso ha ceduto all’avvento
inatteso del bianco attorno al mento,
sposa sulla gola la corolla della calla
schiusa che non ha sfiorato il tempo.
È polvere in gerbere d’argento
sul ventre rosaceo da sempre,
cola in rivoli ai lati del muso,
in anelli attorno al tartufo
sasso che affiora dal flusso,
cosparge le ciglia di farina
la fronte di sabbia cinerina
di pappi dei pioppi le ali
delle orecchie e gli occhiali
crema dove ardono le perle
d’ambra intatta dello sguardo.
È neve al centro della schiena
lieve cresta che precisa si sfina
sulla spina dorsale fino alla spiga
del pennacchio d’oro della coda.
Mi accorgo del tempo trascorso
– moltiplicato nei segni sul corpo
si dice sette anni per uno nostro –
dal nostro primo indelebile incontro.
Rimpiango ogni singolo momento
sottratto al gioco, all’inseguimento,
ogni morso, ogni corsa, ogni salto,
smarrito nei mesi dello sconcerto
ogni istante privato
di pura gioia perduta,
in una carezza non data
ogni sgridata non dovuta
ogni ora non consacrata
fino all’orlo alla vita.
*(Italia). Poeta, fotógrafa, videógrafa y traductora de inglés, francés, alemán, español, portugués y holandés. En 2008 creó Edizioni Kolibris, una editorial independiente consagrada a la poesía extranjera en la traducción. En 2015, creó la revista internacional Iris News, dedicada a la poesía en traducción, literatura migratoria, bilingüismo, artes y fotografía. Su sitio web es www.chiaradeluca.net