Por Juan Santander Leal*
Crédito de la foto (izq.) Ed. Overol /
(der.) el autor
7 poemas de Sed y sal (2020),
de Juan Santander Leal
Querida levadura del mundo:
que la boca del invierno
murmure una noche calurosa,
las raíces que abran el cemento
y un pasillo respire cerca mío.
Que el ruido del maíz entrando al saco
a veces me distraiga de mis nervios,
y que el viento se confunda de dialecto
cuando vuelva a dirigirme la palabra.
Que ningún sentimiento amanezca en su casa.
Abre una estación, se pone candado a otra,
hundo la cara en el amasijo de mis manos.
La ansiedad acelera los columpios
bajo árboles de verde casi negro,
todavía avanza el imperio de la loza sucia,
todavía está lúcido el mecanismo del reloj.
Clavos, zanahorias, sillas de playa,
la plaga controla unas hojas del naranjo.
Vengo hacia las flores con la más delgada vida,
vengo a recoger los alambres oxidados.
Miras la silueta de una higuera
acostada en el centro del cansancio
y las velas revisan en tu pieza tiritando
la expresión facial de cada cosa.
Ese vaso de agua representa
la saliva que perdiste haciendo clases
y hay una bacinica limpia,
un rosario colgando en el respaldo de la cama.
De vez en cuando una constelación
coincide con las moscas de tu techo,
los buenos alumnos alucinan con poco.
Necesito vapor para esta ventana,
una pausa que dure más de una noche,
la cortina amanece en el suelo y durmiendo
no puedo volver a los días futuros.
Un murmullo clasifica mis ideas,
la luz asegura que mi cara
es un símbolo no visto hace semanas.
Descansar es mirarse de cerca
deteniéndose en cada defecto.
Paseas por la playa en invierno
estudiando inestable la espuma;
te olvidas cuidadosamente de algo.
Yo te ayudaría, pero no sé cómo.
Revolvería sin fuerza el agua salada
como una abuela que sostiene su taza,
confundiendo quietud y delirio.
Tus párpados como pétalos quemados
encuentran el sol entre nubes espesas.
Pasa el viento al que tanto le temes,
ese aliento que has escuchado siempre.
Vemos débiles y valientes
formamos jerarquías
como en un baile de máscaras
organizado por las máscaras.
La noche sabe hacerse a un lado
y recibir nuevos recuerdos,
el desierto haría crecer voces,
pasar ríos y animales si pudiera.
¿Dejaremos que nos acaricie nuestro enemigo
a cambio de poder acariciarlo nosotros?
Amplios son los barrios que aún reciben cartas,
un concierto de letras envueltas en un sobre
para el hibisco amarillo o para el pasto marchito.
El cartero toma su manubrio con indiferencia
frente a un quiosco abandonado. En el semáforo
los deportistas vagan por el arte de la tarde.
Amplios son los barrios que ya no reciben cartas,
una mascota duerme bajo el sol como una vértebra,
el cartero avanza en espiral y rompe la nube sobre él.
*(Copiapó-Chile, 1984). Poeta. Ha publicado en poesía estás (2009) y Cuarzo (2012) reunidos junto a la plaquette Agujas en La destrucción del mundo interior (2015), Hijos únicos (2016), la plaquette Nueve lugares (2017) y Sed y sal (2020). Poemas de su último libro forman parte del álbum Que ningún sentimiento amanezca en su casa (2020) grabado por el autor junto al músico Enrique Elgueta (Maifersoni).