7 poemas de «Rebuzno propio. La dicha de los dinamiteros» (1976), de Leoncio Bueno

 

Por Leoncio Bueno*

Crédito de la foto (izq.) Arte/Reda Eds. /

(der.) Nancy Dueñas-

Casa de la Literatura Peruana

 

 

7 poemas de Rebuzno propio.

La dicha de los dinamiteros (1976),

de Leoncio Bueno

 

 

La pesadilla del miedo embotellado

 

Hace muchos años emprendí largo viaje alrededor del miedo,

monte sobre los hombros del planeta Wúlmar,

comprendí, era muy poca monta

para cubrir extensión tan dilatada.

Tuve que hacerme el sinvergüenza,

entrarle a las patadas,

hacerle trampas en el juego.

Pedí al Miedo mostrarme una proeza:

meterse en un rincón de mi mamadera de pisco

llena de cocktail Mólotov.

Desde entonces tengo al Miedo embotellado

y tendidas las riendas al planeta.

 

Leoncio Bueno, a los 17 años.
La Libertad-Perú, 1937

 

Asnografía

 

Cojo la pluma y nada

cada vez soy más zopenco

Quevedo

 

Tumbo y retumba pero aun no suena,

ni truena

mi escuálido quirquincho.

Siembro, podo, barbecho. Siembro,

vuelvo a podar, aparejo

sin descanso, mas no veo

crecer mi verdolaga.

Ando, trajino, sudo

la gota gorda hollando

estrambóticos senderos,

y siempre estoy reptando a tientas

lejos de mi propio recoveco.

¿Hasta cuándo no voy a articular mi rebuzno propio?

Hiervo, cocino, aderezo, sirvo

y a la postre cuaja, pero no cuaja

mi propia salsa.

Tiempo ha que machaco y le doy de alma

a esta mollera chúcara

por saborear deveras mi sandía.

 

 

De inga y de mandinga

 

Pues soy el palo bardo que apalea,

el palo que porfía, parla y pala.

Mi fuerza está en el palo, no en la pala,

mas me sale con fuerza la empalada.

Soy el mulato tranca que se embala,

que hala, hala y hala.

Las pitucas del coro me hacen fieros,

yo me río

y me voy de parranda y me rocío

y mi palo florece y se hace franco.

A la larga les mando

cada vez más a fondo con el palo.

 

 

 

La dicha de los dinamiteros

 

La violencia es una forma de felicidad.

¿Contra qué se dispara una reventazón?

Contra los privilegios.

Los privilegios constituyen el relajo de los poderosos.

Ganarse la vida en un horno de ladrillos

                 no es ningún relajo.

Los ladrilleros huelan la felicidad de siglo en siglo

cuando encienden la Revolución.

Un albañil no construye palacios para él,

pero se las arregla para volarlos

y saborear la dicha de los dinamiteros.

 

El poeta Leoncio Bueno trabajando en su taller de baterías en Comas-Lima.
C. 1970
Fuente: diario El Comercio

 

Acto de contricción

 

Acúsome mamá, pues, quise ser poeta.

Osé bastante temerariamente adentrarme en la aventura. Mas

acúsome, pues fui ladino,

mendaz embaucador, pueril farsante,

mentí, estafé y abusé de la confianza

de los amigos y la buena gente.

Perdóname por todas mis locuras;

tú sabes, si no salí adelante

no fue por mi mala cabeza

―o falta de ignorancia―

fue más bien por no tener bisagras

y, un exceso de bronca.

 

 

 

Sociedad de consumo

 

Altamente importante resulta

echarnos ojito los unos a los otros,

comprobar que somos cotizados,

que cada día crecen las ofertas,

nuestro poder de compra,

nuestro precio;

esta curiosidad por vernos, por sobarnos,

medirnos, sopesarnos,

desollarnos, madrugarnos, devorarnos,

los unos a los otros.

 

El poeta Leoncio Bueno escribiendo en su casa de Lurín (Perú)

 

Otra vez la inmensa mayoría

 

La inmensa mayoría es cero a la izquierda en habilidad,

carece de sentido común,

le falta caballos para irse arriba,

no ha aprendido a sonreír,

a hacer veinte genuflexiones por segundo,

a hablar con galanura,

a tocar todas las puertas;

sin embargo, la inmensa mayoría,

puede hacer estallar el mundo.

 

 

 

 

 

*(La Libertad-Perú, 1920). Poeta, periodista, obrero. Desde muy joven trabajó como peón agrícola en la hacienda Casa Grande, en donde conoció a los anarcosindicalistas y apristas, quienes le recomendaron que para dar discursos, arengas o redactar volantes aprender a escribir, y para ello tenía que leer, por lo que comenzó con los clásicos y poesía. Migró a Lima a los 19 años, donde trabajó como obrero textil y de construcción civil mientras ingresaba en el ámbito literario, periodismo y militancia política. En 1944 fundó, junto a Rafael Méndez Dorich y Emilio Adolfo Westphalen, la revista Cara y sello. Fundó el Grupo Obrero Marxista (1948), donde participaron poetas como Rafael Méndez Dorich y Emilio Adolfo Westphalen. Luego fundó el Grupo Intelectual 1ero de Mayo (1956) que realizaba recitales poéticos y publicaba cuadernos de poesía. En 1957 participó en las invasiones a las pampas del distrito de Comas (Lima). Continuó trabajando como redactor en revistas literarias y su trabajo en su taller de baterías en el distrito de Breña (Lima). Estuvo en prisión por temas políticos, la primera en la cárcel Central de Varones (1948) por llamar “sirviente del capitalismo al entonces presidente peruano Bustamante y Rivero, y la segunda en la isla penal El Frontón por instigar contra el gobierno del presidente el General Odría. Obtuvo el Premio Casa de la Literatura Peruana (2016). Ha publicado en poesía Al pie del yunque (1966), Pastor de truenos (1968), Invasión poderosa (1970), Rebuzno propio (1976), La guerra de los runas (1980), Los últimos días de la ira (1990), Cantos al sol de Cieneguilla (2014), entre otros.

 

 

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