Por: Alejandro Sebastiani Verlezza*
Crédito de la foto: ©Vasco Szinetar
No solemos prestar suficiente atención a los sonidos que nos rodean. De hecho, tendemos a ignorarlos, apartarlos de nosotros como si se tratara de pequeños animales molestos. Atravesamos marañas sonoras sin inmutarnos: voces, ruidos de tráfico o construcción, jingles publicitarios, música ocasional que sale de alguna casa o una tienda benevolente. Cancelamos este entramado que conjuga tantos decibeles con un gesto automático, aprendido por la fuerza, sin percatarnos de que, con ello, nos empobrecemos radicalmente. Estos poemas de Alejandro Sebastiani Verlezza dan cuenta de esto. Son textos abiertos drásticamente a la brutalidad del sonido, textos que se dejan invadir por cadencias foráneas. Sebastiani Verlezza da cabida, por medio de ellos, a una subjetividad completamente abocada a lo auditivo: el verso se ve interferido por sílabas indómitas, ajenas; el yo se disgrega por momentos en ruido. Estos poemas atraviesan la constelación sonora de nuestra cotidianidad con los oídos bien abiertos para venir aquí, a la página, enriquecidos con lo que han hallado, repletos de lujo ronco. Nos restituyen aquello que nos ha sido arrebatado con la sordera nuestra de cada día.
Adalber Salas Hernández
En estos poemas de Alejandro Sebastiani Verlezza percibo un movimiento interrumpido, que avanza, que se atasca y retrocede. Y de pronto camina, obviando la dictadura de los puntos y los paréntesis. En este momento recuerdo a Valéry, los ensayos geniales de Valéry. Los poemas como partituras, por ejemplo. ¿Eso intenta Sebastiani? El poeta francés decía que el simbolismo y, específicamente, buena parte de lo escrito por Mallarme, se produjo por querer trasladar el lenguaje musical al lenguaje escrito, es decir, al poema. Del instrumento musical (¿violín o violoncelo?) a la cuartilla. Al final, para Valéry y también para Umberto Eco eran lo mismo: viajar desde la partitura a la partitura, del remitente al remitente. Era la época en que los poetas querían ser directores de orquesta y compositores, alemanes y austríacos, nacidos en Berlín o Viena, preferiblemente. Triunfar desde Kaliště, como Mahler, sucede pocas veces. Ahora bien, en esta selección de poemas habita Chet Baker y su calma trompeta; y habitan, cómo negarlo, otras influencias jazzísticas de mayor o menor evidencia. La tarea es poder leerlos o escucharlos, a ellos y a Sebastiani; es decir, acercar nuestro ojo y nuestro oído, elementos imprescindibles para la degustación poética.
Néstor Mendoza
7 poemas de Melancholic jam session (inédito),
de Alejandro Sebastiani Verlezza
Otro carpe diem
Quisiera describir un paisaje.
Pero estoy fuera.
Me falta una leve conexión.
No logro entrar.
De pronto así.
Se trata de otro sábado.
Lacónico, impertinente.
No pasa nada. O eso parece.
Quizá mi percepción falle.
Los oídos suenan (poco).
Afuera, rompen la piñata.
Mayores sorpresas no hay.
Tiros. Ambulancias.
Una fiesta ronca en la tela de la madrugada.
Todo cóncavo, solo.
Pero no. Así no.
Ah, esto bajo.
Sin mood.
Yo quisiera hoy un paisaje que me describa.
Todo secamente.
Me interesa dejarte, hoy, en el hueso.
Sí. El pasaje hacia tu muro.
Huir de la morada metafórica.
Quedarme en el rumor, rotura, eso que emerge.
Los ojos ahí, mirada con inundación de fondo.
Yo. O lo que puede ser yo.
En esa esquina.
Apenas, respirando.
La ráfaga. El lento centelleo.
Estoy pero lateralmente.
Que la marea navegue cerca del pensamiento.
Que registre sus baches.
Que estos rayones me hablen.
Algo así como poner un micrófono (adentro).
Escuchar morosamente.
Cada grumo deslizándose.
Esa materia.
Las alusiones.
Lo no dicho.
El piso roto.
Si doy con eso.
Opaco paso de la ráfaga.
Voy contento.
F, tedium
Cansado. Los mismos trópicos.
El amor. La muerte. La noche
y su larga nada.
Cansado no. Harto.
Aburrido de estos rones insípidos.
Por eso recurro a ti.
Como si nada más pudiera decirse.
Como si lo expresado quisiera devastarse.
Escribe el aburrimiento, dice F.
Escríbelo. Échale sal.
Es un pescado.
Pero yo no tengo red.
La mía está rota.
Sólo recojo algas, latas.
Pero susurra, SUSURRA.
Algo. Un gorjeo.
Di: llegamos al fin del asombro.
(¡llagamos!)
No. Quizá vamos hacia el basurero del mundo.
(2046, esa desmemoria)
El tren es una caja. Humeante. Parada.
Sin conductor. Sin motor. Sin dirección.
Como una acechante y oculta enfermedad.
Quizá.
Tal vez.
Quizá.
Pap pap, susurra eso, insiste.
El sonido. El enemigo.
Déjalo que hable y diga ya no hay nada.
Ay, lengua sin jaula.
Muy poco logra brotar.
Las formas quedaron deshabitadas.
Queda el ritmo.
Un punto seco.
Lento, rítmico.
Sin misterio.
Lo desollado es ganancia.
Aquí, solo lo físico.
El dedo golpeando una superficie.
Estos amagos.
Voz de Nadie.
Nadie.
Nadie disfrazado de mendigo.
Nadie.
Ese recuerdo oceánico que eclipsa todo pensamiento.
Mood
Verme fuera de esta lengua
y encontrar el rumor
que llame y rellene mi forcejeo
–eso que de este lado desconozco–
me alejo de casa si oigo b a u m
ese sonido que no termina de cuajar
me explica
–en paradoja–
mejor
mucho mejor
que mi lengua no mía
–hace falta algo más que gritar en sus entrañas–
pero hay otros
momentos
extraños
si digo
ejem
domanda
allí se suelta el desvelo
me gusta detenerme
ahí ahí
lanzar ese puente en voz baja
–casi duermevela–
domanda eres demanda
yo de ti domando algo
y ay
cuando aparece esta rendija
como si dos destinos
se cruzaran sin saberlo
en el roce de sus ropajes
Melancholic jam session
qué es la espera
sino el deseo de aniquilarla
–quizá su negación–
el vaso colmado de humo
calmo abismo
susurro de ceniza que aún no se desmorona
tras la ventana se va borrando el rostro del paisaje
porque llueve grueso
y te provoca un trago de paciencia
–a mí jalón de cerveza en el columpio–
cómo esperar
n o
l o
s é
–variaciones sobre la obsesión por la realidad–
y seguro responderás
desaparecer
diluirse
borrarse con el viento
volar en el tartamudo adeus
“i see you soon”
never
“addio”
el cielo se acaba
ser uno con el cansancio
jodido mood
“c`est finite” y su enferma dimensión de las cosas
solamente pam pam pam
pa-pam pam
–trompeteo de Chet–
y un descanso
salto atrás
hacia el sueño que me lanzó en bocanada a esta fractura
Tedio
pequeños
circulitos
amenos
sumisos
parlotean al infinito
y se levanta el Guaire salvaje
“ahí está este disfraz de lo real ahí está”
“¿ellos no forman parte de nosotros?”
“¿así se lanzan tus hados?”
––esto no es poesía mister Di es la risa de un voluble–
¿sabes cuándo vendrá este mes?
es una ruleta que se detiene en cualquiera de nosotros
porque el mundo está remendado con estos pálidos alambres
––¿y entonces no hay algo banal en todo esto?
perdona
tú
son los tedios de la vuelta
–malditas maletas cuándo aparecerán–
recordar destruye
por eso el refugio tras la rendija
sus vapores emergen como la basura furiosa de tu río
Another soul
ayúdame a entrenarme
–enterrarme–
en el silencio
te pido
apágala
apágala
que su ardor estalle solo adentro
y la piedra me haga rodar
y rodar
hacia el sincomienzo de mi balbuceo
allí
solo yo podré resolverme
nadie
–pero nadie–
será perturbado por esta confidencia
te lo pido
no diré ya dio
–prometo–
solo ese ojalá que rueda debajo de mi piel
quizá
haga algo
ya ya
por mí
y esta compulsión susurrante
es otra vez el asedio
palabra sin eco
dádiva
hilo
apenas sobreviene
solitaria
melodiosa
en forma de tú
Orar arar
lo foll
se lanzó al camino
cantando
y dijo ansiedad
para huir de la acedia
sostuvo ese ánimo mucho rato
entonces pellizcó la cuerda
y luego del escupitajo
esto soltó
no me diga foll
tampoco fool
mejor follia
que me abarca más
y mejor si es de a dos
adiós al que se perdió en el camino
mientras distraído iba en los malabares de su cabeza
mejor es soltarse
que permanecer
fijo y sin aderezo
en la isla de uno mismo
solo el liviano
rehúye de su furia
¿no te parece?
mira
que lo foll
entonces
sea nuestro
busquémoslo
por todas partes
y no solo basta el saludo
sino compartir su grave dicha
*(Caracas-Venezuela, 1982). Poeta, ensayista, profesor. Ha publicado: Posdatas (2011), Derivas (2013). Junto con Adalber Salas Hernández ha editado las compilaciones poéticas: Tramas cruzadas, destinos comunes (2013) y Destinos portátiles (2015). Ha participado en los proyectos expositivos: Ciudad volátil, arquitecturas transitivas de la vanguardia caraqueña (2011), Confluencias (2012); Caracas horizontal (2013) y Manifiesto país (2014). En el 2013 participó en la residencia para escritores de Axóuxere Editores, en Galicia, en donde indagó en las relaciones entre el diario y la poesía.