7 poemas de Leonardo Martínez

 

 

Por: Leonardo Martínez

Selección de poemas: Fredy Yezzed

Crédito de la foto: Silvia Castro

 

 

7 poemas de Leonardo Martínez

 

 

Los ojos de lo fugaz

 

a Ornella Balestreri-Devoto

 

I

¿Qué música me mira?

 

Desde tapiales derruidos

acechan

mañanas de labranzas

viciosas siestas

atardeceres de un corazón sin muertes

 

¿Qué música me oprime?

 

Todo viene del mar o la montaña

del cielo o del abismo

Todo viene en algo dormido

Anterior al murmullo de las hojas

o al grito de las bestias

encerrado en las piedras

 

¿Qué música está mirándome?

¿Es la música del puñal

cuando calaba hondo

y suplicabas

y tus ancas se abrían al arado de la perduración?

 

¿Quién compone esta música oída con los ojos?

 

La miro gotear en la oscuridad

y mi corazón

se escurre como lágrima

y lágrima escarchada

es mi corazón en la oscuridad

 

¿Qué manos acunan el candor de esa música?

¿Qué manos acunan el candor del porvenir?

 

Toco lo que no fui y huelo al solitario derramar en sueños

la materia de su noviazgo fértil

 

Lo que soy toca la grandeza de la fugacidad

En mi ceguera palpo el presente despellejado

 

II

 

Alguna música me ama

se interna sin límites

clava sus agujas

y me susurra el secreto

del viejo maestro

 

Escucho

 

-Las palabras despertarán al alba

cuando los caballos atraviesen el horizonte

y el niño sentadito ante la tropilla al galope

huela los colores terrosos azafranados negros

de reales frontinos y malacaras

perdiéndose en reflejos por el oriente

y el día se extienda levísimo

y la desconocida que llevamos en las entrañas

empiece su baile ciego

y en una espiral si retorno

arrastre al niño

al vértigo del principio

 

 

 

Posible conversión

 

Belleza y verdad

Corremos persiguiéndolas

y seguro ellas quedaron atrás

Igual el amor que sentimos siendo niños

al canto de los pájaros

con la honda tensa listos

y la pedrada justo dándoles

en el corazón de su música

 

Marchitos ahora

no podemos restaurar lo perdido

Inaugurar quizás un mundo

donde pedrada corazón música verdad belleza

fueran agua donada

por el vendaval de la gracia

 

 escribania-de-vivos-y-muertos-leonardo-martinez

 

Has vuelto

 

I

Apareces con tu madre en dos fotografías

Una nítida

enero de  1942

zoológico de Buenos aires

otra borrosa al lado de un corral de cabras

febrero de 1942

estanzuela serrana La Bebida

al este de San Fernando del Valle

Clandestinos en ambas

envueltos en disimulos

No hubo rastros de un especial cariño

Tus tíos y abuelo fueron padre y madre

Curioso preguntabas qué vientre fue tu origen

Tiempos del decoro y de la sociedad de la sangre

en los cuales

la mentira el destierro o la muerte

eran los cimientos de un orden fijo

Tu caso fue sólo ocultamiento y falsía

y un increíble amor hacia el chiquillo que eras

en el páramo de los solterones

 

II

 

Madre

no te busco entre los idos

Te siento dándome la vida cada hora

de pie ante el desvalimiento

que te hizo tan bella y desgraciada

La separación fue una herida en nuestras almas

a puro cielo abierta

 

III

 

En la maleza de la vigilia

curas tu preñez dolida

la disonancia del desgarro

el adiós diciéndote

-¡nunca tuve un hijo!-

-¡jamás amé!-

No necesitabas corazón entonces

Lo guardaste junto a los trapos de la infancia

Pero ahora brilla y no envejece

Palpita como si fueras una adolescente

volando hacia tu novio

y él hacia vos tísico y delirante

 

IV

No puedo ser inflexible o duro

Aunque el poeta diga

yo hablo con dureza a los muertos

porque hay que hablarles duro

Tu infortunio conmueve y te hace mía

desde la nochecita en que acoplados

mi padre y vos fundieron en pan de oro

los abismos

las cimas extrañas

y  el paraíso de un cielo nuevo

 

V

Yo te salvo madre mía

Plenitud de las mareas

Vindicta eres de todos los vejámenes

Alabado sea tu vientre

y el fruto a perpetuidad naciendo

en los ciclos de los ciclos

Así sea

 

(De Los ojos de lo fugaz)

 

 

 

La preñadita

 

    a Ana María Cossio

                               y Delfina Teran

 

 

Arrastra sus tetas por la vereda

siempre a mi derecha

siempre al trote

con pasitos cortos

Sus ojos son lámparas gemelas

No me atrevo a mirarlos

su luz es amor a quemarropa

Por la calle

el ilustre director de orquesta

va de frac en bicicleta

Esta noche hay concierto sinfónico

y músicas estentóreas o dulcísimas

sonarán en el teatro colmado

Mientras tanto pedalea

sudoroso bajo su frac impecable

El profesor escandinavo

camina hasta los torrentes del cerro vecino

para recibir el bautismo de la espesura

los naranjos salvajes los durazneros bárbaros

desnudo al sol

bailando entre las aguas

En la montaña

las manos de esa mujer elegante

arrancan seriales dodecafónicas

de un piano embravecido

Los sonidos se elevan

y caen al rozar el cielo

Bajo la estatua de una señora robusta

en la plaza de la ciudad aldea

un hombre en pantalones cortos

se agacha para levantar un pichón

Lo pone en el bolsillo de su camisa

y a grandes trancos

sube la calle que lo lleva al monte

La tetudita se arrima

frota su panza en mi pierna

y lastimera trata de alcanzar mi mano

¿Parirá en un baldío

o en las escalinatas de la catedral

junto a los pordioseros?

El filósofo barbudo enseña marxismo

y pensamiento antiguo

otro induce a replantear la historia

y el pintor hace cantar los colores

en la absurda realidad del hambre

Una fábrica de azúcar se levanta

sobre las cuevas donde el familiar

espera a su jornalero víctima

Al cabo de la amazonia

en un trópico de orquídeas azahares y parásitas

los poetas son rilkeanos

Pero el incienso de los templos

no achata el espesor de los sentidos

La preñadita lame mis manos

retozo con ella

rasco su lomo

su cogote collarejo se funde al mío

somos amantes explícitos

cargados de futuros hijos de dolor dichoso

El director de orquesta todavía pedalea

El escandinavo se baña desnudo en el torrente

El gorrioncito es el corazón

del hombre de los grandes trancos

La furiosa dama abre su quimono

y nos dona todas las vanguardias

El pintor ilumina los sótanos

y saca agarrado de la nuca al familiar rollizo

Los poetas rilkeanos han muerto

Los azahares las orquídeas las parásitas

enmarañados protegen antas osos hormigueros

zorzales escarabajos lechucitas

El filósofo marxista

abandona su herbario de palabras

Lo encandila un picaflor

dardo irisado que liba los néctares del valle

El verano viene apurado de relámpagos y lluvias

Ella se echa junto a un montón de basura

Desaparecen las nubes

y zumba una cuerda en el arco iris

Sólo entonces

en el umbral del verano

empieza a parir

la preñadita

 

(De Las tierras naturales)

 

 libro-3

 

SANTIDAD DE LA TIERRA

que cría los cuarzos

como cría nuestro amor

en inaguantables presiones

desencuentros

para destellar tornasol

carcomido después

diamante leproso

 

 

En las mañanas

me siento ante una mesa infinita

con el cuaderno abierto

y escribo versos que no son versos

parecieran más bien tiras de piel

huesos vísceras palabras de infierno

echados a volar a un viento inmóvil

Estar lejos es como estar muertos

Pero vives

me aprisiona el blancor de tus manos

y clamo como el divino Herrera

buelve tu luz a mí, buelve tus ojos

antes que quede oscuro en ciega niebla

 

 

Vida de nadie

diástole sístole

ola del corazón dormida en luz helada

Afuera llueve adentro llueve

El agua borra los colores de la infancia

Es la caÍda

cuchillo clavado

en la espesura de los aires muertos

Vos y yo semejantes próximos

frente al espejo que reprocha

la miseria del amor huido

Fue por un instante

hoguera mínima

en extensos pajonales donde la vida

es insecto lobo comadreja garza

CaÍn y Abel Pandora Prometeo

Ciego tacto

Luego matamos amor juntos trabados

Con lenguas brazos pies y encadenados

Sintiendo la muerte en jaula viva

Cabezas sin tronco extremidades dispersas

amor las suelda y las consume

en frio fuego

olvido

 

(De Jaula viva)

 

 

 

De la infancia

 

I

 

De la infancia queda todo intacto

Clausuras llenas de plegarias

palabras como flores marchitas

amonestaciones de próceres

quemándose en cielos de sequía

besos y caricias guardados

en un corazón de monedero

 

Nunca fuimos más paganos.

Ríos montes desiertos

eran nuestro cuerpo

 

Como pequeños dioses

amábamos el placer

su pelambre de seda

Así creamos jardines

de pájaros visionarios

paraíso de palomas

que todavía ensayan su vuelo

en mi corazón desterrado

 

II

 

Recuerdo

los cuchillos de azogue de la siesta

y el calor enredado en las moscas del jardín

un verano

¡ hace tantos años!

Recuerdo

un pedazo de tristeza

recortado y pegado en el cuaderno

de estampas

junto a San Antonio

ojos de miel

Recuerdo

el callejón de los talas

donde el viejo de las pesadillas

desgarraba con uñas de mica

el agua tierna de las acequias

 

III

 

Entonces

nos gustaba mirar

las puestas de sol

hundirnos en la sombra caliente

y soñar

Entonces

¡ay! rezábamos

cumplíamos penitencias de rodillas

comulgábamos

las rodillas callosas y escamadas

con una paspa dura y seca

También

guardábamos secretos

envueltos en hilachas de oraciones

dentro de un corazón apasionado

Eran secretos penosos

hermandades presentidas

complicidades con las sombras leves

que empezaban a velar los cuerpos

 

IV

 

En la arboleda se labraba el silencio.

Pájaros enmudecidos rasgaban el aire

El sol colaba por las altas ramazones

pedacitos de luz

para depositarlos en la tierra dormida

La arboleda era el palacio

de dioses ambulantes

se mecía como una nave de lentos adioses

En la arboleda soñábamos

mientras los insectos en vuelo

enturbiaban la siesta

Viciosos

dejábamos correr los sueños

hasta alcanzar un incendio

que languidecía veloz

en abandonos

 

V

 

El ruido de las grandes crecientes

nos precipitaba

a la oscuridad abrasadora

como un ensalmo

Hincados ante el río

y su olor a tierra desbocada

nos asomábamos al vértigo de los remolinos

Después

en el lecho de las aguas primerizas

nuestros cuerpos desnudos

recibían su bautismo salvaje

Gozosos celebrábamos

las espumas y crestas

la alegría lechal de la corriente

Pero el aguamadre del verano

se deslizaba por la infancia

hacia un cielo de humo

breve como un sueño

donde un niño muerto

juega a orillas de la memoria ciega

 

(De El Señor de Autigasta)

 

leonardo-martinez
El poeta Leonardo Martínez

 

La estirpe antigua

 

Se va la estirpe antigua

como un puñado de aire

sombra tenue

que deja  de nombrarse

Nunca más trashumará los montes

para buscar la madre de los vientos

Las flores los capullos

se acabaron para siempre

en el espejo vivo de sus ojos

Los caballos dormirán

un sueño de relámpago

y la voz del campo sonará

para los pocos

que puedan escucharla

 

Se fue la estirpe antigua

Quedamos solos para estirar el tiempo

 

(De Tacana o los linajes del tiempo)

 

 

 

 

 

*(Catamarca-Argentina, 1937). Estudió música en la Escuela Superior de Música de la Universidad de  Tucumán, en donde fue docente hasta 1980. Desde 1990 reside en Buenos Aires. Ha recibido distinciones nacionales y provinciales. Su producción abarca once libros, Tacana o los linajes del tiempo, Ojo de brasa, El señor de Autigasta, Asuntos de familia y otras imposturas, Rápido pasaje, Jaula viva, Estricta ceniza, Las tierras naturales, Los ojos de lo fugaz y su reciente antología Escribanía de vivos y muertos, entre otros.

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