Por Ana Martins Marques*
Traducción al español por Chiara De Luca
Crédito de la foto (izq.) Rodrigo Valente –
www.suplementopernambuco.com.br /
(der.) Kolibris Ed.
7 poemas de La vida submarina (2019),
de Ana Martins
Jardín
Si el jardinero abandonara a medias su trabajo
y cansado se sentara en una silla
y gastase toda la noche
bajo rosas gordas que sólo son rosas
y ciegan de felicidad
mientras el jardín
en sí mismo
se retuerce
sacándose de adentro
el sexo enredado de las camelias
y la muerte y la locura de los lírios
y el aburrimiento suburbano de las guayabas
bajo conmociones antiguas
quizás se sentiría un poeta
mirando el poema
que no sabe acabar.
Mapa
Elegí la ciudad
– un punto oscuro en el mapa,
rodeado por el silencio.
En la ciudad
hay una casa que espera,
hay un verano que espera,
rojo y dulce.
Hay en la ciudad mujeres desconocidas,
niños,
calles anchas y estrechas.
Hay un nombre en el mapa
que corresponde a las mujeres
y a los niños y a las calles.
Hay un ritmo en la ciudad
para los acontecimientos,
un modo determinado
de fabricar cansancios.
En el pliegue del mapa –
al norte de la ciudad –
hay un lago oscuro, peces,
asfalto, hierba.
La ciudad –
un punto en el mapa –
está rodeada por el silencio.
Por eso
mi ojo
forastero
la eligió.
Rito
Como si la conociera de memoria
repito con las manos la curva de tu espalda
(tu cuerpo te viste maravillosamente)
recorro tu cuerpo hasta encontrar
algo que de mi cuerpo
no sé
ignoramos sin embargo
el nombre de las cosas que compartimos
conmovidos por el sufrimiento del pájaro
por el destino de la seda
de nuestro propio dolor
erigimos un altar para la noche
una noche para nada
saliva, silencio, cigarrillos
nadie testificará
el rito.
Seda
Es tan difícil amar
en este mundo imperfecto
es difícil decir algo
que no sea un malentendido
es difícil encontrar
el peso correcto
de las cosas
saber nuestro propio tamaño
mirar algunos animales a los ojos
pensar con dulzura
aprovechar adecuadamente la luz
desear para el pájaro un destino de pájaro,
para la seda, un destino de seda.
Como el alpinista
Como el alpinista ama el vacío de las grandes alturas
y el buzo ama el silencio de la profundidad
y envidia en los peces abisales
la monstruosidad oscura de la vida
como el taquígrafo ama la velocidad del sentido
y su secreto
y el jardinero ama la demora áspera de las orquídeas
como el fotógrafo ama el claroscuro del mundo
y el boxeador ama el encuentro
entre la exactitud y la fuerza
cómo el tipógrafo ama el peso mudo de las letras
y el filólogo el nido caliente de las palabras
y el gramático el fulgor ciego de las excepciones
y el sastre la resistencia blanca del lino
y la manicurista el color justo
y el tintorero el color justo
como el biólogo ama la multiplicidad muda del mundo
y el marinero ama el régimen del cielo y de las aguas,
que hace eco de la decisión reiterada de partir,
como el tatuador ama la página imperfecta de la piel
y el joyero ama lo que las perlas saben
de la espera
es así que desearía amarte
si no fuera por este tumulto, y esta derrisión
y por el miedo.
Mañana
Esta es la fruta de la mañana –
su carne clara.
Esta es la hora peligrosa:
otro día se ofrece al sol
para enfermarse o cantar,
el mundo es nuevo pero los ojos son antiguos,
y aprendieron a reconocer antes
de aprender a mirar.
Esta es la noche de la mañana,
la noche más alta de la noche,
la que dibujó el pensamiento
del cuerpo que ofrezco
al espejo de la luz, a la soledad y al café.
La vida submarina
Te lo tenía que decir.
Tengo casi treinta años
y una vida marítima que no ves,
que no se puede contar.
Empieza así: fue engendrada en la espuma,
como una Venus aún sin belleza,
sobre la piel nacían los corales,
piel de ballena, caliza y dura.
O así: la luz marítima trabaja lentamente,
los peces comienzan a consumir por dentro
la sal del deseo,
están acostumbrados a la sal.
Cuando miras, el agua inunda los pulmones,
en ellos crecen algas íntimas,
los ojos se vuelven hacia adentro,
al sueño infinito del mar.
Las manos se mueven a un ritmo sumergido,
los pensamientos se guían por la noche
del Océano, una noche más grande que la noche.
Tengo casi treinta años y una vida antigua,
anterior a mí.
De ahí mi silencio, de ahí mi desconcierto,
de ahí mi rechazo a la promesa de ese día
que tú me ofreciste,
ese día que es como una cama
que se ofrece al pez
(no deberías querer
un pez en tu cama).
Quién le atribuiría al mar
la culpa por la soledad de los corales
por las vidas imperfectas
de los peces acostumbrados al abismo,
monstruos callados
¿solo de sal, silencio y sueño?
Tenía que decirte algo,
mientras las palabras aún resisten,
antes de convertirse en moluscos
en las espinas de la noche,
antes de perderse para siempre
en el esplendor de la vida
submarina.
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(poemas en su idioma original, portugués)
7 poemas do A vida submarina (2019),
de Ana Martins
Jardim
Se o jardineiro abandonasse no meio a tarefa
e cansado se sentasse numa cadeira
e gastasse toda a tarde
sob rosas gordas que são apenas rosas
e cegam de alegria
enquanto o jardim
nele mesmo
se contorce
tirando de dentro de si
o sexo intrincado das camélias
e a morte e a loucura dos lírios
e o tédio suburbano das goiabas
sob comoções antigas
talvez se sentisse um poeta
olhando o poema
que não sabe terminar.
Mapa
Escolhi a cidade
– um ponto escuro no mapa,
cercado de silêncio.
Na cidade
há uma casa que espera,
há um verão que espera,
vermelho e doce.
Há na cidade mulheres desconhecidas,
meninos,
ruas largas e estreitas.
Há um nome no mapa
que corresponde às mulheres
e aos meninos e às ruas.
Há na cidade um ritmo
para os acontecimentos,
um modo determinado
de fabricar cansaços.
Na dobra do mapa –
ao norte da cidade –
há um lago escuro, peixes,
asfalto, capim.
A cidade –
um ponto no mapa –
está cercada de silêncio.
Por isso
o meu olho
forasteiro
a escolheu.
Rito
Como se a conhecesse de cor
repito com as mãos a curva das tuas costas
(teu corpo te veste lindamente)
vasculho teu corpo até encontrar
algo que do meu corpo
eu não sei
ignoramos porém
o nome das coisas que trocamos
comovidos com o sofrimento do pássaro
com o destino da seda
da nossa própria dor
erguemos um altar para a noite
uma noite para nada
saliva, silêncio, cigarros
ninguém testemunhará
o rito.
Seda
É tão difícil amar
neste mundo imperfeito
é difícil dizer alguma coisa
que não seja um equívoco
é difícil encontrar
o peso correto
das coisas
saber nosso próprio tamanho
olhar alguns bichos nos olhos
pensar com doçura
aproveitar adequadamente a luz
desejar para o pássaro um destino de pássaro,
para a seda, um destino de seda.
Como o alpinista
Como o alpinista ama o vazio das grandes alturas
e o mergulhador ama o silêncio da profundidade
e inveja nos peixes abissais
a monstruosidade escura da vida
como o taquígrafo ama a velocidade do sentido
e o seu segredo
e o jardineiro ama a demora ríspida das orquídeas
como o fotógrafo ama o claro e o escuro do mundo
e o boxeador ama o encontro
da exatidão e da força
como o tipógrafo ama o peso mudo das letras
e o filólogo o ninho quente das palavras
e o gramático o fulgor cego das exceções
e o alfaiate a resistência branca do linho
e a manicure a cor justa
e o tintureiro a cor justa
como o biólogo ama a multiplicidade muda do mundo
e o marinheiro ama o regime do céu e das águas,
que ecoa a decisão repetida de partir,
como o tatuador ama a página imperfeita da pele
e o joalheiro ama o que as pérolas sabem
da espera
assim eu desejaria te amar
não fosse este tumulto, e esta derrisão
e o medo.
Manhã
Esta é a fruta da manhã –
sua carne clara.
Esta é a hora perigosa:
um outro dia oferece-se ao sol
para adoecer ou cantar,
o mundo é novo mas os olhos são antigos,
e aprenderam a reconhecer antes
de aprendera olhar.
Esta é a noite da manhã,
a noite mais alta da noite,
aquela que desenhou o pensamento
do corpo que ofereço
ao espelho da luz, à solidão e ao café.
A vida submarina
Eu precisava te dizer.
Tenho quase trinta anos
e uma vida marítima, que não vês,
que não se pode contar.
Começa assim: foi engendrada na espuma,
como uma Vênus ainda sem beleza,
sobre a pele nasciam os corais,
pele de baleia, calcária e dura.
Ou assim: a luz marítima trabalha lentamente,
os peixes começam a consumir por dentro
o sal do desejo,
estão habituados ao sal.
Quando vês, a água inundou os pulmões,
neles crescem algas íntimas,
os olhos voltam-se para dentro,
para o sono infinito do mar.
As mãos se movem num ritmo submerso,
os pensamentos guiam-se pela noite
do Oceano, uma noite maior que a noite.
Tenho quase trinta anos e uma vida antiga,
anterior a mim.
Daí meu silêncio, daí meu alheamento,
daí minha recusa da promessa desse dia
que você me oferece,
esse dia que é como uma cama
que se oferece ao peixe
(você não haveria de querer
um peixe em sua cama).
Quem atribuiria ao mar
a culpa pela solidão dos corais
pelas vidas imperfeitas
dos peixes habituados ao abismo,
monstros quietos
só de sal silêncio e sono?
Eu precisava te dizer,
enquanto as palavras ainda resistem,
antes de se tornarem moluscos
nas espinhas da noite,
antes de se perderem de vez
no esplendor da vida
submarina.
*(Belo Horizonte-Brasil, 1977). Poeta. Graduada en Letras y doctora en Literatura comparada por la Universidad Federal de Minas Gerais (Brasil). Se desempeña como redactora y revisora en la Asamblea Legislativa de Minas Gerais. Ganadora del Premio Biblioteca Nacional (2012). Ha publicado en poesía A vida submarina (2009), Da arte das armadilhas (2011), O livro das semelhanças (2015), Duas janelas (con Marcos Siscar, 2016) y Como se fosse a casa (uma correspondência) (con Eduardo Jorge, 2017).
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