Vallejo & Co. presenta 7 poemas del libro El poema de hierro, de Luis Benítez. El mismo reúne una antología de la obra del poeta, que acaba de ser traducido al rumano.
Por: Luis Benítez*
Crédito de la foto: Izq. el autor
Der. www.losandes.com.ar
7 poemas de El poema de hierro,
de Luis Benítez
¡OH! TRAE EL VINO NEGRO,
que lleva su bosque, la tierra con muertos y vírgenes
cegadoras en un caudal desesperado hasta mi boca;
él mezcla la sangre y el semen del hombre para darle
un hijo de mirada turbia. Quiero los ojos de fuego y de mareas,
que no dejan entrar la muerte a mis palabras, pero me acercan
con alas de mojados papeles a la risa hueca de mis huesos,
compañeros únicos y fieles en los años navegantes
que bajaron del útero conmigo, a este mundo
de chinches y desgracias. Trae el vino negro
con tapón de seca calavera que me hace oír
en los cuartos vecinos pianos tocados por mi espectro,
mientras el tiempo transcurre despacio entre los dedos
y puedo jugar con él y con sus rudos templos bailarines.
Sólo así puedo mirar tranquilo el mundo de la noche,
mientras el seco rostro del amor me apaga lentamente
cigarrillos sobre el estómago y la garganta
que pronunció su nombre se hace una cisterna
donde chapotean ranas, triángulos, confusos centauros
en desorden. Trae el vino negro.
Esta noche quiero a todos mis fantasmas en las venas.
Ellos despertarán con sus besos la gloria,
en nuestros entristecidos corazones.
John Keats
Caen sobre él los actos inútiles del día.
John Keats recuerda y es también de otros el recuerdo:
humillaciones, rostros y palabras
hacen de un pozo la noche repetida.
“Fanny Brawne me has alejado,
tú me has acercado a Keats y era lo mismo”.
Suena tan distante el Mar del Norte
para ser cada segundo todos los mares,
pero si lo que fue y será mañana brilla
en su oscura hora presente, ese hombre pequeño,
inclinado sobre el verso, lo adivina.
Presiente que será uno y va a ser todos
cuando es tan caro el precio de eso múltiple:
ya no lo amparará el primer fervor por las palabras,
no aliviará sus horas la furia, perdida, de estar vivo
ni lo protegerá la noche pedida de ningún olvido;
nada lo salvará de tanto
que es, en su medida, tan un poco.
John Keats será John Keats, será nosotros.
DE LAS TANTAS COSAS QUE NO PUEDE
mostrar ciertamente la palabra,
la primera imposible es el olor
tan propio y exacto de las cosas.
La poesía también es como el aroma.
Así quedan sin nombre
el olor definitivo de la lluvia
y el efímero matiz que se respira
al asomarse a las sombras de un aljibe;
el olor del primer mar, a los seis años,
la fragancia, que nos asustaba, de los cielos nublados,
y el olor a comida de una casa
que nos fue querida.
La memoria tal vez sea
sólo visión de olores olvidados,
como este papel a donde llamo
a la presencia ardiente de unas hojas quemadas
y a la clave del enigma de la rosa;
al olor de las sangres
que no vi derramarse,
al olor del incienso y al del alcanfor,
un olor que resplandece;
al de las jóvenes mujeres en los baños públicos,
al de las monedas, que abandonan la mano
y que retornan, al de la tierra de Pinzón
una mañana de octubre, al de los gatos,
al olor milagroso de las cosas vulgares,
de las que apenas se comprende
que emanan la noche poderosa,
al de un río que corre lejos
y al que sin razón evoco,
al de la palabra marisma, al de retablo,
a los de esta mañana
que partieron a un país sin dónde,
al de una muchacha que se fue,
el 2 de noviembre de 1982,
para que mis palabras
pidieran el perfume de unos versos
y me quedaran la fecha y la balada,
el de las ballenas que tiñen
la espuma de aceite y de tamaño,
el de un hombre que hablaba del origen del día,
al de las tantas cosas
a las que no pude acercarme y que me esperan.
Son otro mundo más sobre este mundo,
veo el bosque y entre el bosque
la selva del aroma.
Yo me voy de los hombres y las cosas
como un salvaje que marcha a las ciudades
y dice adiós a su mundo de olores;
también a mí ellos vuelven
bellos y pesados como un remordimiento.
Serán desde estos versos mi memoria,
seguirán sobre el mundo
cuando me haya muerto.
El poema de hierro
Dame un poema de hierro que restalle
sobre las vacías cabezas y una mano firme
en la muesca dela antorcha, un poema
de sangre y de huesos impacientes
y la pluma de carne firmando sentencias
en las culposas mentes de los jinetes locos;
que convierta en sal a los cobardes,
un poema de hierro oxidado y torvo
paleteando en el estanque a medianoche,
cuando ni los muertos sueñan con la aurora.
Un martillo de palabras para dejar al mundo
con las cuencas vacías; rabioso ademán,
piedra encendida en la boca de los que duermen
mientras el agua sube en el Gran Cuarto Esférico;
un puñetazo en el sexo de la muchacha arrodillada,
idiota, paciente humanidad, que no ve, que no oye,
sólo conversa con las cenizas de sus dioses muertos.
El pescador de perlas
Esta tarde y parte de la noche
volví a sumergirme en el espeso mar
donde flotamos los seres y las cosas.
Bajé por perlas que mostrar a los hombres
que temen siquiera el riesgo de la orilla.
Esta tarde y parte de la noche
estuve en ese silencio, en esas profundidades
donde el más infinito placer sería disolverse
y supe que en todos los caminos
hay monstruos para quien los teme.
Llegué nadando adonde no se ama ni se odia,
sencillamente se flota sobre un eterno presente
y todo lo que miras es tu contemporáneo:
nada más traen las olas del atrás y el adelante.
Tomé allí esta perla y ahora te la ofrezco.
Pero cuando quise volver,
no vi a ningún hombre en la orilla.
No vi orilla. Todo es el mar.
Esos que temen la orilla
no saben que caminan en el mar.
En el cantero arrasado por el frío resistía
Discutíamos tú y yo
Sobre cosas de nuestro amplio mundo,
Hecho de ventanas
Detrás de las que guardamos padecimientos y alegrías,
Como en un acuario
Que creemos aislado de lo que está
Bullendo, cuando
En todo lo que decimos su magma estalla:
El hombre y la mujer
Son dos razas que en medio de su batalla perpetua
Se intercalan.
Más allá ¿recuerdas? Estábamos en el balcón y explotó en abril
Su desusada melodía.
El grillo viejo desde un cantero lejano bramó su partitura,
En el ya frío abril
Del hemisferio sur era su estar lo desusado, lo inaudito:
Nada tenía que hacer
Su sexual sinfonía, trastorno del verano, en medio de la tarde helada
Que abandonaba en su águila
Ese niño furioso que para siempre representará el deseo.
En el cantero arrasado por el frío resistía,
Como un bulbo tozudo,
Como una semilla insistiendo en procrear,
En ser padre tardío
De diminutas larvas que inundaron el aire
Meses antes,
Cuando la escarcha no nublaba el parabrisas
Del hombre cansado
Que por la calle somnolienta conduce el autobús.
Abajo, en la calle,
Alguien grita que tiene odio, hambre y frío;
Entre los bocinazos
Otro cruza la calle frenético en su automóvil
Y un vendedor recita
Su interesada palinodia. Nosotros ante el grillo
Callamos la vergüenza
De ser casi ya viejos y de no ser padres.
No llegará hasta una hembra
Su violín desastroso: en la humedad del cantero
Le cortarán las cuerdas
Entidades más potentes que su canto ridículo:
La niebla de mayo,
El viento de la calle que sembrará otro junio,
Arrasarán el destiempo
De su amplificado rascar los costados gastados
Por un deseo incesante.
Estúpido animal que cuando un silencio momentáneo
Intercede por su apenas, mínima gracia,
Deja oír en toda la calle su humilde esplendor,
Esa insistencia
De otro tiempo simultáneo que no vemos,
Que no oímos,
A no ser por un grillo u otra cosa eterna y fuera para siempre
De este bien conocido,
Calculado y cotidiano mundo que habitamos.
Ciertamente el tiempo
Es un río
Que a orillas de su canto
Se detiene.
César Vallejo
Por los corredores de la imaginación ir caminando,
libre y solo para siempre, como cuando era
y no sabía que era un niño,
hasta olvidar que estoy imaginando.
Que esta carne pesada, que orina y suda,
en una o dos ideas se resuma
o vuelva bien atrás, a esa casi nada
que casi nada ve en su cielo nublado.
Devuélveme al chimpancé o hazme sólo literatura,
mas no me dejes la condición de hombre.
Esto que todo lo pesa en mí
afuera no pesa nada.
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(versión en rumano)
Traducción del español al rumano:
Diana Dragomirescu
7 poemas de Poemul de fier (2015)
de Luis Benítez
Oh! Adu vinul negru
Oh! Adu vinul negru,
care îmi duce padurea, pamântul cu morti si virgine
orbitoare cu un debit disperat la gura;
el amesteca sângele si sperma omului ca sa-i dea
un fiu cu o privire tulbure. Vreau ochii de foc si de maree,
care un lasa moartea sa-mi intre în cuvinte, dar ma apropie
cu aripi de hârtii ude de râsul gaunos al oaselor mele,
colegi unici si fideli în timpul anilor navigatori
care au venit din uter cu mine, în aceasta lume
de plosnite si nenorociri. Adu vinul negru
cu dop de tigva uscata care ma faces a aud
în camerele vecine pianuri la care cânta spectrul meu,
pe când timpul se scurge lent printre degete
si ma pot juca cu el si cu durele lui templuri dansatoare.
Doar asa pot privi linistit lumea noptii,
în timp ce chipul inexpresiv al iubirii îmi stinge încet
tigari pe stomac, iar gâtul
care i-a pronuntat numele devine o cisterna
unde se balacesc broaste, triunghiuri, centauri neclari
în dezordine. Adu vinul negru.
În seara asta, vreau sa-mi am toate fantomele în vene.
Ei vor trezi cu sarutarile lor gloria,
în inimile noastre întristate.
John Keats
Cad asupra lui faptele inutile din timpul zilei.
John Keats î?i aminte?te ?i este ?i amintirea altora:
umilin?e, chipuri ?i cuvinte
fac dintr-un pu? noaptea repetata.
“Fanny Brawne, m-ai îndepartat,
tu m-ai apropiat de Keats ?i era acela?i lucru”.
Suna atât de distant Marea Nordului
ca sa fie în fiecare secunda toate marile,
dar daca ce a fost ?i va fi mâine straluce?te
în întunecata-i ora prezenta, acel om mic,
înclinat asupra versului, îl ghice?te.
Presimte ca va fi unul ?i va fi to?i
când e atât de mare pre?ul sau, multiplu:
nu-l va mai ocroti prima înflacarare a cuvintelor,
nu-i vor alina orele furia, pierdere, de a fi viu,
nici nu îl va proteja noaptea pierduta a vreunei uitari;
nimic nu îl va salva de atâta
cât este, pe masura sa, atât de pu?in.
John Keats va fi John Keats, va fi noi.
Din atâtea lucruri pe care nu le-am putut indica
Din atâtea lucruri pe care nu le-am putut
indica în mod cert prin cuvânt,
primul imposibil este mirosul
atât de specific ?i de exact al lucrurilor.
?i poezia este precum aroma.
Astfel, ramân fara nume
mirosul definitiv al ploii
?i trecatoarea nuan?a care se respira
la ivirea umbrei unei cisterne;
mirosul celei dintâi mari, la ?ase ani,
mireasma, care ne speria, a cerului înnorat,
?i mirosul de mâncare dintr-o casa
care ne-a fost draga.
Poate ca memoria este
doar viziunea mirosurilor uitate,
precum a acestei hârtii unde chem
prezen?a arzatoare ale unor foi arse
?i cheia enigmei trandafirului;
mirosului sângelui
pe care nu l-am vazut curgând,
mirosului tamâiei ?i al camforului,
un miros care straluce?te;
mirosul tinerilor femei în baile publice,
al monedelor, care parasesc mâna
?i se întorc, al pamântului lui Pinzón
într-o diminea?a de octombrie, al pisicilor,
al mirosului miraculos al lucrurilor vulgare,
de la care abia se în?elege
ca emana noaptea puternica,
al unui râu care curge departe
?i pe care fara motiv îl evoc,
al cuvântului mla?tina, al cuvântului altar
al celor din diminea?a aceasta
care au plecat într-o ?ara necunoscuta,
al unei fete care a plecat,
pe 2 noiembrie 1982,
ca ale mele cuvinte
sa ceara parfumul unor versuri
?i sa-mi ramâna data ?i balada,
al balenelor care coloreaza
spuma de ulei ?i de marime,
al unui barbat care vorbea de originile zilei,
al atâtor lucruri
de care nu am putut sa ma apropii ?i care ma a?teapta.
E înca o alta lume peste aceasta lume,
vad padurea ?i în padure
jungla aromei.
Eu plec dintre oameni ?i dintre lucruri
ca un salbatic care pleaca în alte ora?e
?i î?i ia adio de la lumea sa de mirosuri;
?i la mine ele se întorc,
frumoase ?i greoaie ca o remu?care.
Vor fi din aceste versuri memoria mea,
vor continua sa existe în lume
când voi fi murit.
(Din Behering ?i alte poeme, 1985)
Poemul de fier
Da-mi un poem de fier care sa crape
peste capetele seci ?i o mâna ferma
peste crestatura facliei, un poem
de sânge ?i de oase nerabdatoare
?i pana de carne semnând sentin?e
în vinovatele min?i ale calare?ilor nebuni;
care sa-i transforme în sare pe la?i,
un poem de fier oxidat ?i crunt
înnotând în ele?teu la miezul nop?ii,
când nici mor?ii nu viseaza la aurora.
Un ciocan de cuvinte ca sa las lumea
cu bazinele goale; mânios gest,
piatra aprinsa în gura celor care dorm
pe când apa urca în Marea Camera Sferica;
un pumn în sexul fetei îngenuncheate,
idioata, rabdatoare umanitate, care nu vede, care nu aude,
doar converseaza cu cenu?a zeita?ilor ei moarte.
Pescuitorul de perle
În dupa-amiaza asta ?i într-o parte din noapte
m-am scufundat din nou în marea cea densa
pe care plutim fiin?ele ?i lucrurile.
Am coborât dupa perle ca sa le arat oamenilor
care se tem fie ?i de riscul ?armului.
În dupa-amiaza asta ?i într-o parte din noapte
am stat în acea tacere, în acele adâncimi
unde cea mai infinita placere ar fi sa te dizolvi
?i am aflat ca pe fiecare drum
exista mon?tri pentru cei care se tem de ei.
Am ajuns înnotând acolo unde nu se iube?te ?i nici nu se ura?te,
doar se plute?te pe un etern prezent
iar tot ce prive?ti e contemporan cu tine:
nu au decât valurile înainte ?i înapoi.
Am luat de acolo aceasta perla ?i acum ?i-o ofer.
Dar când am vrut sa ma întorc,
nu am vazut nici ?ipenie de om la mal.
Nu am vazut malul. Peste tot e marea.
Cei ce se tem de mal
nu ?tiu ca merg pe mare.
În floarea înghetata, a dainuit
Discutam eu cu tine
Despre lucrurile lumii noastre largi
Facuta din ferestre
În dosul carora ne traim bucuria si suferintele,
Ca-ntr-un acvariu
Pe care-l credem despartit de tot ce
fierbe, atunci când
în vorbele noastre lava tâsneste:
Barbatul si femeia
Sunt doua rase ce-n mijlocul luptei fara sfârsit
se întretaie.
Mai demult, tii minte? Stateam pe balcon si-a explodat
în aprilie
Ciudata-i melodie.
Batrânul greier dintr-un loc departat îsi urla partitura
În înfriguratul april
Din emisfera sudica era faptura-i ciudata, inedita
N-avea nimic de facut
Simfonia sa amoroasa, sfârsitul verii,
Nu era nimic altceva în mijlocul acelei seri friguroase
Abandonând în lacomia-i
Pe-acel copil mânios, simbol al dorintei.
În floarea înghetata, a dainuit,
Ca un bec obstinat,
Ca o samânta staruind sa odrasleasca,
Ca un parinte întârziat
Al maruntelor larve inundând aerul
Cu luni înainte,
Când înghetul nu va încetosa parbrizele
Omului ostenit
Conducând pe drumul somnolent autobuzul.
Jos, în strada
Cineva striga de ura, foame si frig;
Între claxoane
Alta cruce pe strada agitata, in automobil
Iar un vânzator recita
Interesata sa negare. Noi înainte sa jucam cricket
Ne tacem rusinea
De-a fi la fel de batrâni si de a nu fi parinti.
Nu ajunge pâna la o femeie
Vioara-i dezastruoasa: în umezeala zidului
El a taiat frânghiile
Entitati mai potente decât cântu-i ridicol
Ceata usoara de mai,
Vântul din strada care va vedea un alt iunie,
Va sterge fara sovaire,
Sfâsiere amplificata a jocului sau, coastele-i ostenite
Printr-o dorinta neîncetata.
Animal fara minte! Atunci când o tacere de moment
Dezvaluie goliciunea sa, minima gratie,
Îsi lasa umila-i splendoare sa fie auzita pe toata strada,
Aceasta insistenta
Într-un alt timp sincronic, ce nu-l vedem,
Nu-l auzim,
Cu exceptia vreunui greier ori altceva azvârlit în afara
Pentru totdeauna din cele stiute,
Calculata si profana lume-n care traim.
Desigur timpul
Este un râu
Care se odihneste pe malurile
Cântului sau.
César Vallejo
Prin coridoarele imaginatiei sa umbli hoinarind,
liber si singur pentru totdeauna, ca si cum erai
si nu stiai ca erai un copil,
pâna la a uita ca îmi imaginez.
Ca aceasta carne grea, care urineaza si asuda,
la una sau doua idei se rezuma
sau revine la acel aproape nimic
care aproape nimic nu vede pe cerul înnorat.
Întoarce-ma la cimpanzeu sau fa-ma numai literatura,
dar nu îmi da conditia de om.
Tot ceea ce apasa în mine
în afara nu cântareste nimic.
(din Scurta antologie poetica, 2009)