Por Ángel Oliva*
Crédito de la foto el autor
7 poemas de Cortes de un montaje (inédito),
de Ángel Oliva
Corte VI
Hernán Cortés desde Tabasco
bajo un castaño de Indias retoñando
enrolla y desenrolla el yoyó ético
que el quinto de los Carlos le obsequió
llorisqueando junto a un saco de cebollas.
Hernán Cortés conquistadórico
desconoce el sueño español de la lengua
por eso sueña yoyeando
el sueño de los siete desiertos
donde escancian los setenta y siete
dromedarios mauritanos
de los desertores del reino.
Desde que se desenterraran del centro
de la tierra hasta que se concitaran
en el punto donde más fuerte el viento ruge,
doce astros refulgentes
proyectados en reciprocidad
sobre tinieblas adyacentes,
se concitarían también
para probar que un cubo de luz
equivale a cuatro cúmulos
de nubes, y un trazo de témpera
rojiza al corazón de una manzana.
Por eso Hernán Cortés desde Tabasco
sueña el sueño falso de la lengua,
el sueño de la ñaña, el sueño que
se empequeñece, el sueño que empequeñece
la escritura, que la sueña pequeña, la pequeña escritura.
Corte XIV
Batracomiomaquia, serpentario
facóquero, falsa medusa,
cefalópodos, camello de bactriana,
marsupiales, urutaú, lémures,
coleópteros.
Gallinazo, uombat, pecaríes,
quirquincho bola, jurel, quebrantahuesos,
chinchilla lanígera homocigótica,
gineta, caracal, pulgón callueso.
Calamón, arrendajo, barracuda,
cangrejo ermitaño, violinista, moro,
paloma monjil, calzada, zurita,
cotorra de Kramer, guacamayo, loro,
jabalí alunado, escribano alpino,
esturión, cernícalo,
halcón peregrino. Jaca, iguanodonte,
lamprea, langostino,
lavandera blanca, caracol marino.
Cerdo de la muerte, cerdo de la vida,
oropéndola, mara, cachalote,
cordero pascual, conejillo de indias,
rata de albañal, potrillo de trote.
Ánsar, curruca, gallineta,
cuervo de cabeza negra, cuervo merendero
posado sobre el busto de Palas, cual profeta,
sueño del demonio y agorero.
Corte XVI
Apersónanse ante la autoridad judicial
después de centurias de perderse
el uno en perjuicio del otro
dos semidioses que dícense llamar
Teseo el primero, Minotauro el segundo,
alegando ser causantes de menoscabo y dolo
contra la más elemental conciencia moral,
aceptando, según también sus dichos,
coparticiparse tanto penas como emolumentos.
Prohijáronse bajo estos dichos y costas
albingences y maniqueistas
ilustrados en inconclusos crepúsculos,
guiados por viejos litigios, creando ejércitos
de conjurados bajo enarcados altares
en generaciones de enjundia e insania:
lo que el monstruo de dios tenía de héroe,
lo que dios tenía en el héroe de monstruoso,
lo que el héroe tenía de dios y no de monstruo,
lo que el monstruo y el héroe debían a la autoridad de dios,
lo que la humanidad debía al héroe
contra el monstruo, lo que adeudaban ambos
a la humanidad en nombre de los pensamientos de dios,
lo que regía en ambos bajo los signos
del laberinto y del espejo.
Confiesan hoy ante la autoridad judicial
haber dejado una deuda externa
fraudulenta e inmoral, y exangüe la crisálida
de Carlyle. Luego, ante tribunal
de alzada y aunque en los años
507 a. C.
1222
1608
1845
1914 de nuestra era
viéranse frustrados sus intentos,
comparecen.
Díctese sentencia,
Inscríbase.
Corte XVII
Flamante fantasma de sí mismo,
Nietzsche llega a Turín como todo historiador del arte
en estado de hundimiento completo
febriles formas de vivir – después, lo conflagran
conformes a un sumario sismograma en su memoria.
El animismo mora en las imágenes
cuando retiene un trozo de vida elemental,
el demonismo amarra un trozo de vida elemental
y lo confronta a las imágenes.
Con una orquídea draculina en el ojal,
Nietzsche llega a Turín como un arquitecto tuerto
y encorvado sobre su escritorio escribe:
estoy condenado a divertir a la próxima eternidad
con malas farsas y vuelve a escribir
que una genealogía del delirio es,
si además es escritura,
un delirio genealógico,
la espléndida ceniza de una espléndida flor.
Remolcando el catafalco del futuro,
Nietzsche llega a Turín como un tirano artrósico
y sobre el blanco de una hoja de papel escribe:
yo soy cada hombre de la historia
que es como decir soy su escritura enferma,
su arena movediza. Migradas de episodios
astronómicos, luego, sobrevienen
historias y grafías, ciertamente, a la vida.
Escribir la historia desde el borde del abismo.
Corte XXIV
Pisa el toro la tierra y la ceniza,
pisa sobre una materia occisa, semoviente,
la osamenta pisada oscuramente y suscitada
al paso de la pezuña estuporosa,
calavera nula y hecha triza, calavera,
sémola de molienda y sementera,
harina humana del nadie, nada, nunca.
Pisa sobre polvo sin nombre, sobre
lisa taba anónima animada.
Al paso furioso del porte se levanta pampeana
polvareda, los despojos, los corpúsculos, los ápices
de nuestras extremas llanuras, entonados
al calor de una respiración alucinada
de un animal atroz de primavera,
nuestras florales moléculas de amores fósiles,
nuestras prímulas, escrupulosamente
pisoteadas por años de cuadrupedia
negra, años de dolor calavernario,
polvo de ombú, polvo primario,
tierra y ceniza en bolsa de arpillera.
Y esto que se escribe en Tauro,
esto que soporta la escritura,
un argentinosauirio,
un toro, una letra, una pavura.
Corte XXVII
Un hombre incendió el porche de su casa;
su perro, un siberiano, alcanzó a salvarse
dando un salto sobre la corona de ligustros encendidos.
Decía que era un alfil de Tlön y que sólo ardiendo
en llamas podría la humanidad purificarse.
Sus propios hijos, uno arquitecto y el otro soldador de precisión
en la represa de Yaciretá, lo arrastraron hasta la ambulancia.
Ahora, la guirnalda color miel, que circunvala la gloriosa
diadema central del universo, de donde se difunden
las órbitas destinales de los seres del mandala, se inflama.
Una tupida pedrería de alabastros fosfénicos se abate
contra la corteza de la tierra, siguiendo la dilatación
entrópica de Escher, creando gigantes cafetos y bambúes
naranjas y turquesas, coronados de fractales de materia marina
adornados de orquídeas policromas, secundadas de ondinas,
anémonas y manatíes con glifos de polifan nacarados.
Bajo el principio tautológico de que los espejos y la cópula
son abominables, un hombre prendió fuego a su jardín.
Decía que la suerte de la literatura argentina radicaba
en la veloz consumación de su extinción.
Lo había escuchado en una balada de los Dead, Sugar Magnolia,
había el visto el fin del mundo literario en los ojos de su perro,
un siberiano llamado Mastronardi.
Ahora, esta escritura escudriña en el vientre de un caleidoscopio
‹cada arabesco del caleidoscopio›,
la multiplicación simétrica de lo mismo,
la duplicación de la misma escritura,
la escritura dúplice multiplicada.
El poema devorado por la voracidad del prisma.
Corte XXX
Chupa, chupa, chupa
del chupete del rey,
chupa del látex, la costra lactosa,
chupa del pico de la petaca,
chupa el mezcal zacateca,
chupa el labial melocotón,
el damasco, el aro del colon
y del sacamoco,
el corcho teñido de negro tanino,
chupa el espectro del vino,
el de los traperos, el del asesino,
……..chupa, chupa y succiona,
……..chupa, barrena y respira,
……..se recontra chupa suspira
y saca, saca, saca
……..capital del pozo petrolero,
chupa la sangre aceitosa
del lecho marino,
la sangre donde se hiende el canino
en el cuello sedoso de la dócil doncella,
chupa y extirpa la estrella
linfática de la novela eterna
y sola chupa vampirezca
el néctar y liba
la corola lapislázuli de la petunia,
chupa la miel y dulcemente soba
un chupetín de uva,
un helado de moca, escupe
un moco de brea, mastica
un chicle de alquitrán, lengüetea
una estalactita de propolio,
chupa las mentitas,
chupa el chocolate de la Tita,
el relleno crema de la galletita
chupa el dulce de leche chorreado
en el borde del panqueque,
……..en el chupete babeado,
con la baba malbec del patriciado,
el chupete que chupan los líderes,
los lactantes angelados, un chupetín altivo,
popular, patrio, estatal, tantas veces
sobado por la voluntad general,
un chupete del pueblo soberano
pasado por la saliva oficial,
recontra usado, usado y escrito,
públicamente escrito y babeado,
tantas veces chupado.