Vallejo & Co. presenta una selección de poemas de Biopsia blues (2021), de Luis Carlos Mussó, libro ganador del Premio Internacional de Poesía Jaime Sabines (2020).
Por Luis Carlos Mussó*
Crédito de la foto (izq.) archivo del autor /
(der.) Ed CONECULTA
7 poemas de Biopsia blues (2021),
de Luis Carlos Mussó
S
[azufre]
En tu cuerpo son las doce.
Y entiendo que el anciano que nos pronuncia lacerando
mi costado, fauces de bronce, no eres tú. Ni tú quien calla
ruidosamente desde el naufragio de sus sienes. Entiendo
que no eres quien, desde la manzana, me remata con su
lanza de salivazos. Porque mi aliento te habita desde esta
forma de silencio en que me he convertido. Porque también
yo soy otro.
Entiendo que estos órganos que encharcan el lerdo atajo
del grafito no son tuyos. Ni tuyos los élitros dorados de
mi abrupta corona de púas. Porque mañana nacerán las
orquídeas. Y mañana morirán las orquídeas.
C
[carbono]
Nada escribo que no proceda de la cetrería. Suelto a los halcones
de la memoria y vuelven con el idioma brumoso que
mi padre cabalga atravesando praderas erizadas de bisontes
con que me devuelve a un tiempo que imagina para ambos.
Y se me atasca en la garganta el cielo esférico como una
lengua muerta. Y se me atasca en la garganta el idioma como
trizados anzuelos de hueso. Y se me atascan esas tus palabras
que decretan la sangre como dispositivo de memoria que
demuestra nuestro amor al barrio —cuando me enseñaste
que en el momento en que la esfera cruza la línea de cal
ocurre el gol de los contrarios—.
Co
[cobalto]
Por una oscura mariposa supe que te silenciarías.
Porque hay un sitio en mi cabeza, viejo, que se llama mundo,
un mundo escoria y minucioso y otra vez escoria. Allí afrechos
de bisagras prietas se enraman entre fosos de mi ojo obsceno,
y lloran, amputados, mis abuelos en estas pocilgas —como
absurdos tendones de metal—. Si en tu cuerpo son las diez,
¿por qué repican a espanto las libélulas mutiladas que zurcen
estrías en tus huesos?
He
[helio]
Derrapo, ángel pordiosero, regresando hacia el futuro mientras
presiono teclas de nieve. Y el poema, ebriedad que nos conduce
hacia vitrales de frontera, semeja mortajas que tejes siguiendo
el oficio de una mujer cuando bordas, entre islas, el retorno
de los navegantes. ¿Gozas leyendo el parte policial donde eres
acusado y, al mismo tiempo, a quien le cercenan el lóbulo de
un navajazo? ¿Gozas la bilis que te emerge del esófago? ¿Te
regodeas leyendo la historia clínica de tu pudrición?
Li
[litio]
Huroneas el mundo, sus caprichos eucarísticos. Huroneas
anchas voces que percuden el horizonte. Huroneas mis
quásares subcutáneos, el caos de los helechos, una jauría
de langostas transparentes. Huroneas la orgiástica mirada
del puerto y nos buscamos en el fondo del vaso entre
búhos abismales, el cedrón corrosivo, el aleteo del matico.
Huroneas esta ebria ciudad maniatada que no siempre es
fiesta de mariposas —el habla silenciosa cabalga proezas,
nos distanciamos de las sombras para ver nuestros cuerpos
desde graderías de savia—.
Te apertrechas de cosas imposibles, digamos que de la
madrugada, de los aromas que tropiezan en el sendero,
de brotes de espárrago bajo una flota de zepelines, de esos
brazos tuyos, prolongación del abedul, o la conseja de medir
el peso de la vena propia en la palma de la mano.
Gravitas la corrosión, todo el dolor del mundo en esta línea.
Gravitas.
Os
[osmio]
Nada escribo que no proceda de la cetrería. En los extramuros
del logos he venido a leer cubitos de hielo —la ruina resopla
mis tobillos como mastines furiosos—.
Porque desaparece Michael Phelps con cada brazada que doy
en la alberca de tu sangre, como cuando Johnny Weissmüller
restaura la niebla en el celuloide. Porque la sangre es más
que un adverbio de lugar en tanto el cuerpo nos oxida y la
escena es medicación accesoria.
Soy la isla de Ítaca a la que no has regresado en mucho
tiempo. Y he venido a leer bolsitas de té porque eres dosis
de ácido que te adhieres a esta lengua —rémora naranja,
violeta, azul y otra vez naranja—.
V
[vanadio]
Por una oscura mariposa lo supe.
En medio de la negrura irrumpen los jinetes sin cabeza que
cuentan para atrás.
Y vuelvo del amor como de la tortura en los riñones, y allí
estás, gran Barón de la Cerveza, con los huesos de la frente
desgonzados, reseco girasol que baraja pétalos jugando al
póker bajo lámparas de gel —ni al girasol ni a la lámpara
los pinta algún loco amante de una sola oreja—, pariendo
púrpura sangre como letras que trenzan su yunta. ¿Qué
relata la radiografía?, los arcos superciliares, las tuertas patas
de un arco iris —bienvenido al arco de la derrota—. ¿Se ha
ido la emoción?, huesos frontales fraccionados, fresco a la
maldita sea. Madre llora consonantes de hueso que traduzco
hasta cercenar sus manos a horcajadas sobre unas últimas
bocanadas de saliva.
*(Guayaquil-Ecuador, 1970). Poeta, ensayista y narrador. Doctor en Letras por la Universidad de Alicante (España). Se desempeña como catedrático universitario. Obtuvo el Premio Nacional de Poesía César Dávila Andrade, el Premio Jorge Carrera Andrade, el Premio Joaquín Gallegos Lara, el Premio Internacional de Poesía Jaime Sabines (2020), así como los concursos nacionales de literatura Ángel Felicísimo Rojas y Miguel Riofrío, entre otros. Ha publicado en poesía El libro del sosiego, Propagación de la noche, Tiniebla de esplendor, Las formas del círculo (obra que reúne los anteriores), Minimal hysteria, Evohé, Geometría moral, Alzheimer, Cuadernos de Indiana, Mea Vulgatæ y Mester de altanería; en novela Oscurana y Teoría del manglar; en ensayo Épica de lo cotidiano y Rostros de la mitad del mundo (semblanzas).