Poemas por Edda Armas*
Texto por Rodolfo Häsler
Crédito de la foto (izq.) www.zendalibros.com /
(der.) Ed. Vaso Roto
En una ocasión, durante los días que me vi con Olga Orozco en Barcelona en 1997, me comentó que la poesía es un talismán para la buena vida. Anoté esa idea en mi cuaderno. Orozco amaba las piedras preciosas y semipreciosas y Edda Armas, en Talismanes para la fuga, es capaz de ellas su lenguaje oculto. Todas las culturas han sentido su enorme poder de atracción, las han utilizado para la adivinación, para atraer la suerte, la luz, la fortuna. Poesía y suerte. Escribir es aquí la suerte, un proceso de por vida para renovarse, vaciarse, ordenar y ser plenamente consciente del dónde y el cómo, es decir: protegerse. El talismán en esta nueva publicación de Edda Armas es una llamada a encontrar un refugio, reclamar la cercanía de los propios referentes, abriendo paso por el camino de la vida. Eso sólo lo consiguen poetas en su maestría como Armas que, como la amatista, tocan en el centro de la claridad para lograr la transmutación, convocando a algunos seres mágicos, a algunos poetas cercanos o algunas abstracciones que le permiten así mirar más lejos.
5+1 poemas de Talismanes para la fuga (2022),
de Edda Armas
Cofradía
El segador gira, y gira
su centro de gravedad
deduce y extiende
desapegado.
Sin plantar las huellas
—no pueden recogerse
en la memoria ni en el corazón—
el que todo lo ve
ajusta
engarza
en despliegue de alas
algún escondite les construye.
Ancla, raíz, polos, ritual de
nubes en rotación, mordidos
andamos en el solario
de rotunda impermanencia.
Circe
Línea tenaz del claroscuro
que reclama salir de uno mismo.
Como si fueses único ojo
en la noche
fugándote de las estrellas
en la estación del poema.
De tal estación se sale y entra
de la mano de Circe,
diosa y hechicera,
quien al telar con sangre
en bestia mansa nos convierte
sin emparejar destinos.
Único chance
La oscuridad exige otra maniobra.
Procura meternos en el cuerpo frágil del conejo.
El alífero deshace el único chance que acariciábamos y
el calendario de septiembre nos estrecha entre amargos.
El último día ofrecía salvarnos del incidente, tal vez
si el amuleto con pata de conejo gris colgase del ojal,
pero hace meses que temblamos y lo olvidamos todo.
Como mal indicio interpretaba que el conejo blanco
no hubiese vuelto a pasar por el frente de nuestra casa.
Ni el grillo tierno aproximarse a la carpa de campaña.
Aun sin desapegarnos de la no ficción, día a día nos
desencajados, revistamos la montaña de lo apilado.
El ojo hurga posibles escapes.
La maleta es símbolo. Saltos. Algo cae.
Se escucha el tropel, otro y uno más.
Los deseos insolventes de incertidumbre entrecruzan,
y dejan atrás
a quienes éramos.
Talismán Minerva Margarita Villarreal
A la orilla profusa del abismo
sostiene mi mano la tuya,
desde el cielo caen las palabras
de arena que auxilian los días.
Regresan a casa con voz de viento
las escucho cada tarde.
Escritas en papel carbón
viajan conmigo y
al trasluz las leo
a la hora de las tribulaciones.
Al alba los capullos despiertan
las palabras de mi madre:
Bajan de las cimas doradas del perdón
*
Así fue que sus palabras
bajaban de sus alas
No pude detenerme en ellas
No eran el Credo ni el Ave María
ni el Padre nuestro con que iniciábamos
la oración al Santísimo
No venían a anidar en la memoria
ni en la repetición
No tenían letras
Eran flujos corrientes
que en el desierto alzan remolinos
y mis pies levantan
y me llevan
MMV
Talismán Deva (Divina D’orsi Barone)
Mientras el agua hervía a borbotones
por la noche estando al frente del fogón
la leve voz me susurro al oído: —ella murió.
Erizada la piel al enterarme de tan extraño modo
recé un Ave María por nuestra amiga Deva.
Los colibríes tomaron el agua con azúcar
la mañana de ese día. La luz de la tarde no
empinaba el anuncio de su pronta partida.
En este tiempo endémico
las ceremonias del adiós cambian,
imaginamos para los nuestros el ascenso
al bosque ceremonial de los caídos,
taciturnos, desde aquí, oramos.
¿Cómo mirar hacia ese bosque,
qué maniobras hacer para mantener en equilibrio
las voces de tantas presencias en fuga?
para José Bernardo González
Atmósferas mutantes
Huye sin mirar atrás.
Rafael Cadenas
¿Cuál es la permanencia de la daga?
Vamos y volvemos
zarpamos y anclamos
sin mirar hacia atrás
torcemos el cuerpo
acertijos sobre la almohada
siendo mutación
extensiones
fragmentos desprendidos
revueltas pieles
salpicados de sepias.
Extrañaremos el manto de las hojas con orugas
nuestro ahora y después de la desnudez
al verso que explana.
Cuando abrevias besas y despiertas con el sol,
en el tránsito de lo raro al desapego
acopladas tantas veces lo postergado
con la amenazante naturaleza de los silencios
en este diálogo solitario con olor a café
teñido de adioses
con el fuego del volcán en erupción
la mano alcanza la piedra húmeda
donde nuestros pies resbalan sobre el musgo.
La calle se vuelve humo,
los atajos de aire
nos transvasan
en el ir de uno hacia el otro
aéreos metalizados irrepetibles,
sin mentiras ni vías de escape
dibujados sobre otras líneas
engarzados al cerco eléctrico
ilumina y oscurece el parpadear
último universo oceánico tendido
en la conjunción del resplandor.
*(Caracas – Venezuela, 1955). Poeta, gestora cultural y editora. Licenciada en Psicología social por la Universidad Central de Venezuela. Obtuvo el Premio Municipal de Poesía de Caracas (1995), el Premio Internacional de la Bienal de Poesía J.A. Ramos Sucre (2002), entre otros. Ha publicado en poesía: Roto todo silencio (1975), Contra el aire (1977), Cuerdas de serpiente (1985), Rojo circular (1992), Aguariacuar, La partida (Libro de artista con grabados de Lihie Talmor, 1994), Sable (1995), La otra orilla (1999), La mujer que nos mira (2000), En bicicleta (2004), Armadura de piedra (2005), Dagas y otras flores (Antología, 2007), Casa y arcángel (2008), Toma lo simple por el tallo (2009), Corona mar (2011), Sin negativo ni estaciones (2012), Alas de navío (2016), A la hora del grillo (2016), Fruta hendida (2019) y Talismanes para la fuga (2022).