Por Vedrino Lozano Achuy*
Crédito de la foto el autor
5+1 poemas de El hacedor de lluvia (2016),
de Vedrino Lozano Achuy
Hombre pájaro
Observo un bosque de árboles secos y le prendo fuego.
Voraz lo consume todo, mas solo uno sobrevive.
En medio de la desolación se yergue impávido.
Trepo hasta la copa y contemplo la desolación,
la angustia de saber que soy un asesino.
Cubro mi rostro,
mi pecho con sus enormes hojas verdes.
Mi piel se tiñe de amarillo y mis manos de negro.
Atraído por el cielo azul levanto vuelo.
Recorro la piel del Amazonas.
De sus aguas veo surgir dinastías zoológicas,
voces extintas y hermosas guerreras.
¿Qué me has hecho árbol?
¿En qué me convertiste? ¿Soy un pájaro?
¿Seré tal vez un pájaro con cara de hombre?
Soy el pawkar.
La tierra repite mi voz,
una voz que imita el canto de todo cuanto habita en ella.
Caminos
Tu voz resuena en mi cabeza.
Reconozco el estribillo del tiempo
susurrándome al oído:
“Nunca podrás controlar el aguacero.
Toma mi mano y deja descansar tu cabeza
sobre los caminos. ¡Qué el polvo y las cortezas
te muestren la dimensión de los elementos!”.
Abro los ojos.
La lluvia golpea con fuerza mi espalda.
Imagino que debe dolerte mucho el corazón
ahora que los hombres han olvidado quien eres.
“Soy una hoja sagrada, la liana milenaria
que los primeros hombres bebieron
en su intento por abolir la muerte.”
Enciendo una vela, otros humildemente una alcuza.
Las llamas se avivan y las depositamos en la corriente.
Buscan el oeste cielo.
A lo lejos, sobre la inmensa oscuridad del río,
un enjambre de luciérnagas continúa el viaje.
Travesía del vidente
A Jorge Farfán
Un anciano surca el río sobre una piragua. Con los últimos rayos de sol viaja hacia al encuentro de las sombras. De pronto, peces errantes cubren el firmamento ocultando el sollozar de los lagartos. Con mucho cuidado se inclina sobre la baranda frágil del navío e introduce sus manos en las aguas que ocultan su bizarra violencia. Seducido por la belleza de las sirenas se entrega al sueño.
Las raíces son efectivas si de visiones se trata.
El río es vida y el mar, la absurda extensión de la eternidad, repiten como adagio los que no alcanzaron orilla alguna.
Guillermo
Guiado por las antorchas de las ménades mi abuelo atravesó el océano en un barco de papel. Sus ojos rasgados marcaron el caudal de los ríos convirtiendo a los hombres en peces y tortugas.
Entre banderas rojas y dragones de jade blanco me sumerjo en su historia.
Bebemos el rocío de las palmeras y masticamos un poco de chonta para saciar la sed.
Decide iniciar la pesca.
Con maestría arroja la caña y un pequeño cartucho al río. Un fuerte sonido invade la selva y enseguida anochece.
Del ayahuasca su efecto es, me dice.
Rayuela
Recorrer una rayuela
implica memorizar mil veces la entrada.
Así sublimamos el verbo morir.
Hay que olvidar, todo se puede olvidar.
Te sumerjo en un vaso de aguas termales.
Tus cabellos brotan
como orquídeas y pequeñas madreselvas.
Guardo en el centro del corazón tus ojos de pájaro.
El hacedor de lluvia
Y cuando por fin pude dominar mi arte:
llegó la lluvia.
Con las primeras gotas
cayeron también las flores de las pomarrosas.
Refugiado en las altas nubes susurré tu nombre.
Entonces el agua
empezó a tomar formas distintas
abriéndose a paso firme
por bosques y comarcas calcinadas.
Y así
en medio de la selva
aprendí a dominar el arte oscuro de la invocación.
Soy el hacedor de lluvia.