Por Carl Phillips*
Traducción por Cristián Gómez**
Crédito de la foto (izq.) www.alivemag.com /
(der.) 51GL0 V31NT1D05
5 poemas de Yo solía decir su nombre (2019),
de Carl Phillips
Hermanos en armas
El mar era una cosa, el campo otra. Como sea, aquella vez
alguna cosa se nos atravesó, o no. ¿Sobre la felicidad, quién tiene
la última palabra? Cualquier país, quiero decir, donde inconcebible
fuera una palabra como cualquier otra queda muy lejos detrás
de mí. Ahora he aprendido a economizar lo que está fallando,
si todavía puede mantener vivo lo que está vivo,
……………………………tal vez sólo un poco más. Un bambú fantasma
en el que los pájaros anidan, por ejemplo, sin notar las hojas color
de rendición, color pobreza como yo solía imaginarla cuando
yo mismo era pobre, pero no tenía idea de serlo. Siempre he pensado
que la gratitud es la única respuesta correcta a que me hayan hecho ver,
aunque fuese con mucho dolor, esta vida más de cerca. Los dioses
mayores, después de mucho rechazarme, dejan que los dioses así
llamados menores hagan lo mejor posible — un amigo con quien
en algún punto del camino perdí contacto solía anunciar ya borracho,
por lo común justo antes de quedar tirado en el suelo. Creo que de verdad
creía en lo que decía; fijo que, a estas alturas, ya debe estar
muerto. Se rumorea que existe
…………………….…………………………………………….un efecto que te hace más humilde
del cual no guardo ninguna evidencia. La pérdida no me enseña la humildad.
Lo que solía parecer la memoria — nubes durante horas separándose y
reuniéndose y luego separándose otra vez — últimamente más bien parece
como un baile, uno de esos números lentos, y mucho más complicados
de lo que para en realidad no tengo tiempo. Sin saber exactamente que venir
es tan diferente de comprender lo que es venir para nada.
¿Por qué entonces, cada día que pasa, se parecen más el uno al otro?
Lo que veo es la luz cayéndonos alrededor
Haber entendido una pequeña parte del mundo
con mayor profundidad no significa necesariamente
que no estemos tan perdidos como antes, o eso parece
esta mañana, ciertas abejas alborotando entre las flores
de los cerezos, algunas aquí y allá con un alboroto diferente,
resistiendo, más que nada, la quietud. . . Si tuviera
que separar el grano de la paja de mis adicciones,
me quedaría, estoy seguro, con la más dura, el misterio,
aunque, justo ayer, un perfecto extraño
insistió tanto en que me encontraba familiar, que al final
decidí llevarle el amén y decir que nos conocíamos.
Respecto a su cuerpo, una musculatura al mismo tiempo extraña
y familiar con lo frágil que todo lo demás acerca de él, pensé,
sería, si yo pudiera mirar en su interior. ¿Cuál es la palabra
para ese tipo de soledad que se parece a nadar sin ayuda
por primera vez en una lengua extranjera?
Como sacado de un carcaj de flechas
¿Qué hacemos con el cuerpo, lo
quemamos, lo ponemos en la tierra o
bajo piedra, lo embalsamamos, le ponemos
miel, aceite y luego gasa, lo empujamos
para arrojarlo en una balsa en el agua?
¿Qué es lo que va a pasar con la memoria
de su cuerpo, si no se apura uno de nosotros
y rápidamente la registra? ¿Será la sal,
la luz tardía la manera como se diluya?
Hilo dental, guantes de goma, y la masticada
tapa de un lápiz que está lejos —¿cómo
estimaremos sus efectos, los tiramos
o seguimos usándoles, decimos que son
reliquias y los tratamos entonces como reliquias?
¿Cuentan sus sábanas manchadas? Si sí,
lavarlas, entonces, ¿sería un error?
Acerca de si debieran ir donde están
aquellos sin ropa de cama, o si debiéramos,
por la noche, cubrirnos con ella en su memoria,
por el día reflexionar sobre ella cuando esté doblada,
guardada, vacía. Aquí, en el suelo,
detrás de su cama hay una foto doblada
—¿por qué? ¿Eran amantes ellos
dos? ¿Significa, que la hayamos
encontrado allí, que se le perdió o la olvidó
o intentaba mantenerla a salvo? ¿Deberíamos
tratar de contactarlo? ¿Qué tal si este
otro hombre también está muerto? ¿O vivo,
pero no quiere recordar, es humano?
¿Está bien ser humano, y apartarse
de la oblación y la memoria, y olvidamos,
y a veces no podemos evitarlo y a veces
es lo único que queremos? ¿Cuántos gallos
o amaneceres toma todo eso? ¿Qué tal
si lo único que queremos es descansar
y nada más? ¿Se puede encontrar, por pequeño
que sea? ¿En qué hoyo está escondido? ¿Es, quizás,
un país? ¿Se necesita un guía para que nos diga
cómo llegar? ¿Tenemos que volar? ¿Tenemos
que nadar? ¿Qué voy a hacer, ahora, con mis manos?
(de From the Devotions)
Azul
Como a través del mármol o ciertos peces
partidos por la mitad, limpios y en fila
sobre la mesa, esta es la vena azul
que corre, donde la carne es incluso
más blanca que en el resto de ella, los muslos
separados que la madre olvida, ocupada
batiéndoselas por imponerse a los huesos: los suyos,
aquellos sobre la tumbona, todos
igualmente reacios a cooperar, y también
hay viento. Este es su pelo, pasando
del blanco al azul en el aire.
Este es el negro, fotografiado en azul, de los oscuros
nudillos de mi papá, que no cambian, nunca.
Lo cual equivale a decir que cuándo están
enojados no son más pálidos que en reposo, o cuando, como
me los imagino ahora, siguen
a esos dos dedos, los mismos que siempre
usa para hacer que el borde de cada copa azul
y vacía de la casa, cante.
Siempre, la misma
pena del azul-al-negro
que ninguna superficie negra puede esconder completamente.
Bajo la noche, en algún lugar
entre el blanco que no es nada más que
azul, y el negro, finalmente, es; nada,
soy el hombre que ninguno de ustedes recuerda.
Protegiendo, en la semioscuridad,
los ojos azules que a veces se me olvida
que no tengo. Tirando de mis propios blues
de hombros encorvados a todo lo largo del papel.
Aparentemente mal informado acerca del rumoreado
contenido de los sueños: dondequiera que he preguntado,
me dijeron que buscara por el azul.
(de In the blood)
MONOMOY
En algún lugar, la gente todavía debe hacer cosas como ir a sacar
el agua del pozo en cubetas, dársela luego
a esos animales, hace mucho domesticados, que probablemente
perecerían antes de aprender a conseguirla
por ellos mismos. Ese perro, por ejemplo, cuya
negativa a irse de mi lado confundí, de niño,
con lealtad — cuando en realidad lo que pasaba es que era
ciego… ¿Qué es lo que tiene la vulnerabilidad que hace a veces
que una mano se devuelva y otras puede parecer
la única forma de convertir esa mano en una fuerza bruta
y destructiva? ¿No eres capaz de darte cuenta de que arrasaste
casi con todo eso, con toda la ternura? alguien le grita
a alguien, en público — y mirando hacia otra parte,
nos alejamos rápidamente, como si incluso haber escuchado
todo eso pudiera arriesgarnos a un destino
del cual preguntas como esa
……………………………………………..brotan. El distanciamiento —
como el sacrificio — primero comienza como una palabra, luego
es el material del drama, le da paso a las consiguientes lágrimas
que asisten al drama, luego es básicamente la diferencia
que existe entre despertar con una tormenta y despertar
dentro de una. ¿Quién podría decir cómo llegó ella hasta allí —
al océano, me refiero — aunque una vez vi una yegua
volviendo a tierra firme en medio de un huracán: cabalgando
como un surfista las mismas olas que en cualquier momento
podrían haberla aplastado al chocar con la orilla, se sacudió,
se dio vuelta para ver la intranquilidad del agua —
la historia siempre está intranquila — y libre salió cabalgando.
(de Wild is the wind)
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(poemas en su idioma original, inglés)
5 poems from Yo solía decir su nombre (2019),
by Carl Phillips
Brothers in Arms
The sea was one thing, once; the field another. Either way,
something got crossed, or didn’t. Who’s to say, about
happiness? Whatever country, I mean, where inconceivable
was a word like any other lies far behind me now. I’ve
learned to spare what’s failing, if it can keep what’s living
alive still, maybe just
……………………………………….awhile longer. Ghost bamboo that
the birds nest in, for example, not noticing the leaves, color
of surrender, color of poverty as I used to imagine it when
I myself was poor but had no idea of it. I’ve always thought
gratitude’s the one correct response to having been made,
however painfully, to see this life more up close. The higher
gods having long refused me, let the gods deemed lesser
do the best they can — so a friend I somewhere along the way
lost hold of used to drunkenly announce, usually just before
passing out. I think he actually believed that stuff; he must
surely, by now, be dead. There’s a rumored
………………………………………………………………………….humbling effect
to loss that I bear no trace of. It’s not loss that humbles me.
What used to look like memory — clouds for hours breaking,
gathering, then breaking up again — lately seems instead
like a dance, one of those slower, too complicated numbers
I never had much time for. Not knowing exactly what it’s
come to is so much different from understanding that it’s come
to nothing. Why is it, then, each day, they feel more the same?
What I see is the Light falling all around us
To have understood some small piece of the world
more deeply doesn’t have to mean we’re not as lost
as before, or so it seems this morning, random bees
stirring among the dogwood blossoms, a few here
and there stirring differently, somehow, more like
resisting stillness. . . Should it come to winnowing
my addictions, I’d hold on hardest, I’m pretty sure,
to mystery, though just yesterday, a perfect stranger
was so insistent that I looked familiar, it seemed
easier in the end to agree we must know each other.
To his body, a muscularity both at odds and at one
with how fragile everything else about him, I thought,
would be, if I could see inside. What’s the word
for the kind of loneliness that can feel like swimming
unassisted in a foreign language, for the very first time?
As from a Quiver of Arrows
What do we do with the body, do we
burn it, do we set it in dirt or in
stone, do we wrap it in balm, honey,
oil, and then gauze and tip it onto
and trust it to a raft and to water?
What will happen to the memory of his
body, if one of us doesn’t hurry now
and write it down fast? Will it be
salt or late light that it melts like?
Floss, rubber gloves, and a chewed cap
to a pen elsewhere —how are we to
regard his effects, do we throw them
or use them away, do we say they are
relics and so treat them like relics?
Does his soiled linen count? If so,
would we be wrong then, to wash it?
There are no instructions whether it
should go to where are those with no
linen, or whether by night we should
memorially wear it ourselves, by day
reflect upon it folded, shelved, empty.
Here, on the floor behind his bed is
a bent photo—why? Were the two of
them lovers? Does it mean, where we
found it, that he forgot it or lost it
or intended a safekeeping? Should we
attempt to make contact? What if this
other man too is dead? Or alive, but
doesn’t want to remember, is human?
Is it okay to be human, and fall away
from oblation and memory, if we forget,
and can’t sometimes help it and sometimes
it is all that we want? How long, in
dawns or new cocks, does that take?
What if it is rest and nothing else that
we want? Is it a findable thing, small?
In what hole is it hidden? Is it, maybe,
a country? Will a guide be required who
will say to us how? Do we fly? Do we
swim? What will I do now, with my hands?
Blue
As through marble or the lining of
certain fish split open and scooped
clean, this is the blue vein
that rides, where the flesh is even
whiter than the rest of her, the splayed
thighs mother forgets, busy struggling
for command over bones: her own,
those of the chaise longue, all
equally uncooperative, and there’s
the wind, too. This is her hair, gone
from white to blue in the air.
This is the black, shot with blue, of my dark
daddy’s knuckles, that do not change, ever.
Which is to say they are no more pale
in anger than at rest, or when, as
I imagine them now, they follow
the same two fingers he has always used
to make the rim of every empty blue
glass in the house sing.
Always, the same
blue-to-black sorrow
no black surface can entirely hide.
Under the night, somewhere
between the white that is nothing so much as
blue, and the black that is, finally; nothing,
I am the man neither of you remembers.
Shielding, in the half-dark,
the blue eyes I sometimes forget
I don’t have. Pulling my own stoop-
shouldered kind of blues across paper.
Apparently misinformed about the rumored
stuff of dreams: everywhere I inquired,
I was told look for blue.
MONOMOY
Somewhere, people must still do things like fetch
water from wells in buckets, then pour it out
for those animals that, long domesticated, would
likely perish before figuring out how to get
for themselves. That dog, for example, whose
refusal to leave my side I mistook, as a child,
for loyalty — when all along it was just blind … What
is it about vulnerability that can make the hand
draw back, sometimes, and can sometimes seem
the catalyst for rendering the hand into sheer force,
destructive? Don’t you see how you’ve burnt almost
all of it, all the tenderness, away, someone screams
to someone else, in public — and looking elsewhere,
we walk quickly past, as if even to have heard
that much might have put us at risk of whatever fate
questions like that
……………………………………..spring from. Estrangement —
like sacrifice — begins as a word at first, soon it’s
the stuff of drama, cue the follow-up tears that
attend drama, then it’s pretty much the difference
between waking up to a storm and waking up
inside one. Who can say how she got there —
in the ocean, I mean — but I once watched a horse
make her way back to land mid-hurricane: having
ridden, surfer-like, the very waves that at any moment
could have overwhelmed her in their crash to shore, she
shook herself, looked back once on the water’s restlessness —
history’s always restless — and the horse stepped free.
*(Washington-EE. UU., 1959). Poeta. Licenciado por Harvard (EE. UU.), MAT de la Universidad de Massachusetts (EE. UU.) y magíster en escritura creativa por la Universidad de Boston (EE. UU.). Fue profesor de inglés en la Universidad de Washington, donde también enseña escritura creativa. Fue elegido canciller de la Academia de Poetas Americanos (2006) y, desde 2011, se desempeña como juez de la serie de poetas más jóvenes de Yale. Ha publicado en poesía In the blood (1992), From the Devotions (1998), Rock Harbor (2002), The Rest of Love (2004), Riding Westward (2006), Silverchest (2013), Reconnaissance (2015), Double Shadow (2011), Wild is the Wind (2018), entre otros.