Por Antonio Bux*
Crédito de la foto (izq.) Remedios Varo /
(der.) el autor
5 poemas de Vuelve la piedra (inédito),
de Antonio Bux
Si te olvido es porque siempre
he creído que existieras. De repente
la luna se parece a Dios, me calla
frente al color del agua. Mi condena
es amarte, también sin alma
para nunca olvidar, para que sueñe
el cuerpo todavía tu vida y tenga un cuerpo
mi pena, y ausencia el silencio.
No busco nada más allá de tu sombra
hasta que la luna se caiga, y tenga Dios por mi
la misma pena que tú tienes por las flores
recién nacidas. Si te olvido es porque nunca
has creído que estaba muerto. El miedo
que ahora tengo, tu amor, el bosque lo sabe,
el olor de tu boca, la vida blanca es toda
mi culpa, como si olvidando la muerte vuelva
la vida, como si viviendo supiera el porqué
de tu boca lejana, besando ya el abismo del alma.
Escucho tus piernas
a la salida del bosque.
Estás viva. Estás viva y el sol
no sabe cuánta diferencia
hay entre tu piel quemada ya
y la piel prisionera de tu sombra.
La sombra que desde el fondo
te llama, y llena el color de un alma
picando dentro el espejo fantasma.
Pero el espejo ahora es un lago
y dentro del lago hay peces blancos
y remolinos de sirenas malditas.
Van en busca de la paz, de tu amor,
van y gritan, saliendo del bosque.
Y hay sapos también, gritando
contra el hombre que soy el beso
que busco a la salida del bosque
mientras escucho tus piernas
huir de mi cabeza, ya eres del fuego
y tus cabellos entre las llamas, y el corazón
del bosque, allí todavía quiero escucharte.
Ahora la noche no viene para dormir.
Se nombra entre cristales de tristeza.
Y es tu nombre el que me llama, un ángel
devorado por el silencio quema la fuente
abandonada, la voz tuya tan clara. Yo
guardo su sueño en el vidrio más azul
de mi alma, no puedo gastar ese rostro
para besarte invisible o simplemente
para olvidar como eran tus besos.
Pero tus besos ya son del ángel
y no puedo gastar su alma, el corazón
donde Dios se ha huido, es un eco
ahora el llanto, un sueño sin más el niño.
El niño que tú amabas tanto, el color
de sus monedas guardo dentro del vidrio
más azul de mi cuerpo, solo el viento
puedo pagarme, y esta noche de cristales
donde mis manos aprietan el ángel.
Ya viene a noche para leerme tus manos.
Hoy las estrellas son muy pocas, están tan cerca
alrededor de mi rostro, que mi rostro sabe del cielo
la poca naturaleza, el viaje desesperado
que el hombre vuelve a la tierra.
Los árboles van unidos en busca de la corteza
más fina del aire, y el aire se esconde
en tu respiración, aurora estelar.
Desde que naciste, un resplandor quema
los cadáveres en el cielo. Tú, rosa maldita,
me amaste por la sangre, y esta herida
oscura ahora es toda la noche.
Por favor, calla mis estrellas con tu vástago.
Venimos a la tierra para hinchar los huesos
y formar con los ojos una mirada
negra de lobos. Los lobos sin cadenas
como tu alma esconden la piedra
la piedra que has quebrado hace años.
Ahora que vuelve la piedra, no puedo
rozarla, solo una gota de sangre
bebe mi lobo, por tu secreto.
Eres el cordero que no salva la carne.
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(versión traducida al italiano por el autor)
5 poesie di Torna la pietra (inedito),
d’Antonio Bux
Se ti dimentico è perché ho sempre
creduto tu esistessi. D’improvviso
somiglia a Dio la luna, mi silenzia
dentro il colore dell’acqua. La condanna
mia è di amarti, senz’anima anche,
per non dimenticare mai, perché possa
sognare ancora il corpo la tua vita e abbia
un corpo il mio dolore, e il silenzio assenza.
Non cerco nulla oltre la tua ombra
fin quando la luna non cada e avrà Dio
per me lo stesso dolore che tu hai per i fiori
appena nati. Se ti dimentico è perché non hai
mai creduto che ero morto. La paura che ora
ho, il tuo amore, il bosco lo sa, l’odore
della tua bocca, la vita bianca è tutta colpa
mia, come se dimenticando la morte tornasse
la vita, come se vivendo io sapessi il perché
della tua bocca lontana, baciando ora
l’abisso dell’anima.
Ascolto le tue gambe
uscendo dal bosco.
Sei viva. Sei viva e il sole
non sa quale differenza
vi sia tra la tua pelle bruciata
già, e la pelle prigioniera dell’ombra.
Quell’ombra che dal fondale ti chiama
e riempie il colore di un’anima
bussando dentro lo specchio fantasma.
Ma lo specchio ora è un lago
e dentro il lago ci sono pesci bianchi
e vortici di sirene maledette.
Vanno in cerca della pace, del tuo amore,
gridano e vanno, uscendo dal bosco.
E ci sono anche rospi, e gridano
contro l’uomo che io sono il bacio
che cerco uscendo dal bosco
mentre ascolto le tue gambe
fuggire dalla mia testa, sei già del fuoco
e i tuoi capelli in fiamme, e il cuore
del bosco, lì voglio ancora ascoltarti.
Ora la notte non viene per dormire,
ha voce tra cristalli di tristezza.
Ed è il tuo nome che chiama, un angelo
divorato dal silenzio brucia la fonte
abbandonata, la voce tua così chiara;
conservo il suo sogno nel vetro più azzurro
del vento, non posso sperperare quel volto
per baciarti invisibile o semplicemente
per dimenticare i tuoi baci.
Ma i tuoi baci ora sono dell’angelo
e non posso vedere la sua anima, il cuore
dove Dio è fuggito, è una eco
ora il pianto, un sogno senza il bambino;
il bambino che tu amavi tanto, il colore
delle sue monete conservo nel vetro
più azzurro del corpo, solo il vento
posso pagarmi, e questa notte di cristalli
dove le mani stringono l’angelo.
Lui viene a notte e le tue mani mi legge
Sono così poche oggi le stelle, sono così vicine
circondandomi il volto, che il mio volto sa del cielo
la poca naturalezza, il viaggio disperato
che l’uomo torna alla terra.
Gli alberi uniti vanno in cerca della corteccia
più sottile dell’aria, e l’aria si nasconde
nel tuo respiro, aurora stellare.
Da quando sei nata, uno splendore brucia
i cadaveri in cielo. Tu, rosa maledetta,
mi hai amato per il sangue, e questa ferita
oscura ora è la notte perenne.
Per favore, fai mute le mie stelle col tuo gambo.
Veniamo alla terra per gonfiare le ossa
e formare con gli occhi uno sguardo
nero di lupi. I lupi senza catene
come la tua anima nascondono la pietra
la pietra che hai distrutto anni fa.
Ora che torna la pietra, non posso
sfiorarla, solo una goccia di sangue
beve il mio lupo, per il tuo segreto.
Tu sei l’agnello che non salva la carne.
*(Foggia-Italia, 1982). Reside en Barcelona desde 2007 hasta la fecha. También ha realizado traducciones de Leopoldo María Panero (Contra España y otros poemas no de amor, 2020). Obtuvo el Premio Iris (2014, Italia). En la actualidad colabora con varias editoriales, revistas, dirige la colección Sottotraccia de Marco Saya Ediciones y la colección L’anello di Mobius de Rplibri así como el blog Disgrafie (antoniobux.wordpress.com)
Ha publicado en poesía Trilogia dello zero (2012), 23 – fragmentos de alguien (2014), El hombre comido (2015), Kevlar (2015) Naturario (2016), Saga familiar de un lobo estepario (2018), La diga ombra (2020). Es traductor de Ventanas a ninguna parte (2015), de Javier Vicedo Alós y Bernat Metge (2020), de Lucas Margarit.