5 poemas de «Valparaíso, puerto principal» (2024), de Luis Correa-Díaz

 

Por Luis Correa-Díaz*

Crédito de la foto (izq.) www.cultura.fundacionneruda.org /

(der.) Ed. Altazor

 

 

5 poemas de Valparaíso, puerto principal (2024),

de Luis Correa-Díaz

 

 

Fantasía oscura

anoche            allá                  arriba

artificial se ilumina el Cerro

Mariposas          ráfagas          risas

y mocos de pena por la ocasión

luctuosa          yo me paso solito

la fantasía             grave noticia

de que es porque supieron

que se había muerto el poeta

Erick Polhhammer    que por eso

volaban           balas y petardos

como si fueran en miniatura

sus helicópteros poéticos

pero no no no no no     noooo

el angelito ya pasadito en años

era el Negro Sergio    narco

cueca brava en loor de Nuestra

Sra Doña Misiá        Santa Muerte

viva la poesía chilena               viva o muerta

 

 

El Escudo de Valparaíso

basado en el Escudo de Cartagena

(me refiero al de 1811, no hablo

del logo-poema visual

concretista, vitral in colorful motion),

no en el de la vecina de más al sur

en este litoral de poetas-marineros

de tierra que se perciben corsarios,

ni en el de la colombiana, o sea

la de Indias, cuando se volvió

Estado soberano antes que sus pares

allá en la Nueva Granada de mis amores,

o en la de otra, quizás la de un puerto-

precioso-diamante en algún exoplaneta

que nos mira desde su océana distancia,

ninguna sino la de España, sólo que luce

éste a diferencia una patrona —nada hay

de ella ni de sus elementos compositivos

en el de Santiago Wanderers, ni rastro

tampoco en el corazón caturro, obvio

que no, Decano local de una pasión

inglesa que conquistó ya todo el mundo—,

presentada por un águila, tan oscura

como la soledad y la noche cósmica,

la de la bandera española, sin retoques,

como la noche de San Juan, una especie

de carta de un tarot imperial en vías

de independencia pero aún anclada

a su pasado, como escribo este poema

un 21 de junio, día para conmemorar

a los pueblos originarios, la veo como tal,

en eso la acerco a la del de Cartagena,

también post-colonial, subalterno todavía

y hasta cuándo?, una changuita

(diminutivo de afecto transhistórico)

en lo que sería con los años Caleta

Abarca, recogiendo restos de falling

stars para su pelo terminado recién

el crepúsculo y pidiéndole a su niño

que salga del agua para volver al grupo;

dónde está el Escudo en esta ciudad

(fuera del que nadie mira al subir

las escaleras de la Municipalidad)

sino en una bandera fantasma

y enlutada que se toma en silencio

las calles durante las protestas, nuestros

nuevos carnavalitos, pero una vez

al año saben con su heráldico modo

que se relaja y se sueña caporala ella y él

caporal de pecho envuelto en su ritmo

mientras pasan los mil tambores danzando

 

 

 

Pichidangui

llego una vez más a Valparaíso

en invierno y mi hermano

me arrastra afectuoso

a que lo acompañe a bucear

a Pichidangui con los Concha’e

Locos, es nuestro on the road

space-time para ponernos al día,

en la mañana del domingo

él parte a merodear el fondo

de estas aguas, yo me preparo

a caminar por la costa,

pero ya me ha llegado la música

y comprendo que en suerte

me tocó un San Pedro y carnavalitos

venidos de escuelas de Petorca

y alrededores, de entre las máscaras

la de un Arcángel Gabriel celeste

resplandece alado y caporal

con el silbato va dando ritmo

a las comparsas y luciéndose

de lo lindo, ahí me quedo

luego desde el Café El Galeón,

habiéndole avisado por WhatsApp

al amor español mío que su sirena

dorada sigue reinando en la caleta,

viendo cómo los curitas bajan

con la gente pescadora y no al santo

al mar para que dé su vueltecita

anual a la bahía y deje sus bendiciones

flotando como reflejos de otro mundo,

veo la superficie pixelada de exoplanetas

que se fragmentan al fervor de las lanchas

mientras espero como un niño sin padre

que todos regresen desde el horizonte

 

 

 

Yo estuve

en El Rincón de las Guitarras, claro

que no es la primera ni será la última,

gente feliz, pienso mientras la Lucy

Briceño con sus Los del Rincón

repasan verso a verso Valparaíso

de mi amor, justo cuando se cumple

en este mes un aniversario más

de la condición de patrimonio

—juego con la palabra antónima,

matrimonio, y me pregunto mudo

que por qué no ésta en vez de—

del puerto otrora principal, oí hoy

por la mañana que se espera

que a partir de octubre, temporada

nueva, recalarán alrededor de 52

cruceros 🛳️ que también pasarán

por San Antonio, mendigos del placer

de otros, buena noticia y ojalá dejen

algo y dure y se recupere el turismo,

no quita darse cuenta que sub-

alterno seguimos, haciéndole fiesta

al forastero, y por otro lado ahogados

de comercio callejero, el Congreso

ya está rodeado de una aureola

de ropa usada a 500 o mil pesos,

muchos de ellos inmigrantes, yo

mismo aunque no vendo nada,

pudiera estos poemas en papelitos

—un Papelucho de tercera edad—,

salen a bailar, entre ellos mi hermano

y Marianela, que se defienden gracias

a ella, contemplo con un contento

que me arrastra como una marejada

mar adentro de los dolores del vivo

y entiendo por qué aquí y no allá

en una disco de juventud, donde fui

el más triste, uno se siente en libertad

y en paz, gente con tiempo encima,

eso es, no hay otra ansia que vivir

no una rebeldía sin causa cualquiera

pero de marca, sino una canción más

 

El poeta Luis Correa-Díaz

 

Neruda

a 50 años de su muerte —y de la demo-

cracia, dicen a voces y molotovs

muchos/as, aunque resucitó después,

a los 17 y de ahí padelante una cueca

más larga que un esqueleto resista

bailar—, Valparaíso ya no es ni será

el suyo, ni el de los poetas, narradores,

pintores, cantores, actores, peatones

(perdón, pescadores y artesanales),

e infantes, de volantín nunca droncito,

porteños, de ayer y hoy y mañana,

mal que pese, a mano tengo, por si

acaso, el libro reeditado (2015)

de Sara Vial, asiduo soy del café

del Restaurante O’Higgins en la calle

Victoria, aunque esté el Congreso

y el Mall Paseo Ross y uno de chinos

más allá, por eso yo, del légamo

oceánico adoptivo, desanclo

la nostalgia y me trago la carnada

con anzuelo y todo de la purísima

esperanza en pleno El Almendral

de este valle de Alimapu devenido,

ahora de verdad, puerto loco,

de locura mala, de ésa que mata,

y aún así, señor Alcalde, sepa,

quien sea usted, que le declaro

mi amor a este Pancho Gancho,

sucio de olvido, sin trabajo de futuro,

violento y tierno como un beso

de despedida, poco o nada le queda

de poesía al que fuera la cuna nacional,

según D’Halmar, su ritmo es otro

a estas alturas, un (t)rap urbano,

fanfarrón, tal vez, descolorido

como una refalosa cariacontecida

en alguno de los bares naufragados,

La Sebastiana cruza el horizonte,

ya es un buque fantasma que nadie

sabe decir si se va o vuelve, un sputnik

que no llegó a perderse entre los planetas

 

 

 

 

 

*(Chile). Poeta. Miembro correspondiente de la Academia Chilena de la Lengua y de la Real Academia de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes de Córdoba (España). Se desempeña como profesor de Digital Humanities y Human Rights en la Universidad de Georgia (EE.UU.). Autor de varios libros y artículos críticos. Destacan el e-book colectivo Poesía y poéticas digitales/electrónicas/tecnos/New-Media en América Latina: Definiciones y exploraciones (2016), La futuridad absoluta de Vicente Huidobro (2018), Novissima verba: huellas digitales/cibernéticas en la poesía latinoamericana (2019), Latin American Digital Poetics (2022). Ha publicado en poesía Crónica, in memoriam-s & ofrendas (2022), Americana-lcd (2021), metaverse (2021), Haikus nada más (2021), Los Haikus de Gus (2021 y 2020), Maestranza de San Eugenio… (2020), Diario de un poeta recién divorciado (2020 y 2005), … del amor hermoso (2019), impresos en 3D (2018), clickable poem@s (2016), Cosmological Me (2010 y 2017), Mester de soltería (2008 y 2006). Su email es: correa@uga.edu

 

 

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