5 poemas de «Todas las madres me recuerdan a ti menos la mía» (2021), de Rodrigo Ponce

 

Por Rodrigo Ponce*

Crédito de la foto (izq.) el autor /

(der.) Microbio Ed.

 

 

5 poemas de Todas las madres me recuerdan a ti menos la mía (2021),

de Rodrigo Ponce

 

 

Naturaleza muerta de hambre

 

Mi madre no quiere saber nada de ti

ni acordarse de tu nombre.

 

No le interesa saber

que las frutillas son

una de tus reencarnaciones

conservadas en almíbar

en la despensa en caso de guerra.

 

Me imagino que tampoco le gustaría enterarse

de que hicimos el amor en su sillón rojo

/descascarado

o que el libro de Historia del Arte

tiene unas hojas pegadas

justo en el cesto de frutas de Caravaggio.

 

La naturaleza está muerta de hambre.

 

 

 

Robert Delirio

 

Me encierro en el cine

como De Niro en el taxi driver.

Siempre soy otro, me digo, mientras espero

que se me pase la próxima película por enfrente.

 

Soy un conductor de automatismos

sin llevar a ningún pasajero mi auto pesa

y sin embargo voy por las calles flotando

como guiado por un chofer

que sin ser yo tiene mis manos

y una mirada inquisidora en el espejo inquisidor.

 

En el asiento de atrás

otra vez me encierro en mi película

y la veo pasar pasivamente

(como espectador soy de una conducta irreprochable)

No todo está tan mal, pienso.

A mi lado el fantasma de Rimbaud

comparte palomitas con su madre.

Me mira y se ríe.

Je est un autre, dice.

Empieza la película.

Me hago callar violentamente,

me pido disculpas

me arrellano en mi butaca

me deslizo fuera de los márgenes del asiento

escucho el ruido que hace Rimbaud al destrozar

las palomitas en su boca

escucho a Venus devorando a su hijo

escucho el deseo sexual de Cybill Shepard

abriéndose paso por entre sus piernas

ante la mirada trastornada y ansiosa de Travis Bickle.

Escucho al loco de Valparaíso

lleno de tatuajes de Jodie Foster repartidos por el cuerpo

masturbándose en un callejón

pegándose balazos en el vientre.

Me doy cuenta de que no hay vías de escape

y de que todo está oscuro

aquí en esta sala de proyecciones.

 

 

Mi enfermedad te culpa

 

Después de fumar un porro

te dio fiebre

y no nos vimos por una semana.

 

Yo también me enfermé

y le eché la culpa a tu amiga griega

que me compartió de sus manices

o maníes

o φιστίκια

después de sonarse la nariz

y hablar de Kavafis.

 

También le eché la culpa

a la noche anterior

al frío que tuve que soportar

para que me vieras bailando

con mi polera cortada sobre el ombligo

en pleno invierno

solo para que me invitaras un cigarro.

 

Culpé también

a esta ciudad que busco

y que a veces siento que me expulsa

desde dentro.

 

Pero tú me dijiste que me quedara,

tranquilo

que la gente se enferma

que es normal.

 

Y me dormí.

Después de un tiempo desperté sano

y te eché la culpa.

 

 

 

Cita romántica

 

Luego de trabajar

fui al supermercado

a comprar

una berenjena

un surtido para caldo

una leche

una bolsa de anacardos

una caja de té.

 

Había una fila de unos

10 minutos,

poco más.

Pasé por el mercado de San Antonio

pasé por enfrente de la luna

pasé rozando el fantasma de mi amigo Lucas

ahora en Ecuador

en pleno estado de sitio.

Crucé la Avenida del Paralelo

pensando en mi cita romántica.

Estaba tranquilo.

Al día siguiente tenía trabajo

y era probable que alguna mujer en su casa

me estaría amando

o al menos queriendo

o al menos pensando en mí.

Entonces cociné.

Hice un caldo de verduras

hice arroz

hablé con mi madre

herví zanahorias

zapallos

cebollas.

Mientras esperaba que se hiciera el arroz

me fui a mi pieza a leer

pero me distrajo mi propia mano

entrando en mi pantalón.

Me hice el amor pensando en mi

compañera de piso

creo que incluso se me escapó

la primera S de su nombre.

Me limpié con la polera de Carlos

fui a ver el arroz,

se había quemado un poco

pero no importaba.

Estaba yo ahí con mi cita romántica

y creo que nada hubiera podido arruinar ese momento.

 

El poeta Rodrigo Ponce

 

Carta sin remitente

 (Aleatorio)

 

Tus pupilas son el clonazepam de mis noches negras.

 

Guardo saliva que se transforma en piedra difícil de tragar

como un poema confesional en 2019

(ya nadie compromete su vida por un poema

y es entendible)

 

   /afuera se escucha a Thelonius maldiciendo como un vagabundo

 

(un poeta peruano acaba de escribir un poema sobre Monk y yo me puse en mi periodo más azul)

 

La taquicardia de ficciones retumba en mis murallas de carne

   /suenan los platillos de Gene Kruppa en lucha con Buddy Rich

    anuncian un día que aún no llega.

 

Como la música yo también tengo mis notas. Esta es de un médico: faringoamigdalitis aguda. Suena mal. Todavía la comida tiene sabor a Amoxicilina. Dicen que es el aire. No sabía que se podía tener fiebre tantos días. Mojo un calzoncillo con agua fría y me lo pongo en la cabeza: retorno a la infancia. No sabía que la infancia era tan accesible. Era cosa de enfermarse.

 

Fumo en la cama miserablemente

  /como si pudiera hacerlo de otra manera

 

Amo la decadencia pero no la mía.

 

Soy Aby Warburg, un amasijo de serpientes, el palacio Schifanoia, un panel, los indios Copi. María de Medicis, la voluptuosidad de un músculo de Rubens.

 

La noche del cuerpo no es un poema y este no va a ser el primero.

 

Me masturbo con un condón que me duerme la cabeza. Es una imagen desagradable, dirías, si te llamaras Rut o Natalia, que no Amapola.

 

Los monjes de la noche se pasean por las calles en ritual impreciso. Afuera hay una feria de ambigüedades.

 

El sueño natural en la ciudad es un privilegio del campo. Me cago en Goya, el insomnio es peor.

 

Picasso: viejo culiao (eso lo pensé como un graffiti)

 

Me gustaría poder decir, como si no me importara: Después del baño, mujer secándose

 

Hoy nadie duerme vigilando sus sueños, es cierto, te quiero

 

(me imaginé diciéndote hoy no quiero hacer el amor

mientras me tocaba la nota larga

estaba en Mi sostenido)

 

Miento si la medida de mi deseo no es ésta.

 

/se burla de mí una trompeta más brillante que mi esperma

 

[bandadas de Coleman Hawkins pasan volando por mi pieza]

 

No hay aplausos para este espectáculo patético.

 

Todas las noches tengo que aprender a dormir

y cuando aprendo ya es de día y pienso

todos los días me levanto pero no todos los días me despierto.

 

Dos manos son una copa demasiado pequeña

Un corazón es una colina demasiado pequeña como para descansar en él (Gottfried Benn)

 

Ahora toca un fado:

Buenas noches soledad

ahora quiero dormir

para soñar con ella (cursivas y en portugués). Estoy sin ánimo.

 

 

 

 

 

*(Santiago de Chile-Chile, 1994). Poeta y narrador. Reside en Barcelona (España) desde 2018. Cofundador del colectivo poético Antropófagos. Se desempeña como director de talleres de poesía. Obtuvo el II lugar del Concurso Nacional de Poesía Aristóteles (España, 2021). Ha publicado en poesía Todas las madres me recuerdan a ti menos la mía (2021).

 

 

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