Por Carolina O. Fernández*
Crédito de la foto (izq.) Ed. Hanan Harawi /
(der.) la autora
5 poemas de Rumikuna del mar (2021),
de Carolina O. Fernández
XXVIII
Sobrevivo en la profundidad de las rocas
En la ciudad de la hecatombe
ya no recuerdo mi infancia
cocinaba poemas que ardían
en las ollas de barro del fogón
A medianoche
las estrellas encandilaban el camino serpenteado de eucaliptos
Me tomabas en brazos
y bajo el alumbrar de los glaciares incendiábamos la bruma
La iglesia era una enorme corona de oro en llamas
y volamos junto a las palomas y sus doce campanadas
Yo era una aprendiz de poeta
aprendiz de paloma
El candelabro encendió mis huesos
hasta encenizar mis plumas
y así aprendí el fundamento
de la página en blanco
Hambre voraz
decía mi madre en su propia lengua
XXVII
Querids Jimena, Inti, Camila, Jorge y Bryan
A veces la vida deposita esperanzas en un kafkiano padre
esperando proteja las alas de las polillas y la curtiembre
pero este padre decretó dardos en la niña de vuestros ojos
ansiaba apagar el fuego de su luz
Ustedes fueron miles en Santiago otro tanto en la Mitad del mundo
hoy en las calles de Perú han visto a las muchachas
desactivar estruendos para evitar las llagas indelebles
las han acompañado con sus pañuelos verdes
Ustedes saben que no todes nacen con un pan bajo el brazo
ni un lecho donde depositar el cansancio
Ustedes saben que las wawas se desvelan
porque sus sueños se encienden y se apagan
como una luciérnaga en nocturnos de verano
Ustedes saben lo que es subsistir y dar de beber al hambriento
saben que sus aviones de papel arrancan la suavidad de una sonrisa
o la sinfonía de rondín
Ustedes saben lo que es levantarse en la madrugada
salir en busca de trabajo
dormir y trastabillar en el bus del infortunio
Querids Jimena, Camila, Jorge, Inti y Bryan,
ustedes pudieron ser alguno de los hijos que perdí. No espero nada
de los padres de la patria solo anhelo que el Sol la Luna y
vuestros sueños no se apaguen para siempre
Pusak
Aquella tarde tomé un paraguas
y volé sobre un ave mensajera
Nuestros ojos divisaron un temerario Kuntur
encendía el fuego de su ira
cautivos estaban sus pichones
el vuelo majestuoso se perdió en brillante resplandor
Aceleramos El ave mensajera dejó caer gotas de rocío
vibró Kuntur como si fuese el último respiro
Llegamos a tiempo arrulló
Aprendí de las mensajeras los juegos a la ronda
La felicidad no se mide según el pbi
porque la vida no existe sin el tañir de mandolina
ni el aleteo de las hojas
Del fuego aprendí a enternecer el pensamiento
De la chara verde aprendí a curar las heridas
Del runasimi el lenguaje de los valles
del lenguaje de los valles la caída de la phaqcha
De madre puma el lenguaje de los espejos
El misterio de mi continente oscuro
*(Lima-Perú). Trabajadora de su hogar, poeta y ensayista. Doctora en Ciencias sociales por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (Perú), magíster en Letras por la Universidad Andina Simón Bolívar (Ecuador) y en Género y ciudadanía por la Universidad de Huelva (España). Se ha desempeñado en diversos oficios, como la docencia en colegios públicos. En la actualidad, es docente en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (Perú). Ha publicado en poesía Cuando la luna cree (1996), A tientas (2016), No queremos cazar la noche (2019), Rumikuna del mar (2021), entre otros; y en ensayo La letra y los cuerpos subyugados. Heterogeneidad colonialidad y subalternidad (1999), Procesos de descolonización del imaginario y del conocimiento en América Latina (2004) y Poéticas afroindoamericanas. Epísteme, cuerpo y territorio (2014).