Por Laia López Manrique*
Crédito de la foto (izq.) Stendhal Books /
(der.) Virginia Monteforte
5 poemas de Periférica interior (2021),
de Laia López Manrique
(v)
entonces, cuando hubo que inventar un relato para los trazos para la sanguina para la
¿desaparición? de la ¿hermana?
cuando hubo que remendar la ¿merma?
“yo” cerró la boca
“yo” comenzó a girar el rostro hacia el sur nunca hacia el ¿norte? olvidó ¿qué era “el norte”?
“yo” comenzó a imitar el uso de algunas palabras
“la pena”se parecía a seguir la línea irregular de los tapices en las sillas de los bares
“el tiempo”era la coloratura de la voz que se interrumpe
su desacierto a punto de
titubear
ahora
ahora que
ahora que comenzaba a echar de menos
ahora que comenzaba a echar de menos tu exceso
ahora que comenzaba a echar de menos tu exceso la tripa de vaca obturada el cordón que
nunca nos soldó
ahora que comenzaba a echar de menos tu exceso el espejismo
los ¿grillos? malsonantes ocupaban el lugar de la brecha
las lagunas en la narratividad
se hundían
en la cabeza abierta desde la nuca
y farfullaban
aquel día
”yo” pidió
una luz ¿sólida?
una lámpara frontal colgada de una
esquirla
maciza como un insecto
una luz orgánica
una luz color de linfa
un cabo de luz que cela
una luz sólida ¿hermana?
una luz elástica que estira los brazos
en el acto de puntear coge a una ausente
alisa el pliegue donde tú abandonas
“yo” toca a través
la vida de los impares
El texto madre
El dintel está sin puerta.
Nelly Sachs
O mother what have I left out.
Allen Ginsberg
o cápsula o entraña vibrátil o fonda o clara como un texto de Voltaire o gran inquisidor o árnica o muslos húmedos o aletheia envuelta en grasa o lámina desprendida de los sesos como si soñara o pájaro aquiescente o enredo o transparencia o canto de las ballenas en el Índico o no hombre o no niña o la salvaje salteadora de caminos o carpinteros o los chasquidos de los dedos contra la lámpara o un vendaval demasiado violento o frío o registro de todos los sonidos que salieron de su vientre o hail nothing full of nothing o absceso o marturienta o risa contagiosa o barranco bajo el párpado o raíz arriate o palabras escapadas de una caja de cerillas o cerdas de la lluvia o manchar o acaso o irse lentamente o volumétrica o silla de mimbre o arrancada o leía poemas o trenza o tiernamente como un pómulo o aforística o consigo o diástole de umbral o mueve
*
han cubierto sus rostros de harina blanca nada empaña del arcén el alambique placenta y hueso en dación nada en vasallaje amor he tomado ni devuelto suficiente de quien por el vacío hendiera un camino en la línea de la vida ella avena hacia los bordes va drenando se arrincona maestra de la tristeza y la individuación de la hipotaxis y los desvanecimientos de las cosas víscera y las cosas abismadas y latentes cristalino abresurcos que sorbió mi mal y los de ellos y hubo sido niña y palabrera y animal replicante y hermoso y tuvo hambre una vez y vio una cicatriz desgajada de un cuerpo que la llamaba
si por ella la tierra y todos los mares se hicieran más espesos y
salubres
*
las yeguas se detienen a beber en la sombra
los senderos han tomado muchas formas
distintas pero hay una sola mediatriz
-amiga ¿de quién eres el fantasma? ¿de qué huimos?
-apenas de la muerte de la madre huimos
entendimiento
dientes de lagarto calcáreos y furiosos
las yeguas y la amiga ya han partido
queda
un poema plisado a lo largo de la
lengua
el más verdadero de todos
sed
sabor a sal
y a moledura
Quién
Puede que sea dulce ser alternativamente víctima y verdugo.
Charles Baudelaire
pez
no responderá
pez cuatrero no torcaz no
cómo su cuello
cómo la mano en el cuello para estrangularla
cómo /ella/ conociendo bien al enemigo
a aquel que realmente podía destruirla
por favor
pedía de nuevo
la mano en el cuello los sentidos tapiados el dedo apretando el exacto engranaje de la asfixia
boqueando
salivando
con los ojos muy abiertos la mirada lateral y el estertor
pez matadero
pez theós
pez trampa
siempre escapando a sus garras hasta que en la médula del mismo agotamiento
así
la súplica
*
pez
animal concomitante
voz calada
/ella/ deshace ahora lo que quiso lo que no se llegó a armar en su cuerpo o aquello que en su lugar aparecía un barco descolgado al fondo sin amarres sin palabras a las que recurrir para decir, por ejemplo:
qué puedo hacer
bebo
trato de pensar qué pensaría si pudiera volver a pensar
todo se traducía en lo desprotegido en la repetición de los gestos en lo que se pierde
en la repetición del lenguaje en lo que se pierde
pez
como asir la retina glauca el horror el pus de la mirada
clavarla en un lienzo
hacer que signifique
en su habla ensimismada para regresar
fingiéndose
**
acabó como si comenzase
exacta la réplica la mueca vertical en su desvío
esbozó la misma sonrisa insultante y terrible
la boca igualmente torcida
en el deseo y en el rechazo
pez
parecía murmurar
guarismo invertido
imprecisión
figura
simulacro descarnado y torpe
pregunta que no merece respuesta
urdida como un juego
cruel
intemperie que retira su barbilla
velada
recuerda cuando no temías al monstruo
cuando hacías que él te temiera
y recuerda también
cuándo le temiste
***
me olvidé de quién era dice
para acontecer enterré a la que era antes
para que de nuevo algo aconteciera
y emergió la que pudo haber sido
a cornadas contra el blanco de los ojos
a leves machetazos en los dedos
cada movimiento es la posibilidad de salvación del instante
en el músculo embotado:
la labranza
entretanto
la otra
figura cóncava y volcada
sacudía su rigor detrás de la tramoya
desafiando a la perversa
/ella/
la escindida
le esquivaba la mirada
Sin
Una voz mecánica entona:
ella es vieja. ella ha defecado en la cama. ella ha dejado que el fuego tiñera de negro el techo de la cocina. no sirve, ya no sirve. ella ya no es, ha olvidado dónde estaban los medicamentos y las llaves, ha dejado que el loro picotease su cráneo desde la estrecha rendija de la jaula y no nota la fluidez de la sangre en su cabeza, porque no sabe que tuviera una cabeza, que la cabeza fuera suya, como una muñeca desarticulada de la que llovieran fonemas inarmónicos, ella es vieja, ha defecado en la cama, no recuerda si lo que se metió en la boca tubular y a menudo hermética fue una cuchara o una espina de pescado o un pedazo de tortilla rugosa, ella lo pregunta o lo ignora porque no sabe que la boca fuera suya porque desconoce el sentido de la posesión, algo que una vez leyó en un volumen prestado de la Historia de un caballo escrita por Tolstoi, pero si alguien le preguntara quién es Tolstoi o qué es un caballo o qué entiende por contar una historia probablemente su mirada, o mirada a secas porque ya nada es suyo, se perdería. dicen que cuando las personas han extraviado de ese modo la noción de todo los ojos se dirigen a un pozo al que podríamos llamar subpensamiento y allí se enredan entre sí y beben de su propia savia bruta hasta aislarse. mi madre solía decir que una mujer en ese estado está «ida» pero una mujer en ese estado o más bien la mujer en este concreto estado también ha sido madre, se ha dejado arrollar por un crecimiento en las vísceras y seguramente en ese momento, en el parto, una detonación le hizo desatender lo que estaba haciendo fuera de sí llevada en el dolor y en la amputación y en el descuaje. la piel gramófona. la figurita de un haba hincada en el tortell de Reis, dice, esto había sido mi hijo. como sacudida por un calambre a veces sonríe con ternura lejana y reconoce la levedad de otros cuerpos que se acercan pero en cuanto al suyo. es un enjambre ruidoso que resiste, incordia y se humedece. cada gesto de la mano izquierda es el primero y quizás sea exactamente el gesto final y el labio se mece tembloroso y descolgado cuando habla, sin pasión sin nervadura, apenas avalancha convicta – en su otra lengua se dice «allau» (…)
En mitad de la noche se oye un chillido. Es agudo, atraviesa la escalera como un peso, se engruesa en el centro, baja. Los animales y yo nos despertamos de un sobresalto. En la calle hace frío, oscila el hilo del tendedero hacia los lados, amenazando con soltarse. Los animales y yo nos apoyamos contra la ventana, buscando un indicio, una marca atinente, el hueco del que pudiera salir. La voz pierde su contorno identificable cuando adopta los tonos del pánico. Un grito no puede traducirse: ¿una convulsión? El chillido es algo mío: devolución de la existencia. Certificado. ¿Quién lo dijo? Una vez vimos a una mujer en el patio del edificio de enfrente. Lanzó un alarido alucinado y se quedó mirando hacia algún punto inexacto, con los ojos un paso por detrás de la mirada, con la vida un paso por detrás del chillido, como en una arritmia: bradicardia. Estuvo así, interrumpida, en silencio, más de un minuto. Después volvió a meterse en su casa y los animales y yo la olvidamos, sincrónicos, para reanudarnos, para continuar. Es la imagen lo que tranquiliza a la conciencia: el sonido la turba. Esta noche, en cambio, el grito trepa sin origen, sin semblante, ¿qué haremos?
*(Barcelona-España, 1982). Poeta. Licenciada en Filosofía y Teoría de la Literatura y Literatura Comparada en la Universitat de Barcelona (España). Es coeditora de la revista digital de creación literaria y experimental Kokoro. Ha publicado en poesía Deriva (2012), La mujer cíclica (2014), Desbordamientos (2015), Periférica interior (2021) y los cuadernos Speculum (2019) y Transfusas (2018).