5 poemas de «Paubrasilia Alucinata» (2024), de Wilson Alves-Bezerra

 

 

Por Wilson Alves-Bezerra*

Traducción por Jesús Montoya

Corrección por Emilia Spahn

Crédito de la foto (izq.) Hanan Harawi Eds. /

(der.) archivo de autor

 

 

5 poemas de Paubrasilia Alucinata historia natural de mi patria (2024)

de Wilson Alves-Bezerra

 

 

Réquiem a la Amazonia

 

Para cantar vuestras crisis, traje cisnes, traje indios, odaliscas y un jarro. Observé el conjunto abismado, un difunto carcajeo plácido, palacio adentro. Su boca era cloaca, no anteojos de sangre-partidos de Allende. Discursaba. Un ministro cae, otro ministro sale, un ministro apesta. En las calles nadie se mueve. Un gorrioncito entre labio y labia de acusado. Ni un pio. Cisnes indecisos en el espejo de agua picotean profundas plumas de titanio. El presidente indignado desfilaba en su podio: alas derretidas, entrañas devoradas, apenas exudaba. Duro ultrajaba huesos polvorientos. Hasta que. A pesar de. Se vio todo por la grieta escudera de la guardia, entre bala y bala. Plantas nordestinas al Parlamento se frotaban. Incontenible muchacha inundándose en llamas. Gritos, gases, golpazos. La muchacha inflamable. Millones de bocas bajo el hormigón de Brasilia. Con tino, con desatino. Hay indios y negros soterrados bajo un sol inmenso.

 

El poeta Wilson Alves-Bezerra

 

Ahora

 

¿Y ahora? Que ya quemamos a la bruja y empalamos al anticristo. ¿Y ahora? Que cerramos las exposiciones de arte que tienen nalgas y pitos. ¿Y ahora? Que acabamos con las becas de investigación que no son sobre tecnología. ¿Y ahora? Que cerramos los ministerios más inútiles y las oportunidades de empleo. ¿Y ahora? Que el ejército está en la favela y limpia las calles con la policía. ¿Y ahora? Que se protege a la escuela de la historia, de la filosofía y de otras doctrinas. ¿Y ahora? Que los derechos tienen sus días contados, y que solo nosotros, derechos, los tenemos asegurados. ¿Y ahora? Que un grupo de jueces, promotores, temerosos de dios y convictos, cuidan de nosotros. ¿Y ahora mismo, que las leyes de trabajo son flexibles y el empresario puede regatear? ¿Y ahora? Que solo la meritocracia de las familias pudientes tiende a triunfar. ¿Y ahora, que los sindicatos, sin impuestos obligatorios, han de permanecer sin pan? ¿Y ahora? Que hay más orden, más justicia y más familias. ¿Y ahora? Que los procesos que interesan, rápido han de andar. ¿Y ahora? Que el país se moderniza y el comunismo no tiene espacio en la vida nacional. ¿Y ahora? Que las noticias solo son buenas y avanzamos como nunca. ¿Y ahora? Que los aviones están más limpios y los aeropuertos más airados. Y ahora, que es para nosotros y solamente para nosotros este país, ¿y ahora?

 

 

 

El descubrimiento

 

Son once muchachos bien negros o bien pardos o bien rubios, con el pelo perfectamente cortado, bien niños, a veces como monos que en las piernas controlan dólares, que en los hombros cargan balones y en sus espaladas acumulan el peso de la Historia. Son tan pobres que igualmente billonarios visten el amarillo oro de los burgueses asalariados que se imaginan millonarios y odian a los pobres negros jugadores de fútbol. Es cada cuatro años, cuando llega la democracia, la hora de votar en la tierra de los pequeños fascismos, cuando cimientan los abismos para que todos puedan aclamarse perros callejeros. Porque los muchachos casi negros o poco pardos, de pelo oxigenado, nunca golpearon las cacerolas, nunca bebieron champagne, nunca se hicieron un selfie con los guardias en la tierra de la democracia racial, en cambio lloraron porque les causa temor hacer gol con sus pelotas, con sus travesaños, con sus obstáculos y con todo lo mejor que ha de caber en la red en nombre de la nacionalidad. Quizá los niños muy negros la pasen mal cuando les pidan una opinión, y conmemoren goles con los brazos arriba, miradas al cielo, con la camiseta amarilla de algún patrón. No calculan por qué aplaudimos a esos loros mulatos, recompensados con pasaporte europeo, con nuevos yates, con ambulantes, con terratenientes que los compran y los venden. ¿Desde cuándo estos patos negros influencian el mercado y las elecciones? Solo sé que son once niños, muy negros y bien formados, con vergüenza exacerbada de sus pelos afros, que de verlos muy bien, por tantos años, días y minutos al hilo, no tenemos ninguna vergüenza.

 

 

Amor al golpista

 

Señor presidente, ¿cómo se siente? A nadie le gusta verlo así, colgado en un rincón de la sala, adornando su cripta con pronombres y náuseas. Su cara marchita de feto viejo abortado infecta el suelo de la jaula. Su augurio en tragos hace a moros injustos salivar su saña encebada, su sed de semen añejo. Será un viernes, en la encrucijada de la Avaricia con la Miseria, que su reforma de trabajo va a encontrar su intervención armada, Eshu cobrará la deuda, ¿cómo va a pagarla? Ni siquiera podrá con la sangre de su esposa vaca presumida que, traviesa, en el palacio se sumerge para escudar el picnic. Ni su prole, ni usted, valdrán para nada más. Presidente enclenque, su efigie en la moneda de dos centavos… De a mucho alcanzará a ser un peo hediondo y sin culo, un gallinazo comemierda en la sala del palacio, un escupitajo por donde ni una cucaracha pasa. Que su lengua dura lo empale por la permanencia de los tiempos, que su vanidad lo arrastre hasta la tubería extranjera a la que quiso vender el país. Que mil trolas sucias le partan los poros y los huecos de la cara. Que mil sean las salchichas de rata que coma en el nunca acabar de sus tiempos, y que más que olvidado, sea usted desrecordado, más que ignorado, inexistido Que nunca haya pasado por esta tierra, que su recuerdo sea el suicidio de una célula que jamás debió nacer. Nadie lo quiere, señor presidente.

 

 

 

Oferta

 

¿Quieres un poema? Un poema. Eso, un poema poemático, en prosa. Aunque hayas pasado la vida creyendo que un poema era rima, era verso, era sentimiento, te doy este poema bestial, con crin, casco y muchas patas. ¿Quieres un poema? Un poema. Un poemita, eso. Sin brindis. No hay brindis. No. En las horas frías, en las horas duras, oscuras, un poema sin luz. ¿Lo aceptas? No llega ni a cinco vatios; nada ilumina. Es difícil de entender, semejante al dedo engatillado de un policía en la avenida Paulista, pidiendo documentos sin mostrar su credencial. Difícil, como la ley, interpretada y aplicada por los malparidos. Igual a los moros blancos, oídos de moco, de sonrisas cojas. Poema irónico con aquellos que dicen lo contrario a lo que pensabas que dirían, hecho con las leyes del país. Ve la ironía del súper-hombre, aunque, pensándolo bien, no tiene nada de irónico: usa sotana y no tanga, va para Miami y no para Luuanda, habla suavecito y menea su gran culo al capital. Pensándolo bien, no hay torpe ironía que resista esta tierra saqueada. Una vez más, reza el rosario de rodillas. Adéntralo en tus oídos: ¿escuchas algún poema o poesía en medio de la pila de cuerpos en la sala?

 

 

 

 

 

*(São Paulo-Brasil, 1977). Poeta, ensayista, traductor y crítico literario. Es doctor en Literatura Comparada por la Universidad del Estado de Río de Janeiro (Brasil) y docente del Programa de Posgrado en Estudios de Literatura de la Universidad Federal de São Carlos (Brasil). Se desempeña como profesor de literatura en Brasil. Ha publicado en ensayos Reverberaciones de la frontera en Horacio Quiroga (2021) y Nuevos Papeles Íntimos. Cartas inéditas de Horacio Quiroga (2022). En Inglaterra publicó una biografía de Horacio Quiroga: A narrative biography of Horacio Quiroga, the Lone Anarchist (2023). Ha traducido al portugués a autores hispanoamericanos como Horacio Quiroga, Luis Gusmán, Sergio Bizzio y Alfonsina Storni (con apoyo de la Beca Looren / Fundación Pro Helvetia).

 

 

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