5 poemas de «Para escuchar la música del poema» (2019), de Eugenia Straccali

 

Por Eugenia Straccali*

Crédito de la foto (izq.) Leonardo Massari /

(der.) Ed. buenosaires poetry

 

 

5 poemas de Para escuchar la música del poema (2019),

de Eugenia Straccali

 

 

I. La música del poema

 

Quien no escribe ni está enamorado

ni se psicoanaliza, está muerto.

Julia Kristeva

 

Para escuchar la música de un poema

hay que abandonarse

se precisa la lejanía

la interrupción del continuo humano

y su cansancio prosaico

ritmo de voces y pájaros

contrasentido del mundo

que nos permite aullar

porque sabemos del terror

que produce estar en la superficie.

 

Oda al ruiseñor

siento en mi garganta

un lenguaje agitándose

poesía y dolor

estado de vigilia

en la apertura de la noche

cesura de un verso

migra el sonido pardo de sus alas

herida de la lengua

el poema peligra en la escritura

el silencio habita el lenguaje

y al mismo tiempo en sus fronteras.

 

Qué callado debió estar aquel mar

para el milagro de la palabra.

 

 

Desde lo más profundo de la arboleda, un ruiseñor

sacia con su melodía la obscuridad deseada

B. Shelley

 

El poeta Eugenia Straccali.
Crédito de la foto: Leonardo Massari

 

El poema cae

 

Avanza el poema como un río sin cauce

porque tal vez sea la orfandad

el secreto                       quiero estar sola en el mundo

la estirpe bastarda me impulsa a la letra

magia que emerge de un bosque rojo

sombría es la verdad

cae

de los que no podemos salir

caemos

de ese mundo primitivo

aparecen las águilas, otros ciervos y caballos,

mediadores de la soledad

que inunda y se derrama

tan nuestra, tan bella

soledad que danza en un espacio perdido

roza el sentido

horada el cuerpo

la escritura

el poema cae

muere

resucita

 

soportar lo real

caer

sos de los que fracasan cuando triunfan

 

nunca te amé

tus huesos congelados

no podían ser bálsamo

tus campanas fúnebres plañían en las noches

umbría que siniestra cubría mi cama

fuera de vos

eliminé las marcas de la muerte

ya no podés lavarte las manos de sangre con agua seca.

 

 

Desamor

 

Soy nómade

escribo sigilosa en mi guarida

sos el ciervo dibujado en mí

sabiduría instintiva

te cubro las heridas una a una

ya no sangran

agua, miel, pétalos de flor de manuka

caléndula, lavanda fresca

pero hay un dolor

que adherido a tus huesos

magia de plantas

la rosa de plata sigue allí

pétalos de luna y tiempo

dulzura que subvierte

los terrores de tu guerra interior

temblor melancólico de un yo precipitado

el pensamiento galopa sobre el risco

desenfreno

aceleración del pulso

la cabeza atropella al horror nocturno

lo detiene un poema abierto

encerrado en el caracol

oído absoluto

silencio

poema

silencio

hay un intervalo profanado

allegro

entre la maleza

lejanamente

se abre disonante una voz

¿es de una mujer?

llora o canta… no sé.

 

Sonoridad

eco

textura musical del océano

eco

poeta moribunda.

 

Qué rosa vive y florece en los pantanos.

El ruiseñor y la muerte, I. Solari

 

 

 

 

El duelo

 

El ruiseñor alerta que la poesía suena

como diapasón del viento

en los sentidos

beber cicuta

hundirse en el Leteo:

escribir sobre las aguas del olvido

cuántos nuestros ojos quedaron flotando

gruta que es simiente

amargura sin umbral

la letra se vuelve fugaz en un poema

esperando que la música irrumpa

y se instale en los oídos.

 

El poeta Eugenia Straccali.
Crédito de la foto: Leonardo Massari

 

Los pájaros cantan para sobrevivir

 

Todas las especies tienen su canto, algunos graznan

las aves nocturnas duermen en la espesura

luminosidad callada

canto en la vigilia

despertar de trino

como epifanía o deseo no sé.

 

La poeta no existe,

enthusiasmada

tiene poder oracular

y reconoce la respiración del poema

puede atemperarse como una mujer sabia,

reducir el tiempo al instante

aquietar su espacio

su noche, su lámpara

primero la poesía, luego el poema

¿y la poeta?

en las sombras siempre

fantasma del yo

habitante del lenguaje

recupera la escucha

el ritmo del universo, de los otros, de las cosas, de la piedra, del fuego.

 

Los pájaros cantan para desplegar su lenguaje invisible

que te lleva hasta el centro donde nada se explica

todo sucede,

 

 

Ella habla poco

él sabe amarla.

 

Para escuchar la música del poema hay que abandonarse.

 

 

 

 

 

*(La Plata-Argentina, 1970). Poeta, actriz, dramaturga y crítica de poesía. Licenciada en Letras por la Universidad Nacional de La Plata (Argentina). En la actualidad se desempeña como profesora de Teoría literaria e investigadora en el Centro de estudios de Teoría y crítica Literaria de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación en la misma universidad; y trabaja en su tesis doctoral Experiencia e imagen en la poética de Raúl González Tuñón. Es coordinadora del Atlas de la poesía argentina I (2017) y del Atlas de la poesía argentina II (2019); así como de la Antología de la Poesía Federal de la provincia de Buenos Aires (2019). Ha publicado en poesía Abismadas (2016), Ninfas (no musas) (2017), El abecedario de los árboles (2018), ¿Por qué no hablan las sirenas? (2019) y Para escuchar la música del poema (2019); y en obras de dramaturgia Electra, ¿es posible matar a un muerto? (2010) y Antígona, ningún dios respira por el mundo (inédito).

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