Por Gabriela Atencio*
Selección por Nilton Santiago
Crédito de la foto (izq.) Ed. Alastor /
(der.) Archivo de la autora
5 poemas de Palabra del casuario (2022),
de Gabriela Atencio
Amaru
Cuando pienso en Fitzcarrald y en sus mercenarios,
cuando pienso que esos genocidas eran hombres
me dan ganas de nacionalizarme culebra
César Calvo, Las Tres Mitades de Ino Moxo
Viendo encarnarse repetidamente
la Historia de América en una sucesión
de éxodos y ríos escarlatas
desearía jamás haber aprendido
la lengua de Fitzcarraldo
Ah tú y yo sólo hemos aprendido
una canción de destierro
y la lengua de exilio sorberá el caldo
de nuestros hijos desmemoriados
Pero no huyas de esta máscara
que ahorca cual serpiente
y dice llamarse castellano abrázala
hasta volver cenizas los maderos
del autoproclamado amor
Vuelve en cualquier forma
jaguar hoja demonio
vuelve en cualquier sexo
vuelve incluso sin sexo
pero vuelve
No me dejes solo conspirando con la imagen
de los desaparecidos
cuando ya no soy más
que un cuervo blanco
hurgando en la memoria
A Whistlejacket (1762)
A veces soporto lo siniestro sin perturbarme demasiado.
José Watanabe
Los caballos de mi casa
alguna vez pastaron excelsos
el césped contemplativo de mi infancia
Las horas más eternas discurrieron
por sus crines plateadas
que al reflejarse hoy
presagian mi vejez inminente
He recogido las primeras palabras
de la grama digiriéndolas
una por una con premura
para elucubrar estampidas hambrientas
No hay nada más sublime
que alimentar a un animal
que ser cómplice
de sus más exiguos placeres
Los caballos de mi casa
galoparon alguna vez devotos
patrióticos y quizás
profetas de una protorreligión
En toda casa hay lugar
para un caballo y sus palabras
la Palabra tiene calles
que exculpan la sangre
Y los caballos de mi casa
que alguna vez libres
nacieron pastaron amaron
y apasionados
profesaron su credo y su gramática
hoy descansan lívidos
unos más desnudos que otros
Arrastré el escalpelo
que no entendía de palabras
escindí pieles
con nauseabundo desamparo
pero con solemnidad
y sutileza
Contemplé a las fieras engullir
los más ingeniosos y blandos
artefactos les fui cediendo
huesos músculos cartílago
digestión de mis colores
Los caballos que musitarán
el salmo de mi hora más etérea
yacen excelsos esbeltos
patrióticos devotos humanos
cabalgando inmóviles
en las paredes
Después de todo hay aquí
como en cualquier casa
un lugar para un animal
y sus poemas
Luperca
El bisonte herido expira
lamo los colmillos ensangrentados de mi madre
un cadáver es un microcosmos silencioso
esperamos vemos cómo otros desgarran
con privilegio el tejido aún caliente
Mi madre aprendió a regañadientes
los tácitos acuerdos de la manada
el precio de la protección o apenas
el sentido de pertenencia
Fiera gruñía a las aves cantoras
descreyendo lo bello o inocente de sus melodías
que ornan la pugna encarnizada
por perpetuarse en la desolación
adormeciendo el cuerpo triste de los débiles
el sueño imperdonable
Días antes de morir con el pecho atravesado
mi madre la última loba de Yellowstone dijo
no creas en el hombre
Porque en un inicio también
una mujer
amamantó a dos lobeznos indefensos
y hombre y lobo convivieron
en el dolor del tiempo protegiéndose
cazaron y aullaron juntos a la luna
Solo recuerda que al arder Roma
Rómulo y Remo harán del lobo carne
y no olvidarás los refranes de tu sabia madre
todos los regalos al final del día
están envenenados
Lobster
El sueño es una segunda vida
Gérard de Nerval, Aurelia
Tantos agostos amaneciendo en Beirut
bajo los escombros de un lenguaje mutilado
Esta noche en la que no soy hombre ni dios
desearía hacer carne los dominios de la locura
ir a dormir con el exoesqueleto de frazada
Aurelia si basara mi vida en un solo dogma
rezar Gérard de Nerval fue un sueño
si la memoria no fuera un caldero hirviendo
ni los escombros de los hombres palabras
para las langostas en Beirut
Podría callarme podría no decir
un psiquiátrico es la visión más diáfana de la poesía
de un país
pero no soy hombre ni dios
Apenas se me ha confiado recoger los escombros
de agostos mutilados
volviendo todas las noches a las entrañas deshechas
de un país que reescribo
con la mantequilla caliente sobre la espalda
y alguien afilando los cubiertos sobre la mesa
Microeconomías
A Manuela Alvites
Los pasos de mi madre rondan ajenos
por las famélicas estancias
donde su inflamable marsupio pastorea
el rebaño abnegado y compasivo
La llegada de un hermano reconfigura
las dimensiones de las hostias
y por más que amanse masas míseras
siempre hallará tras las puertas del horno
el pastel que nunca leuda
He aprisionado el flujo de la Historia
el quid de la existencia he visto
a los corderos morderse de sus paradigmas
y a mi madre atesorar con incertidumbre
el germen del Hombre pero sobre todo
ofrendarnos amorosamente
la plusvalía de un hogar hecho de migajas
Y al ver a los animalitos que criamos
proliferar leudar vivir
sin importar el final certero
nos vi luchando hambrientos
sabiendo que nuestro destino probablemente
era caer malheridos sobre las manos limpias
del Mercado
Pero aún mi madre de pasos inflamados
se levanta en búsqueda de la canasta familiar
censa las cifras de exponenciales trayectorias
regresa a casa a veces sola
con su corazón indivisible en mano
y lágrimas que aún no le son arrebatadas
por la inflación
Y aunque desconozca a Malthus
Smith o Keynes
o qué trocha conduzca a Wall Street
sabe que a diario nacen seres hambrientos sin pan
sospecha que juega a los dados
un tendero de manos invisibles
desconfía de la libre economía del miedo
y claro que sabe de martes jueves diciembres negros
¿y por qué no?
grandes depresiones
*(Lima-Perú, 1994). Poeta. Egresada de la Facultad de Ciencias y Filosofía de la Universidad Peruana Cayetano Heredia (Perú). Fue finalista en el VII Concurso Nacional de Poesía Scriptura para Mujeres (2020) y en el III Premio Internacional de Poesía Joven Francisco Ruiz Udiel (2021). Ha publicado en poesía Palabra del casuario (2022).