5 poemas de «Lunas de oriente» (2018), de José Antonio Santano

 

Por José Antonio Santano*

Crédito de la foto Ed. Dauro

 

 

5 poemas de Lunas de oriente (2018),

 de José Antonio Santano

 

 

Lunas de oriente

 

Una a una las noches cuento

y hasta araño la tierra buscando

los orígenes, la luz del alba,

el camino que lleva al resplandor primero,

muy lentamente, hacia el vacío,

ese hueco invisible con aroma

de azahar y de arrayanes;

una a una las noches de abril en las pupilas,

solo el mar abrasador en olas y ecos

atraviesa el horizonte calmo

y en su hondura de pozo o niebla

abisales palabras se ocultan

al caer la tarde en las cancelas,

sobre el asfalto -purísimo negrorde

ciudades dormidas en lecho

de olvido y soledades,

en las blancas manos de la brisa

que navega etérea hasta el pálido

rostro de la muerte y en ella vive,

dentro, muy dentro,

en oscuridad plena,

irrespirable,

al vasto silencio condenada,

abierta, hiriente,

fugaz soplo de otoño en los estanques,

en las aceras bañadas de hojarasca y sangre,

toda la sangre inocente del mundo derramada,

todo el dolor del mundo en único grito

penetrando la tierra

todos los hogares del mundo,

todos los azules y los bosques,

las montañas y los ríos,

todos los campos del mundo,

los mares y las nubes,

cielo,

infierno,

todas las palabras,

todas

las lunas de oriente.

 

 

 

Desde el Eufrates al Guadalquivir

 

A Naseer Shamma, músico iraquí

 

Sonora luz del día

en las acequias toda

vivo rumor de aire

cuando la tarde alumbra

en Oriente las dunas

y un eco de voces

en los juncos del río

la corriente conduce

al origen del cosmos

a su líquida hondura

de tormentos y dichas

de metal y silencio

llameante en los ojos

del nenúfar que habita

la quietud en las alas

de la lluvia y el pájaro

en aullido de dones

las primeras palabras

una vez que las aguas

del Éufrates vocean

los nombres más amados

del exilio en un canto

que traspasa fronteras

y regresa a la patria

de otro río en su grandeza

y en las nubes suspiros

de aquel tiempo de lunas

en un bosque de piedra

y de olivos y puentes

en orilla de espejos

del laúd la belleza

y el llanto y la gloria

hermanada en las norias

del Guadalquivir vivo

en la áurea Mezquita

de la torre alminar

en la paz del almuédano

por la huerta del cielo

de las sílabas fruto

humano magisterio

que regresa a la música

de un laúd bendecido

oración en las manos

de Naseer el Ziryab

a este nuevo universo

de sonidos lejanos

en la piel de la tierra

cuando abre la noche

el misterio en las rosas

y es la mar un relámpago

de dolor la mirada

que yace en la niebla

de la muerte en arenas

de una playa cualquiera

y a una hora maldita

pero el agua del Éufrates

en el Guadalquivir

se derrama y se abraza

en delirio de sangre

por las aguas secretas

en su origen de sueños

por Medina Azahara

y en sus arcos dovelas

que anuncian la vida

en el sol de la aurora

o al caer ya la tarde

a los pies del madroño

cuando toda la música

en el río se acompasa

o la zubia la arrastra

hacia el fin de los mares

y en sus aguas la muerte

que devuelve el silencio

al ciprés orillado

en las fértiles tierras

desde el Éufrates luz

al Guadalquivir mito.

 

orientd

 

Oscura luz

 

A Hazem Alaskar, galeno sirio

 

Oscura luz del tiempo

que aniquila la voz

vuelve sobre sus pasos

al ciprés del camino

y mira hacia adentro

sin fuerza ya exhausto

de abrazar los fantasmas

de la guerra y el hambre

los perpetuos osarios

que brotan de la tierra

y son eco podredumbre

de la carne abrasada

en Damasco cautivo

cuando ya nada queda

ni la infancia siquiera

en las noches diamante

y al volver de la esquina

la mirada candente

del amor en los labios

en color de arcoíris

que atraviesa el desierto

con espinas de alambre

o se anega en la mar

de los dioses de arena

cuando vuelve el otoño

la aridez de su verbo

a regar las ciudades

con la sangre inocente

de la rosa y el mirto

y el silencio estallido

de la muerte temprana

en la aurora nacida

para el luto y el llanto

invisible en las calles

esqueletos sin nombre

bajo un sol asesino

pero ya todo es nada

vacío que se clava

en la cuenca del ojo

que avizora el espanto

en los cuerpos tullidos

para siempre y el caos

en las noches sin luna

donde no existe el tiempo

oscura luz ya solo

de regreso en cenizas

alfombrando el desierto

de Alepo devastada

grisácea soledad

que habitando el olvido

se revela en escombros

y en silencios que gritan

el silbido aterrado

de una muerte segura

al caer el crepúsculo

en la antigua muralla

en ciudad de la luz

negror de luz oscura.

 

 

Últimos versos

 

A Nâzim Hikmet, poeta turco

 

En los ojos y el beso

en las cúpulas áureas

la palabra dibuja

en el Bósforo espejos

lucientes de aromados

ungüentos y en Nâzin

verso a verso desnudo

en la sangre los verbos

que amamantan los valles

y en la mar los silencios

de otro tiempo vencido

de aquel viento los pájaros

en su vuelo de luces

y en las nubes arcángeles

sonora voz sin patria

en las aguas del Mármara

la ciudad dividida

en sus puentes hermanos

Estambul se refugia

y se abraza a otros mares

pero Europa usurera

el imperio reclama

mercader en el zoco

de los seres humanos

ya la tarde se cierne

en la plaza Beyazit

y una honda tristeza

en la piedra ceniza

la mezquita decora

como el humo en las alas

de enlutadas palomas

al acecho la muerte

en azul de Mar Negro

y en Egeo de esperanza

por los fondos marinos

salvaguarda de náufragos

más allá del silencio

más allá de las dunas

en la aurora celeste

o al caer de la tarde

en la piedra cautiva

de Sofía diamante

en la luz de otros siglos

cuando ya todo Imperio

en las aguas abreva

y la luna ilumina

el dolor del exilio

en los montes hermanos

clausuradas fronteras

que disparan sus balas

al hermano que huye

de la guerra que duele

como única lágrima

que recorre los campos

al refugio del hambre

que no entiende de patrias

porque el hambre se basta

para ser muerte toda

en la voz del ahogado

en el verso maldito

que ya grita en la noche

cuando solo la pena

media luna en la fuente

incesante solloza

y derrama su sangre

en la piedra y la rosa

en el agua espumada

de los dioses invictos

tan lejanos y solos

que ya nunca aparecen

en los últimos versos

o en la voz serenada

de sirenas que bailan

esa danza postrera

a los pies de la muerte.

 

 

 

Epílogo

 

Ahora en ti

en la profundidad del abismo

cuando la noche hiere

mi costado

y ya no siento

sino la honda voz de Oriente

ahora en mí

perpetuándose

todas

las lunas

de Oriente.

 

 

 

 

 

*(Córdoba-España, 1957). Poeta, narrador y crítico. Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Almería (España). Obtuvo el Premio Andalucía de la Crítica Ópera Prima de narrativa (2005) y el Premio del Gremio de Libreros de Almería al mejor libro (2014). Ha publicado Profecía de Otoño (1994), Exilio en Caridemo (1998), Íntima heredad (1998), La piedra escrita (2000), Suerte de alquimia (2003), Trasmar (2005), Las edades de arcilla (2005), Razón de ser (2008), Tiempo gris de cosmos (2014), Memorial de silencios (2014), Los silencios de La Cava (2015), La voz ausente (2017) y Lunas de oriente (2018).

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