Por Sebastián Miranda Brenes*
Crédito de la foto (izq.) el autor /
(der.) Fruit Salad Shaker / New York Poetry Press
5 poemas de Luminiscencia (2022),
de Sebastián Miranda Brenes
Oración en Saqsaywoman
A través del fuego
le pido al viento
que me abra la palabra
como abre la roca
y las alas del cóndor
al río
que moldee mi verbo
y lo haga florecer como lirio
al sol
que ilumine las imágenes
que se levantan como tótems
y con sombras recrean
dioses que merodean los sentidos
un jaguar en el bosque
pido a la montaña
que vigile mi lenguaje
para que siempre sea el camino
que los lleve hasta el mar
Antropoceno
Después de la devastación
caminó por el desierto
se sentó a la orilla de un peñasco
miró el vació entre las ruinas
la extensión del silencio como una hilera de polvo
la paralizó su supuesta quietud
lo inerte de la planicie
la sequedad que partía los labios
se contagió de su aridez
sus ojos se hicieron arena
su cuerpo se fue desboronando
se hizo parte del suelo
y se arrastró hasta la tumba de sus maestras
que la abrigaron bajo su sombra
mientras susurraban sus nombres pasados
y expiaban sus culpas
después de habitar
en los vestigios de un mar antiguo
Ella
abandonó sus deseos bajo tierra
arrancó sus verdades
y las enterró en nidos de serpientes
se topó con las diosas que llevaban sus ojos
le hablaron como un demiurgo
le descifraron el lenguaje de la destrucción
y el dolor de las especies muertas
la tomaron en brazos
y la dejaron a la orilla de un riachuelo
donde sació la sed de meses
Ella
comprendió
que después del colapso
todo renace
en vez de extinguirse
Olvidaron saberme viva
con mi sangre circulando
como corriente submarina
el mar es mi arteria
que enrojece los labios
y mantiene el calor de las manos
que como magma
edifica nuevos territorios
me olvidaron viva
y saberme llena de frutos
donde hierve un líquido
que hidrata al mundo
como el agua colada entre raíces
después de la lluvia
olvidaron sentir mi viento
que en el pecho se dibuja como tormenta
y saberme viva
cuando desarmo el follaje
que cae en silencio
en medio del bosque
olvidaron saberme
dentro de un volcán
que me agrieta la piel
y que viva
espero a que florezcan las hortensias y los girasoles
me olvidaron cubierta de nubes
saberme río
bajando purificada de la cordillera
hasta llegar al mar
donde desemboco
viva
con un aliento de sol
Después de horas de caminar
hasta ampollar sus pies
hasta agrietar sus labios
se sienta en silencio ante los crestones
los conejos de la sabana
se percatan de su presencia
el zorro que bajaba
se esconde entre el arbusto y la vigila
todo alrededor parece quedar a la expectativa
mientras que el cielo
cómplice
deja la cima despejada
Ella mira al Viejo que ahí habita
―antiguo ermitaño
que se mueve lentamente entre las rocas―
Él
aunque sorprendido de ser hallado
la comprende
y le envía unas palabras
una pequeña pista para su búsqueda
una señal que debe hallar en los senderos
Ella
con su respiración ahora lenta
cierra los ojos
y recibe el murmullo
que baja entre los ríos que nacen
el Viejo de los crestones
se mimetiza
desaparece entre una grieta
Ella le agradece
se levanta
y reinicia el camino
su cansancio la cubre de liquen
su ansia
como la llovizna
se cristaliza con el frío
alcanza una laguna
casi seca como su rostro
transita por valles
casi deshabitados como sus manos
sin darse cuenta
se refleja en los ojos del puma
y la duda revienta en su pecho
como un hongo que crece en la ladera
Ella se detiene
siente a los arbustos florecer entre sus piernas
la vibración de la roca por el corazón de la lagartija
el crecimiento de la montaña
que cruje como un cascaron
Ella comprende
que el temor lo dejó justo donde acabó el bosque
que la incertidumbre es una rama seca
que el páramo es un vientre abierto que la recibe
ahora liviana
es impulsada por la ventisca
hasta que recupera el asombro
cuando llega ante el cerro más alto
lo escala
rompe sus manos
se despoja de sus últimos miedos
antes de alcanzar la cúspide
Ella extiende los brazos
parece abrazar las nubes que se mueven como manadas
sus ojos
ahora forman parte de la extensión de los mares
su cuerpo
parte del follaje que cubre los volcanes
su aliento
del agua que se vierte por la llanura
Ella se desprende de todo origen
se confunde con el celaje
recibe al trueno en sus manos
en el momento que replica las palabras del Viejo
AQUÍ LO QUE SUCEDE
ES LA VIDA
Ofrenda
Dejo mi corazón
en la colada de lava
de una reciente erupción
que dejó todo desértico
lo dejo entre basaltos
para protegerlo de carroñeros
y del sol
para que solo lo bañe la lluvia
y lo cubra el polvo del magma erosionado
planto mi corazón
entre la roca volcánica
no para que sea fósil
ni para que futuros arqueólogos declaren
«he aquí el corazón
de un ser esperanzado»
No
me niego a que sea objeto de museo
o una pieza de huaquero
por el contrario
les ofrendo mi corazón
ante esta colina devastada
para que sea la primera semilla
para que sea soporte de la primera raíz
o el primer sustento de una nueva tierra
no espero que florezca
ni que se convierta en una gran ceiba
no espero que sea el centro de la vida
ni reconocido como símbolo de fertilidad
simplemente
lo dispongo entre estas ruinas
para que se cubra de musgo
mientras me siento en la llanura
a contemplar
―con mi pecho vacío―
como ustedes renacen
entre el bosque.
*(San Pedro de Barva Heredia-Costa Rica, 1983). Escritor, gestor ambiental y cultural. Docente de Gestión Ambiental del Instituto Nacional de Aprendizaje (INA) y de la Universidad de Costa Rica. Ha publicado en poesía Antimateria (2013 y 2014) y El sudor de la morfina (2020).
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