5 poemas de «Luminarias» (inédito), de Gastón Carrasco

 

Por Gastón Carrasco*

Crédito de la foto (izq.) el autor /

(der.) Provincianos Ed.

 

 

5 poemas de Luminarias (inédito),

de Gastón Carrasco

 

 

Confesionario

 

Revisar la vida, sus hojas de contacto

marcar con rojo las faltas.

 

¿En qué momento hay que mover

la vista, cerrar los ojos, bajar los brazos?

 

La sabiduría es un animal herido que se aparta

en el momento justo de su manada.

 

La culpa es un ojo que persigue, flecha

en el costado, cámara averiada colgando del cuello.

 

Es hora de verlo todo por primera vez

con la naturalidad de dos ancianos que se besan

o de niños correteando palomas.

 

Fotografías que cuelgan y estilan el recuerdo

una mujer que aparece persistente

el ritmo de su respiración guía tus pasos.

 

Escuchar su voz afuera del cuarto

volver a ella como bote que emerge de la bruma.

 

 

 

00:00

 

El refrigerador está vacío.

Una luz pálida ilumina mi rostro.

 

Miro de reojo

una manzana

a medio morder

oscurecida en la mesa.

 

La habitación iluminada

por esa luz artificial

como un relámpago

que fractura la noche.

 

El relámpago es la firma de dios.

 

 

 

Sueño en nácar

 

Siluetas formadas

por la luz del sol

torsos semidesnudos

aves con peces

retorciéndose en sus picos

un perro durmiendo

en tregua con la muerte

jóvenes que beben

y se les cae un hilillo violáceo

de sus comisuras

a lo lejos, tijeras que nadan:

brazos que cortan el mar.

 

Los párpados

de un lector cansado

abanican el sueño

sus ojos —bolas de nácar—

desaparecen de este mundo

el libro quedará marcado

en su pecho

como la impresión

de la hoja en piedra.

 

 

 

Un niño espía por la cerradura

 

Ley inquebrantable: lo que no se usa se atrofia o desaparece.

Los colores se cansaron de pintarle el mundo.

El niño recorre la casa con la certeza del hombre

hacia el laberinto del monstruo.

 

Se mueve tanteando paredes y rincones.

La herida es el lugar por donde entra la luz

como se diría de Cristo o de una pintura barroca.

 

Mueve los brazos como ramas en una habitación oscura.

Ojos vendados, juega a las escondidas con un niño imaginario

o el abuelo ciego que reconoce al nieto por el tacto.

 

 

El poeta Gastón Carrasco

 

Últimos destellos

 

La mirada

no es un acontecimiento

dispuesto para el observador.

 

Obsesión por ese brillo

de las palabras al pronunciarse

tras mucho tiempo.

 

Había distancia en la palabra

desconfianza

en los golpes de la voz.

 

 

 

 

 

*(Santiago de Chile, 1988). Poeta y ensayista. Ha publicado en poesía Viewmaster (2011 y 2016), El instante no es decisivo (2014), Monstruos marinos (2017); y, en ensayo, ¿Quién le teme a la poesía? (coautor, 2019).

 

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