Por: Luis Cruz
Foto: colección del autor
5 poemas de La música del hielo (2015),
de Luis Cruz
4.
Y los hijos….
siempre fuimos el rezago
para el fósil del león.
En mis manos y en los brazos llevo tatuado
La llave de todo el Purgatorio:
“Nómbrame y luego existo”
Así fue el deseo de San Marcos (el león) subiendo al cielo,
Así fue el espacio entre sus vértebras,
donde hablar,
era dar vueltas entre ruinas,
Destierros y Llantos.
Y este fósil también es un recuerdo
del coliseo en Cantabria,
de la agonía,
de la lluvia golpeando la piel desnuda
y la alegría,
un recuerdo de
las ventanas abiertas,
veleros y mujeres
dando vueltas en el Mediterráneo
de los barcos cargados de personas con sus sonrisas como maletas,
de las flores incrustadas en la roca,
de los cangrejos y su extraña música.
Pero el recuerdo es una cáscara de sal,
Se rompe y sale una voz:
“El fósil siempre ha navegado a pesar de nosotros,
El fósil siempre fue nuestro padre.”
(Sección I. Elsinore)
7.
Nuestros padres siempre tienen un secreto,
Muertos en el armario,
Pero esto era especial,
La cuarta muerte de Mascha Kaleko
Los poemas caían de sus uñas,
cuando deliraba cada tarde en medio del océano.
Sus versos eran caballos salvajes,
Playas donde los cuerpos se doraban al azufre,
Puertos en los que nacían poetas,
Pueblos donde cada calle era una trampa punzante
Cuando ella tenía dieciocho años caminaba al filo de la navaja,
mi padre, jugaba ajedrez con sus palabras y siempre se quebraba
Su fortaleza venía de vivir de igual forma en un cuarto como en otro continente
Mi padre no podía con esa soledad.
Muy poco queda de ti,
tu corazón hecho líquido y derramado en el suelo
tu pequeña cama en Hamburgo hecha madera
tus vestidos calcinados por tu poesía
Pero lo peor es que tu cuarta muerte le fue ajena
Tan o más que las tres anteriores
(Sección I. Elsinore)
16.
Y cuando ese hombre regrese,
su hogar sería cenizas,
su mujer polvo,
sus hijos un recuerdo
sólo le quedará el mar como el largo retorno.
El viaje no termina vendiendo los esclavos,
El viaje no acaba sacándose la piel de barco que
Se lleva por años,
Uno lleva el viaje y sus muertos encima,
Saudade,
Sevilla, Hamburgo,
Vladivostok, Hong Kong,
Calcuta,
Ciudad del Cabo,
Montevideo,
Valparaiso,
Callao,
La Habana,
Norkfolk
El fin del Mundo….
El fin de los siglos….
Muerte Blanca….
Y cuando ese hombre regrese,
su hogar sería esquirlas,
su mujer recuerdo,
sus hijos polvos
sólo le quedará el largo retorno.
(Sección II. Los retratos oxidados)
Zarabanda
Todo empezó en tus pies,
caminas por la casa,
descansas en la silla,
y en el papel
eres un preludio
una profecía
Levantas los brazos como un cuarto menguante,
y aun así el sol no puede hacerte sombra,
porque sabes que la certeza son la ventana y sus vidrios amarillos.
Como fuerte contra luz, otra vez tus pisadas.
Ojo de Horus en cada una de estas huellas,
–porque a un buda no se le puede decir que hacer–
Me contestas al dar la vuelta,
Mientras así recuerdo La Rama Dorada de Turner.
–aquí vamos,
somos el espejo dentro del espejo,
la vocal perdida, un fuego divino–
Y así contestas mientras desprendes
cada ladrillo
de este dique,
No te preocupa mi desesperación,
Eres lo suficientemente joven para clavar las uñas en la tierra
y soportar la arremetida
–me recuerdas a Berlín, o quizás Edimburgo
Eres como una vieja ciudad europea–
Pienso,
mientras mis ojos ya están nadando en la ceguera.
Y si esta es la última canción del universo,
El movimiento fino de tus dedos,
Quién soy para hacer el silencio?
–porque a un buda no se le puede decir que hacer-
Me repites en mis sueños.
(Sección III. Pulsar de hielo)
Paris 1874
Cuando el vals escapó del piano,
su cuerpo fue uno con él
“La Idea había triunfado”
Todos los héroes que llevó en su sangre,
danzaron,
esqueletos reventaron el témpano del recuerdo
y otra vez fueron macabros,
como los jóvenes.
Ella siguió escapando en el vals,
se confundían el piano y sus cabellos,
todo eran notas y pentagramas gigantes.
En la mesa, el aire y el vino abren un nuevo mapa;
el pasado tenía al Segundo Imperio como un cuadro eterno,
las barricadas eran cuadros y poemas,
Prusia era un huerto virgen.
No estoy seguro que lengua usaba,
quizás ella era de Sumeria,
pero sus dedos ya estaban creando zigurats
y el piano la obedecía
Quince años desde ese día,
Quince años frente a este cráneo que tengo en las manos
sus batallas son las marcas en la superficie,
costras de sus pensamientos,
que mis dedos acarician,
recuerdos de familias en llamas.
El cráneo me llama otra vez;
veo fijamente a sus orbitas vacías,
Me acuerdo de ese vals, tus dedos, tus cantos
Tú: inmenso pentagrama;
De improvisto me ilumina una pregunta,
Pero callo…
La Idea y ella habían triunfado
como Chopin esa noche…
(Sección III. Pulsar de hielo)
*(Lima, Perú 1981). Ingeniero Industrial de la Universidad de Lima. Administrador del blog cultural “Fundador de Supernovas” (http://luiscruzalvarez.blogspot.pe/). Publicó los libros Tetrameron (Fondo de la Universidad de Lima, 2003); Lumen, Trilogía del Espíritu (Nido de Cuervos, 2007); Radio Futura, dentro de la Colección “Piedra y Sangre” (Lustra Editores, 2008); Osario de Criaturas Perplejas (MiCielo Ediciones, 2014) y La Música del Hielo (Pájaros en el Cable Editores, 2015).