Por: Juan Carlos Villavicencio
5 poemas de Juan Carlos Villavicencio
Otro Faro para un Ciego
Acaso daba la ventana hacia el Sur,
cuando el reloj cayó gris sobre el hielo
i un abismo se presentaba inundando
mi retorno a un vacío sin fronteras.
Eco de una Batalla
El reflejo i los ojos del fuego en el amplio espacio derruido.
Reconstruir los giros de metales contra sí,
la ira o el placer invadiendo la sangre incauta,
el aire resintiendo aquel azote.
Tras el estruendo sus asustados pasos devastaban
las pequeñas milicias del hermano.
Ahora, rodeada de cadáveres i miembros,
recrea el cuadro fascinada por el vívido recuerdo
de la danza cuando aquel silencio ardiente.
Composición de Wojciek Kilar
Déjame morar en la Oscuridad
La marca del saber cruza su rostro violentado
por alguien que no camina temiendo la ciudad.
Bajo todas las lunas de su ira trata de olvidar
purgando repetidos los errores.
Una sola sentencia da principio a su condena,
oculto ante la cruz donde sin heridas no hay perdón.
Composición de John Dowland
Sic itur ad Astra
Hay la huella de la lluvia i de una piedra retornando al río,
desafío al sol i a aquellos que olvidaron el musgo i el perdón.
Nostalgia de un futuro lejos para navegar a través
de nuevas aguas
–la oscuridad de lo ignorado más allá-
olvidando la avaricia o la impiedad del tiempo ajeno,
aquel rencor,
donde no volverá a ver otro atardecer en ese mundo.
Las ruinas de un faro ahora bajo el mar,
la lágrima que no cede en el adiós.
2010
Destino mítico de Club de Deportes Puerto Montt
a Luis Villavicencio,
padre i fundador
Afuera el hombre entre el humo del café i los periódicos
regalaba su primera piedra al sueño i al futuro de botines
i los arcos enfrentados.
Abrazando el abismo de un Sur donde ya no quedan faros,
frente a una isla la esfera suda esquivando las lluvias,
nadando el viento, abrazada al aire
que se impone desde el mar,
como frente a una fotografía de un paraíso de pescadores,
el desafío en el herido césped i aquel grito en la batalla,
los sufridos últimos instantes de un delfín que ya agoniza
–ni el reiterado dolor de la derrota,
ni la muerte silbando mandamientos–,
porque ahora en las venas frente al mar,
otro partido,
otra partida,
un nuevo ajedrez de hombres sin reinas ni rey –sólo un dios–
ante el umbral de una red sin peces
que duele como muesca en la piel de todo ojo
incapaz de perder la sombra rodando del fuego,
derrumbando la única torre que se impone,
i el sueño al final en el retorno a la guarida del frío
de otra luna por fin ahora en paz.
en Un balón envenenado. Poesía y fútbol, Visor, Madrid, 2012
Crédito de la foto: Patoaventura
*joseppedrals.wordpress.com