Por Ana Claudia Díaz*
Crédito de la foto Baltasara Ed.
5 poemas de El hemisferio del lado
en que quedamos (2018),
de ana claudia díaz
feroz alegoría de la velocidad
en el instante previo
el rebuznar constante y acechado
el miedo
jugando entre los lirios
en el vapor de los álamos
su conjugación
sí, parece que todo el tiempo
el porvenir se nos asegura
al lamer con la lengua fría el invierno líquido
las ágiles estampas que lleva consigo la tristeza
casi como hacer rodar una piedra cuesta abajo
hasta perderla o simplemente patearla todo el camino
de vuelta a casa
un alboroto de ruidos metálicos a media voz
hasta detenernos en la inocencia imaginaria del recuerdo
y ahí, el desmayo dulce de la tarde sobre nosotros
sí, parece que todo el tiempo se develará el misterio
y se interrumpirán las preguntas de la ensoñación
oigo en el rumor de tu voz los matices que rompen
la melancolía que cargo a cuestas
cada pueblo siempre tiene
su propia huella en el mapamundi
un santo y seña en la conversación
ese arroyo casi de lana
las sanguijuelas en el pasto
la brisa que contagia olor a trigo
a malta, la pradera
las uvas rotas, mordidas por los perros
al costado del camino
se multiplican con el sol
paseos que entre el polvo de la tierra
son el incendio de la tarde
el dibujo de ellos mismos en las sombras
y después, los chanchos elegantes entre las margaritas
formando un horizonte infinito, rosa, un ocaso
ciénagas de selva
interceptan mi noche
se apoderan del caos
antes que el destino
danzan entre el musgo
que me apelmaza el sueño
se enredan entre las malezas
siembran el mar con una especie de alpiste
para que por la mañana los cormoranes se posen ahí
haciendo un camino ondular de margaritas
para que cuando se sequen
las pueda deshojar la posibilidad
rondas, noche tras noche
construyen mi nudo nido
en acantilados o bosques
buscan el agua dulce
que tarda en llegar
o la orilla donde convertirme en un cisne
o en un jacinto de agua para poder flotar
costa adentro
un cuerpo muelle
un hemisferio
quizás sea un estanque mi mar abierto, no lo sé
la sensación del agua es siempre la misma
hay un río cerca, lo descifro
en la vegetación que me abunda
las ciénagas me envuelven en su canto
escucho que me hablan
son como cuervos marinos de voces fieles
hacen eco de la imagen en mi interior
como espejitos rojos titilando, como rubíes de mi yo
no sé en qué fragmento de mi velocidad hay un estuario
pero lo encuentro siempre a deshoras en el sueño
como una especie de paraíso que tarda en llegar
¿las azucenas del oriente
serán observadas por los mismos pájaros
que ahora se posan sobre estas flores
que nos enredan los pies?
¿la golondrina y su vuelo suave
busca lo conocido cuando emigra?
¿o borra las huellas, los senderos de migas
las huertas de estrellas para perder el rastro
de donde alguna vez estuvo?
¿reconoce la cima de los pinos
su alcoba entre los árboles?
¿y sabe que podrá descansar largo tiempo
cuando llegue al final del recorrido?
¿qué es ahí, a ese puntito que se ve de lejos
a donde va?
¿deshilacha su alma con el tiempo?
¿o deja que el viento desgaste sus alas
como si fueran las hojas de los girasoles
radiantes, desolados en medio del campo?
¿intenta encontrar la señal
un camino de perlas flotando en el mar
como las claraboyas?
¿o que los caparazones de las tortugas
dibujen un mapa, una línea de puntos seguidos
para guiarse?
¿sabe que alguien espera
bajo las estaciones a que aparezca alegre
trayendo la paz del verano?
¿piensa que la muerte es breve?
¿que quizás cuando regrese el paisaje
no sea el mismo, ni estemos acá?
¿que el instante no se embalsama
más que en las visiones que se disfrazan
de recuerdo? ¿que tal vez sea otro el perro
adormecido sobre la orilla que la deja jugar
en su lomo simulando no darse cuenta?
la obstinación de la rutina y el retorno
como un búmeran dentro de la memoria
a veces cava un pozo tan hondo
que solo a tientas y sin luz te deja volver