Sobre Hebras de Malasaña (2013):
(…) libro de vasos comunicantes, donde dos disciplinas artísticas sostienen un diálogo de altura. La artista Beatriz Ruibal ha conseguido un trasvase de energía desde la poesía a la fotografía. Explorar en el tejido de las palabras de Yulino Dávila, le ha llevado al tejido de los instrumentos, de los aparejos musicales, utilizando de manera informal el macro como aproximación a estos tejidos, creando diferentes variaciones sobre la composición, como en el jazz, presente en Hebras de Malasaña, y utilizando la doble página como espacio de reflexión en la inspiración musical.
Por: Yulino Dávila*
Crédito de la foto: Izq. Mario Pera
der. © Guillem Sans
5 poemas de Hebras de Malasaña (2013)
de Yulino Dávila
INALÁMBRICO en mi sostenido
VARIACIONES SOBRE UN TEMA DE DUKE ELLINGTON / II
(AFTER THE RAIN)
Algo se desmorona
es la ceniza de mi cigarrillo y la vida que no tensa
su cuajar desde tus persianas
claroscuro
después de la lluvia / un tronar desleído
inaugura lo efímero de nuestros cueros
Verano sin desayuno / Ducha fresca de instrumentos
de metal
O
el alfabeto de gelatina
que se blinda en el abrazo
Llamada telefónica más temprana que la crisálida
No me dejas (¡ardo!) sólo que empiezas a ser
en otra pausa otra oscuridad
Un sincopado / niebla
en los ojos de puntos suspensivos
Algo se desmorona después de la lluvia
hundido entre el arco iris y tus nubes almohadones
Altos / bajos de un saxo espermático
gentil suscitativo
que se alivian se chantan al hilo y sesgan
Claveles brotando de los zócalos me acurrucan mansamente
adentrándome a tus afueras
El cielo raso es una mano que se ha deshecho de mis ropas
mal planchadas
hacia los brazos alerta de una muchacha papel de arroz
que no encuentro al despertar
Algo se desmorona
Ceniza y lluvia / esta es mi cabeza que se adormece
mientras se extinguen redobles que Elvin Jones
dejó tras una explosión
de cataratas de pájaros
DIAPOSITIVA DE UNA SILUETA
Suena Vivaldi
El humo persigue a mis cabellos
Y espero que tú cantes
esta tolerancia de buena gana
Voy a estirarme en busca de una imagen
mientras te adormeces
/ Animal sin nieve
Estuve ronroneando
a tu silueta tibia sin palabras
Desatando mi pañuelo registro tu anilina
serpenteando entre las piernas
(otra vez el humo)
y no tener la solemnidad
de los cantos gregorianos
que escuché en tu nube
/ Recuerda :
mi palpitar aprendiendo el abrigo
en desorden en ti
en ti solfea
Tú haces huir toda la tristeza que domina mis domingos
No tengo la cordura transparente
de la cebolla / No lloro
Con el ruido de una caja de fósforos
en mi pecho
te invito a mi ritmo
aún Vivaldi
Te aúpo al lino tapiado de caricia
abierta
te aspiro
En las cortinas la noche / tu ventana
hace pasar el ojo de la luna
Yo me pierdo en tu sótano más alto
de oleosos jugos
Una cinta
corre en tus caderas luego es agua
o un grave de clavicordio en tu corpiño
Tu cuerpo dibuja al mío
sin fronteras
cuando un reloj traquetea
en la cola de un pez
entre mis dientes
Y te veo dormir
como una colilla en el cenicero / Adornando
el lomo de un xilofón
El sereno otea a los durmientes / Rosa y Cucarda
POSTAL
Es un cuervo de la Belle Époque
esa dama vestida de negro.
Mientras veo mi sombra
ella se aleja,
lleva la corriente de los tranvías.
Arrugadas quejas
hilvanan su silencio
hasta mi húmeda habitación donde
otra vez respirará el alba
con ademán de pétalos efímeros
negados al verano.
Deshabitada de sus lutos encajes
su palidez orbita en las sábanas entre
el humo de marihuana y mareas de saxofón.
La ciudad permaneció de pie a sus temblores,
solo yo rodé al musgo y señalé al infinito,
cuando con indiferencia mi derramado halago
selló en una noche como tantas
en el hotel donde sacrificaba a su amante
hace ya mucho
mucho tiempo.
Plaza Santa Ana / Cervecería Alemana
RICTUS Y SORTIJA
Al recuerdo de Mª Carmen Pardo,
por toda su presencia
Hay un rictus detenido en el rostro
que da a la ventana de los amatorios motivos
que confunde
delicadas láminas posibles de afectos elocuentes
con enormes inclinaciones hacia el esqueleto
que sostiene la pasión que ha callado
ante su insobornable cadencia
de pasar distraída
por los maltratados lienzos que escenifican el Amor
que es frescura de jacarandás y malvas
en la boca del naufragio
Y tú no eres más
que una pluma de flamenco y perfumes
a los que yo he seguido para darle
con ruda y ceremoniosa mano
un quilate de la dolorosa fantasía
entre los dientes de la realidad
tallada en una silueta de lágrima
que no llegué a mostrarte
cuando tus ojos jugaban a convertir
en colores resplandecientes
la lujuria ardida
en las desteñidas cornisas de la incertidumbre
Por no lograr de la jícara derramada
la misma miel lamer
¡Kyrie eleison!
AMANECIDA EN LA CIUDAD
(Claror)
A Begoña Fernández
que arañaba paraísos, aquí.
In memoriam
La mañana: fruta evaporando
la orquestina y la lavanda que permitió mezclar
pancarpia y conseja se abre a la plaza
con un brillo de espuela: relincho nómada
De quienes arriesgaron su tiempo en la neblina azulada
del hachís sólo ha quedado un preámbulo
para clavetear en un hombro resbaladizo un color
ni tan decente ni filosamente mentido
Esta fruta -la mañana- ganada
por la ácida certeza de la morriña, decora
un vestido festoneado de ciudad olores
de hembras en los paraderos y hombres plomizos
limando sus letargos también el mordisco
se aprieta contra la sombra de edificios que dormitan
con una puesta de sol en un anuncio y un paseo
de árboles al que le crecen antenas de tv que peinan
una coreografía escarchada de un lugar sin nombre
Hay un verano de glicerina en esta mañana, que recuerda
unas palabras apresuradas en una postal, que se fue
haciendo vértigo desde el momento en que se desamparó
el hilo de tristeza en tus ojos y esto era un paréntesis
en la fatiga de los volatineros que iluminan el rincón
de los escombros y tu firma dibujando un corazón:
Bébete las entrañas de mi cuerpo
que tus manos se adhieran a mi piel
Aquella flor prendida al cabello de la niña de la verbena
yace en la tierra -pisoteada igual que una colilla- por la prisa
de cualquier encuentro (aquel de nosotros por ejemplo)
No obstante alguien habló de lo efímero y la aurora
Y una carraspera de bocinas hace que te devuelvas
a la manera inerme de depositar las alabardas y la risa
al pedazo de cielo que te toca en esta seca fruta mordida