5 poemas de «Geometría de la grieta» (2020), de Jairo Rojas Rojas

 

Por Jairo Rojas Rojas*

Crédito de la foto (izq.) el autor /

(der.) Taller Blanco ed.

 

 

5 poemas de Geometría de la grieta (2020),

de Jairo Rojas Rojas

 

 

8:00 a.m.

 

Amarillo: el corazón,

la forma / el cuerpo cubierto de luz altísima;

blanco también como el centro

del universo

Maíz,

su alteza en la mesa pobre, punto de sol entre los dientes

vuelto hombre primero también

nacido de esta tierra;               eco de su latido rojo

Maíz                base del cielo

he acá mi necesidad que te aguarda

en el desayuno diario

con ángeles cantores, perezosos,

aunque te lancen piedras, risotadas de eximios, lo que venga

al caso:            mirado con sorna,

nosotros te bajamos del altar              como alimento

al hervor de la vieja marmita

esa niebla del calor en la tierra fría

con aquello que no fue cuajo

 

(siempre recordaré el reflejo de mi cuerpo

en el ojo de la vaca moribunda)

 

he acá la alegría del masacote

—perfecto—        ­—perpetuo—

Atol con A Grande, para nosotros los caducos

acompañando, ahora, el corazón lleno

de un mar con flores,

protegiendo la respiración de este templo

iniciado en saliva

A-t-o-l-            con tantas historias

que me cuentas en el agua

para incendiar mi ánimo

en esta pausa en el pandemonio,

gracias por ayudarme a cantar

lo que soñó el ángel que anduvo por estas montañas

a soportar el día

y su remanida realidad

y seguir bailando/ sin armonía / brincando

torpemente

pero bien

 

 

 

10:00 a.m.

 

No debo caminar y caminar emulando mi planeta favorito

No debo escuchar la señal de la estrella que apunta a la casa en el cielo

No debo mirarle los ojos a la luna y hablarle de mi madre

No debo soñar con la trompeta que anuncia los sueños con gritos

No debo quemar los billetes de mi país frente a una pila de muertos

No debo llevar un mantra detrás de mi corazón

para escucharme

No debo inventar una casa con la lluvia

No debo inventar una llave con la música del viento

No debo inventar…

no no no

 

—puedo—

 

porque me llaman a

desatar la sombra de la herencia, /

quitar así las viejas lágrimas incrustadas con miedo / a la raza,

porque ya morí 3 veces puedo

y ahora quieto, vienes a mi

a cantarme las astillas de tus primeros años;

guardadas

puedo porque mi padre enrarece el aire

-zapateando sobre la galaxia en la tierra vieja-

sin apuros, llegado el sereno:

 

yo he aceptado este túnel: lo abrazo, lo llevo,

 

en la vibración de lo que digo / aunque corcovees

pidiendo disimulo;

porque soy mitad sol, mitad mar, un aire apenas

desde el origen del mundo, calco nomás del primer sol,

este balbuceo que tiene una familia estelar

pero te lo digo

leeentooo

llevando agua en las manos como quien lleva una vela

atravesando la insistente tormenta hoy

llevando el rocío a la mata que me devuelve las palabras

pausadamente

como el gran oso que le da mano a su sombra

igual a la luna que camina al son de la hierba

y no me importa tu rechinar de dientes cuando no haya nadie

porque sólo puedo con una perla en la lengua

a la vez; la revelación

de una vida a la vez

(mucha realidad)

por eso prefiero caminar

con mi hijo que no vendrá

aunque no se vaya,

y solazarme la cabeza de música, brincar enloquecido en el cielo,

agradeciendo a los santos negros, sintiendo las palmadas

del ángel acompañado de charrasca

y agua              agua                 agua

para mí y la gente que quiero: vieja, enferma,

arrinconada, tosca tocando sobre el lomo de las nubes

sin querer decir nada

agradecidos de estar en la orilla del abismo

molestos con la fila de lapidas

y el traqueteo de su engranaje

orando para tocar su cuerpo

vencer el pasmo

para sabotear el desfile de tanto orden en la marcha del tiempo

 

(es la necesidad de otro lenguaje) (inasible)

(que terminan modificando esta lengua)

 

(en reposo)

 

El poeta Jairo Rojas

 

 

12: 00 m

 

Volver

a la fragancia               del niño hambriado

con una sopera cucharada

(que da paso al silencio)

volver / y sí

al salivar junto al perro apaleado

con el hálito de la poca proteína

por las burbujas donde estalla el universo,

esa alegría ante la huelga general

esa forma de apagar el crujir ruido

abdominal

que no deja dormir / (aturdiendo) /

otra vez; las lentejas

que dilatan las pupilas

del mísero que aguza su decolorado canino

resistiendo la muerte mal:

pequeño gran milagro que calma el nervio

y galvaniza el muslo

de, siempre, ávidos comensales

remendando el gran agujero de su panza

/ blanda / quizás mustia /

con basura en el costillaje / pegada /

─toda la vida así─

aliteración de cada mediodía:

lentejas: bendita sopa,

sin traumático balido

junto al pan lleno de sudor

/ duro / del bueno /

que da fuerza al Gran artista

cuya embestida al remedio da más hambre;

─por eso te lo agradezco─

agradezco, padre, este plato

donde entra el cielo

sus rayas          sus gotas

pellizcar la sal

y que la pimienta incremente el rumor del hierro /

su bendita irrigación

en el templo que suena y desfallece,

─gracias─

ansioso arriba de la humareda

de la pequeña losa de peltre

desconchada

donde puedo mover la lengua

suficiente para el éxtasis

que es lamer el plato viejo / la olla raspar /

mientras se miran campos baldíos, gente en fila india,

te lo agradezco

lleno

con esta flatulencia hasta la noche irascible

y el eructo que no engaña

con el repetitivo alimento de las cañerías

a diario

explicando que esto podría estar peor…

 

 

 

11:00 p.m.

 

Rostro al cenit

como aquel que mira el nacimiento de un astro;

lento/ para que oigas la lluvia

del primer día              del mundo;

que tus manos titilen luz, de nuevo; cierra el ojo

para que el cuerpo sea de agua

que se pliega y repliega —viva—

alza los brazos como las olas

al momento de revelar sus secretos

mueve la muñeca de loca

como la primera constelación que apareció en el agua,

escucha el repique de tambor del corazón

que ya no sabe si habrá porvenir /

(la idea es unirlo todo)

(con la espiral de tu pecho)

 

Y aúlla

 

para que venga tu familia,

intenta no llorar cuando vacíes tu cabeza.

No ahorres.                  Sin miedo.

Baila para que el esqueleto se cubra de oro

porque tu venganza es no dejarlos dormir / tranquilos

a los vencedores

percutiendo la luna llena con tus dedos extasiados;

 

acá no interesa las polaridades           eres lo lejano

 

aquello             ahora bulle en tu sangre

en tu cuerpo boga,

la sangre es otro río que delira

para que se estremezca el corazón de los árboles y las estrellas

y de los muertos, aún más,

del ángel que ya tuvo altar

no esquives los fantasmas, sino baila en ellos

con ellos

dentro de ellos

que te arrinconen,        lleva tus sombras

a la esquina y

da las gracias por meterte

en la grieta de sus corazones

que cuelgan desde el cielo pidiendo

contacto contacto

y ábrele las manos como flores matutinas

que te añoran

llénalos de letras que no entienden los poderosos

esa será tu ofrenda a la orilla de la laguna

y gira gira gira gira gira gira gira gira gira

gira como la constelación que te imita

que es la forma más bella de violentar el desgano

y la manera más divertida de ampliar los círculos

que abren el cielo.

 

Forma un puente con tu cuerpo

 

y después no te olvides de zapatear                en el tierrero

para que el sol oficie uniones perdurables

y de paso a la lluvia en la ciudad del cielo quebrado

zambúllete en el aire lleno de gritos y lamentos

con todo y alpargatas

y besa con el cuerpo que así se dibuja el halo

que te identifica, pero hazlo ya

para que corcoveé la muerte

dibuja tu verdadero nombre en cada movimiento

que tanto solicita el Santo Negro

que ya pide el añejo y la llamada de los espíritus

los mismos

que tanto le gustan cuando meces el mar:

 

así se borra el mundo

y es su más bello homenaje

 

 

 

 

 

*(Mérida-Venezuela, 1980). Poeta. Historiador del Arte por la Universidad de los Andes (Venezuela). Es parte del comité editorial del sello Dios Dorado. Ha obtenido el XX Premio de poesía Fernando Paz Castillo (2014) y la XIX Bienal Literaria José Antonio Ramos Sucre (2013). Ha publicado en poesía La rendija de la puerta (2013), Los plegamientos del agua (2014), La O azul (2014), Pasear lunático (2018) y Geometría de la grieta (2020).

 

 

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