Por Juan Pablo Roa*
Crédito de la foto (izq.) Camilo Penagos-
www.utadeo.edu.co /
(der.) Ed. Pregunta
5 poemas de Este día este momento (2022),
de Juan Pablo Roa
como una sombra recostada
había llegado hasta allá el abandono,
había caído por fuera de la existencia,
que no es la misma cosa que la noche
sino un blanco e insonoro espacio de verdad,
de virtud con guantes de látex
sintonizada y filtrada a la fuerza,
fuera de esta órbita de eslabones,
que nada tienen que ver con nosotros
ni con los muros encalados de la casa.
Era el llamado de la cárcel
así, como partiendo en dos la mesa
sin previo aviso a la hora de los amigos,
sin apelo posible a la gramática ni a leyes,
del destino, del hombre impune,
o a la simple y llana condición de la esperanza.
Más pálida llegaste que la lluvia,
que los famosos cántaros de lluvia,
los mismos que para la abuela traen la lluvia
desde su castellano de otra era,
y la cara de acontecimiento, de lluvia,
traía malos pájaros
hasta el borde de nuestra mesa;
como túnica de centurión que viene por el hermano
fui hasta tu mano aterida,
que ya no sabía decir hermano
y menos aún familia.
Y estábamos los dos, en mala compañía,
la que sólo el uno al otro entonces sabía dar;
aun así nos la dimos y eso es más que dádiva de hambriento,
lo dice el lienzo.
Con extraña calma vestimos,
logramos el sufrimiento sin cálculo
y anotamos así luciérnagas negras
como manchas en el cuaderno de la vida
de tinta, de cosa indeleble que se filtra,
que logra envasarse en los años y en la entraña,
en el corazón de alcachofa
que por entonces los meses nos reservaban.
El cuerpo incorrupto del fuego
como cipreses de campos de tenis
dobló los metales de nuestros cuerpos
y henos aquí escupiendo hiel y bilis,
como maniquís de ventrílocuo,
al igual que cuerpos de anfiteatro
para los jóvenes con batas de matasano
que creen estudiar, conocer desde adentro
la carne y la causa del ser humano.
Fabricamos enormes palabras, inadecuadas
pero ya se sabe que el pez perece por la boca
y no hay persona en el sufrimiento que no desdiga
con las palabras los propósitos,
que no deshaga el tapiz familiar
o rompa la trama que a los afectos
y a los amigos lo hila a la vida.
Ahora la palabra dice y desdice
y de ese mí de entonces nada queda,
de esos años que ahora al matadero
voy llevando uno por uno:
gestos mohínos palabras ahora quebradas
con llanto y con figuras que hoy nos son ajenas.
yendo y viniendo con los pies de otro
como quien va con ojo cerrado al museo,
o viaja en jet especial para comprobar que el mundo
es mundo aquí y allá,
como el hombre, sus mujeres y lo que bebe.
No, las tonterías tienen voz propia
y no hay que ir al Kilimanjaro para que el negro
sea negro y tenga cultura virgen para ti.
Cargue tus paquetes o tu sed kilométrica
la mujer de tu madre.
un muro de palabras puede dictar su destino
o hacer música con él;
casi un cristal tan tenue las separa,
pero al cabo de extrañas resonancias
el papel y la vida acaban
por decir lo mismo, como dictado
por una mente huésped que por alguien piensa.
denodado empeño del amante:
comprar una y otra vez
flores cuyo destino es la muerte.
casi siempre piensa por sí mismo
el poema;
es imagen,
es cálculo sin distancia,
es estar ahí
y lo del hogar sorprende
porque la cabeza está en otro lugar;
algo así como ir
nadando, braceando,
ir sintiendo el agua
y de pronto
sacar fuera una hoja del escritorio
en medio de la faena
lejos del verde y las transparencias
y decir estoy ahí, en otro verde,
en otro paisaje
y con la cabeza bajo el sol;
ese no estar ahí que es estar consigo mismo,
que es ser brazada a pesar de la distancia.
*(Bogotá-Colombia, 1967). Poeta, traductor y editor. Obtuvo el XXXV Premio de Poesía Vila de Martorell. Ha publicado en poesía Ícaro (1989), Canción para la espera (1993), El basilisco (2008), Existe algún lugar en donde nadie (2010), Cuaderno del Sur (2019) y Este día, este momento (2022); y como traductor la poesía de Amelia Roselli, Anna Maria Giancarli y Antonella Anedda.