Por Úrsula Alvarado Noblecilla*
Crédito de la foto (izq.) Wilver Moreno Tineo /
(der.) Ed. Pájaro de fuego
5 poemas de Albas a Orfeo (2022),
de Úrsula Alvarado Noblecilla
Ceci n´est pas un poème d’amour
Esto no es un poema de amor, tan solo un murmullo entre dientes.
Un suave canto acerca de la ciencia de ver caer la tarde sobre la manzana que reposa en mí. De la sombra que proyecta el fruto a la altura de mi ombligo, nace una flor oscura como una nube llena de lluvia.
Todos tenemos un botón de terciopelo anidando en el vientre,
aromático huevo floral que no siempre se descubre.
Alguna vez sentí su latido azul. Su compás igualaba la frecuencia del ulular de las gaviotas. Una semilla desde su gestación sedienta.
Cuarenta años ha tardado en germinar la tácita flor de mis deseos más oriundos. Hoy que tus palabras han pronunciado la cábala del desprendimiento, de la cámara de mis secretos han asomado los primeros pétalos. Con destreza de contorsionista han girado hacia ti como el heliotropo, que inmerso en un jardín de luces artificiales, reconoce de pronto y sin vacilación la inequívoca fuente de luz.
No. Esto no es un poema de amor.
Albas a Orfeo
Músico de otoño.
Ebrio de mosto de estrellas.
YVAN GOLL
I
¿Quién contra tus cantos, Orfeo? ¿Quién contra la música de tu cuerpo?
La gravedad de tu voz invade esta hoja como una gran ola de tinta de la que no me aparto. No ofrezco mayor resistencia. Púrpura y sensual, el ímpetu escarapela mis sombras, estremece mis manifiestos. La ciudad respira frescores de nieblas.
¿Qué pensamientos incubas mientras preparo mi ofrenda?
Me gusta Lima -dices. La vibración de tu voz corta el silencio. Mi cuerpo suda como un mango caliente simultáneo a la noche que transpira. Mis prendas se humedecen.
También me gusta– respondo, aunque no reconozco la alterada frecuencia de mi canto. Nos empapa una noche sin atisbo de lluvia.
Vértigo
Conozco esta ciudad como la palma de mi mano
y estoy perdida.
II
Peces extraños me rodean.
Ojos como acuosas lunas orbitan, más aún no descifro el mensaje.
Una mañana me pediste salir a ver el sol. Yo solo vi tu nombre flotando en el cielo como una premonición luminosa. Semanas después ambos mirábamos la luna y esta fue mordida por un pájaro de acero. Poesía para el ojo que sabe mirar, me supe poseedora de una verdad exclusiva, pero indescifrable.
Algo me hace permanecer. Recibir el alba entre tus brazos-nido-de-serpiente. Te dejo ver mi rostro a trasluz con el primer alumbramiento de la mañana.
Peces profetas vuelan a mi alrededor.
Me distraen, tornasoles, sus escamas.
IV
No es impoluta esta ciudad. Inevitables caen por igual sombras y destellos. No reparamos en los afilados dientes enarbolando las esquinas ni en los faroles creando brillantes reflejos en charcos de orín.
¿Esta bestialidad nos espanta?
No. Reconocemos en el suelo que pisamos una domesticación tardía. Una lección no impartida de amor; sin embargo, tampoco es este el rostro de la ciudad que quiero ofrendarte.
Desencadenas los efluvios de mi cuerpo, alguien sin rostro nos espía. En la sorpresa
encontramos luz. Me gustaría mostrarte los secretos de la acústica en esta ciudad
donde no todo es caos ni ruinas, pero callo. Mis deseos se atropellan.
¿Quién contra la música de tu cuerpo?
A nuestro paso la ciudad se estremece.
Cubriré mis oídos para no caer, pienso mientras caigo.
Canción del amanecer
Así como están, cerradas y oscuras, no delatan las cortinas al nuevo día que va naciendo detrás de las montañas del este. Las aves callan. No hay golondrina que asome. Ningún ruiseñor o gallo que ose quebrar la perfección del capullo en que amanezco.
Enredado en mí dormita Orfeo. Largas han sido las travesías. Sinuosos los caminos de mujeres y hombres que nos trajeron finalmente aquí. Tu sangre navega caliente este cuerpo que gravita. Torrentes invisibles comparten sin cruzarse el mismo valle de lino blanco en esta ciudad que hemos hecho nuestra.
Despierta. Repasa conmigo una clase de historia = Hazme el amor.
No ha llegado aún el día. La noche recién se despereza.
Es mentira, lo sé.
¿Quién podría juzgarme por este intento de prolongar
la humedad en mi cuerpo?
Ninguna bocina rompe la calma de las primeras horas. Aún no es tiempo de la rutina mezquina, de los trámites sin poesía ni de aposentos donde no entra el sol. En esta hora celeste, mis albas te invocan. ¡Despierta!
Tócame, Orfeo, invádeme con tu música.
*(Lima-Perú, 1979). Poeta. Licenciada en Administración de Turismo por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (Perú) y gestora cultural por el Programa de Extensión Profesional MALI-UNESCO. Ha escrito el guion del documental Una ciudad como yo. Mujeres, poesía y espacio público, producido por Poesía en la ciudad, asociación cultural que dirige desde 2018. Ha publicado en poesía Metamorfosis inversa (2015), Canto a la hoja que cae (2021) y Albas a Orfeo (2022).