Por Thomas Harris*
Crédito de la foto (izq.) Ed. LOM /
(der.) el autor
3+1 poemas de Gesta de lobos (2019),
de Thomas Harris
Lobo y Tiresias, Auguste Dupin de la tragedia
Yo soy el viejo Tiresias, Lobo, y no miento:
Si quieres traer al bosque umbrío de tus dominios a la loba muerta,
No bastan sacrifi cios ni letanías, menos himnos y canciones.
Te lo digo yo, el viejo o la vieja Tiresias
Al que un genial poeta, pero muy sobrado de sí mismo,
Como lo son estos llamados bardos
(El muy hijo de puta envió a su mujer al manicomio),
Dijo que mis tetas arrugadas caían como las de una vieja bruja.
Pero, ya se sabe, a los oráculos
Como yo, los poetas modernos, incrédulos
Sólo les queda calumniar o insultar.
Cierto, ahora en estos burgos post-medievales me quemarían
Como a vil hechicero estos burócratas del Santo Ofi cio,
Del Santo Ofi dio diría yo,
O para darle más exactitud a la expresión,
Del puto ofi cio del poder.
Pero no perdamos el tiempo en disquisiciones teológicas
Y vamos al meollo del asunto.
Por algo fui el Augusto Dupin de la Tragedia o, si prefi eres,
Marlowe de Tebas.
Cierto es que pagaron Tiranos justos por el Destino,
Pero con el Destino, en la Tragedia, no se juega, mi Lobo,
Mi perro luminoso y salvaje.
Traer a una loba en tránsito a la disolución,
Una loba que ya es una sombra más entre las sombras
Del Hades Lupus, o por decirlo con etimológica justicia,
Del Hades Bar de la Negra,
Los cuellos de la víctima propiciatoria y los mantras
Que te acerquen al estado de la gracia salvaje,
Son más bien efectos virtuales o espectáculos simbólicos
En una tierra donde nada es real y el espectáculo,
La rutina de las nuevas hordas contraculturales.
Debes ser más sensato, menos salvaje, es decir, más perverso,
Lobo cruel, y extraer de tu crueldad sabiduría y abyección.
No te dejes tentar por lo grotesco.
No te dejes tentar por el humeur noire ni el amour fou.
Primero pondera el poder de tus enemigos,
Un sacerdote negro y la enigmática esfi nge:
Los dos polos que corrompen aún nuestra agonía
Cultural: el cristianismo y la Nada.
Lee bien a Baudrillard y olvídate de Niezsche:
Ahora el Mal es transparente y ese que llaman Cristo
No tendrá una segunda oportunidad en estas tierras.
Te lo digo yo, el viejo Tiresias, que vi a Palas en cueros
Y heme aquí con dos cuencas por ojos.
Pero estas cuencas están pletóricas de visión,
Son como esos ojos, esos agujeros negros
Que ocultaba Ray Milland con unas gafas de infernal insecto
En El hombre de la visión de rayos X.
Pero un oráculo no cae presa de las garras infamantes de la angustia.
Yo, Tiresias, y tú, Lobo, un oráculo y una bestia,
Imagínate hermano lupino, qué pareja podemos hacer,
Para darles por el culo a nuestros múltiples enemigos.
Te lo digo yo, el oráculo que ofi ció de cabrona
En un lenocinio sagrado y decadente,
Como los de los cuadros de Dix, O_ o Dix,
¿Las has visto, no? Lástima, lo que te pierdes,
Pero ya me ocuparé de tus vacíos culturales,
Lobo, mi prójimo bestial.
Pero vamos ya a las infaltables y míticas pruebas del héroe,
Lobo, que comienza a amanecer y aunque ciego, estos amaneceres
Me matan el alma, porque palpo con mi visión
Ese índigo sublime y aterrador del día que nace.
Tiresias, Auguste Dupin de la tragedia, instruye a
Lobo sobre la resurección
La expresión “la muerte de los relatos” es una santa huevada,
Lobo, para mantener a los nuevos sabios de la tribu
Bien pagados de sus confortables catedrales y lujosos papiros.
Pero no te confundas, bestia salvaje, que no son catedrales
Ni papiros arcanos esos, sino idolas post medievales,
Y alquimistas masturbatorios en decadencia cantada.
Te lo doy fi rmado por mis aciertos tebanos.
Ahora afi na tu eólico sentido, lupus canis, que esta es la fi rme.
Un sacrifi cio sin un viaje iniciático es como eyacular
En el vacío y tu semen de bestia salvaje, fl uido sagrado,
Es una potencia de tu cuerpo que no puedes desperdiciar.
Y antes de hacerte a la mar océana, debes saber las causas
Y las formas de tu búsqueda: qué esperan las sombras de los lobos
Masacrados por los Cazadores del Deseo, para liberar a tu
Loba Eurídice de aquellas confusas oscuridades.
Los lobos masacrados por los Cazadores del Deseo que aúllan
Por toda la eternidad en el Lupus Hades, ya son vampiros
Ávidos, pero no todo vampiro o licántropo tiene sed de sangre.
Estos licántropos de sombra a los que habrás de enfrentarte en
El Hades Lupus no ansían sangre para seguir aullando
En las confusas oscuridades, sino oro, oro líquido,
Que deberás llevar a las profundidades en forma de lingotes
O pepitas como por las que se mataron en California
Los buscadores del áureo metal o por los que masacraron
A los habitantes originarios de las Indias Occidentales, cuando aún
No era esta Putamérica de hoy, los portentosos conquistadores
Del imperio peninsular de España. Deberás aprender a oler,
A aguzar tu olfato aún más, a obliterar tu instinto de sangre
Por el instinto del oro, que ambos, sangre y oro, son
Portadores del Poder y la Muerte.
Ergo, Lupus Áureo, si me permites que te llame así,
Deberás hacerte de una stultifera navis y un puñado
De tus bráder lupinos y enfi lar la negra cóncava nave hacia
Las Indias de las que te hablo, una tierra que día a día decae más:
La tierra de los muertos, la tierra de los cactos,
Donde las imágenes de piedra se levantan y la mano
De un muerto implora bajo el parpadeo de las estrellas
Que se les van en sus ciudades donde los labios han olvidado besar
Y el amor se acurruca bajo las fauces de neón, temblando
El castigo del cuerpo, en su sueño de perro.
No te confí es sólo de la luna a la que tanto has aullado de amor y odio,
Ni del cielo agujereado de estrellas, lo primero que viste
Al ser parido en lo más umbrío de tu bosque natal,
Porque las estrellas en altamar son cambiantes en su
Cielo borracho, no como las del bosque, fi jas en su
Elemento, el humus y los erguidos pinares.
Por eso te obsequiaré esta rosa, es la rosa de Paracelso,
Una rosa transmutada en el elemento de tu búsqueda.
Sus pétalos dorados te guiarán hacia las madrigueras del oro,
Allá, en el cada vez más desolado y transparente Nuevo Mundo.
Hazte de un puñado de lobos hambrientos y marcados
Ya sea por las trampas herrumbrosas o por las balas de
Plata de esos Cazadores del Deseo que siempre los han acosado.
Esta estrategia te proporcionará una manada licántropa
Que no dudará en morder al primer aullido, por su ira
Acumulada. Escucha, Lupus Enamorado, la ira será
Tu más deletérea arma, la ira y el amor perdido serán
El alma salvaje de tus colmillos y de los colmillos
De tu tripulación lobuna, y el Deseo, te lo repito,
El Deseo, vuestra causa teñida de sangre y crueldad.
Palabras de despedida de Tiresias Dupin a Lobo
Ahora que serás un lobo de mar,
Recuerda que el mar no es tu elemento,
Pero guarda el odio como un amuleto sagrado,
Como un espejo de luna,
Donde refulgirá el marfi l de tus colmillos.
Verás amaneceres y espejismos en el viaje,
Imaginarás liebres acosadas en los
Peces voladores, teas temblorosas
Como mil crepúsculos ardiendo en el horizonte,
Relinchos de caballos de montería en el
Rugir de las olas, y cuando las ganas de morder
Arrecien, en la baba dorada por el sol
Que caiga de tus fauces, recuerda que vas
Tras el oro y de lo que te brinde el bello viaje,
Y que el viaje y el oro son tan crueles
Como la sangre derramada por el
Venado herido y sus espasmos en la agonía.
El holograma de Tiresias se le aparece a Lobo en las
Indias Occidentales y le da consejos estratégicos
Deberás buscar aliados en estas tierras extrañas, Lobo.
Lee con atención este libro que ahora te cito:
Relación de la conquista de México, su autor,
El tan diestro en ardides como Odiseo, Hernán Cortés,
Pero tan colérico en la guerra, como Aquiles,
Y tan ansioso del oro como Cristo_ oro Columbus
Tu ahora mágico y precioso metal.
Adéntrate en sus páginas y aprende sus estrategias,
Mas no cometas sus errores, Lobo, en tus correrías.
No quemes tus naves ni traiciones a los traidores.
Busca en las Indias Occidentales a tus hermanos,
Los náhual, cada uno de ellos es un doble animal,
Pero tienen dominio sobre los humanos a los que replican.
No son como los Döpenngangler de tu burgo post-medieval,
Más bien mantienen la herencia del animal que los
Habita y su doble condición los hace inapresables
Para trampas humanas y no son objetos de cacería;
Busca a los pumas, a lobos americanos, y a los náhual
Del aire, águilas y murciélagos, pero no desdeñes a los perros
Ni a los coyotes; te servirán en tu causa si sabes
Hermanarte en sus respectivas naturalezas;
No son asesinos, pero si te enfrentas a ellos sucumbirás
A su magia, porque están en hermandad con los cielos
Y la tierra, con las fl ores que se agostan por las
Noches y con el sol que despunta el oro bermellón
De cada madrugada donde se aparea la vida y la muerte.
En alguna urbe perdida, entre las abras de las torres
Relumbrantes de neón, en las ya fulgurantes ciudades,
Debes buscar una hembra humana que te guarezca
De los hombres. En las Indias también te temen,
Lobo, los hombres. Aquella hembra debe ser una
Aborigen de estas tierras, una Malinche urbana.
La reconocerás por su fulgor crepuscular,
Por su conocimiento de la noche y las calles ciegas,
Por su frágil silueta negra como a punto de desaparecer
Al primer atisbo de luz solar;
Se llama, como siempre, Aurelia, y dirá de sí misma
Je sui l’ otre, recordando a su amante suicidado
En una miserable callejuela de París,
Ese príncipe de Aquitania de la torre abolida.
Su cuerpo es una extensión de geoglifos y pinturas rupestres,
En llanuras como las de Nazca y grutas como las de Lascaux,
Donde deberás leer no el mapa sino sus sinuosidades,
No el cuerpo, sino el camino hacia el oro.
Su náhual, el animal que la duplica, no sé cuál es,
Eso deberás leerlo con tus garras
En sus geoglifos y pinturas rupestres, o en los temblores de
Su carótida que palpitará 7 veces 7,
Cuando le cites el desgarro fatal de Nerval:
Sí, soy yo, pero póstumo;
Porque en una grieta de su mente
Que decae prematuramente en su deseo,
Como todo en este Nuevo Mundo en el que ahora husmeas,
Lobo, los románticos tardíos se le pueden haber
Infi ltrado clandestinos por un sueño de madrugada
Donde le oprimió el pecho un súcubo de Nerval.
Tal vez lleve el verso que hará de sortilegio a su doble
Marcado a fuego en algún confí n remoto de su cuerpo,
No sé en qué lengua, si en nauatl, quechua, sáncrito,
Mapundungun, arameo, latín bajo o splanglish;
Esas que susurraban el Primer Día de la Creación, acá;
Aurelia será tu Beatrice de las Indias, Circe y
Calipso a la vez, mas debes ser cauto, Lobo, y no clavar
Tus colmillos en su cuello: ya alguna vez fue mordida
Por un vampiro de estas tierras del confí n,
En un amanecer Mood Indigo como la melodía.
Por lo tanto, no podrás contaminarla por segunda vez:
India, vestal, monja, puta, santa o fantasma,
Si hallas el verso adecuado, sin duda, reconocerá
Tu licántropa condición y te llevará por los laberintos
De las Indias que conducen a tu implacable talismán:
El oro. Pero, como Odiseo, Lobo, no debes dejarte
Atrapar por sus dádivas ni sus negras sábanas.
Recuerda que es como cualquier náhual de las Indias,
Un recurso para liberar a Loba del Hades Lupus.
Debes ser despiadado y cruel, el cuchillo y la herida a la vez.
Sedúcela con tus colmillos, sácale el mapa del oro,
Y abandónala después en un cementerio clandestino
O en una carretera perdida, con esas gasolineras de Hopper,
Tan tristes, pero efi caces para los amores despiadados.