3+1 poemas de «Cuaderno de Cracovia» (2023), de Álvaro Guijarro

 

Por Álvaro Guijarro*

Crédito de la foto (izq.) archivo del autor /

(der.) Escorpión azul cartonero

 

 

3+1 poemas de Cuaderno de Cracovia (2023),

de Álvaro Guijarro

(con ilustraciones de Daniel G. Medranda

y nota de Ángela Segovia)

 

 

 

Los raíles cruzan en ambos sentidos unas calles empedradas hacia el gris. No es común la alegría a menos que se abra la charla. Caballos duermen para siempre detrás de los kioskos, a los que les atraviesa un cajero. Todas las botellas de agua tienen memoria, y el algodón es pasajero para los cristales gruesos. Sitios de cambio de dinero, cafeterías con velas y puentes sobre el Vistula sirven de ofrenda al escritor histórico. Giran, con ellos, las cervezas cálidas, antes de bajar por las escaleras de la trompeta. Todo alude a la lógica, al posible cambio de la gramática ceñida. Decir que no, tan tarde, para abandonar el ámbar, cuando haya desaparecido. Sin camino paralelo, lejos el doble irreal. Abandonado, como digo, al viaje, que es tutor:

 

Detrás de la nieve

la música es lenta

para el fácil morir,

untado de sol seco.

 

Hay un golpe de guante

en la bufanda de la plaza,

a la que atento observo

con alma de lechuza.

 

Varias veces marginaron

a mi fuerza, por completa,

pero mi orden satisface

hasta al tímido y violento.

 

Siempre estarás conmigo,

confianza, en el café

o en el desván último

rodeado de libros ciegos.

 

Mirar hacia donde no queda, porque por donde se ha caminado todo es recuerdo, más veloz o más calmo. Como si hacer algo una sola vez bastara para que el mundo se dé por completado, y tengamos que salir del mapa para imaginar. ¡Qué cansancio de otros ecos! ¡Qué de palabras provenientes de un lugar que yo ya sé! Dame, mundo, una ruta nueva, ya que yo cumpliré intuitivamente los senderos, los caminos, tus paisajes.

 

Ilustración de Daniel G. Medranda

 

***

 

Paseando por el barrio judío, con la nieve, uno piensa en el carácter: ¿qué es eso tan importante entre unos y otros? ¿De qué tamaño es la voz que comunica? Los misterios de la transformación son evidentes, pareciera imposible el cambio muchas veces. ¡Pero sudamos con tal de cambiar, y que alguien lo note! Yo ya no soy quien fui hace dos años, pero sigo siendo el de hace segundos. Supongo que en este esquema gran parte tiene que ver con la revolución. ¡Giros, giros, saltos en la narrativa! Ideas viejas, nada más hermoso que la conjetura de la esencia en marcha hacia otro yo. Es así como se crece, como se entiende, como se nace…:

 

Yo soy aquel

con cabeza en la cabeza

y tiernas manos frescas,

pero no seré

hasta que sea casi otro

o, directamente, un sordo.

 

Mirad cómo se mima

el rostro en soledad:

¡padece nubes!

Cuando me hayas confundido

la victoria de mi cuerpo

jugará a ser firme.

 

Y desde la transformación, el camino de la identidad es magia o péndulo. Demasiadas voces corroen la sinestesia de la acción, ¡con lo múltiple reptando! Como alguien que se ha esforzado en ser multitud, la esencia dibuja viajes y corona formas. Así, cuando me preguntes, ya olvidado, seré el de plácida sonrisa y guerra adentro, que no pudo comunicar lo que le hacía único. Hay secretos que mueren al ser compartidos, y yo, pese a la transparencia de mi plexo, guardo emociones como la pirámide en el tan tan tan imposible bolsillo. Aquí es donde la literatura reina con toda propensión al exceso, ya que lo inclasificable halla expresiones nuevas forzosamente.

 

 

***

 

En la enemistad no fluye el espacio, ni se amontona la gloria. Desde la enemistad se rompe el altavoz de la encantadora sala, con ese eco de pared que conocen los elegidos. ¡Amigos, sed de los mapas con relieve! Yo os tuve, os mantuve, os llamé con la tonta interferencia; y ahora la música parte en dos mi jersey amarillo… Mirad, entonces, cómo choca la lluvia negra contra mi cuerpo sigiloso. Soy, aquí, tan alto como los candelabros. Mesas suman a mesas el gentío, y tartas blancas son chispa entre las muelas. ¡Feliz coincidencia la de ser para colmar la etapa de la juventud perdida, unido a nada y a todo por metáfora! De la A a la B, saltando a la comba, con ese premio idiota de la final, como hígado y piel de pato con el puente. Zuecos transparentes, el mercado agota las últimas tripas secas, muy cerca de la fruta. Son encantadoras las mujeres mayores: ¡llevan 900 años esperando! Agradable es para alguien ser así. Yo no pude elegir demasiado. Cuando la poesía llega, todo es maleable. El coche me aparta con su luz. Estoy sobre el tejado de la catedral, esperando el verano. Las tiendas donde se intercambia el dinero nada nada nada. Ofrecen chocolate: el calor es un fantasma con pies de barro. ¡Y el barro helado es más peligroso todavía que el cristal! La sinceridad, amigos, se construye siempre siempre siempre con palabras:

 

Ilustración de Daniel G. Medranda

 

Botellas cuajan,

elegante misterio,

en la plaza judía:

hora de cenar.

 

Se camina rápido,

obligatoriamente,

hacia la casa azul

del pescado seco.

 

¡Todo se ha dicho!

¿Inventaré, así,

amarillas palabras,

sueldo de otro sol?

 

No me creáis al decir

que soy imposible:

la verdad es resultado

de una oscura justicia.

 

***

 

Caminad, palabras mías, hacia donde no se debe, y apenas se toca pie. Yo os he visto allí, en la más vieja gruta, en el más temible de los relatos, esperando a que alguien os rescate. No es fácil pertenecer a todos, símbolos por poco, ni aguardar el mecanismo innato del hombre o la mujer. ¡Vosotras niño, vosotras niño! Y como una canción con sabor a derrota, mi entendimiento os entrego, cofre de paz y viveza. Expresión plástica con líneas grandes que sigan el dibujo. Globo hacia la atmósfera con motores cruzando el eje de vuestra entera reunión. Jardín de infancia sin abecedario que haga comenzar vuestro juego terráqueo. ¿Dónde estáis ahora? ¿Cuál es el fenómeno perfecto? Yo solo quiero más de vosotras, todo lo que podáis ofrecer. Pero ¿qué es vuestra lógica en comparación con la de un pobre hombre? ¡Sois más de una! ¡Sois todos! ¡Por accidente!

 

Yo te esperaba, palabra,

en la pequeña casa

del desayuno perfecto.

Tus gestos contrarios

a la norma de mi fe

rompían con tu música

acelerada y devota.

No supe hasta después,

palabra, que eras

grande y albergabas

lo que yo después sería,

y que toda mi muerte

era sintaxis tuya

o, en tu lenguaje:

una gramática cerrada.

 

***

 

Ilustración de Daniel G. Medranda

 

 

 

 

 

*(Madrid-España, 1990). Poeta, escritor y fotógrafo. Licenciado en Literatura General y Comparada por la UCM (España), magíster en Fotografía editorial y fotoperiodismo por la Escuela TAI, con estudios de filosofía y cine. Ha publicado una decena de libros de poemas entre el 2010 y 2020. Obtuvo el III Premio de Poesía Joven Antonio Colinas. Ha participado en propuestas colectivas como Tenían veinte años y estaban locos (2011) o Lecturas del desierto (2018). Ha terminado su primera novela, escrita entre Madrid y Granada. Ensaya en su blog Pangea y su archivo fotográfico puede consultarse en www.alvaroguijarrophotography.com

 

 

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