Vallejo & Co. presenta una selección de poemas del gran y reconocido poeta francés Arthur Rimbaud con motivo de la reciente publicación del libro Nuevos Versos y Canciones (2015) por la editorial Buenos Aires Poetry, en traducción, notas y prólogo de Juan Arabia.
Por: Juan Arabia
Crédito de la foto: Izq. © Buenos Aires Poetry
Der. www.lacapannadelsilenzio.it
3 poemas de Nuevos Versos y Canciones (2015)
de Arthur Rimbaud
Lágrima
Lejos de pájaros, rebaños y campesinos,
Yo bebía, acurrucado en un brezal,
Rodeado de suaves bosques de avellana,
Entre la verde y tibia niebla de la tarde.
¿Qué podía yo beber en este joven Oise[1],
Olmos sin voz, hierba sin flores, cielo nublado?
¿Qué sacaba de la cantimplora de colocasia[2]?
Cierto licor de oro, insulso y que hace sudar.
Así, yo hubiera sido un pésimo cartel para una posada.
Después la tormenta cambió el cielo, hasta el anochecer.
Eran países negros, lagos, percas,
Columnas bajo la noche azul, estaciones.
El agua de los bosques se perdía en arenas vírgenes.
El viento, del cielo, lanzaba estalactitas sobre los charcos…
¡Y, como un pescador de oro[3] o de caparazones,
Decir que no tuve ganas de beber!
Mayo de 1872.
El Río de Cassis
El Río de Cassis fluye ignorado
Por extraños valles:
Voces de cien cuervos lo acompañan, voces
De buenos y verdaderos ángeles:
Junto a los grandes movimientos de las sapinaies[4]
Cuando sobre ellas los vientos se levantan.
Todo fluye con abominables misterios
De guerras de tiempos antiguos;
Torres conocidas, importantes parques:
En estas orillas se escuchan
Las pasiones muertas de los caballeros andantes:
¡Pero qué saludable es el viento!
Que el caminante mire por esas claraboyas:
Será más valiente.
¡Soldados de los bosques que el Señor envía,
Amables y queridos cuervos!
Echen de acá al campesino avaro
Que brinda con un trozo de hueso viejo.
Mayo de 1872.
Memoria
I
El agua clara; como la sal de las lágrimas de la infancia[5],
el asalto al sol de la blancura de los cuerpos de las mujeres;
la seda, el lis puro, las oriflamas[6]
bajo los muros que resguardaron a alguna doncella;
el jugueteo de los ángeles; —No… la corriente de oro en marcha,
mueve sus brazos, negros, pesados, y sobre todo frescos, de hierba.
Ella[7] se hunde, con el Cielo azul como dosel, y reclama
como cortina la sombra del arca y de la colina.
II
¡La baldosa húmeda extiende sus burbujas limpias!
el agua adorna con pálido oro, y sin fondo, las camas listas.
Los vestidos verdes y desteñidos de las muchachas
son sauces, de los que saltan pájaros sin riendas[8].
Más pura que un louis[9], amarillo y cálido párpado,
la caléndula[10] de agua —tu fe conyugal, ¡qué Esposa!—
en el rápido mediodía, desde su espejo apagado, envidia
en el cielo gris de calor a la Esfera rosa y querida[11].
III
La Señora se mantiene firmemente de pie en la pradera
donde nievan los hilos de trabajo; la sombrilla
entre los dedos; pisando la umbela[12]; demasiado orgullosa para ella;
¡mientras los niños leen en el verdor florido
su libro de encuadernación roja! ¡Ay, Él[13], al igual
que mil ángeles blancos que se separan en el camino,
se aleja más allá de la montaña! ¡Y Ella[14],
tan fría, y oscura, corre! ¡Tras la partida del hombre!
IV
¡Nostalgia de los jóvenes y espesos brazos de hierba pura!
¡Oro de las lunas de abril en el corazón del beatífico lecho!
¡Alegría de los astilleros ribereños abandonados, que son presa
de esas noches de agosto en que germina la podredumbre!
¡Qué llore ella, ahora, bajo las murallas! Al aliento
de los álamos hacia lo alto sólo lo impulsa la brisa.
Luego es una capa, sin reflejos, sin fuente, grisácea:
un viejo, dragador, en su barco inmóvil, apenado.
V
Juguete de este ojo de agua lúgubre, de la que no puedo beber.
¡Oh, barca inmóvil! ¡Oh, brazos demasiado cortos! Ni una
ni otra flor: ni la amarilla que me importuna,
ni la azul, amiga del agua del color de la ceniza.
¡Ah, el polvo de los sauces que sacude un ala!
¡Las rosas de los juncos devoradas desde hace tiempo!
Mi bote, siempre fijo; con su ancla tirada
al fondo de este ojo de aguas sin orillas — ¿en qué barro?
[1] El Oise es un río franco-belga.
[2] La colocasia es una planta de la familia de las Aráceas, originaria de la India y de las regiones tropicales de Asia, con las hojas grandes, de forma aovada y ondeadas por su margen, y la flor de color de rosa. Pierre Brunel señala que su elección no sólo responde a una necesidad sonora [Oise / Colocase], sino que además tiene su origen en la obra Quatrieme Églogue, de Virgilio (En Arthur RIMBAUD, Œuvre Complètes. Poésie, prose et correspondance. Introduction, chronologie, édition, notices et bibliographie par Pierre Brunel, Le Livre de Poche — La Pochothèque, Clermont-Ferrand, 2010, p. 368).
[3] Enid Starkie, citando la versión dada por Rimbaud en Une Saison en Enfer (Pleaurant, je voyais de l´or –et ne pus boire.- [Llorando, veía oro –y no pude beber.]), ve en el autor la posibilidad de beber el aurum potabile, el oro del filósofo, el oro líquido que da la vida eterna. Pero el autor no siente ni deseo ni sed (en Enid STARKIE, Arthur Rimbaud. Una biografía. Traducción del inglés de José Luis López Muñoz, Ediciones Siruela, Madrid, 2007, p. 264).
[4] Invención estética de Rimbaud, derivada de Sapinière [Sapine / Sapinaye]: género de árboles de la familia de las pináceas.
[5] La primera versión, «de l´enfance».
[6] La oriflama es un tipo de bandera, primeramente usado como enseña de la abadía francesa de Saint-Denis, y que más tarde pasó a ser pendón de guerra de los reyes de Francia.
[7] «Ella: el río personificado» (En Arthur RIMBAUD, Œuvre Complètes. Poésie, prose et correspondance. Introduction, chronologie, édition, notices et bibliographie par Pierre Brunel, Le Livre de Poche — La Pochothèque, Clermont-Ferrand, 2010, p. 364.).
[8] En ese sentido, las muchachas —sin riendas— son como pájaros en una jaula.
[9] Louis, también llamada Louis D’or, era una moneda de oro que circulaba en Francia antes de la Revolución.
[10] «Del Latín “Solsequium”, que significa “la que sigue al sol” [qui suit le soleil]». (en JEANCOLAS, Claude, op. cit, p. 251). En Argentina, esta flor es conocida como «Culo de vieja».
[11] El sol.
[12] Las umbelas (o tipo de inflorescencia) presentan flores que parecen salir del mismo punto y llegar a la misma altura.
[13] «El sol» (En Arthur RIMBAUD, op. cit., p. 365).
[14] «El río que el sol ha abandonado» (En Arthur RIMBAUD, op. cit., p. 365)